
TREINTA Y CUATRO
EN EL ABSOLUTION
LA PUERTA DE LA SUITE DE HUX SE DESLIZA PARA CERRARSE detrás de él y Cardinal se siente a la deriva por primera vez desde que su madre murió en Jakku y lo dejó solo por completo. Desde que Brendol lo encontró y le dio un propósito, algo a qué aspirar y algo en qué creer, él ha sabido que está justo donde se supone que debe estarlo. Las estrellas se sienten más como una casa que la casucha de metal rescatado donde creció. Pero ahora los pasillos del Absolution parecen fríos e impersonales. Puede sentir que los ojos de cada oficial de seguridad lo miran a través de las cámaras que parpadean a intervalos regulares. Allá arriba, entre los oficiales y la elite, cada movimiento suyo es vigilado. El cuarto oscuro en la sentina donde Vi espera ahora se siente menos como una prisión y más como el paraíso.
Sin embargo, él tiene sus deberes y no esperarán. La espía sí. Ella no tiene opción. Si intenta algo, Iris se ocupará de ella. Está empezando a sentir que la droide es el único miembro de la Primera Orden en quien puede confiar realmente. Todo este tiempo pensó que Armitage era un aliado, o por lo menos un bastión de lealtad compartida a la Primera Orden. Pero, como acaba de saberlo, el Hux más joven es tan peligroso como Phasma.
Su entrenamiento toma el control de Cardinal, quien se endereza. ¿Cómo va la rima? «Barbilla alta, hombros atrás, postura alta, firme estás». Aun el más pequeño de sus reclutas puede cantarlo. La frase está impresa en uno de los muchos carteles que recubren sus barracas y la cafetería de los jóvenes, junto con una imagen de la Capitán Phasma en posición de firmes, con su armadura cromada brillante y su capa ondulando detrás de ella. Los pequeños la miran con admiración, quieren ser ella. Consideran al Capitán Cardinal como su maestro, pero Phasma se ha vuelto su ídolo.
Pronto habrán de despertar, el claxon los sacará de sus literas, donde el programa cuidadosamente diseñado por Brendol los alimenta toda la noche con mensajes subliminales. Armitage no ha cambiado nada del programa desde la muerte de Brendol, porque reconoce el valor del sistema para moldear las mentes jóvenes. A Cardinal le resulta reconfortante, cuando revisa a los niños por la noche, escuchar el suave murmullo de la doctrina de la Primera Orden, el mismo que cuando era niño. Él solía tirarse en la cama y fingir que era la voz amable, adorable de su madre, aunque hablaba de lealtad, de valor y del imperio de la ley, todas esas cosas que su madre nunca mencionó mientras luchaba para mantenerlos vivos.
En su propio cuartel, Cardinal se saca su armadura y la cuelga escrupulosamente, observando algunas manchas por el tiempo que pasó con Vi. Allí, en el guante, donde derramó algo de caf. Allí, en el protector de la espinilla, una mancha. Ni siquiera se vio en el espejo antes de confrontar al General Hux. Se le están escapando cosas.
Recorre las abluciones estándar que le enseñaron cuando llegó por primera vez a la nave. La manera correcta de bañarse, de limpiarse los dientes y rasurarse. Su nuevo bodysuit lo espera en el clóset, limpio y planchado, pero no se pondrá su armadura de nuevo hasta que esté limpia. Mientras pule el rojo brillante, sus pensamientos vagan hacia el día en que recibió su primera armadura, el traje estándar blanco de trooper que se da a todo recluta. En ese entonces era sólo un niño que aprendía a pelear y su número era CD-0922. Se sintió tan orgulloso cuando aceptó el casco y aprendió las sutilezas de mantener ordenado el equipo. De pie, allí, con su primer pelotón, con la barbilla alta y los hombros atrás, un bláster de entrenamiento colgado de su cadera, nunca se había sentido más orgulloso. La mano de Brendol aterrizó en su hombro y en ese momento sintió que era lo más alto que podía llegar a crecer.
Él destacó en cada simulación, dominó cada arma. Ganó galardones constantemente y dejó su pelotón para ayudar a que uno menos avanzado se pusiera al corriente. Brendol lo había llamado un líder natural y elogiaba su paciencia y compostura cuando enseñaba a disparar un bláster o a esgrimir un bastón antidisturbios aun a los más torpes o nerviosos reclutas. Nunca perdía su temperamento ni tenía una palabra dura. Él tomaba cada nuevo desafío al vuelo y disfrutaba encontrar maneras de alcanzar lo inalcanzable, tranquilizar lo imposible y elevar la confianza del inseguro. En los días iniciales de la Primera Orden solían presentarse más esos rasgos negativos, cuando todos los reclutas eran adolescentes que llegaban con el corazón o la mente dañados. Una vez que Brendol había perfeccionado sus métodos y encontrado niños más jóvenes para adoctrinar, había menos de estas tareas para Cardinal. Podía concentrarse en armas y en ejecutar las elaboradas simulaciones programadas por ambos Hux.
Había muchos reclutas excelentes, pero al final Brendol eligió a Cardinal por encima de todos los demás para esta responsabilidad. De los miles y miles de troopers, eligieron a CD-0922 para liderar y le dieron el más alto honor de actuar como el guardia de honor personal de Brendol Hux mientras afinaban juntos el programa de entrenamiento. La primera vez que Cardinal vio la armadura roja fue cuando Brendol Hux se la presentó en una ceremonia enfrente de miles de sus compañeros troopers. Aunque el casco de CD-0922 sólo había mostrado la cara lisa y blanca, por dentro se sentía incandescente. La alegría resplandecía en sus ojos y su sonrisa se estiraba a proporciones inapropiadas.
—Gracias, señor —había dicho.
Brendol lo había mirado entonces… bueno, quizá como lo haría un padre. Una manera en que Brendol nunca había visto a su propio hijo, Armitage.
Cardinal recordaba una conversación en particular, una vez que lo consideraron una parte confiable de la vida de Brendol y mucho antes de que llegara Phasma. Brendol se estaba preparando para su gran reunión con la Gran Almirante Rae Sloane y los otros líderes de la Primera Orden (bueno, el primer conjunto de líderes). Cardinal estaba esperando en la suite de Brendol, la misma donde ahora se quedaba Armitage, y Brendol había vertido su vaso acostumbrado de oporto de un decantador de cristal y le ofreció un vaso a Cardinal.
—Gracias, señor, pero es contra las reglas —dijo Cardinal.
Brendol había lanzado esa sonrisa presumida pero indulgente que sólo usaba cuando estaba del mejor humor.
—Ah, CD-0922. Tan erguido en tu uniforme rojo. Por eso eres el primero entre mis hombres. Como el número cardinal —él se rio de su propia broma—. ¿Te gustaría tener un nombre aparte de un número? Capitán Cardinal te suena, ¿o no?
Era un honor inusual, y el corazón de Cardinal se había hinchado.
—Como lo desee, señor.
—Eso es lo que siempre dices. Me pregunto lo que harías si, como tu oficial superior, te insistiera en que compartas un trago conmigo. ¿Honrarías las enseñanzas de la Primera Orden o seguirías mi orden directa?
Cardinal había enrojecido debajo de su casco rojo, sintiendo un poco de pánico. Era como si dos ideas corrieran por su cabeza, separadas pero opuestas, y ninguna era más fuerte que la otra. Brendol sirvió un vaso y se lo tendió a Cardinal, pero él no lo tomó.
—Estoy seguro de que es contra sus órdenes invitarme a ir en contra de las reglas, señor —dijo al final.
Ante eso, Brendol había echado su cabeza hacia atrás y reído.
—Buena respuesta, Cardinal. Más para mí, entonces.
El Hux mayor había bebido ambos vasos con gusto y se había ido a su reunión con buen ánimo, mientras Cardinal caminaba frente a él, con el bláster preparado y la capa de capitán flotando detrás de él. Cuando sirvió como guardia de Brendol, siempre se sintió importante, intocable y enorme. Brendol solía recordarle que la armadura roja invocaba poder. Entre todos los troopers idénticos, uno se había elevado por encima de ellos. Uno había volado más alto. Cardinal iba a ser más que un simple stormtrooper: el más alto de los stormtroopers. De allí el color, de allí su nombre único. Cardinal por el pájaro rojo, Cardinal por ser el primero de su tipo, el primer trooper con un nombre y una armadura roja.
Entonces apareció Phasma.
Ella nunca cedió su nombre por un número, como Cardinal. Ella nunca tuvo una armadura roja, afortunadamente, pero era obvio que Brendol también la consideraba especial. Le dio una capa de capitán al principio de su carrera, la única además de la de Cardinal. Le ofreció la oportunidad de moldear el programa de entrenamiento de acuerdo con sus especificaciones, de programar las simulaciones y encontrar nuevas maneras de desafiar a los jóvenes que se graduarían del propio curso de Cardinal. Había parecido… bueno, se sentía culpable por pensarlo siquiera. Pero se sentía como si él hubiera hecho el trabajo pesado, se hubiera esforzado por asegurar el éxito, y luego ella hubiera tomado a sus troopers perfectos y los hubiera torcido para que se adecuaran a ella.
Cuanto más lo piensa más furia siente.
No queda claro quién hace el trabajo más importante. Son dos mitades del mismo todo. Cuando los troopers actúan de manera ideal y obtienen triunfos, se considera una victoria conjunta. Cuando Brendol se paraba ante los troopers reunidos para informar de un trabajo bien hecho, Cardinal y Phasma lo flanqueaban para compartir la victoria, y ahora hacían lo mismo bajo el General Hux. Pero, a pesar de que sus vidas estaban entrelazadas, Cardinal nunca había conocido personalmente a Phasma. En absoluto. Él tenía su academia en el Absolution. Cuando consideraba que un pelotón estaba listo, lo enviaba a la academia de Phasma en el Finalizer. Aunque él fue quien la entrenó, le enseñó las complejidades de la Primera Orden e incluso a leer, aún no sabía casi nada de ella como persona. Ella siempre había evitado cualquier charla.
Una cosa que sí sabe es que Phasma memoriza los números de sus troopers. Alguna vez él consideró esto como un signo a su favor, una atención al detalle que mostraba lo mucho que se preocupaba por su responsabilidad. Pero ahora ve todo lo que hace bajo una luz más siniestra. Cardinal se aprende los números de los troopers porque se siente orgulloso de ellos y disfruta ver que alcanzan el éxito. Tal vez Phasma se mantiene al tanto de los números por si necesita desaparecer a alguno de ellos. Como Frey. Su propia sobrina.
Mientras estas ideas se proyectan en su cabeza, pule su armadura roja hasta que alcanza su máximo brillo y recorre el reconfortante ritual de vestirse, que alguna vez fue importante para él. El claxon suena y él escucha las pisadas y los gritos. Brendol le ofreció cuarteles entre los oficiales, arriba, donde ahora está Armitage, pero Cardinal decidió quedarse aquí, cerca de sus deberes, actuando como un ejemplo vivo de su servicio y su modestia dentro de la Primera Orden. Al principio le molestaba estar tan cerca del caos de miles de niños, pero ahora lo siente como su hogar. Al escucharlos ahora, aun filtrados a través de su casco, sonríe.
Algún día estos niños serán los mayores peleadores que la galaxia haya conocido jamás, pero justo ahora se están empujando para llegar a las duchas y los baños, para medir su pelo y asegurarse de que está recortado al largo reglamentario. Les da tiempo de vestirse y desayunar antes de revisar su reflejo en el espejo. El caparazón exterior no muestra las grietas internas. Tal vez esta es una crisis de fe, pero él realizará sus tareas. Si no sucede otra cosa, le darán tiempo de decidir qué hacer con la espía de la Resistencia. Es demasiado tarde para contar a sus superiores sobre ella, para admitir que la ha rastreado en secreto y que la ha encerrado en la nave, que Iris ha borrado diligentemente todos los registros de su presencia. Pero nunca es demasiado tarde para matarla y lanzar su cuerpo por una esclusa de aire, por más desagradable que parezca. Ella es una enemiga de la Primera Orden, después de todo. Un miembro de la Resistencia. Su información sobre Phasma, aunque arrojó luz, no es suficiente.
Cuando llega el momento, Cardinal se levanta para irse. Pero, antes de salir, se da vuelta. Sus cuarteles están casi vacíos, nada como la brillante elegancia de la suite de Hux. Al crecer en Jakku y luego dormir en las barracas, él no podría sentirse cómodo en el suave colchón que Brendol le había proporcionado originalmente con su comisión de capitán. Ahora su cama es una cosa escasa, coincide con su moblaje igualmente austero. No hay alfombras, obras de arte ni decantadores de cristal cortado. Aquí no hay suavidad ni color. Sólo unas cuantas sillas duras y básicas y una mesa pequeña, extrañamente parecida a la del cuarto donde espera Vi. Se hinca ante la mesa y saca el único cajón. La caja del interior parece tan infantil en sus manos enguantadas, la madera simple y rugosa, acunada entre el rojo brillante. Desliza la tapa hacia atrás y revela el único resto de su vida antes de la Primera Orden.
Es una figura tallada pequeña y poco elegante de un happabore. Hace mucho tiempo, Brendol le dijo a su ejército de niños que no trajeran nada con ellos, que la Primera Orden les proporcionaría todo lo necesario, se volvería padre, madre y patrón. Pero un niño llamado Archex metió de contrabando este único objeto en el bolsillo de sus pantalones militares. Su madre le dijo que su padre lo había tallado cuando ella estaba embarazada. Un regalo para el hijo que nunca conoció. En ese momento, el niño se había creído muy valiente y temerario. En los primeros años, le había costado mucho trabajo ocultar este artefacto, se sentía culpable y se preocupaba de que lo descubrieran. Pero ahora, al mirarlo, al torcer el happabore entre sus guantes, sólo se siente muy viejo y lleno de conflictos.
De pronto se da cuenta, y con gran emoción, que nunca ha matado a nadie a menos que se lo ordenaran directamente, mientras que Phasma ha matado a muchos. Cada vez que su pelotón era enviado a un planeta, él cumplía con su deber y seguía órdenes, así que nunca lo consideró un problema. Sus superiores nunca han puesto en duda su desempeño. Y aun así… ¿tiene lo que se necesita para ser despiadado? ¿Por eso se contiene con Vi?
¿Es él quien en realidad está podrido en el corazón de la Primera Orden? ¿Un nudo débil entre la fortaleza? No. No, eso es tonto. Tomar vidas innecesariamente no hace fuerte a Phasma.
Deja caer el happabore en la caja y la coloca con suavidad en el cajón. Aquí está la evidencia de que él, también, ha sido imperfecto desde el principio. Su primera respuesta a la bondad de la Primera Orden fue la rebelión. Su principal diferencia, al parecer, es que Phasma desea hacer cualquier cosa y matar a cualquiera para lograr lo que desea; en cambio, él es feliz de hacer lo que le dicen y se siente satisfecho con lo que le han dado. O por lo menos se sentía.
Todo este tiempo ha estado presionando a Vi para que le dé la información secreta a tiempo para la asamblea. Es demasiado raro que el General Hux, Phasma y los otros líderes estén en la misma nave. En estos días, cada vez con más frecuencia parece que todo lo importante sucede en el Finalizer, mientras que el Absolution pierde importancia. Aunque lo invitaron a asistir, a Cardinal ni siquiera le informaron el objetivo de la reunión. Podía ser para tratar algo profundo, como estrategias de ocupación planetaria, pero en el fondo de su corazón siempre se ha preocupado de que perderá aún más responsabilidades, ante Phasma u otro trooper. Todos en la Primera Orden tienen un trabajo, hasta que lo pierden. Cardinal había anhelado presentar su caso y mirar a Phasma mientras se revelaba la verdad, pero ahora teme asistir. Sin Armitage de su lado, necesita más que simples historias.
Sale deprisa de su cuarto y camina por el pasillo hacia la cafetería, contento de que los niños no puedan verlo sudar, gracias a su casco. La puerta se abre y todas las caras se dan vuelta para mirar. Todos a la vez se ponen de pie y saludan, con sus caritas formales y sus uniformes negros inmaculados. Cardinal los ve de frente, se obliga a levantar la barbilla y regresa el saludo. Cuando baja su brazo, miran por un momento más antes de regresar a su comida. Su plática es mucho más tranquila ahora: nadie se atrevería a decir una palabra ruda o a hacer algo remotamente estridente mientras Cardinal está mirando.
Él conoce cada cara aquí. Sabe cada número y cada apodo infantil. Los ha regresado a sus literas cuando tenían pesadillas y llamaban a padres que nunca verán de nuevo. Ha colocado sus dedos en gatillos, les ha enseñado cómo apretarlos correctamente. Les ha lanzado miradas severas de desaprobación y ha repartido castigos. Durante 15 años, él ha estado aquí, mirando ese mar de caras, cada una de las cuales refleja al niño que alguna vez fue. Niño o niña, alto o bajo, de piel clara u oscura, valientes o inteligentes, estos niños son él, y son de él. Por primera vez, duda por qué alguna vez los ha entregado a un monstruo como Phasma para su custodia. Sus niños: ella los convierte en monstruos como ella, ¿o no? Asesinos sin conciencia. Siente náuseas.
Pero no puede dejar que eso se muestre. No cuando hay miles de ojos mirando.
Siguiendo su patrón habitual, Cardinal recorre las mesas, llamando a este o a aquel niño para preguntar sobre su entrenamiento, felicitándolos por sus calificaciones o señalando un cinturón abrochado al revés. Cuando llega a la fila de comida, es el único allí.
—Buenos días, Capitán Cardinal —dice el droide—. ¿Tomará el desayuno estándar?
—Sí, un bocadillo de prote y un caf extra, por favor.
Su charola es diferente de las que se encuentran colocadas en filas ordenadas ante los niños. Sus alimentos están perfectamente diseñados para sus edades, géneros, pesos y necesidades nutricionales. Él sospecha que incluyen otras sustancias químicas para mantenerlos sanos y superar cualquier deficiencia de vitaminas que podrían tener por crecer en planetas rudos. Sus comidas no saben bien, pero el hambre hace maravillas por el apetito. Además, han trabajado mucho con los niños. La comida de él no sabe mejor. El caf, por lo menos, le ayudará a permanecer alerta. Estaba a punto de quedarse dormido cuando Iris le informó de la captura de la nave de Vi. Permanecer despierto todo este tiempo no le ha ayudado a su estado mental ni a sus nervios.
Cardinal lleva su charola a una mesa colocada en sentido perpendicular a las de sus reclutas. Su lugar siempre se deja vacío, esté él aquí o no. A su alrededor están los próximos líderes en su programa. Se sienta y pasa la vista por el salón. No hay otra opción que ver los carteles de Phasma mirando a los niños como alguna gran diosa plateada con una capa. Sin embargo, ellos no ven un monstruo. Ven un héroe. Un soldado alto que mira al futuro, cuya capa delinea con dramatismo su brillante armadura cromada. Los ojos negros de su casco reflejan a los stormtroopers en que algún día se convertirán. Ven lo que se supone que deben ver, lo que podrían ser si se esfuerzan lo suficiente, si luchan lo suficientemente bien. Ansían ser moldeados a su imagen. Nunca antes observó la enorme cantidad de malditos carteles que recubrían las paredes. Es como si no pudiera escapar de ella.
—Buenos días, señor —dice FE-1211. Es una aduladora, pero siempre obtiene el puntaje más alto en pruebas de inteligencia y tiene una estupenda puntería con un bláster.
—¿Durmió bien, señor? —Esto es de FB-0007, un niño serio al que nada le encantaría más que suplantar a FE-1211, pero no puede ser más listo que ella.
—Sí, gracias —dice Cardinal. Cuando mira su plato, se da cuenta de que tiene que quitarse su casco y comer. Entonces los niños podrían ver la guerra mental que está librando escrita en las arrugas de su rostro.
La tercera niña, FM-0676, sólo lo mira, y sus ojos oscuros son tan duros como los de una máscara. Piensa que ella es a quien hay que vigilar. Porque es la que siempre está vigilando.
—Tengo una reunión hoy. Den lo mejor de ustedes. Revisaré sus calificaciones esta noche. Discúlpenme ahora.
Se pone de pie, levanta su charola y se esfuerza para caminar lentamente y con dignidad de regreso a su cuarto, donde se quita el casco y se limpia el sudor del rostro con un trapo antes de comer. La comida se atora en su garganta y se obliga a tragarla con el caf. No le cae bien al estómago, donde rueda como una bola de piedra y amenaza con volver. No puede meterse más proteínas, así que echa en sus bolsillos el paquete adicional y da un trago al caf, deseando que fuera más fácil echar mano a los estimulantes para las batallas reales que les entregan a los troopers cuando los entrenan en las simulaciones y cuando después combaten en el terreno. Podía recurrir ahora mismo a un estímulo adicional. La cosa que le dio a Vi es un juego de niños, en comparación.
Cuando se pone de pie, las piernas le tiemblan. Siente como si la nave, en otros momentos tan sólida, estuviera estremeciéndose a su alrededor.
Debía estar supervisando el entrenamiento de los niños, pero no puede dejar de preocuparse por su pequeño proyecto en la sentina. Si a algún trooper se le asigna por primera vez y al azar la tarea de tirar la basura, y este se pierde y tropieza con la espía, toda la vida de Cardinal quedará destruida. Las probabilidades son imposibles, pero la paranoia no se detiene ante las probabilidades. Aunque Iris es muy inteligente, no está programada para lidiar con eso. Gira su intercomunicador para ponerse en contacto con su colega más cercana en la nave. Si Cardinal tiene un amigo, ese es SC-4044.
—SC-4044. Me siento un poco enfermo hoy. Ejecuta el programa como siempre. Hazme saber si hay problemas. Pon a FE-1211 en la retaguardia y ve lo que FB-0007 puede hacer con su propio pelotón.
—¿Va a la bahía médica, señor?
Él hace una pausa.
—No estoy tan mal.
—¿Finalmente visitó la cantina?
Otra pausa.
—Algo así.
Se limpia la cara de nuevo antes de ponerse el casco y salir. Nunca había sentido claustrofobia, ni por una nave ni por su casco. Pero ahora siente como si su casco estuviera hecho de plomo, como si lo presionara hacia abajo, y lo hiciera más bajo, más pequeño y más estúpido. Puede escuchar sus latidos en sus oídos, oler su propio aliento amargo mezclado con caf. Cuando revisa su imagen en el espejo de la puerta no puede sino quedarse viéndolo.
Este es él. Este es el Capitán Cardinal. Este es el líder del programa de entrenamiento juvenil, y alguna vez fue la mano derecha de Brendol Hux.
Es la perfección pulida, fuerza vertical y valor. Es el segundo trooper más importante en toda la Primera Orden y ahora sabe que la trooper número uno no es lo que todos creen. Él ha hecho lo correcto, reportó su crimen a su oficial superior, como está delineado en las leyes de la Primera Orden. Como respuesta, ha aprendido que una asesina camina libremente entre su gente. Le han dado honores más elevados, por encima de él, y sus acciones son apoyadas por quienes deberían castigarla. Lo único que puede hacer es regresar con una espía de la Resistencia para ver qué otras porquerías le lanzará ella en una apuesta por obtener su libertad.
Sale por la puerta y avanza deprisa por el pasillo. Sus pasos son regresados por el eco, cuando casi tropieza con una figura que da vuelta en la esquina: la Capitán Phasma.
—Disculpe, capitán —dice ella, con su voz fría y recortada de siempre.
Por un momento, Cardinal no puede hacer más que quedarse allí y mirarla. Su armadura cromada está tan bien pulida como la de él. Su capa es igualmente larga e impresionante. Es más alta, pero él es más musculoso. Aunque él nunca ha visto su cara, se imagina un rostro torcido y feroz cubierto de cicatrices, algo más parecido a su máscara parnassiana decorada con plumas y piel.
Las manos de él se cierran para formar un puño. La derecha se abre y sus dedos bailan sobre el bláster en su cadera. Cómo le encantaría matarla, justo aquí. Matarla y contar la verdad, no sólo a Armitage, sino a toda la Primera Orden, a Ren y Snoke y cualquier otro que lo escuche. Podría presentar a Vi Moradi, podría regresar a Parnassos y traer de regreso a Siv como testigo del carácter de Phasma. Él les traería docenas de escarabajos. Podría deshacerse de este monstruo de una vez por todas.
Tiene tantas, tantas ganas de matarla.
Todo su cuerpo tiembla. Está demasiado cerca de hacerlo.
Un tiro y todos sus problemas desaparecerían.
Pero no dispara su bláster. Al final, es completamente incapaz de ir contra su orden estricto. De manera parecida a los viejos scyres con Phasma, no puede haber peleas internas entre troopers. Es una de las primeras cosas que aprenden aquí.
—¿Capitán? —dice Phasma cuando él no se mueve ni responde.
—Discúlpame —dice él, agradecido por la modulación de voz del casco.
La rodea y se aleja deprisa de ella sin mirar atrás.