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DIECINUEVE

EN PARNASSOS, DIEZ AÑOS ANTES

A PESAR DE QUE BRENDOL EXPLICÓ CÓMO VIAJARÍAN DENTRO del vehículo, Siv no comprendió cómo funcionaría… hasta que estuvo dentro y se movió. Brendol se sentó al frente, accionando palancas y botones complicados con manos y pies, mientras Phasma se sentaba en la torreta junto a él, con su bláster a la cadera y su mano puesta sobre la enorme arma que giraba debajo de un domo claro. Siv, Gosta y Torben se sentaron, apretados, en una banca de la parte de atrás. El vehículo zumbó y se tambaleó, haciendo que ella apretara los dientes. Se aferró a la banca con los dedos y esperó que eso terminara pronto, o que por lo menos salieran bajo el cielo en lugar de mantenerse entre las suaves y antinaturales paredes del edificio.

Siv abrigaba emociones complicadas acerca de la Estación Terpsichore y los droides que, para todo efecto, habían muerto allí, dejados para siempre en silencio y quietos con unos cuantos golpes de los dedos gruesos de Brendol. Borraron una civilización casi del tamaño de la del Scyre, y ni Brendol ni Phasma lo habían pensado un momento. Siv miró a los troopers que flotaban en las motos speeders. Hasta ahora no habían compartido sus nombres reales ni mostrado algún rasgo de personalidad. ¿Acaso la Primera Orden de Brendol se preocupaba tan poco por la humanidad básica que querían que su gente, o por lo menos sus soldados, fueran tan dóciles y uniformes como los droides? ¿Por qué Phasma se adhirió tan rápidamente a esta forma de pensar?

Hacía poco, Siv había visto a Phasma matar a un aliado, desafiar a su hermano, abandonar el Scyre y ahora esto. Su líder llevaba un casco y mantenía en secreto sus planes. Tal vez Phasma estaba cambiando, o quizá sólo mostraba su verdadera naturaleza por primera vez.

El hangar conducía a un pasadizo más pequeño, muy parecido a los que habían atravesado a pie, pero con el ancho suficiente para que pasara su vehículo, o hasta tres vehículos. Los troopers de Brendol se desplazaron a un lado del VAT en sus speeders, deslizándose sobre el piso sin tocarlo. El pasadizo era muy largo y se inclinaba hacia arriba ligeramente, iluminado por la misma luz fría, de un azul blancuzco, que había afectado a Siv desde el momento en que ingresaron en la estación. Adelante, otra pared lisa y blanca se interponía en su camino. Brendol detuvo el vehículo, salió y dio unos golpecitos en el tablero hasta que la puerta se deslizó para abrirse.

Siv no sabía qué les esperaba. Día, noche o aún más blanco interminable. Lo que vio fue una pared sólida de arena gris, que colapsó hacia dentro para revelar un punto brillante más allá: el sol.

Se protegió los ojos con una mano mientras Brendol trepaba de nuevo al vehículo y lo ponía en movimiento. Las ruedas atrapadas y hundidas derraparon un poco, hasta que ganaron tracción y empezaron a avanzar cuesta arriba. Retumbaron para salir del agujero y emergieron en medio del desierto gris, con las ruedas del VAT agitando y escupiendo una estela de arena. Los troopers brotaron del agujero en sus speeders y flotaron sobre la arena con la ligereza de aves marinas en picada. Una vez que el VAT quedó libre tomó velocidad, pero Phasma gritó a Brendol para que se detuviera.

—No sabemos en qué dirección vamos —dijo ella.

Él detuvo el vehículo complacientemente. Ella se bajó de la torreta y se alejó unos pasos, mirando al sol y el área que los rodeaba. No había rastro del lugar en que estaban cuando TB-3 los había encontrado, ni de dónde se encontraba la Estación Terpsichore. La mayor parte del complejo estaba enterrada bajo la arena; eran jorobas redondas y blancas que brillaban y desaparecían de nuevo mientras el viento se arremolinaba. Siv se estremeció, sabiendo que habían estado bajo tierra todo el tiempo.

—Antes nos dirigíamos al norte —dijo Brendol.

Phasma se dio vuelta lentamente. El viento agitó las plumas y la piel alrededor de su cuello. Siv pensó en lo extraño que era ver a su líder con un casco liso en lugar de su máscara feroz y oxidada. Siv se preguntó si los demás conocerían su máscara del color verde del liquen mejor que su propia cara, como a veces le pasaba con ellos. Torben era Torben, pero cuando llevaba su máscara blanca con sus barras negras y sus cuernos estilizados se volvía un monstruo brutal. Gosta era Gosta, pero su máscara de color gris oscuro desaparecía en la noche, y se mostraba casi como una sombra ágil con ojos enormes y blancos. Era divertido cómo el hecho de portar sus máscaras ocultaba sus caras; sin embargo, de alguna manera los hacía ser más ellos mismos.

El casco sólo hacía que Phasma se pareciera más a una máquina. Mientras caminaba alrededor, los dedos de Gosta buscaron los de Siv, donde estaban aferrados a la orilla del asiento.

—Estamos tan lejos de casa —dijo la chica, con una voz aguda, lo que le recordó a Siv cuán joven era aún.

Siv le lanzó una sonrisa, aunque Gosta no podía verla por la máscara.

—Pero estamos más cerca de nuestro nuevo hogar en el cielo.

—Siento que me gustaba allá. ¿Está mal?

Torben se inclinó. Su máscara aterradora contrastaba con su voz gentil.

—Es normal que un pájaro ame el cautiverio —dijo—. Por lo menos, hasta que pueda volar de nuevo.

—¿Qué significa eso?

—No lo sé. Pero mi madre solía repetirlo cuando le decía que quería quedarme en la Nautilus para siempre. Cuando era niño, permanecía abierta hasta por una semana entera.

Gosta bajó la vista, haciendo un puchero.

—La comida de la Con Star era buena.

—La comida era fácil. No significa que fuera buena para ti. —Torben le entregó un pedazo de carne seca—. Esta cosa es mejor para tus dientes y tus tripas. La comida suave vuelve suave a la gente.

Mientras Gosta tomaba la comida con agradecimiento, Phasma regresó al vehículo y señaló.

—Necesitamos ir en esa dirección.

—¿Qué dirección es esa? —preguntó Brendol.

—La correcta.

—¿Cómo calculaste eso?

—Ella simplemente lo sabe —dijo Siv.

—No sabes dónde estamos y no has visto el humo en días. ¿Estás segura?

Phasma se agachó desde su torreta, mientras sus pieles crujían. Se quitó el casco y fulminó a Brendol con la mirada.

—Apostaría mi vida a eso. Estoy apostando mi vida a eso. Si quieres encontrar tu nave y tu gente, iremos en esa dirección. Si quieres morir en Parnassos, escoge tu propia dirección.

Brendol se le quedó viendo, mordiéndose el labio por un momento, inseguro. Ahora vestía una chamarra gruesa con una capucha de piel que Phasma había tomado del almacén, además de los viejos goggles de Gosta. Si otro lobo de piel se lanzara hacia él, por lo menos tendría alguna protección. Por primera vez, llevaba una línea gruesa de bálsamo de oráculo sobre cada mejilla. Siv pensó en advertirle que cubriera el resto de su piel antes de que se quemara, pero no quería que Brendol Hux le lanzara esa mirada tan suya, que sugería que acababa de agregar el nombre de alguien a su lista de enemigos.

—Bien —dijo él—. Entonces iremos en esa dirección.

Pero por la manera en que lo dijo parecía que la consideraba una apuesta perdida, y que si las cosas salían mal, Phasma sufriría. En verdad, si ella estaba equivocada todos sufrirían… y morirían. Con ambas manos en el volante, Brendol hizo girar el vehículo en la dirección que la guerrera scyre indicó. Phasma se puso de nuevo el casco y volvió a treparse en la torreta. Así empezó el siguiente tramo del viaje.