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VEINTICINCO

EN PARNASSOS, DIEZ AÑOS ANTES

EMPEZÓ CON UNA DISPUTA ENTRE SUSURROS. SIV SE PUSO tensa, con todos sus sentidos en alerta elevada. Su vehículo se había detenido y el stormtrooper que lo conducía se había ido. Sabía muy bien que no debía despertarse abruptamente; en cambio, sólo contuvo el aliento mientras esperaba, acurrucada contra Gosta, y escuchó.

—La nave está en esa dirección, General Hux. La vi desde la torre. Igual que usted.

—La última vez que fuimos en esa dirección, Phasma, perdimos a uno de mis soldados y terminamos en una zanja. Nos capturó el enemigo y perdimos un tiempo precioso. Casi te matan a ti.

—Pero viví y escapamos. Hemos llegado hasta aquí sin encontrar otra trampa. Como Vrod dijo, es improbable que los centinelas recorran tales distancias desde los muros de su ciudad. Son cobardes.

—¿Cómo puedes saber lo que otras personas podrían hacer? Tú únicamente has conocido a un pueblo, mientras que yo he visitado y estudiado cientos de sociedades.

—Sólo necesito conocer a la gente de mi planeta para saber lo que harán. Y usted no es de este planeta.

En el tenso silencio que siguió, Siv escuchó que los troopers estaban en algún lugar, cerca, riendo, y Torben roncaba. Así que se habían detenido para acampar. Ella se dio cuenta de que estaba conteniendo su aliento y se obligó a respirar como si durmiera para seguir oyendo la conversación. A pesar de que tenía sus esperanzas puestas en la nave de Brendol, aún había mucho que no sabía acerca de lo que sucedería una vez que llegaran a ella.

Al final, Brendol suspiró y ella pudo imaginar que se frotaba el espacio entre los ojos.

—No, no soy de esta patética, dañada, herida y podrida roca. Soy un general de la Primera Orden y soy el salvador que te sacará de este miserable planeta y te dará la oportunidad de convertirte en algo real, algo más que sólo un animal peleando entre animales más débiles por un patético hueso. Pero, si vas a unirte a mí, debes cuidar tu orgullo, Phasma. Debes aprender a acceder con elegancia a la voluntad de un superior.

—No si sé que tengo razón.

—¿Qué preferirías: estar en lo correcto o seguir viva?

Un largo silencio sugirió con elocuencia que ambos sabían quién era más letal y quién sobreviviría en una pelea uno a uno.

—Permíteme apelar a tu intelecto, entonces —dijo Brendol—. Valoro que mis subordinados deseen confiar en mi entrenamiento, sabiduría y conocimiento, que son vastos, en lugar de desafiarme enfrente de los demás. Voy a necesitar a alguien así una vez que llegue a mi nave. Eso es lo que necesita la Primera Orden.

—Valoro la experiencia y la comprensión de primera mano de un entorno. Valoro un carácter firme y una falta de voluntad de ceder ante la tontería y los gritos. Eso tal vez no me haga el mejor soldado, pero sí me hace el mejor líder de soldados. Y usted, después de todo, ya tiene muchos soldados.

Brendol exhaló, produciendo un murmullo, casi una concesión, pero sin dejar de ser una advertencia.

—No olvide que en cuanto salgamos de este planeta, yo seré el árbitro que decidirá entre la vida y la muerte tuya y de tu gente.

—No olvides que mientras estemos en este planeta, yo seré quien juegue ese papel.

Brendol suspiró y Siv pudo escuchar que rascaba su barba poblada.

—Tal vez tenga razón. Nunca serás un soldado apropiado. Pero, si puedes empezar de esa manera, ocultar tu arrogancia y seguir las reglas por un tiempo, estoy seguro de que ascenderás rápidamente entre las filas, hasta una posición de liderazgo que te resultará satisfactoria. Y entonces, juntos, podríamos entrenar a los más grandes soldados jamás vistos. Con mis simulaciones y tu experiencia y tu dedicación seremos imparables. Tú eres una espada, pero hasta la espada más fuerte y delgada necesita afilarse.

Una risita de Phasma.

—¿Y qué sabe de espadas?

—Cómo obtenerlas, pagar por ellas, darlas a miles de soldados y dejarlas sueltas en un mundo que necesita ser subyugado. Hay tanto poder en controlar la distribución de espadas como en manejarlas.

—Hay más poder en el crisol que forja el arma.

—Pero alguien tiene que pagar ese crisol.

En la larga pausa que siguió, Siv escuchó la plática de los troopers, mientras rasgaban carne seca con sus dientes. Era una noche tranquila y llena de sonidos. Ella se arriesgó a abrir los ojos, y bajo la débil luz apenas pudo distinguir a Phasma y a Brendol recargados contra el toldo de su VAT, comiendo carne seca y las pequeñas frutas de la torre del Arratu.

—Tal vez tenga razón —dijo Phasma, al final—. Todas mis armas fueron cosas encontradas que aprendí a adaptar, no cosas bonitas que me regalaron como favor. Pero estoy cansada de la política. Lo cierto es que la nave está en esa dirección. Si perdemos más tiempo, podríamos encontrarla saqueada por completo cuando lleguemos a ella. No somos los únicos carroñeros de Parnassos. Y tengo la sensación de que nos están siguiendo.

—¿Quiénes? ¿Los tontos que quedan en Arratu?

Phasma se quedó en silencio por un instante antes de hablar.

—Quienesquiera que lo hagan son definitivamente tontos.

Luego, un extraño sonido: Phasma y Brendol Hux rieron. Aunque a menudo estaban juntos, Siv se había preguntado si su relación podría llegar a más. Sus posturas rígidas y el espacio entre ellos sugerían que no habían llegado ni llegarían a nada jamás. Las risas se apagaron. Brendol tomó el par de quadnocs y Phasma lo miró, con una mano en su bláster, como si todavía tratara de decidir si él era más útil vivo o muerto.

Brendol bajó los quadnocs y dio unos golpecitos con los dedos en el toldo del VAT.

—A medida que se nos acaba el tiempo, también lo hacen las opciones. Iremos por donde indicas. Pero enviaremos uno de los otros vehículos al frente para que dispare cualquier trampa que pudiera esperarnos. El que lleva a tus dos mujeres y a PT-2445. Si tenemos que perder a alguien, esa es nuestra mejor apuesta.

—No. Siv y Torben pueden ir juntos. Diremos que Gosta necesita descansar, para que ella sea la única de mis guerreros en ese vehículo. Siv tiene los detraxores, que aún pueden ser los que nos salven. El linimento y el bálsamo son más poderosos de lo que crees. Todavía hay una gran cantidad de arena entre nosotros y tu salvación.

Siv sintió frío hasta los dedos de los pies mientras comprendía que los dos líderes estaban decidiendo quién era desechable en su compañía. De sólo siete personas, dos habían sido elegidas como sacrificios aceptables. A pesar de que ella se sentía horrorizada (e insultada de que Brendol la considerara desechable), Siv pudo ver que era una decisión sabia. Gosta era joven, aún estaba débil por el choque y no tenía habilidades extraordinarias. Aun así, que fuera razonable no significaba que fuera correcto. Siv quería a Gosta como una hermana y trataría de encontrar una manera de evitar que fuera enviada al frente como carnada por si se presentaban problemas.

—Entonces nos pondremos en marcha al amanecer —dijo Brendol—. Es mejor que duermas mientras puedas.

Phasma no respondió, pero Siv pudo percibir que la molestia se agolpaba en su líder como olas de calor. Lo más probable era que Phasma estuviera practicando la habilidad que le habían pedido, en lugar de protestar por instruirla como si fuera una niña tonta. Siv empezó a ver por qué Phasma, la más fuerte y querida líder que había conocido, se doblegaría ante un hombre tan poco digno. Estaba apostando a salir del planeta. Y él era la llave para esa meta… y cualquier éxito que le siguiera.

Brendol se alejó caminando hacia el VAT que manejaba. Pronto, Siv lo escuchó agitado y gruñendo o suspirando ocasionalmente mientras cambiaba de posición. Al final de cuentas, era mucho más cómodo descansar en alguien en quien confías, pensó ella, con su mejilla todavía sobre el hombro de Gosta. Pero ¿en quién confiaría alguna vez Brendol Hux? ¿En quién podría confiar? En nadie. Por tanto, merecía ese duro, frío, estrecho asiento, todo para él solo.

Phasma se puso a pasear alrededor del vehículo de Siv y en algún momento se quitó el casco y lo dejó a un lado con un pesado suspiro. Siv miró a través de sus pestañas caídas mientras Phasma ponía sus manos sobre el toldo del VAT, con sus hombros temblando. ¿Por la rabia o la tristeza? Era imposible saberlo. Conociendo a Phasma como ella, tal vez una combinación de ambas. A pesar de que Parnassos se había vuelto un infierno diario en el que su gente apenas podía sobrevivir y a menudo se iba a la cama con penas recientes y jadeando por agua, aún era su hogar. Dejar el hogar por las estrellas que siempre habían parecido tan imposiblemente lejanas era una posibilidad demasiado intimidante. Phasma no habló de desafiar y abandonar a Keldo, pero sus guerreros sabían que nunca podrían regresar. Aunque la nave de Brendol hubiera sido reducida a cenizas, el Scyre ya no representaba una posibilidad. Phasma, Torben, Gosta… ellos se habían convertido en la única familia de Siv. Sin embargo, eso no impedía que Siv extrañara a Keldo.

No estaba segura de si se trataba de un suicidio o no, pero Siv se deslizó fuera del vehículo y lo rodeó en silencio, hasta donde se encontraba Phasma. La guerrera se había enderezado y miraba por los quadnocs, hacia las dunas que habían dejado atrás.

—¿Te sientes bien? —preguntó Siv con suavidad.

Phasma no bajó los quadnocs, lo que significaba que Siv no podía ver sus ojos ni gran parte de su cara. Pero podía ver los rastros de lágrimas brillando bajo la luz de la luna.

—Estoy bien.

El tono de Phasma era recortado, una imitación perfecta del de Brendol.

—¿Qué estás buscando?

Phasma no respondió.

—Me sorprende que estés mirando detrás de nosotros en lugar de adelante —aventuró Siv.

Phasma resopló y puso de nuevo los quadnocs sobre el toldo, cuidándose de dar la espalda a Siv mientras se recargaba contra el vehículo y cruzaba una bota sobre la otra. A Siv se le ocurrió que no había visto la cara de Phasma desde que se había despertado después de la golpiza. Tal vez la orgullosa guerrera no quería que los demás la vieran y sintieran lástima de su dolor. O tal vez, gracias a la medicina de Brendol, había sanado perfectamente y trataba de ocultarlo.

—De acuerdo con mi experiencia —dijo Phasma—, la verdadera amenaza es la que se escabulle detrás de nosotros, no la que tienes en frente.

Siv se recargó contra el lado opuesto del toldo, de espaldas a Phasma.

—¿Así que confías en los extranjeros?

—Por supuesto que no. Pero sabes tan bien como yo que el Scyre se está muriendo. —Phasma se rio entre dientes con tristeza—. Sólo una niña. Frey será la única de su generación. Y morirá sola.

—Podría haber más niños —aventuró Siv.

—No, si sus madres no pueden alumbrarlos. Tal vez sea el aire de aquí. Tal vez haya algún ingrediente vital que el planeta ya no proporciona. Tal vez casi morir de hambre no sea la manera ideal de concebir nueva vida. Pero tú ya has perdido demasiados niños. Aún podrías perder el que llevas ahora.

Eso respondió una pregunta que Siv se había hecho. Phasma siempre había sido inteligente. Pero ¿sabía que podría ser de Keldo?

—La medicina en su nave lo arreglará —dijo Siv.

—Esa es la esperanza.

—¿Crees que…? —empezó Siv. Pero se detuvo, preocupada de que estuviera yendo demasiado a fondo.

—¿Creo qué? —El raro tono gentil de Phasma sugirió que, por una vez, Siv podría continuar.

—¿Crees que la Primera Orden regresará y ayudará a nuestra gente? ¿Que los llevará también a las estrellas o a tierras más ricas, o por lo menos que les dejará caer algunas provisiones? Gente tan rica debe de tener más que suficiente para compartir. Odio pensar que Keldo…

—No vuelvas a mencionar su nombre frente a mí.

La noche quedó quieta y callada de un modo especial después del áspero grito de Phasma, que pareció desprenderse involuntariamente de su garganta.

—También podrían ayudarlo —terminó Siv con una voz mucho más humilde—. Su pierna sólo es un problema porque Parnassos es tan cruel. Tal vez allí haya otras funciones que pueda desempeñar, con su ayuda. Es un hombre inteligente, resistente. Podría ser útil…

El puño de Phasma golpeó el toldo del vehículo, lo que produjo un sonido metálico.

—Eso ya no es mi problema. Él tomó una decisión. Y fue la incorrecta. Que sufra por ella.

Phasma se empujó para alejarse del toldo del VAT y tomó de nuevo los quadnocs y algunas de las frutas restantes, que en la noche soltaron una fragancia dulce, a jarabe, como si fueran a pudrirse en cualquier momento. Caminó a la cima de la siguiente duna, siguiendo las marcas de su vehículo, que desaparecían rápidamente, y dejando las huellas cambiantes de sus propias botas como un pequeño río en el vasto gris. Sentada en la cima de la duna, llevó los quadnocs a sus ojos y se quedó mirando en la dirección de la que venían, hacia el Scyre. Siv no consideraba que Phasma fuera alguien que valorara la nostalgia o el arrepentimiento. Lo que significaba que, como Phasma acababa de decir a Brendol, sospechaba que los seguían.

Una vez terminada su conversación, Siv comió más de las frutas restantes. Eran las cosas más dulces que hubiera probado y toda su boca estaba inundada por el jugo. ¿Así era el mundo cuando había suficiente agua? ¿Era esto lo que la gente de Brendol comía en sus naves en el cielo? Tal vez ella debió dejar más para alguien, pero su estómago lloraba de hambre. Al pensar en su hijo, chupó hasta la última fruta y limpió la evidencia de su barbilla. De inmediato la invadió la culpa. En el Scyre, habría dividido la fruta en porciones para ella, Torben y Gosta, asegurándose con todo cuidado de que cada persona recibiera una parte equivalente a sus necesidades. Pero aquí estaba ella, sola y acaparando comida. Se dijo a sí misma que era por el bebé, pero sabía que en parte estaba mintiendo. Cuanto más se alejaban del Scyre y más seguía las órdenes de Phasma, menos segura se sentía de lo que ella era en realidad.

Esa noche fue más larga que casi todas las demás. La adrenalina de la lucha en la arena todavía zumbaba en su sangre. Gracias a su siesta anterior, apenas pudo dormir. Usó el tiempo para sacar su bolsa de piel con hierbas y elaborar un nuevo frasco de bálsamo de oráculo, porque la vieja lata se estaba agotando. El sol aquí era más ardiente que en casa y estaban usando el triple de bálsamo, pero su piel seguía enrojeciéndose, aun bajo sus máscaras. El complicado proceso era desafiante, sobre todo bajo la luz débil de una linterna que habían llevado de Arratu. Terminó exhausta.

La discusión que había escuchado entre Brendol y Phasma se repetía en su cabeza mientras se acurrucaba con Gosta, recordándole que el mundo, de muchas maneras, se había vuelto de cabeza. Ahora había esperanza, pero también un nuevo sentido del horror. Cada vez que levantaba la vista del hombro de Gosta, veía la silueta de Phasma: una figura solitaria que seguía mirando a la arena. Cualquier cosa que Phasma esperara no ocurrió esa noche. A la mañana siguiente dividieron la comida restante de Arratu y empezaron la siguiente etapa de su viaje.

Siv no logró encontrar una manera de evitar que el grupo se dividiera, como Brendol y Phasma lo habían convenido. La manera en que Brendol sugirió que Gosta viajara sola sonó demasiado cortés. Además, la chica se sintió complacida y aliviada de tener el espacio para sí misma.

—Pero ¿no te gustaría permanecer conmigo? —preguntó Siv.

—Quiero decir, sería bueno tener algo de espacio. —Gosta bajó la vista, sonrojada, poco acostumbrada a discutir con los mayores—. Ya me siento mejor del tobillo, pero me pueden dar calambres.

Así que la chica se estiró en la parte trasera de su propio VAT, conducido por un trooper, mientras Siv terminó apretada junto a Torben. Parte de ella se sentía agradecida por esta tranquilizadora compañía, voluminosa y fácil, pero no podía relajarse mientras miraba el pelo de Gosta brincar en el vehículo del frente, sabiendo que cualquier trampa o ataque desde el frente reclamaría primero a la chica, como lo hizo antes el pozo oculto de Arratu. Entonces se dio cuenta de que ella y Torben iban atrás, en la misma dirección de la que Phasma esperaba problemas. El VAT de Phasma y Brendol estaba cuidadosamente colocado en el centro. Aunque este hecho hubiera pasado desapercibido para Siv unos días antes, ahora había visto un breve atisbo de las maquinaciones que se daban en secreto entre Phasma y Brendol. Y no le agradaban.

La vida en el Scyre había preparado bien a Siv para este tipo de viaje. Ocurría muy poco, pero siempre se mantenía al pendiente, esperando un ataque o un desastre natural. El movimiento del vehículo había exacerbado sus náuseas al principio, pero ahora la arrullaba y la hacía sentir un sueño extraño y ligero. Podía sentir, también, cómo el sol presionaba sus párpados mientras su cuerpo se agitaba con cada desliz en la arena. Torben era un acompañante placentero, que se sentía feliz de quedarse callado o charlar, mientras su brazo mantenía erguida a Siv y la hacía sentir segura. El trooper del frente, Huff, era un ejemplo de silencio. Siv a menudo olvidaba que estaba allí, que en algún lugar bajo ese casco y esa armadura había un ser humano con una historia, con ideas y sueños. Cuando se detuvieron para almorzar brevemente y hacer sus necesidades, sintió curiosidad por el hombre.

—¿De dónde eres, Huff? —preguntó ella.

Se había quitado su casco y estaba picando parte de la carne seca tomada del ataque del lagarto, mientras sorbía su agua. Tenía una piel pálida que parecía como si nunca hubiera estado bajo el sol, y cuanto más tiempo permanecía bajo los rayos abrasadores, más sonrosado y sudoroso parecía. Siv le había ofrecido bálsamo de oráculo, pero él puso cara de disgusto y lo rechazó con un gesto de la mano. Aunque parecía tener un poco más de 20 años, a juzgar por la manera en que la gente envejecía en el Scyre, su pelo de color café claro ya estaba adelgazando. Sus ojos eran de un color gris claro que casi llegaba al blanco. Él frunció el ceño en cuanto ella habló con él.

—¿De dónde soy? De la Primera Orden —dijo, como si ella fuera tonta.

Siv observó que su acento era diferente del de Brendol, tal vez algo más parecido al de ella.

—¿Es un planeta?

Él negó con la cabeza.

—Es difícil decir lo que es. El gobierno que debe ser. El lado correcto en que se debe estar. Te diría eso.

—Pero ¿no naciste en un planeta?

Huff se encogió de hombros.

—Fui un huérfano en algún lugar, de niño. Ni siquiera recuerdo dónde. No importa. No era bueno. La Primera Orden es mi verdadero hogar ahora. Una nave llamada el Finalizer. Cuando llegué de niño, nunca había visto un lugar tan grande. Puedes caminar todo el día por ella y nunca verás todo. Hay miles de personas allí que nunca he conocido. —Miró alrededor, al desierto vacío—. Opuesto a esto, realmente. La comida no es demasiada, pero la extraño. Esta comida sabe a podrido.

Lanzó una tira de carne seca al suelo. Sin pensarlo, Siv se hincó para recogerla y le quitó la arena de encima. Ella le lanzó una mirada de reproche.

—Aquí no se puede desperdiciar la comida. ¿No puedes ver lo escasa que es?

—La Primera Orden nos recogerá. Entonces ya no importará. Hasta que el General Hux me ordene ser ahorrativo, seguiré siendo como siempre lo he sido.

Mientras limpiaba la carne seca con sus dedos y la metía en su boca, lo sintió: estaba podrida. Nada duraba lo suficiente en el Scyre como para empezar a descomponerse, pero instintivamente quiso escupirla. Aun así, comida era comida, y su aprendizaje era más profundo que su disgusto. Lo tragó de prisa y lo acompañó con un pequeño sorbo de agua de uno de los odres del Arratu. Cuando se puso de pie para preguntar a Huff si le gustaba la Primera Orden, él ya se estaba alejando. No era tan importante. Estaban más cerca de su destino que de su viejo hogar, y no había regreso.

Pronto volvieron a subir a sus vehículos y se lanzaron hacia donde Phasma juraba que estaría la nave de Brendol. Durante horas y horas, no hubo nada. Ni montones, ni animales, ni muros. Nada, excepto las dunas grises y onduladas de arena brillante y el sol castigador, lo que hacía que Siv se sintiera somnolienta y mareada, y que deseara no haber comido la tira de carne podrida. El sabor la atormentó y, sin importar cuánta agua tragara o cuántos vegetales marinos mordiera, no la abandonaría. Torben durmió junto a ella, con una enorme garra siempre sobre su mazo. Su pelo largo y ondulado flotaba hermosamente entre la brisa de una manera que él no hubiera apreciado si ella no se hubiera tomado el problema de explicarlo. Él era un hombre práctico, y la belleza no duraba en Parnassos.

El aburrimiento y la inquietud de Siv aumentaron, y su mirada iba perezosamente del vehículo líder, en que Gosta dormía, al del medio, que manejaba Brendol, encorvado sobre el volante, mientras Phasma permanecía sentada en la torreta, con la mano en el arma y su casco constantemente dirigido a la arena detrás de ellos.

Siv me contó que entonces se sentía algo extraño en el aire. Como si el desierto estuviera conteniendo la respiración, esperando. Todo vacilaba en la bruma, con el sol en lo más alto, blanco y castigador. Los ojos le dolían por mirar el gris brillante. Cada vez que el sol caía sobre un pedazo de metal, destellaba con tal fuerza que dejaba puntos rojos bailando en su campo de visión. El viaje se volvió interminable. Por primera vez Siv se preocupó de que no llegaran a la nave de Brendol. ¿Cómo podrían seguir avanzando estos vehículos? ¿Qué combustible los impulsaba? ¿Cuánto tiempo durarían su agua, su bálsamo y su comida hasta que empezaran a fijarse en sus acompañantes más débiles?

O, para ser honesta, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que Gosta sufriera un accidente desafortunado e inevitable y Brendol Hux sólo se encogiera de hombros y pidiera a Siv que usara sus detraxores?

—¡Hay algo adelante!

El grito despertó a Siv de su meditación incómoda y medio adormilada. Se puso en alerta, con una mano en su espada. Aunque llevaba el bláster, las guadañas que había heredado de su madre eran las que se acomodaban mejor a sus manos y le recordaban a su hogar.

De igual manera, Torben se puso tensó y alerta a su lado, sacudiendo la cabeza.

—Sí, pero ¿qué tipo de algo? —murmuró—. Esa es la parte que importa.

Al pasar la vista por las arenas frente a ellos, Siv vio dos cosas. La primera fue una extraña cerca hecha de alambre de metal que se extendía eternamente en cualquier dirección. La segunda fue una figura que brillaba tanto que quemaba los ojos de sólo verla.

Sin una palabra, el VAT líder cambió de dirección, dirigiéndose a la figura. Siv no podía distinguir a tanta distancia si se trataba de una estructura, un droide, una máquina o algo diferente. Otro misterio visto sólo desde tan lejos incluía carteles blancos colocados a distancias iguales a lo largo de la cerca, agitándose contra el metal y produciendo una canción extraña, sin tonada, mientras eran golpeados por el viento. Cualquier escritura que hubiera estado allí se había borrado desde hacía mucho tiempo. La cerca seguía y seguía, se levantaba rígidamente contra el cielo azul brillante. No redujeron la velocidad mientras se aproximaban.

Cuando estuvieron casi a tiro de bláster de la cosa brillante, el primer VAT derrapó para detenerse. El vehículo de Brendol y Phasma llegó hasta él y se detuvo, igual que el de Siv. Todos en fila, con los motores rugiendo, se quedaron viendo la figura desconcertante. Phasma sacó sus quadnocs, evaluó la escena y se los entregó a Brendol. Él también miró por mucho tiempo y, cuando dejó caer los quadnocs, tenía el ceño fruncido, con toda la cara roja, brillante y escurriendo sudor.

—¿Qué es eso? —preguntó Phasma.

Él sacudió la cabeza.

—Nada que haya visto antes.

—Por la manera en que el sol se refleja sobre eso —dijo Torben—, me quema los ojos.

Los dos líderes saltaron de su vehículo. Phasma hizo un ademán a sus guerreros para que se le unieran, mientras Brendol consultaba con sus troopers. Aun con los quadnocs, Siv no podía saber lo que era la cosa brillante, y ella tenía la vista más aguda entre los scyres.

Gosta se puso al lado de Siv y ella misma probó los quadnocs.

—Extraño —murmuró—. Tiene demasiados bultos para ser una máquina, pero es demasiado brillante para ser una cosa viva.

Brendol puso una mano sobre el hombro de Gosta.

—Todavía estás lesionada. Quédate aquí y cuida los VAT. Todos los demás, preparen sus armas. —Él sacó su propio bláster y jugó con los interruptores de un lado—. Esto no es normal.

—Bueno, ¿qué lo es en estos días? —dijo Torben, levantando su mazo y su hacha.

Los troopers avanzaron al frente, con los blásters levantados y listos, mientras sus botas resbalaban en la arena. Phasma iba enseguida, con Siv y Torben flanqueándola. Brendol avanzaba al final, con su bláster temblando en su mano mientras el sudor escurría de su frente de una manera que a Siv le pareció casi blasfema cuando miró atrás. Evidentemente, Gosta odió que la dejaran, pero sostuvo su bláster y tomó su lugar en la parte de atrás de su vehículo mientras los demás subían con dificultad por la colina. De algún modo, desafiar a Brendol se había vuelto una idea tan absurda como desafiar a Phasma.

Todo aquello le pareció ridículo a Siv. Si el objeto misterioso fuera una máquina, estaba desactivada o los estaría siguiendo todo el tiempo. Si fuera un animal, era estúpido o lento, porque no se había movido. No podía pensar en algo más que representara una amenaza real. ¿Aun así Brendol les ordenó que se acercaran sigilosamente? Sin embargo, su líder seguía las órdenes de él, así que ella seguiría a Phasma.

Se arrastraron a plena vista para acercarse poco a poco, apuntando con cada bláster mientras cada fragmento de metal reflejaba el sol; aun así, la cosa brillante no hizo un movimiento en absoluto. Pronto, Siv pudo distinguir la verdadera forma de eso y le recordó una estatua que había visto en Arratu, una pieza de arcilla con una forma vagamente humana, que parecía representar a algún Arratu muy querido en el pasado. Esta forma estaba llena de bultos, como aquella, y aun así el material no se parecía a nada que hubieran visto antes.

—¿No es tu nave? —susurró Phasma a Brendol—. Dijiste que brillaría.

—No de esta manera.

Llegaron a una distancia suficiente para picarlo con una lanza cuando dos ojos plateados parpadearon y se abrieron en medio de la masa dorada que brillaba como un espejo; cada ojo era del tamaño de un puño de Siv y estaba segmentado como el de un insecto.

—Ah. Saludos, viajeros. Churkk los ha estado esperando.

—Matémoslo —susurró Torben—. No me gusta.

Brendol enfundó su bláster, levantó las manos de una manera tranquilizadora y dio un paso al frente.

—Eres un gand, ¿o no?

—Churkk es un gand con el que hablas, sí. Churkk es el último guardián de las tierras muertas.

Torben hizo un ademán para abarcar el mar infinito de arena gris detrás de ellos.

—¿Quieres decir que hay tierras más muertas que esas?

Churkk lanzó una risa que pareció un zumbido. Mientras él movía su cabeza, Siv por fin pudo reconocer el aspecto del metal brillante. El gand, si eso es lo que era un gand, estaba completamente recubierto con el mismo tipo de escarabajos dorados que fueron responsables de la muerte de Carr. Mientras reía, los escarabajos se precipitaron de la zona que rodeaba sus ojos hacia donde debía de estar su barbilla, en caso de que un insecto gigante tuviera una. La barba de escarabajos se desplazó entre chasquidos, haciendo que Siv se estremeciera horrorizada. La cara revelada del gand no era menos horrible, una bolsa quitinosa con ojos de alienígena y un aparato que no se parecía en absoluto a una boca, aunque de allí era de donde salía la voz que parecía entre un zumbido y un chasquido metálico.

—Esos escarabajos —dijo Siv, señalándolos—. ¿Por qué no te matan?

—Los escarabajos son la cosa más cercana a una familia que tiene Churkk. Hay soledad en estas tierras baldías, ¿o no? Un placer tener seres con los cuales conversar.

—¿Pueden hablar? —preguntó Torben.

Otro zumbido a manera de risa.

—Hay poco para charlar. Han pasado muchos años desde que seres sensibles se han acercado a la frontera de las tierras muertas. Churkk ha estado inactivo por un largo periodo. Es bueno para Churkk tener trabajo de nuevo. Si están listos, Churkk entregará un mensaje.

Brendol se la había pasado conversando con sus troopers, pero entonces dio unos pasos al frente.

—¿Tienes un mensaje para nosotros? ¿De quién?

—La pregunta sería de qué. Ahora que los letreros han sido borrados por la arena y el viento, Churkk es la única advertencia. No entren en las tierras muertas. Hubo un gran accidente y la radiación permanece. Quienes pasan esta frontera morirán en una semana. Nadie entra. Nadie sale. Es un acuerdo elegante, pero solitario. Tal vez se está castigando a Churkk.

—Castigando ¿por qué? —preguntó Siv. Ella nunca había hablado antes a un alienígena. Aunque había luchado muchas veces contra los claws, nunca conversó con Balder ni conoció algo de su historia. Parte de ella estaba impresionada por su propia audacia.

—El gand no debió dejar Gand. No es la manera. Pero Churkk era joven y el augurio fue claro. Churkk tenía que partir. Churkk ha esperado mucho tiempo que los otros localizadores cacen a Churkk por dejar la secta, pero cada nave es derribada mucho antes de que Churkk pueda ser encontrado. —El gand rio de nuevo, y Siv estaba segura de que no había escuchado más que una pequeña locura mientras los escarabajos se alborotaban bulliciosamente alrededor de la cara de Churkk y se volvían a acomodar—. Es divertido, ¿verdad? Querer al mismo tiempo ser encontrado y olvidado.

—Dijiste radiación —Brendol se acercó más, lanzando a Siv una mirada de advertencia—. Y un accidente. ¿Cuándo fue eso?

—Churkk no lo sabe. El tiempo pasa de manera extraña aquí. Churkk miró a la última estrella caer en los baldíos, y aunque no hay neblina gaseosa aquí para mostrar las señales correctas, los escarabajos le hablan a Churkk. Dijeron que vendrían personas y que pasarían cosas horribles. Churkk ha estado muy ansioso por que esta eventualidad ocurra.

—¿Cosas horribles? —repitió Phasma bruscamente.

Churkk lanzó su risa inquietante una vez más. Siv no podía saber si era masculino o femenino, si tenía siquiera género. No podía saber si el gand era viejo o joven. Todo lo que sabía era que estaba sentado en algo tan alto como ella, por lo que el gand parecía más grande de lo que en realidad era. De cerca, mirando a los escarabajos ondularse, vio que el Churkk estaba sentado con las piernas cruzadas y las manos en sus rodillas. Al parecer no tenía armas, pero estaba cubierto con escarabajos, ¿o no? Un movimiento de un dedo y un solo insecto podría matar a todo el grupo. Si el gand podía dirigir a los insectos, hablar con ellos de alguna manera… bueno, Siv decidió no hacer enojar a Churkk.

—Cosas horribles pasarán de todos modos, si eso los hace estar más tranquilos con su destino. Churkk está aquí sólo para advertirles. Más allá de esta cerca, tal vez tengan cuatro días antes de que la enfermedad esté en sus huesos. Churkk sabe que hay medicinas en algún lugar que pueden curar fácilmente esas enfermedades, pero Churkk duda que esa ayuda pueda encontrarse más allá de esta cerca.

Brendol se inclinó hacia Phasma. Siv estaba a una distancia suficiente para escuchar su conversación en susurros.

—Está hablando de envenenamiento por radiación. Eso sugiere que aquí se usó un arma nuclear o que hubo un accidente en una fábrica que hacía esas armas.

—¿El mapa no menciona las instalaciones de la Con Star, General Hux? Tal vez haya un arma, pero también una instalación con medicinas para curar la enfermedad que causa.

Brendol exhaló y se frotó la barba.

—Si pudiéramos llegar a mi nave, la Primera Orden estaría aquí en horas. Nuestras naves están equipadas con bahías médicas y curas para cada enfermedad conocida en la galaxia. Es sólo un juego de números y tiempo. Diría que le demos las gracias a esta cosa extraña por su tiempo y sigamos adelante.

—¿No le preocupa esta enfermedad? ¿O el augurio?

Un bufido.

—No creo en magia, Phasma. Y si creyera, no haría mucho caso si mi fortuna la dice un gand loco y solo en el desierto. Para empezar, son gente extraña. Tengo confianza en que la Primera Orden puede detener la enfermedad, en caso de que su advertencia se relacione con un evento radioactivo real.

Phasma hizo una pausa a su manera, como cuando ponderaba cada estrategia y sus posibles resultados. Siv sabía muy bien que el cerebro de Phasma era como una telaraña y que ella no tomaría una decisión hasta que considerara cada unión de cada hilo posible. Sosteniendo los quadnocs, Phasma miró a través de la cerca hacia las arenas que quedaban más allá, luego se dio vuelta para explorar el camino detrás. Era evidente que, sin importar qué desafíos los esperaran adelante, regresar no era una opción.

—Entonces apresurémonos —dijo finalmente ella.

Brendol asintió y se dio vuelta hacia el gand, que no se había movido. Siv no podía siquiera verlo respirar y se preguntó de qué estaba hecho Churkk, si tenía siquiera los órganos y líquidos habituales con los que sus detraxores hacían un trabajo rápido.

—Gracias por tu advertencia, Churkk. Comprendemos que esta área es peligrosa, pero no tenemos otra opción que seguir en busca de nuestro objetivo. ¿Tienes algún conocimiento del terreno o de las criaturas que se encuentran más allá de la cerca?

La gran cabeza de Churkk se agitó, haciendo que los escarabajos se escabulleran.

—Ustedes seguirán adelante, como dijo el augurio que lo harían. Y lo que los encuentre los encontrará. Churkk sabe lo que harán, gran General, y Churkk sabe que alcanzarán su objetivo. La galaxia cobrará su cuota, un día. En ocasiones es mejor dejar a una cosa sola.

—Pero ¿nadie ha pasado recientemente?

—No en años. Décadas.

—Si alguien más lo intenta, ¿le darás esta misma advertencia?

—Tú no controlas a Churkk, y Churkk dirá lo que las arenas ordenen. Churkk dirá a quienquiera que venga lo que necesita saber. Churkk les dirá que sólo peligro y muerte esperan más allá de esta cerca, lo mismo que ustedes ahora saben, si les hace algún bien. La sabiduría es desperdiciada en los fanáticos… esa es la única cosa de la que Churkk está seguro.

—Entonces ¿podemos pasar?

Churkk levantó un brazo cubierto de escarabajos, haciendo un gesto con una mano café, con tres dedos.

—Encontrarán un agujero en la cerca si caminan en esa dirección.

Siv se precipitó hacia delante, dejando un pedazo de carne seca cerca del asiento de Churkk, pero no lo suficientemente cerca para que un escarabajo la tocara a ella.

—Gracias, Churkk —murmuró ella, inclinando su cabeza. Su madre le había enseñado, hacía mucho tiempo, que había algo de sabiduría en la locura, y que quienes hablaban con el más allá debían ser respetados y recompensados.

—Cuando llegue el momento, sigue caminando —susurró Churkk, con la suavidad del zumbido de un insecto.

Siv asintió y se dio vuelta hacia su gente, pero su corazón se hundió en el momento en que vio sobre su hombro hacia Gosta y sus vehículos.

—¡Deprisa! —gritó ella—. ¡Ya están aquí!