NESO
Dale una gota de mi sangre y te amará para siempre.
FUERA DEL ÁMBITO LABORAL, las relaciones amistosas deberían fluir con mayor tranquilidad; y sin embargo, la amistad, junto con el romance, es uno de los pactos entre humanos más desconcertantes. Desconcierta porque existe una atracción en la que no interviene el físico, y porque aunque elegida, conlleva obligaciones. Más libre que el vínculo amoroso, mueve a veces a realizar sacrificios a los que no llevaría el amor. Y, por otro lado, el amigo se encuentra en un círculo íntimo que le permite causar daños definitivos.
La amistad es uno de los sentimientos más elevados, hasta el punto de que en 2007 la investigadora australiana Lynne Giles, de la Universidad de Flinders, hacía público un estudio que su grupo de científicos había realizado: si la pérdida de un cónyuge o hijo aceleraba los procesos de enfermedad y muerte en ancianos, el poseer al menos un amigo preservaba de ese efecto y alargaba la vida.
Uno de los enemigos mortales de la amistad se presenta bajo la forma de rivalidad: en ocasiones, el estímulo del amigo puede conducir a una competitividad provechosa, de la que ambos se beneficien. Pero una rivalidad larvada, y que no encuentre resquicio para liberarse, puede llevar a la pérdida de la amistad o a la destrucción del amigo. De manera tradicional, las mujeres han mantenido una relación de mayor comunicación y mayor número de peleas y reconciliaciones dialécticas. Son amistades llenas de drama, en las que los conflictos son leves y se hablan, analizan y sortean. De manera también tradicional, los varones subliman esa relación de competencia con juegos físicos o enfrentándose en un tablero o pantalla.
Para un amigo envidioso, la presencia de la fortuna del otro resulta insufrible. Riquezas, honores o amor, está condenado a presenciarlo y a mostrar, además, su apoyo y su simpatía. El amigo que traiciona genera una herida aguda, que tarda en sanar tanto o más que una ruptura romántica, y que cuenta con el peligro de que el amigo, todavía dentro de los terrenos compartidos, pueda causar aún más daño. Un grupo dividido por un conflicto entre amigos se ve forzado a tomar partido y a la mediación: en realidad, no es sino un divorcio menor, y los consejos contra el desamor y el abandono son igualmente válidos aquí.
Hércules no tuvo demasiada suerte con su familia, con Hera como madrastra y Euristeo como primo, pero tampoco con los amigos. En una ocasión se vio obligado a vadear un río con su joven esposa, Deyanira. El centauro Neso se ofreció a llevar a la princesa en su lomo. Los centauros gozaban de una reputación equívoca en la antigüedad: su parte humana les permitía alcanzar una sabiduría y unos conocimientos sobresalientes. Pero su cuerpo inferior no dejaba de ser el de un caballo impetuoso, y con deseos contradictorios. Mientras cruzaban el río, Neso echó a correr con la intención de raptar y violar a Deyanira. Desde la otra orilla, Hércules lo impidió atravesándole con una flecha. Antes de morir, Neso le dijo a Deyanira que se arrepentía mucho, y que le hacía un último regalo. Si recogía un poco de su sangre, Hércules le sería siempre fiel.
Por algún tiempo nada ocurrió, pero cuando a Hércules se le comenzó a ir el ojo detrás de otras mujeres, Deyanira tiñó una túnica con la sangre de Neso. La túnica se prendió en un fuego que resultaba imposible extinguir, y causó la muerte de Hércules y el suicidio de Deyanira.
Neso no lograba nada con realizar tanto daño, salvo la egoísta satisfacción de morir matando. Resulta paradójico que debamos revisar las palabras y los actos de aquellos afectos cercanos con el mismo rigor que los de los lejanos, pero con la indulgencia que se le presta a los seres queridos.