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SIETE

EN EL ABSOLUTION

VI LEVANTA LA VISTA. CARDINAL ESTÁ HIPNOTIZADO POR LA historia, inclinado con avidez hacia delante.

—¿Así que estás diciendo que ella fue una heroína en su planeta? —pregunta él con una sonrisa triste—. ¿Que salvó a madres y a niñas e inventó nuevas armas contra sus enemigos? ¿Que merece su reputación de soldado perfecto? —se burla—. Por desgracia, esa información no me ayuda. Hay una reunión mañana. El General Hux estará allí y necesito algo que pueda acabar con la Capitán Phasma de una buena vez.

—¿El pequeño Armitage viene a jugar? ¿Qué se celebra?

—No me corresponde saberlo. Soy un soldado, ¿recuerdas? Ahora dime algo que pueda usar.

Vi se aclara la garganta seca y sacude la cabeza, sintiéndose como una maestra con un estudiante particularmente obstinado.

—Esa fue sólo una historia, una probada de la vida de ella en Parnassos. El relato de sus orígenes, por decirlo así. Es fácil ser un héroe cuando tu propia supervivencia está alineada con la de alguien más, cuando tu victoria es una victoria de todo tu clan. En Parnassos, haces una contribución al grupo o no duras mucho. No había nada que perder en su pelea con Balder. Su grupo necesitaba a esa niña para la supervivencia del clan. Salvar a Frey era como salvarse a sí misma, aunque parezca un poco cursi en la superficie. La información real que necesitas apartar de esta idílica escena es que Phasma traicionó a su hermano y le guardó rencor. Sí, ella salvó a la niña. Además inventó una nueva arma. Pero no dejó que alguien más recibiera un poco de sus fanfarrias, y ella no quería paz. De haber sido por ella, hubiera matado a cada uno de los claws.

Cardinal no dice una palabra, sólo frota sus manos en su cabello y mira a cualquier lado. Vi casi puede ver que hace cálculos en su cabeza, ver que la Phasma que él conoce ahora es la misma que una vez se mantuvo de pie en Parnassos, con armas en las manos. Pero esta historia no bastará para convencerlo de lo que Phasma es realmente. Él necesitará más.

Y lo quiere para mañana, de modo que pueda, ¿qué? ¿Contar chismes sobre Phasma? ¿Hacer que la corran de la Primera Orden? Su rivalidad debe de ser más seria de lo que la Resistencia la había llevado a creer. Le dijeron que Cardinal y Phasma eran iguales, cada quien con su propio dominio, pero definitivamente no era así como Cardinal lo sentía. Esta no era una pequeña reyerta laboral ni una competencia amistosa. Y si Vi aprendió algo en Parnassos fue que Phasma tiene sus propios planes para Cardinal, que ella no dejará que un rival adulador perdure demasiado, sobre todo si se convierte en una amenaza.

Vi puede ver cómo la historia empieza a fragmentar a Cardinal. Cómo cuanto más piensa en Phasma, menos se parece a un soldado formal de la Primera Orden y se convierte más en un niño furioso. Ella tiene que estimular eso, mantener alteradas las emociones de Cardinal y presionarlo para que su cuidadosa programación se resquebraje. Esa es la clave para tenerlo de su lado.

Pero también debe evitar que se enfurezca tanto como para que la mate.

El control remoto nunca ha estado lejos de la mente de Vi. No puede recibir muchos choques eléctricos más. Es fundamental que él no pierda de nuevo su temperamento. Hay que mantener un delicado equilibrio, y ella definitivamente no está en las mejores condiciones ahora.

Ella pasa saliva audiblemente, separando los labios agrietados.

—Oye, ¿qué te parece si me das un poco de agua? Estoy seca, y al mismo tiempo sentando las bases para las historias realmente jugosas.

Cardinal niega con un dedo.

—No tenemos mucho tiempo. Sólo cuéntame.

—Así no funcionan las cosas. Si muero de deshidratación o electrocución, la historia de Phasma se muere conmigo.

—¿Tengo aspecto de que voy a traerte comida para un día de campo? Esto es un interrogatorio, no una fiesta.

—Va a parecerse menos a una fiesta cuando me desmaye.

La droide flotadora (¿él la llamó Iris?) rodea deprisa a Vi y lanza varios pitidos imperativos a Cardinal. A Vi le gustaría burlarse de que él reciba órdenes de una droide, pero sabe muy bien que cuando Gigi tiene nueva información, ella siempre la escucha. Va a extrañar a esa pequeña astromecánica alegre. Vi se asegura de jadear cuando Iris flota enfrente de su cara.

—Lo sé, lo sé —murmura Cardinal a su droide y se queda parado enfrente de Vi. Tan cerca que ella podría escupirle en el ojo, si tuviera la humedad suficiente, pero no la tiene. Él es de Jakku, sabe qué aspecto tiene la deshidratación y no le quedará otra opción que concordar con su droide en que ella no tiene buen aspecto. Algo de los choques que esta máquina le descargó hicieron mella en su cuerpo. Las lecturas de la droide deben confirmar que ella no está jugando con él. Cardinal suspira y se pone de pie, colocándose su casco.

—No es necesario que lo diga, pero no te muevas. No trates de escapar. Me llevo el control remoto. Voy a dejar a Iris y a cerrar la puerta con seguro. ¿Puedo confiar en ti?

Ella no le dice que si la suelta de la silla en este momento, tan sólo caería al suelo y convulsionaría. Sus músculos están agotados, los huesos le duelen.

Tampoco le dice que lo que está tratando de hacer precisamente es crear confianza, y que esta es una estupenda manera de lograrlo.

—Puedes confiar en mí porque hicimos un trato. Pero, cuando regreses y me encuentres completamente inmóvil, quiero que lo recuerdes.

—¿Por qué?

Ella le lanza una sonrisa que le parte los labios.

—Porque creo que vamos a hacer varios tratos más, conforme avancemos. No estaría mal un poco de comida. Esta máquina es como la cruda enorme y metálica después de una borrachera. Es terrible.

La voz de él es impersonal y fría a través del casco.

—Por supuesto que es terrible. Se supone que así debe ser. Es un dispositivo de tortura.

Con eso, él da un golpecito en el panel de control y la puerta se desliza para abrirse. Vi cierra los ojos para disfrutar esa pequeña brisa, el aire un poco más fresco, antes de que la puerta se cierre. Aunque está muy segura de que podría escapar si se esforzara, aún no se siente a gusto con sus posibilidades. Además, Iris está vigilándola, con un ojo rojo que parpadea como una advertencia. A Vi le gustaría apostar para comprobar si esta pequeña droide de comunicaciones ha sido dotada con alguna suerte de mecanismo de defensa, un láser o un brazo de choque. Pero no piensa hacerlo.

Decide repasar su cuerpo de los pies a los ojos, flexionando cada articulación, cuando es posible, apretando y luego soltando los músculos. Está adolorida y agotada. Se traza el objetivo de fortalecerse como sea antes de que él la libere de la máquina o de que ella encuentre una manera de liberarse. En el estado actual, no podría pelear ni siquiera con uno de los niños stormtroopers de él, y lo sabe.

Sin proponérselo, Vi cae dormida. Dentro de su cabeza hay oscuridad y calor, una cueva placentera donde puede descansar. Se despierta sobresaltada cuando la puerta se desliza para abrirse y se cubre de rojo brillante. Parpadeando para enfocar sus ojos, hace lo mejor posible para enderezarse, de modo que Cardinal no sepa lo débil que se siente justo ahora.

—¿Es un filete de nerf lo que huelo? —murmura ella.

—Es agua y proteínas. La dieta habitual de los troopers.

—Estaba bromeando. Huele a muerto.

Cardinal se quita el casco y lo coloca de nuevo sobre la mesa. Está sonriendo y Vi reconoce que tiene una sonrisa agradable. No importa. Él aún es el enemigo.

—Las proteínas siguen en su paquete y, por tanto, no tienen olor. La única cosa en este cuarto que tiene un olor obvio eres tú. Supongo que llevabas mucho tiempo en esa cabina de mando, ¿verdad?

Vi no puede siquiera inclinar la cabeza para oler sus axilas, pero tal vez él está en lo correcto. Entre la misión, los choques eléctricos y el encierro en este cuarto que parece una caja para asesinatos, es probable que no represente un regalo para uno solo de los sentidos.

—Pasé mucho tiempo allí, sí. —Ella está de acuerdo y ambos pueden escuchar el tono áspero en su garganta—. Y además en Parnassos, que no es conocido como un mercado de fragancias personales.

La mirada que le lanza Cardinal…, bueno, ella ya sabe que el trabajo de él incluye la capacitación de los reclutas más jóvenes, pero ahora puede ver por qué es bueno en eso. Hay bondad en sus ojos, una genuina preocupación que ella no esperaría en un enemigo. Él frunce el ceño y le acerca una botella de agua, extendiendo un popote para ayudarle a beber como lo hacía su madre cuando ella era niña y tenía fiebre en Chaaktil. El agua tiene un sabor falso, como si estuviera repleta de vitaminas y medicamentos, pero no es necesariamente mala. Ella bebe profusa y ruidosamente y él aparta el popote.

—No demasiada. Puedes enfermarte.

Ella le sonríe, con agua todavía en los labios.

—Simplemente no querrás limpiar si vomito.

—Es la única manera en que podrías oler peor.

Eso lo hace reír de verdad, y a ella le da gusto seguirlo. El policía bueno siempre es mejor que el malo y hay más posibilidades de que el final del juego sea más fructífero si pueden establecer alguna camaradería. En realidad, resulta una sorpresa encontrar que alguien que trabaja para la Primera Orden puede ser agradable; Vi esperaba un abusivo furioso, adoctrinado, con el cerebro lavado. Un imbécil. Pero él vino de Jakku, ¿o no? Tal vez vivió allí en su adolescencia, de modo que ya había moldeado su personalidad antes de que la máquina de propaganda lo atrapara. Por lo visto hasta ahora, su personalidad es muy diferente de lo que ella sabe de Phasma. Él le da unas cuantas cucharadas de pasta gris oscura, y ella se siente tan agradecida de tener algo en su estómago que no se queja del sabor.

Bueno, tal vez deba quejarse un poco.

—Sabes, en la Resistencia comen alimentos reales —dice ella—. Hechos de animales y plantas reales. Con esas cosas locas llamadas especias y sal. Te volará los sesos.

Él se sienta y mueve la mano para desechar la idea con cansancio.

—Crecí en Jakku. Unas cuantas ratas de la arena, un pájaro fibroso de vez en cuando. En ocasiones encontraba un nido de grillos, si tenía suerte. No me preocupa mi paladar. Pero, cuéntame: ¿por qué te uniste a la Resistencia?

Vi sacude la cabeza y se toma un momento para pensar en la respuesta correcta.

—Yo no me uní. Eso sugeriría que trabajo gratis, o que fui en busca de ellos o de una causa por la cual luchar. Estoy bajo contrato y ofrecieron pagarme por lo que hago mejor. Como tenía tiempo libre, acepté.

La mirada de él sugiere que sabe que la mayor parte de eso es mentira.

—Oh, de modo que, si la Primera Orden te ofrece más créditos, ¿cambiarías de bando ahora mismo?

A ella no le queda más que encogerse de hombros.

—No. Nunca. Me atrapaste. No puedo trabajar para los malos. Puedo darme el lujo de trabajar sólo para organizaciones con créditos y moral.

La sonrisa de Cardinal desaparece.

—¿Moral? ¿La Resistencia? ¿Estás bromeando? Abogan por la anarquía y la destrucción. El egoísmo. No hay moral.

—¿La Primera Orden sí la tiene? ¿No lo hacen sólo por la necesidad de mantener el dominio sobre la galaxia?

Él sacude la cabeza con tristeza, como si ella fuera una estudiante que lo decepciona y necesita un buen sermón.

—Está justo allí, en el nombre. Primera Orden. Primera. Orden. Arreglar el desastre que dejaron la República y ahora la Nueva República. Deshacerse de diplomáticos inflados y lobistas que no representan a la gente real con problemas reales. Traer igualdad para todos. El viejo sistema de gobierno es ridículo y está condenado al fracaso. Los seres sensibles no son capaces de tomar las decisiones más adecuadas para sus intereses a largo plazo. El principal objetivo de la Primera Orden es la estabilidad.

—Entonces es fácil que lo inestable se una, ¿o no? —contraataca Vi—. ¿Qué hay de la individualidad? ¿Y de la libertad? Con tantas personas en tantos mundos, ¿no son nuestras diferencias y decisiones únicas lo que nos hace hermosos?

Cardinal lanza una sonrisa de burla, recargando su espalda contra la mesa, con una mano en su bláster, como si la idea le pareciera insoportable.

—Nuestras diferencias nos hacen vulnerables. Vulnerables al mal gobierno, a la corrupción, a quedar atrapados en la burocracia en lugar de llevar a la práctica el cambio real. La estabilidad asegura el progreso para todos. Ese es el objetivo del gobierno.

—¿Por qué, Cardinal? Suenas como alguien que ni siquiera sabe que para un tirano no eres más que una herramienta.

—Y tú suenas como alguien que tan sólo quiere ver arder la galaxia.

Vi sonríe. Sus ojos dorados brillan.

—Sí, bueno, algunos de nosotros vemos mejor bajo la luz del fuego.

Cardinal expulsa el aire, molesto, y le da más proteínas. Vi las traga, odiando todo eso. Pero él ni siquiera sabe lo horrible que es la comida, ¿o sí? No sabe lo que se está perdiendo. Ese es el problema con el adoctrinamiento: lo fundamental del tipo de educación de la Primera Orden es hacer que alguien deje de pensar y que, en cambio, funcione con sus emociones. Hacer que odien todo lo demás para que se aferren a lo que les dan. Es difícil pensar por ti mismo cuando el miedo y la furia están dirigiendo la nave.

Él no puede verlo porque se encuentra en el interior. Y evidentemente cree que tiene la razón.

—Mira, no sabía lo que se siente tener el estómago lleno hasta que Brendol Hux me encontró. Sólo había dormido en la arena, nunca había pasado una noche sin despertarme porque las ratas, las pulgas de la arena o algo peor me estaban mordiendo o picando. Los otros chicos eran crueles, los adultos eran peores. Eso es lo que hace tu Nueva República. Ignora a los pobres planetas lejanos y canaliza el dinero a los ricos que pueden permitirse una voz en el Senado. ¿Quién habla por Jakku? Nadie. ¿Quién habla por el niño que fui? Nadie.

—¿Qué ha hecho la Primera Orden por Jakku, eh? ¿Es mejor, ahora que lo has dejado atrás? ¿Los niños están bien alimentados y tienen un cuidado médico adecuado?

Cardinal tira la pasta y se incorpora, apretando los puños.

—Lo tendrán. Aún no es tiempo. Pero ese momento llegará.

—¿No te has dado cuenta? —pregunta Vi—. Nunca va a ser justo. Aunque ganes, se olvidará a los niños. Tú tuviste suerte. Tu vida mejoró. Pero eso no significa que Brendol Hux fuera bueno.

—¿Qué tiene que ver Brendol Hux aquí?

Cardinal se pone frente a su cara; ella quiere apartarse, pero no puede. Él huele a sudor, metal y esa furia soterrada e hirviente que Vi ha olido en hombres por toda la galaxia. Como si su furia brotara de sus poros porque es incapaz de concentrarla en su verdadero blanco. Esta furia puede destruir a un hombre. O puede aprovecharse. Usarse. Una herramienta para el bien mayor. Ella sólo tiene que idear cómo meterlo en el arnés y dirigirlo en la dirección correcta.

Él todavía se encuentra a centímetros de su cara. Le dificulta concentrarse. Ella se aclara la garganta.

—Paciencia —dice Vi—. Paciencia, y un poco más de agua. Estaba por llegar a la parte de Phasma y Brendol.

Cardinal se empuja en la silla de interrogación para alejarse, sacudiendo los huesos de ella dentro de la jaula de metal. Ella sabe que le encantaría golpearla, pero no puede. La electricidad no es tan personal. Su furia por Phasma es una locura que aún no ha encontrado su blanco. Ella no sabe si él se niega a golpearla porque le tiene lástima o porque está programado. Tal vez la golpearía si sus superiores le dieran una orden, pero sus superiores no saben que él está aquí. Tampoco saben que ella está aquí. Y necesita mantenerlo así. Ella no dice una palabra, no empieza su historia. Tan sólo se pasa la lengua por los labios. Necesita esa agua. La droide lanza pitidos urgentes, como si le leyera la mente.

Cardinal juguetea con la pantalla en la pared. Tal vez la está revisando para asegurarse de que no se ha notado su ausencia. Vi guarda silencio. Él no encenderá un intercomunicador, al menos mientras ella esté aquí; aun así, ella no va a arriesgarse a amenazar su frágil paz. Al final, satisfecho con cualquier cosa que haya encontrado, le trae el agua y espera a que ella cierre los labios alrededor del tubo y beba.

—No demasiada —él la previene de nuevo, como sólo puede hacerlo alguien que está casi muerto en un desierto.

—Espera —dice ella, dándose cuenta de pronto de que ha cambiado por completo el sabor de su discusión. Él es ahora una persona quebrantada con ella, que le está dando información personal—. ¿Por qué te estás portando tan amable conmigo?

Cardinal se echa hacia atrás en su silla y sonríe.

—Porque mientras estaba en mis cuarteles, investigué un poco más. No me contaste que tenías un hermano.

Vi se despierta de inmediato y queda en alerta máxima, tirando de sus ataduras.

—No tengo ninguno. No sabes nada.

—Algo me dice que Baako no está al tanto de tu vida secreta. Después de todo, los espías no son muy buenos para las carreras de diplomáticos, ¿o sí? Ni aunque se trate de diplomáticos enviados a lunas pantanosas.

Ahora ella está jadeando, furiosa y aterrada. Nunca le contó siquiera a la Resistencia de Baako. Ella se cambió el nombre para mantenerlo seguro, pagó cortadoras muy costosas para enterrar su pasado. Sin embargo, Cardinal lo sabe.

—Dime lo que quieres —dice ella, con voz baja y derrotada.

Cardinal lanza el control remoto al aire y lo atrapa.

—Lo mismo que he querido todo el tiempo. Háblame de Phasma. Y de Brendol Hux.

Vi traga saliva, se aclara la garganta y empieza a hablar.