Guía de supervivencia ante lobos y dragones

A diferencia de otros enemigos, los lobos y los dragones pueden aparecer y desaparecer en muy poco tiempo, de la nada, y sin previo aviso. Eso hace que algunas de las maneras de protegerse de ellos apelen al sentido común, a la integridad y seguridad de los niños, y que haya un elemento absolutamente imprevisible.

El equilibrio entre la protección y la independencia ha de variar según sea la edad y el carácter de los menores; un niño sobreprotegido puede correr, en un momento de rebeldía, un riesgo que al más chulito de la pandilla jamás se le ocurriría iniciar.

Por otro lado, las muchachitas son percibidas por los ojos de los lobos de una manera completamente distinta a como son: mucho más vulnerables como víctimas que los varones, la sexualización progresiva de las adolescentes las convierte en objeto de deseo, por un lado, y en un modo de venganza sádica para los dragones. Niñas inseguras o con dejes narcisistas pueden ser objeto de chantajes o abusos cuando creían, sencillamente, estar coqueteando con un chico mayor.

1. HAY QUE REPETIRSE UNA Y OTRA VEZ.

—A la gente buena también le pasan cosas malas.

—La información es poder, y en estos momentos puede obtenerse de maneras muy variadas: móviles, redes sociales, contactos mutuos, observación visual…

—Llama. No me importa qué hora sea. Llama y te iré a buscar.

—Un lobo es siempre un lobo. No le importa el dolor de una familia, no le importa lo que la sociedad opine de él y nunca aceptará su responsabilidad.

—La madre de Grendel no es realmente una madre: es un clan y una forma de vida.

2. ES PRECISO DESAPARECER, EN LA MAYOR MEDIDA DE LO POSIBLE, DEL ENTORNO DE LOS LOBOS.

—El peligro no puede evitarse, pero sí reducirse: rutas fijas con horarios fijos en las idas y venidas del colegio, si es posible, en compañía, y siempre por las calles más concurridas e iluminadas, aunque ello conlleve un rodeo o más tiempo.

—Lo mismo puede aplicarse a la vida en internet: contenidos regulados y páginas consensuadas.

—El control parental sobre los contactos cibernéticos de niños y adolescentes ha de ser completo, pese a las airadas protestas de intimidad en ciertas edades.

3. LA VÍCTIMA NO PUEDE EXCLUIRLOS DE SU VIDA.

—Desde muy pequeños los niños han de saber, sin aspavientos, a qué peligros se enfrentan, y a ser autónomos frente a ellos.

—Los niños deben recibir información sobre qué pueden contar de su entorno y su familia y qué no. Especialmente vulnerables son los hermanos menores.

—Ya lo decían las abuelas: «Cuidado con las malas compañías. No hables con extraños. No aceptes regalos (ni invitaciones, ni bebidas) de desconocidos».

—La educación sobre el consumo de alcohol, drogas y relaciones sexuales ha de incluir qué hacer en una situación inesperada.

4. SITUACIONES INESPERADAS.

—Los niños deben poseer protocolos de actuación si algo anormal les ocurre por duro que sea para los padres hablar de esos temas. Aunque se espere de ellos que no beban alcohol, deben saber cómo actuar si ellos o sus amigos beben más de la cuenta, o si se exceden con la droga, pierden el último tren o se les ofrece dinero por activar la webcam.

5. ABUSOS SEXUALES.

—Tanto niños como niñas deben saber qué hacer en caso de un abuso de índole sexual, tanto para evitarlo como para denunciarlo. Muchos padres se sienten molestos con la mera idea de que les pueda ocurrir, y por lo tanto, evitan el tema.

—Los niños deben saber que nadie puede tocarlos, bajo ninguna excusa, en cuanto puedan asearse solos, o un médico, bajo la supervisión de sus padres.

—Han de saber gritar, pedir ayuda, o denunciar en cuanto les sea posible.

—En caso de jóvenes que puedan valerse por sí mismos, deben saber cuál es el protocolo de actuación, a qué número concreto pedir ayuda, si deben acudir antes a la policía o a un doctor, y cómo evitar que se eliminen o contaminen las huellas de la agresión.

6. RECLAMACIONES DE OTRO TIPO.

—A la menor duda de abuso o de que un lobo esté cerca, hay que denunciar: al tutor o director del colegio, a la policía…

— Los lobos suelen tener problemas donde quiera que vayan. Si se comprueba su entorno y su pasado, y se contrasta la información sobre él, pueden conseguirse muchas pistas.

— Al lobo lo mata el cazador: es decir, la policía, el juez, o la autoridad a la que nos remitamos. Enfrentarse a él sin poder suficiente, o como modo disuasorio, sólo incrementará su ataque.

— Por duro que sea el enfrentamiento, nunca hay que reaccionar de manera personal. En la medida de lo posible se debe mantener la cortesía y el lenguaje formal.