CAÍN

Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante.

JEHOVÁ O YAHVÉ SE MUESTRA parcial y un tanto caprichoso en la Biblia. Elige de forma aleatoria a sus preferidos y no da demasiadas razones para ello. ¿Por qué Abel sí? ¿Qué le disgustó en la ofrenda floral o de granos que realizó Caín? ¿Fue la sangre que Abel vertió y Caín no? No lo sabemos; unos cuantos siglos más tarde, el sacrificio de sangre será sustituido por otro elegido de Dios por productos vegetales que serán la sangre y el cuerpo del dios. Qué extraños devenires los de las divinidades.

Que Caín sintiera celos por la fortuna de Abel, se debiera a su protección divina o a la pura suerte, resulta entendible. Que eso le llevara a matarlo, no. Caín debería haber cambiado de modelo de negocio, en lugar de envidiar el éxito de la empresa de su hermano. En la actualidad, Caín se hubiera dedicado al espionaje industrial, al robo de ideas, a la intoxicación mental de clientes, a la publicidad desleal… a apurar cada uno de los recursos que ofrece la competencia en tiempo de crisis.

Como en el Génesis el marketing se encontraba aún indebidamente desarrollado, Caín optó por la acción directa: muerto el pastor, se acabó el pastoreo. Mala solución. Ni siquiera competían en el mismo sector. Una colaboración entre empresas hubiera resultado mucho más provechosa para todos; por no hablar de cómo una pelea de esas características hace caer en picado el interés y la confianza del cliente.

Incluso cuando hay trabajo para todos el Caín creerá que no es así, y que alguien le está arrebatando lo que es suyo. En momentos difíciles, esa inseguridad se multiplica, y la competitividad deja paso a una desesperada búsqueda de clientes y a malas prácticas.

Caín no comprende ni realiza un esfuerzo por comprender por qué su competencia prospera. Acostumbrado, como hijo «primogenitísimo» (¡fue el primer bebé del mundo!), a lograr resultados y atención sin esfuerzo, no sabe cómo conseguirlos cuando le faltan. Apela a su encanto personal, a sus contactos, a sus logros pasados o a su familia.

La empresa contemporánea no ofrece espacio para Caín. Sea cual sea la razón por la que no agradó a Yahvé, no ahondó en ella. Quizá le faltaba pasión y devoción en la ofrenda, o había ahorrado en su calidad, o no la hizo en el momento adecuado. Su hermano no tenía culpa alguna. La desgracia alcanzó a todos. Él y sus descendientes serían distinguidos con la marca de Caín. Cuando una empresa adquiere mala fama, le acompaña por un largo, largo tiempo.