VIII. LOS MANIPULADORES: LOS QUE OBTIENEN LO QUE QUIEREN A TODA COSTA
TODA PERSONA DAÑINA ES MANIPULADORA, salvo quizá, los lobos, aunque sus crímenes se ven seguidos por mentiras, coartadas y juicios en los que emplean chantajes y falsas verdades: ellos mismos son tan conscientes de que es un comportamiento reprobable que lo llevan a cabo a escondidas, entre las sombras, y lo niegan si se les confronta.
Un manipulador ha sustentado su personalidad (generalmente cobarde y con muy baja autoestima) y su realidad (que percibe como amenazadora) en torno a la manipulación, con lo que resulta imposible pedirle que cambie o que evolucione. La única posibilidad de librarse de la manipulación es reconocerla y no acceder a ella.
Las señales de alerta comienzan con gestos pequeños: incoherencias entre lo que dice o lo que hace esa persona, exageraciones o desviaciones de la verdad, una sensación inconcreta de malestar cuando se está con ella, y, al mismo tiempo, atracción y cierta dependencia.
El manipulador suele conseguir lo que desea, y goza de absoluta inmunidad por ello; eso se debe a que involucra de tal manera a la víctima que la convence de que, en realidad, todo lo que ha hecho ha sido por su bien o se ha debido a sus errores. La víctima, adicta o enganchada a la posibilidad remota de ser aprobada, y desesperada porque cese la manipulación, se involucra aún más.
La manipulación, ese arte: el manipulador intensificará poco a poco sus maniobras, que pueden comenzar con comentarios hirientes o desconcertantes. Se señalan sus errores, sus flaquezas, bajo la excusa del cariño o la amistad. La intención es la de romper la seguridad de la víctima y conseguir el control sobre la misma. El manipulador justifica la crudeza de los comentarios porque es amigo, padre, madre, pareja… y sólo busca su bien.
El siguiente paso es el de las ofensas imaginarias. La actitud corporal se modifica: sin mencionar una sola palabra, su desaprobación es clara. Niega estar ofendido. Se resiste a manifestar por qué está dolido. Hay una culpa difusa, sin razones, vagamente perturbadora.
Continuará con el rechazo: la intensidad de la relación se ve alterada por la desaparición del manipulador o por su hostilidad manifiesta. Y puede desencadenar en las vejaciones o el insulto. A veces no resulta obvio. Un refrán turco dice: «Una broma nunca es una broma». Con el uso del humor o de la ironía pueden enmascararse atrocidades.
Durante siglos, la manipulación se ha considerado parte de las armas de mujer. El ten con ten. La mano izquierda. Implicaban la manipulación del varón a través de la privación de sexo, el rechazo, el chantaje emocional o el pacto extremo. Las armas de mujer, despreciadas en público, pero eficaces, como toda manera de manipulación, son defendidas a ultranza por una gran parte del público femenino, que asume que no es posible una relación de igualdad.
Todas las técnicas de seducción, destinadas a hombres o a mujeres, ahondan en el dominio de esas reglas o normas infalibles. Recomiendan relaciones enfermas, dependientes o con un amo que subyuga a un siervo. No: no es el camino.