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TRES

EN EL ABSOLUTION

VI MORADI ES BUENA EN SU TRABAJO, ASÍ QUE ENDEREZA SU cabeza, con la frente fruncida.

—¿Quién?

Su captor no dice nada que traicione su molestia, pero la rodea para quedar detrás de ella y ajusta sus ataduras. Algo se desliza sobre la cabeza de ella, raspando la parte superior de sus orejas. Ella está a punto de decir algo inteligente cuando el más pequeño de los choques eléctricos la golpea, erizando cada pelo de su cuerpo. En lugar de disiparse, corre por su espina dorsal, produciendo efervescencia en sus nervios como si quemara la punta de sus dedos de pies y manos. Aprieta los dientes con dolor y por un largo momento es incapaz de separarlos.

—Ese no es el valor más alto —dice él, volviendo al frente de ella—. Ni por mucho. Es apenas una probada. —Tiene un control remoto en sus manos grandes y enguantadas, y ella no puede ver qué clase de controles puede ejercer, pero en realidad no quiere saberlo. Es más fácil enfrentar el dolor cuando desconoces lo que está por venir.

—Me hizo un poco de cosquillas —las palabras salen arrastradas porque aún tiene la mandíbula apretada.

Él aumenta la intensidad y cada músculo del cuerpo de Vi se pone rígido. Siente como si sus huesos ardieran, y sus ojos dan vuelta en su cabeza, mostrándole una galaxia personal de estrellas en explosión que de ninguna manera se parecen a la confortable seguridad del hiperespacio.

Cuando termina la sacudida, Vi levanta la cabeza para mirarlo, mientras la mandíbula le tiembla por la lucha para tratar de separar sus dientes. Siente como si se hubiera quemado el lugar donde la banda de metal descansaba contra su frente. Las palabras salen al principio de una en una, mientras la sensación y el control regresan con mucha lentitud.

—No sé nada. De nada.

Su captor no dice ni una palabra, sólo le da otra sacudida, subiendo un poco la potencia. Ella no tiene manera de saber hasta dónde puede subir o cuándo empezará a producir daño real y perdurable a su cuerpo. Cuando llega la electricidad, lo hace con fuerza, y es todo lo que puede soportar. Estrellas, dolor, calor, sacudidas y ardor en su mandíbula y debajo de sus ojos. Cuando su visión regresa, mira a su captor a través de sus pestañas. A pesar de la calma que aparenta, hay cierta desesperación en él. No parece tan acostumbrado a los interrogatorios como quienes hacen este tipo de cosas con frecuencia. Tal vez nunca lo ha hecho. No ha tratado de usar la sonda cerebral, después de todo, y si su droide estuviera programada para interrogatorios, no hay manera de que pasaran por alto esa arma de intromisión.

Vi sabía que en los viejos días del Imperio, el Ministerio de Seguridad Imperial podía sacar toda la información a quien no estuviera entrenado en la Fuerza. Pero ¿este tipo? No sabe lo que está haciendo. Y eso significa que podría matarla antes de que él siquiera se diera cuenta de que se está muriendo.

—Cuéntame de la Capitán Phasma —grita él de nuevo—. Sé que has estado en Parnassos y que ella es de allí. Sé que te enviaron a reunir información secreta sobre ella. Y ahora quiero saber todo lo que sabes de ella. ¡Así que es mejor que empieces a hablar!

Claro, como si con sólo gritarle la obligara a escupir. El interrogatorio debe ser de dos vías. Sobre todo ahora que sabe que él cuenta con información sobre ella. Tiene que decirle algo o va a quebrarla, y pronto.

Dos sacudidas más y él levanta la cabeza colgante de ella por el pelo. Vi escupe sangre de su lengua mordida en las botas de él y mira la mancha sobre el plastoide perfecto. La sangre y la bota no son del mismo rojo, tal como a Brendol Hux le hubiera gustado que fueran.

—Phasma —advierte él—. Dime de ella o esto va a empeorar mucho.

Vi lo ve a través de una neblina roja. Siente su cerebro revuelto, como si estuviera más que borracha. Tal vez ese enchufe de la médula cerebral está funcionando después de todo. O tal vez un dolor así de intenso en realidad aligera las cosas, con o sin la lujosa tecnología.

—¿Quieres saber sobre Phasma? Puedo contarte sobre ella. Vaya que he escuchado historias.

Su captor se sienta en una de las sillas, con los brazos cruzados.

—Entonces cuéntame una y avanzaremos desde allí.

Vi sonríe, sólo un poco.

—Bien. Una historia. Te la narraré exactamente como me la contó una mujer llamada Siv. Mi cerebro no está funcionando muy bien ahora, pero tengo muy buena memoria. Por eso soy tan buena espía.

Él coloca el control remoto sobre la mesa.

Vi empieza a hablar.