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CUARENTA

EN EL ABSOLUTION

A MEDIDA QUE TRANSCURRE EL DÍA Y CARDINAL RECORRE SU vida como un fantasma, seguido por una droide que ahora le parece menos una cómplice y más como una niñera, siente una presión creciente en el pecho. Lleva de regreso su charola a su cuarto en la cena, pero no tiene apetito. Hasta tragar el agua le cuesta trabajo, como si tuviera un nudo en la garganta. Disgustado, la lanza al cubo de la basura y se dirige a la regadera.

La ducha de la noche anterior fue un ataque rápido, descuidado y furioso sobre su carne. Esta noche recorre sus abluciones delineadas por la Primera Orden con un nuevo sentido de calma, sintiendo orgullo y comodidad en cada pequeño paso. Se lava como le enseñaron en la academia de Brendol, izquierda-abajo-arriba-derecha. Usa la cantidad precisa de limpiador. Se seca de la manera en que se minimiza el tiempo. Se rasura con absurda precisión, satisfecho con la manera en que la navaja raspa su piel. Esta vez no se corta. Cuando se rapa la cabeza, siente como si se hubiera revelado una nueva criatura.

—Me llamo Cardinal —dice al espejo—. Alguna vez CD-0922. Antes de eso, Archex. Pero ahora me llamo Cardinal. Soy un capitán condecorado de la Primera Orden y soy un soldado leal.

Mientras se pone un bodysuit limpio, no puede sino observar los músculos que ha desarrollado a través de los años de combate mano a mano, carrera y calistenia. Es un hombre en lo mejor de su vida, en la mejor de las formas. Puede correr más rápido que cualquiera que lo desafíe, hacer lagartijas hasta que todos los demás se queden sin aliento. Sólo porque no ha necesitado o accedido a su poder en varios años no significa que esté indefenso.

Antes de ponerse su armadura, la revisa pieza por pieza y le saca brillo hasta que no hay raspones ni asperezas. Selecciona una capa de capitán recién planchada de la fila en su clóset y la arregla de manera impecable sobre sus hombros. Una vez que está completamente vestido, revisa las cajas de municiones en su cinturón, luego cada una de sus armas, asegurando que su bláster está preparado, dispuesto y listo para matar. El cuchillo de Phasma todavía permanece sobre su mesa; recuerda que lo inspeccionó la noche anterior, sosteniéndolo a la luz como para descubrir algún secreto oculto en la hoja manchada de sangre. Ahora regresa el cuchillo a la caja con el escarabajo en su cinturón de herramientas, descubierto y con la hoja abajo.

Mientras se para ante su espejo, ve a un soldado al que cualquiera se sentiría orgulloso de mandar. Un líder, y un guerrero, impecablemente entrenado y apto para responder en fracciones de segundo ante cualquier situación. Brendol Hux alguna vez le dijo que juntos estaban entrenando a una nueva generación de stormtroopers que sobrepasarían a los troopers defectuosos del Imperio. Cardinal le creyó entonces, y aún lo cree. Cardinal sabe, en el fondo de su corazón, que él es imbatible.

El único problema es que ahora sospecha que la Capitán Phasma es muy parecida.

Mientras se pone su casco, se da cuenta de que se está volviendo su hogar. Sí, claro, el Absolution es su hogar y este austero cuartel es su hogar, pero Cardinal se siente más como él mismo cuando ha pulido su traje hasta hacerlo brillar y ve el mundo a través de los lentes polarizados de su casco. Se pregunta si sería extraño sentirse más él mismo en un uniforme. ¿En un disfraz? Hasta ayer no había nada extraño en absoluto, nada que cuestionar. Ahora, mirando su imagen completamente vestida ante el espejo, comprende que su humanidad ha sido borrada. El uniforme violentamente rojo es sólo la expresión externa de lo que le han hecho a un pequeño niño que encontraron medio muerto de hambre, solo, en un planeta apartado. Han hecho de él lo que es; ellos: la Primera Orden, Brendol y hasta Armitage. Él no es el hombre que siempre consideró que se había hecho a sí mismo. Es sólo otro producto, otro engrane perfecto, elaborado y metido en una larga cadena de engranes para hacer su parte en una maquinaria más grande.

Él estaba feliz como un engrane. Pero ahora que sabe que toda la maquinaria es un fraude, que Phasma y Armitage son asesinos egoístas que se preocupan más por su propio progreso que por la Primera Orden, ¿qué caso tiene? Esos niños a los que él está entrenando se graduarán bajo los cuidados de Phasma y serán moldeados, a su vez, para convertirse en cualquier tipo de monstruo que se necesite desde lo alto. Es asqueroso. Es horrible.

Y, como Cardinal lo ve justo ahora, todo es culpa de Phasma.

Los ojos de Cardinal estaban fijos en la oscuridad reflejante de los lentes de su casco. ¿De qué color son sus propios ojos? ¿Siquiera lo recuerda? Antes de darse cuenta de lo que está haciendo, sus puños salen disparados y despedazan el cristal. Esta vez, Iris no lanza un pitido de alarma. La droide parece poco sorprendida.

Da vuelta sobre sus talones, sale deprisa por la puerta e Iris lo sigue. Es sólo una corta caminata a su destino: la sala de entrenamiento.

A Phasma la conocen por su atención personal a cada parte del régimen de entrenamiento de los stormtroopers que supervisa. Cada vez que deja el Finalizer para visitar el Absolution disecciona por completo cada componente del curso de Cardinal, tomando nota del desempeño de los estudiantes y las simulaciones de batalla que han ejecutado. Antes él veía esto como una manera inteligente de realizar la transición en el entrenamiento de los niños cuando pasan de sus barracas a las de ella debido a su edad. Pero ahora lo reconoce por lo que es: una vigilancia arrogante y entrometida. Es sólo otra razón para odiarla, aunque por lo menos significa que sabe dónde encontrarla hoy.

La puerta se desliza para abrirse ante él, así que por lo menos el General Hux no ha tomado acciones decisivas basadas en su pequeña discusión anterior y no le ha bloqueado el acceso a su propia sala de entrenamiento. Después de ser excluido de la reunión, Cardinal había esperado que lo echaran de su cuartel y lo lanzaran al calabozo. Si Cardinal conoce a Armitage, y él ha conocido a la comadreja desde que era un niño molesto y vengativo, sabe que no le permitirán seguir en su labor actual por mucho tiempo. De manera muy parecida a como Cardinal demerita a reclutas que cuentan chismes sobre otros, Armitage de seguro mantendrá una cuenta creciente de marcas en contra de él, y esta marca es como una quemadura que no puede borrarse con una buena pulida.

No es que sea tan importante. Cardinal ve lo que quiere. Al mirar abajo desde el balcón de la sala de simulación, observa a Phasma. Está abajo, con su uniforme completo, con el casco y la capa puestos, un bastón antidisturbios en la mano, recorriendo una simulación que Cardinal programó personalmente como la prueba de graduación para sus reclutas mayores. Ella lo está destruyendo, por supuesto, aplastando las calificaciones de sus mejores estudiantes. Toma el control remoto como a menudo lo hace cuando interrumpe una simulación a media batalla para ofrecer instrucción o amonestaciones a sus estudiantes, baja las escaleras y abre la puerta de la sala de simulación. Phasma no lo observa al principio, porque está en modo de inmersión total, con todos sus sentidos enfocados en pelear con un twi’lek ágil armado con equipo de la Resistencia, de modo que él pone pausa, congelando la escena a media batalla.

—¿Cómo encuentras mi programa, Capitán Phasma? —pregunta él. Aun a través del vocoder del casco, suena burlón, y no le importa si ella lo percibe.

Ella se desdobla de su postura de batalla, deja caer su bastón de choque y voltea la cabeza lentamente, como si representara una amenaza nula y estuviera sorprendida de que él pudiera hablar.

—Tú sabes cómo lo siento, Capitán Cardinal. Los números son superlativos, pero tus inteligentes simulaciones y los regímenes automatizados de Armitage no están a la altura de la experiencia real. No importa lo bonitas que sean, estas simulaciones insustanciales no pueden compararse con un enemigo de carne y hueso. —Su mano acaricia la cara del twi’lek, luego la abofetea. El droide debajo de la piel holográfica del twi’lek se tambalea por el golpe—. No puedes tener una reacción real en una batalla falsa. Nunca conoces el valor verdadero de un soldado hasta que se para en el campo de batalla, enfrentado a la muerte.

Cardinal hace clic en el control remoto y el holograma desaparece. Arena, bestias, droides, civiles, obstáculos y combatientes enemigos desaparecen para revelar un salón grande lleno de droides de hologramas de combate en modo de espera. Las paredes están llenas de armas iluminadas fríamente desde arriba. Son sólo ellos, ahora. El Capitán Cardinal, la Capitán Phasma y su único testigo: una droide flotante que graba en silencio cada palabra.

—Entonces tú… ¿qué? ¿Enviarías a los niños a batallas reales? ¿Les darías puntos por asesinar civiles y posiblemente asesinarse entre sí? Mi trabajo es hacerlos soldados. Tú eres la que se asegura de que sean asesinos.

Phasma se acerca más, y Cardinal odia que sea más alta que él, forzándolo a elevar la vista.

—Correcto, capitán. Me aseguro de que sean asesinos, porque eso es lo que exige la Primera Orden. Valor, tenacidad y la capacidad de jalar el gatillo cuando necesita jalarse. Así es como se gana la supremacía. Tú nunca has visto un combate real por ti mismo, ¿verdad?

Cardinal se encoge de hombros y saca de manera casual su bláster rojo. Piu, piu, piu, y ha dado en el centro de tres tiros al blanco en el extremo del salón.

—Por supuesto que sí. Además, siempre recibí las mejores notas. Considero mi deber hacer lo que la Primera Orden desea. Hago lo que ordena y pongo en juego lo mejor de mis habilidades, como Brendol Hux me entrenó para hacerlo. Aun el Líder Supremo Snoke elogia mis resultados y mis habilidades. Si consideras que mi falta de experiencia reciente es un problema, supongo que puedes verlo con él. O con Armitage Hux. Al parecer, él aprecia a un soldado con experiencia de primera mano en asesinato.

La fría manera en que Phasma levanta su cabeza hace que Cardinal recuerde algún depredador salvaje. Él ha llamado su atención ahora, por completo, y está seguro de que este es un conflicto al que pocas personas han sobrevivido. En el cromo del casco de ella, todo lo que él ve reflejado es un campo de rojo brillante.

—Parece que estás insinuando algo más bien peligroso, Capitán Cardinal.

Cardinal vuelve a regresar su bláster a su funda.

—Un soldado leal nunca desafía a sus superiores. Pero, como ambos somos capitanes, supongo que tengo algunas preguntas acerca de tu compromiso con apoyar los ideales de la Primera Orden.

—Estás desperdiciando mi tiempo con estos juegos de niños, Cardinal. Si tienes algo que decir, dilo.

El momento se alarga. Es imposible verse a los ojos cuando ambas partes llevan cascos encima, pero Cardinal siente que quien parpadee primero perderá. Al final, no está seguro de qué decir. Su entrenamiento evita que acuse directamente a un compañero oficial de asesinato, aunque esté 99.9% seguro de que ella es culpable.

—Eso es lo que pensaba —dice Phasma, con voz entrecortada y chorreando disgusto—. Cobarde.

Todas las ideas desdichadas del día anterior se funden en una sola rabia. Cardinal se apodera del bastón antidisturbio que ha caído y que cobra vida con un destello en el momento en que sus guantes magnetizados lo activan. Con un grito de rabia, lanza un golpe hacia Phasma, desesperado por sentir que el arma choca con carne real, la carne de su enemigo.

Pero Phasma es demasiado rápida para él, se pone lejos de su alcance y se precipita hacia el rack de bastones en la pared. Ella se quita la capa con una mano, coloca el bastón en su posición y se precipita hacia él, lanzando un grito de guerra propio. El grito ululante hace eco en las altas paredes y el entrenamiento de Cardinal se apodera de él. Corre para encontrarse con ella.