
CUARENTA Y UNO
EN EL ABSOLUTION
DESDE EL PRIMER ASALTO QUEDA CLARO QUE LAS APUESTAS de esta pelea son diferentes. Sus bastones chocan con dureza y el impacto sacude los brazos de Cardinal, provocando dolor en sus huesos. Él entrena regularmente con SC-4044 y sus otros instructores subordinados, pero siempre es una experiencia amigable, relajada. No esta… esta locura. Phasma lo golpea sin misericordia, gruñendo y rugiendo con cada impacto. Mientras él la desvía, su cuerpo reacciona medio segundo antes que su mente; él parece separado en dos mitades. Una está actuando en piloto automático, con sus músculos y nervios perfectamente sincronizados, como si fuera un droide ejecutando un programa. El otro es uno puramente emocional, que está lleno de furia, miedo y fuego. Sus labios se tuercen mientras combina esas dos partes de sí mismo, poniendo el poder de la furia en cada uno de sus golpes.
—Eres débil, Cardinal. Golpeas como si estuvieras siguiendo instrucciones que alguien más escribió —dice Phasma, con un gruñido como voz y un acento mucho menos recortado.
—Eres una asesina. —Él va por un golpe directo hacia arriba, pero ella lo aparta con su bastón, haciendo que tropiece y se recupere.
—Si no peleas como si fuera una pelea a muerte, ¿en realidad estás peleando?
Ella aterriza un golpe en su armadura y la electricidad lo recorre, pero no puede penetrar su traje.
—Deberían escribir ASESINA debajo de tu cartel, no EJEMPLAR. ¡Esos niños te admiran, Phasma!
—¡Como deben hacerlo!
Cada intento de detener un golpe es hecho a un lado. Ella es más grande y más rápida. Cada golpe hace eco en los nervios de él. Cardinal mira a Iris, pero ella es incapaz de ayudarlo. Nunca la programó para defender su vida, y de todos modos ella no puede dañar a un soldado de la Primera Orden. Sólo puede mirar.
—Lo único que te preocupa eres tú misma. Tu lealtad no significa nada. ¡Brendol debió dejarte donde te encontró! —grita él.
Sus bastones chocan y se sostienen. Cardinal empuja con todas sus fuerzas, mostrando los dientes mientras gotas de sudor resbalan por su frente debajo de su casco.
—Tu lealtad es asquerosa —escupe Phasma—. Eras como un perro orinándose a sí mismo a los pies de Brendol. ¿Crees que se preocupaba por ti, además de usarte? ¿Crees que te respetaba? ¿Crees que Brendol Hux merecía tu lealtad, tu adoración? Si crees que soy una asesina, entonces debiste llegar a conocer al verdadero Brendol. Quién era fuera de esta nave.
El metal rechina mientras Cardinal lucha por apartar el bastón de ella. Necesita poner todo de su parte para no caer hacia atrás, pero no piensa dejar que Phasma vea alguna debilidad.
—Oh, lo he escuchado. Lo he escuchado todo. Sé que mataste a Brendol, y sé que mataste a tu propio hermano, y sé que dejaste que murieran todas las personas a las que alguna vez fingiste amar. Siempre y cuando tú sobrevivas, ¿qué te importa lo demás?
Phasma da un paso atrás, haciendo que Cardinal tropiece hacia delante. El bastón de ella se eleva y se estrella contra el casco de él, haciendo que las lecturas zumben y fallen y que sus oídos campaneen. Mientras él sigue confundido, ella engancha su tobillo y él cae de espaldas. Pero ha sido entrenado para esto, también; se rueda con el impulso sobre su hombro y vuelve a ponerse de pie, con el bastón preparado.
Ella agita un dedo y hace un chasquido de desaprobación con la lengua.
—Conozco todos tus movimientos, Cardinal. He estudiado tus programas, ejecutado tus simulaciones. Nada de lo que hagas me sorprenderá.
La única respuesta, al parecer, es dar un paso hacia atrás y lanzar el bastón a la cabeza de ella. Mientras se agacha, Cardinal se lanza sobre la Capitán Phasma para tirarla al piso.
Este no es un movimiento sancionado por la Primera Orden. A los stormtroopers de la Primera Orden se les enseña que nunca deben soltar sus armas. Dejar caer un arma da la ventaja al enemigo, además de otra arma. Hacer a un lado su entrenamiento funciona, porque Phasma cae como un saco de arena y su armadura cromada produce ruidos metálicos contra el piso. Mientras ella cae, Cardinal aplica su peso y estira la mano hacia su cuchillo, lo saca de la caja de municiones y apunta al bodysuit que sobresale de la armadura por el cuello de ella. Se trata de una jugada sucia, pero es el hueco más grande en su armadura, y él sabe que sólo tendrá una oportunidad.
Antes de hundirse en la carne, el cuchillo se detiene. Presiona con más fuerza, pero sólo raspa contra el metal liso del antebrazo de Phasma. Ella desliza como serpiente su otro brazo alrededor del cuello de él, acercándolo y atrapándolo. Incapaz de moverse, Cardinal se asombra al descubrir que esto es lo más cerca que ha estado de otro ser humano adulto. Nunca ha abrazado a una mujer, nunca se ha puesto su uniforme formal para mezclarse en uno de los bares de la nave ni ha pedido permiso para dejar el Absolution y visitar los callejones oscuros de un mundo apartado. Aunque la piel de ellos está oculta debajo de capas de armadura y gruesos guantes corporales, aunque ambos tienen los cascos puestos, hay una extraña intimidad aquí que Cardinal no puede procesar.
—¿Qué vas a hacer? —pregunta él—. ¿Matarme? —Sus ojos destellan hacia Iris.
Phasma se ríe, produciendo un sonido oscuro.
—Me he esforzado y he perdido demasiado para llegar adonde estoy como para arriesgarlo todo matándote —dice ella—. Pero si tú te desangras después de este terrible accidente de entrenamiento, dudo que el General Hux investigue detalladamente el incidente. Tuvimos una pequeña charla sobre ti en la asamblea. Tú y tu reciente… ¿cómo lo llamó Armitage? Rompimiento con la realidad. Se planteó que tal vez sea necesario modificar la repetición de nuestro programa para evitar que cualquier otro recluta llegue a tu mismo y triste final. Se analizó implementar mis métodos muy superiores y el desplazamiento paulatino de tu pequeño salón de juegos aquí. Una vez que hayas desaparecido.
—No —dice él—. Eso sería el fin de la Primera Orden.
—Error. Sería sólo el principio.
Phasma ejecuta una maniobra de escape que lanza a Cardinal de espaldas al suelo. Ella queda arriba, en la posición de poder ahora, pero la pelea ha perdido sentido para él. ¿Qué bien haría? Si mata a Phasma ahora, si es capaz de hacerlo, lo que resulta dudoso, también se habrá terminado su vida. Si Armitage está contra él, toda la Primera Orden lo está. No sabe cómo eliminan a los indeseables, pero sí sabe que lo hacen. Con los años ha visto desaparecer niños, o por lo menos ha descubierto su ausencia en la sala de entrenamiento, sus números de serie borrados de los registros y los tableros de calificaciones como si nunca hubieran existido. Siempre eran los lentos, los torpes, los que se resistían a su programación, cuestionaban las simulaciones o rechazaban las órdenes que les daban. Casi como si los hubieran conectado de manera incorrecta. Siempre supo que debía suceder, pero nunca se había preguntado por qué o cómo. Tal vez esa sea parte del entrenamiento: no extrañar a lo que desaparece, a lo que se ha llevado lejos. No hacer nunca preguntas. Ahora que él está haciendo preguntas, por supuesto que no puede durar aquí.
Su cabeza cae hacia atrás y su casco golpea el suelo.
—Ellos me hicieron. Soy lo que se supone que debo ser —murmura, para sí mismo o para su enemigo.
—Ah, Cardinal. Ese es tu problema. Siempre estuviste destinado a ser sólo la herramienta, no la mano que la empuña. Tú eres lo que Brendol pensó que quería, una criatura aburrida a la que él moldeó para hacer su voluntad. ¿En cambio yo? Soy lo que él no sabía que necesitaba. Soy tu evolución. Y eso significa que eres un lastre. Estás extinto.
Dicho esto, sintió un dolor caliente y agudo a un lado del pecho, justo debajo de su hombrera. No tiene que mirar abajo para saber que es el cuchillo de ella. Ahora lo sostiene en medio de ambos, observando la gota de sangre en el borde dentado.
—No había visto este cuchillo en muchísimo tiempo. ¿Dónde lo encontraste?
Cardinal tose y traga saliva.
—Parnassos.
—Entonces parece que tendré que hacer otra visita y ver quién sobrevivió. No podemos tener testigos por allí cargando evidencias, ¿o sí?
Las manos y los pies de él empiezan a ponerse fríos. A pesar de todos sus años de entrenamiento y batalla, nunca ha recibido realmente una herida parecida a esta. En su cabeza escucha una voz gentil que entona: «Usa un cinturón o una cuerda para hacer un torniquete entre la herida de puñal y el corazón. Si se ha perforado una arteria, necesitarás atención inmediata de un droide médico autorizado de la Primera Orden. Trata de mantener la herida por encima de tu corazón y tu cabeza levantada. Si te relajas, tienes mejores oportunidades de sobrevivir. Si sospechas que no sobrevivirás a la herida, trata de matar al combatiente enemigo y alerta a tu sargento para que tu falla sirva a futuras planeaciones».
Cardinal no puede hacer ninguna de esas cosas. Y está muy seguro de que ella le dio a un pulmón, tal vez peor. Todo está sucediendo demasiado rápido.
—Grabadoras por todos lados —dice él—. Siempre están mirando.
Él se agita mientras el cuchillo se hunde en el otro lado, aún más profundo.
—Con los años me he vuelto muy buena en apagar cámaras y borrar transmisiones extrañas. Alguien tiene que hacer que la basura desaparezca por aquí.
El peso deja su pecho. Phasma se para sobre él, saca su bláster y dispara. Iris cae al suelo, chisporroteando. El droide gira un poco y lanza un triste pitido mientras su luz roja deja de destellar.
—Buen intento, Cardinal. Pero nunca tuviste una oportunidad. Hay una razón por la que me pusieron a mí en los carteles y no a ti. Oh, y mira. Me trajiste a un viejo amigo.
El casco de él gira a un lado justo a tiempo para ver que ella coloca el pie sobre la caja de muestras que ha salido de su caja de municiones abierta. El escarabajo queda aplastado entre el plastoide, con los fragmentos dorados de su caparazón brillando en el negro pegajoso de sus tripas.
Él tiene una última movida. Estira la mano hacia su bláster.