NARCISO
Qué hermoso eres…
NARCISO ERA UN JOVEN DE BEOCIA que nació con la profecía de que sería feliz mientras no se conociera a sí mismo. Como todo humano, por otra parte. Su belleza le facilitaba el acceso a lo que deseaba. Se permitía lujos como herir a sus admiradoras, entre las que se encontraba la ninfa Eco, que se dejó morir de hambre tras su rechazo.
Como todas las profecías están para ser cumplidas, Narciso se descubrió a sí mismo en el reflejo de un lago, y allí se quedó, inmóvil, absorto en su reflejo, hasta que murió, unos dicen que también de hambre, otros que ahogado al intentar abrazarse.
Un Narciso sólo puede pensar en sí mismo, sólo puede amarse a sí mismo. Se sienten tan únicos, tan por encima de los demás que creen que las normas no se aplican a ellos. En ocasiones, la actitud de los otros refuerza ese comportamiento; los adoradores de los Narcisos les hacen un flaco favor. Son los eternos elegidos, los que por ley natural deben encontrarse entre los dirigentes o los amados. En ocasiones son dignos de mérito y han conseguido logros notables: pero no tanto como se creen.
Los Narcisos consideran que un trato de favor es lo normal, y que nunca cometen errores: los errores son cosa de los demás. Ellos están ahí para recibir el reconocimiento. Desde luego, no las críticas, que aceptan muy mal y que no olvidan jamás. Pueden reaccionar con una agresión directa al enemigo o hundiéndose en la miseria. El Narciso puro posee una autoestima a prueba de bombas: como mucho, odiará a quien no le ame. Otras personalidades adoptan el narcisismo como defensa: dicen ser y sentirse superiores para ocultar su inseguridad y su miedo. Estos falsos Narcisos tienden a deprimirse cuando son cuestionados.
Su ambición no conoce límites, y no se dirige a un objetivo común o al bien de la familia o de la empresa, sino a mayor gloria suya. Son capaces de negar a su propia madre, y su falta de empatía es notable. Como cónyuges, son incapaces de amar y buscarán adoradores. La mayor parte de los Narcisos son, además, varones. Como recomendaba Escarlata O’Hara, basta un «¡Oh, eres extraordinario!» para que se sientan felices. Pero cuidado: una vez adorados, estas personalidades desearán más y más.
A Narciso no se le puede tomar en serio; encantador y superficial, hay que darle el mismo trato que a un adolescente vanidoso: normas claras, límites precisos, mucho sentido del humor y pocas expectativas. No son capaces de más.