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TREINTA Y DOS

EN EL ABSOLUTION

EN CUANTO LA ESPÍA QUEDA INERME EN SUS ATADURAS, Cardinal suelta el interruptor. Él sabe lo que debe hacer ahora. Aunque es algo irónico, prefiere no tener un testigo para el paso siguiente. Él casi hizo surcos en la sala, yendo de un lado a otro, sentándose y mirando las paredes mientras Vi contaba su historia. Exigió que le contara todo, y ella lo hizo. Parecía como si ella lo disfrutara. Es extraño lo obsesionado que un hombre puede terminar cuando escucha verdades oscuras sobre sus enemigos. Antes no sabía una cosa de Phasma. Ahora lo sabe todo. O por lo menos lo suficiente.

Aunque Iris le lanza pitidos con irritación por dudar de su vigilancia, él revisa los signos vitales de Vi para asegurarse de que no la ha lesionado demasiado y comprobar que sus ataduras aún están firmes antes de ponerse de nuevo su casco. Se vuelve parte de él, una extensión de su cuerpo, como su bláster. La manera en que entorpece algunos sentidos mientras expande otros lo tranquiliza. Cuando Cardinal porta su casco, sabe exactamente quién es y qué debe hacer; de modo que por lo menos tiene una cosa en común con Phasma. Justo ahora tiene que encontrar a Armitage Hux. Aún faltan varias horas para la reunión, lo que significa que lo más probable es que el general esté apropiándose de los viejos cuarteles de su padre en el Absolution, afinando su información secreta y estudiando la agenda.

—Quédate aquí y vigílala —le dice a Iris. La luz roja parpadea como para decir: «Lo sé».

Cardinal asegura la puerta al salir y se precipita por los pasillos, con su capa de capitán volando detrás de él. El turboascensor tarda una eternidad, aunque él acuchilla el botón repetidamente. Los viejos cuarteles del General Hux están muy arriba, entre el personal más experimentado, y el viaje siempre se ha sentido largo aun en los mejores días, cuando Brendol vivía aquí y Cardinal se sentía bienvenido. Cuando la puerta del ascensor se desliza para abrirse en el piso de los oficiales, el corazón de Cardinal está martillando con tanta fuerza que puede sentirlo en sus sienes. Se encuentra ligeramente mareado, tan emocionado como solía estarlo como niño recluta ante una pelea en el simulador, cuando cada nervio de su cuerpo disparaba y sus dientes se negaban a separarse.

Aunque está acostumbrado a servir como sparring en los entrenamientos, han pasado años desde que hizo sus recorridos obligatorios a los planetas, ayudando a pacificar mundos en rebeldía y liderando sus tropas en misiones. Esos primeros años después de que Brendol lo sacó de Jakku fueron difíciles, mientras su cuerpo y su mente se endurecían para enfocarse en el combate, pero este será un nuevo tipo de pelea. Cardinal nunca ha sido un hombre que cuestione a sus superiores; nunca ha sido el portador de malas noticias. Tampoco había detenido ilegalmente a un sospechoso ni lo había torturado durante horas en un cuarto oscuro de la sentina para obtener información secreta sobre un colega.

Cuando llega a la antigua suite de Brendol, un droide de protocolo responde a la puerta, apacible y refinado. Este modelo alguna vez perteneció a Brendol. Cardinal se pregunta si habrían borrado su memoria después de que el viejo murió. O si contiene todo tipo de secretos, incluidos los que Cardinal ha descubierto hace poco. Por la manera en que la Primera Orden usa, borra y reúsa a los droides (y, en ocasiones, los pierde), hay una buena oportunidad de que este mismo modelo haya estado en ese transportador con Phasma, grabando en silencio. Tal vez estuvo allí el día que Phasma liberó un escarabajo dorado, desencadenando su arma secreta, oculta durante mucho tiempo, sobre un oficial superior de alto rango que había tomado la tonta decisión de confiar en ella.

—¿Puedo ayudarlo en algo, Capitán Cardinal? —pregunta el droide.

—Necesito ver al General Hux, por favor. —El casco evita que su voz tiemble como la de un niño, y él se pone la mano detrás de su espalda, como si estuviera en descanso de desfile, para ocultar su temblor.

—Me temo que el general está descansando antes de la asamblea.

—Es una emergencia.

—Oh, ya veo. Qué inusual.

—Me temo que lo es. Muy inusual. Pero de la mayor importancia.

El droide sigue parado allí con expresión perpleja cuando el propio Armitage aparece detrás de él. No lleva puesto su uniforme impecable, sino que viste una bata, negra y compuesta por líneas y pliegues precisos. A pesar de que todo el objetivo de una bata es parecer casual y cómodo, Armitage Hux tiene una manera de convertir cualquier cosa en un uniforme, cualquier interacción en un juicio.

—Qué inusual, por cierto —dice—. ¿Cuál es la emergencia, capitán?

En las arrugas de la cara de Armitage, Cardinal ve lo que Brendol fue alguna vez, antes de volverse viejo y suave. Confianza, vitalidad, aplomo. Sin embargo, hay algo cruel y salvaje en el hombre, algo forjado por el propio Brendol. Cardinal recuerda que odió a Armitage cuando lo conoció en Jakku. Malcriado, hosco, pequeño, ratonil, suave, mientras los niños huérfanos eran rudos y fuertes. Pero, con los años, Cardinal estaba… bueno, no programado. Culto. Esculpido. Aprendió que Armitage era intocable, estaba por encima de él. Armitage es inteligente, sabio y previsor. Armitage ayudará a la Primera Orden a eclipsar el poder del viejo Imperio y aniquilar a la Nueva República. Cardinal era leal a Brendol y ahora es leal a Armitage. Armitage aprecia eso.

Por supuesto, Armitage siempre ha favorecido a Phasma. Ambos viven en el Finalizer. Cardinal los ha visto coludirse a menudo. Juntos manejan y controlan a miles de stormtroopers. Planean invasiones y ataques con Kylo Ren para llevar a la Primera Orden a la victoria. En épocas de duda, Cardinal se pregunta si Armitage apoya a Phasma para vengarse del huérfano de Jakku al que alguna vez Brendol tomó bajo su protección. Aunque a Armitage no le agrada Cardinal, ha reconocido desde hace mucho su superioridad en los métodos de entrenamiento y alabado su éxito con los jóvenes reclutas. Tal vez el desprecio que muestra Armitage cada vez que habla con Cardinal es el mismo que muestra a todos.

Esas quisquillosas consideraciones no importan ahora. Este no es un asunto de política personal. A Armitage le interesa tanto la Primera Orden como a Cardinal, y por eso apreciará conocer lo que Cardinal sabe. La lealtad a la causa es más importante que la simpatía personal. Juntos pueden expulsar a Phasma y reconstruir el programa de entrenamiento de acuerdo con las especificaciones exactas del Hux más joven. Una vez que Armitage comprenda cómo murió su padre, no hay manera de que deje que la asesina de Brendol permanezca en esos carteles, mucho menos que siga viva.

—¿Y bien? —lo anima Armitage a hablar.

—Tengo nueva información, señor.

—Escúpela. No tengo todo el día, como bien lo sabes.

Cardinal respira hondo y se endereza a todo lo alto.

—Señor, he obtenido cierta información secreta que querrá escuchar. Sobre su padre. Sobre su muerte.

Armitage casi parece sorprendido, pero está demasiado bien educado para eso. En cambio, se asoma fuera de la puerta para mirar a un lado y otro del pasillo antes de regresar a sus aposentos.

—Entra entonces. Deprisa. Y tú puedes retirarte, K4. Por favor, regresa a tiempo para la asamblea.

—Sí, señor.

El droide desaparece por el pasillo y Cardinal entra en los aposentos de Armitage Hux. Él estaba aquí constantemente cuando la suite pertenecía a Brendol, pero la decoración ha cambiado bajo la dirección de Armitage. A Brendol le gustaban los estilos clásicos, tradicionales: alfombras elegantes, artefactos finos y comidas ricas. Pero Armitage, al igual que Kylo Ren, parece apreciar cierta dureza en su persona y sus cuarteles. Todo es hermoso, cómodo y refinado, seguro. Pero cada elemento parece tener una orilla plateada lo suficientemente afilada para rebanar la piel. Armitage se acomoda a lo largo de un sofá bajo, de color azul hielo, pero no invita a Cardinal a sentarse. Este, siempre el buen soldado, permanece de pie y considera que es su deber hacerlo.

—¿Dónde está su droide, capitán? No recuerdo haberlo visto nunca sin su globo flotante.

Cardinal casi se pone en evidencia, pero encuentra algo bastante cercano a la verdad.

—De servicio, señor. No puedo abandonar mis responsabilidades.

Armitage sonríe, una cosa sinuosa que sugiere que huele una mentira.

—Bastante cierto. Y ahora, sobre esta emergencia…

—Señor, he descubierto recientemente noticias preocupantes acerca de la Capitán Phasma.

—Creí que dijiste que esto era sobre mi padre.

—Lo es. Y también sobre Phasma.

Armitage se inclina hacia delante, con una ceja levantada.

—¿Qué pasa con Phasma?

Cardinal se aclara la garganta.

—Ella no es lo que parece. No es un soldado leal. Su pasado incluye traición, asesinato, genocidio. No es digna de su capa de capitán, ni de su fe en ella. Ha realizado atrocidades que van en contra de todo lo que creemos.

—¿Ella hizo esto en el Finalizer?

—No, señor, en su planeta de origen, Parnassos.

Armitage sonríe y se recarga en los cojines, con un brazo largo doblado sobre el respaldo del sofá.

—Entonces, por favor, dime, ¿cómo es que este es mi problema? Muchos de nuestros reclutas, incluido tú mismo, vivieron vidas violentas antes de jurar lealtad a la Primera Orden. Somos muy indulgentes con quienes deciden servirnos.

Cardinal se endereza, contemplando cómo hacer que Armitage comprenda sin sobrepasarse.

—Es más profundo que eso, señor. Le confiamos nuestros reclutas y ella ya ha traicionado las leyes de la Primera Orden. Podría volverse en contra de nosotros en un instante si lo que queremos no sirve a sus necesidades. Ella es un riesgo.

Armitage sacude su cabeza con tristeza.

—Cardinal, estás hablando de hipótesis. No puedo amonestar a alguien por algo que no ha hecho o que podría hacer. La hoja de servicio de la Capitán Phasma es ejemplar. Ella desarrolla stormtroopers que cumplen con los rigurosos requisitos de mi propio padre. A ella se le ha elogiado, una y otra vez, por su excelente trabajo. Si no tienes algún tipo de evidencia directa contra ella, contra acciones reales que haya realizado desde que hizo su juramento y se unió a nosotros, entonces yo también podría ir a gritar a las estrellas.

Las manos de Cardinal forman un puño a su costado, pero es cuidadoso, demasiado cuidadoso, para no hacer algún movimiento que parezca amenazante para un superior.

—Señor, si pudiera decirlo así, si la Almirante Sloane estuviera aquí…

—Bueno, no lo está —interrumpe Armitage—. ¿Alguna otra amenaza que te gustaría colgar sobre mi cabeza?

—Phasma mató a su padre —dice Cardinal, yendo directo al corazón del asunto.

Armitage se pone de pie de un salto.

—¿Ella lo hizo? ¿Y tienes pruebas? Muéstramelas. Cuéntame. Y no me decepciones.

—Yo… yo puedo obtener la prueba. Fue un escarabajo. De su propio planeta. De Parnassos. Su picadura causa que la víctima se licúe. Por eso los droides médicos no lograron identificarlo. Nunca vieron al escarabajo, sólo su piquete y los efectos de su veneno.

—Pero ¿dónde está la prueba?

—Déjeme ir a Parnassos. Puedo encontrar un escarabajo y traerlo. Los droides médicos compararán la firma química con los registros de su padre.

—Pero ¿en realidad no tienes uno contigo? ¿O alguna prueba de que uno picó a mi padre por obra de Phasma?

—No, señor.

Armitage se echa atrás en su asiento, con una sonrisa presumida en su cara.

—Bien.

—¿Bien?

—Cardinal, eres un idiota. Mi padre lo sabía, y yo también. Sé que Phasma lo mató, y estoy contento de que el viejo bastardo esté muerto. Nos pusimos de acuerdo para que sucediera en el momento correcto. Le dije a ella que no pudiera rastrearse, y así debe quedar.

Por un largo momento, Cardinal sólo puede ver al frente.

—Usted… ¿lo sabía?

—Por supuesto que lo sé. Siempre lo he sabido. Sé todo. Ahora la pregunta es: ¿qué más sabes y qué crees que vas a hacer con esa información?

Cardinal da un paso atrás y siente como si pudiera flotar en el espacio, camino a su último aliento y su pérdida completa.

—Nada, señor. No sé nada, y no tengo pruebas.

—Bien. Porque si tratas de hablar con alguien más sobre este asunto, puedo hacerte desaparecer también. La cosa es que tú eres un buen hombre. Un buen soldado que cumple con su deber, que sigue órdenes. Necesitamos hombres como tú en la Primera Orden. Necesito hombres como tú de mi lado. Así que la siguiente pregunta sería… ¿estás de mi lado?

Cardinal está asintiendo antes de poder hablar.

—Sí, señor. Mi lealtad permanece con la Primera Orden y con usted.

—Buen compañero. ¿Te veré entonces en la asamblea de hoy? ¿Permanecerás, como siempre, callado y firme?

—Sí, señor.

—Excelente. Porque, a pesar de que Phasma hace un trabajo excelente con nuestros reclutas mayores, y a pesar de que ella siempre está discutiendo en contra de mi adoctrinamiento más rudo, no creo que se le puedan confiar nuestros pequeños. ¿Tú sí?

Cardinal se estremece ante la idea.

—No, señor.

Armitage se echa hacia atrás en su sofá y sonríe beatíficamente.

—Entonces puedes retirarte. Gracias por traer esta información ante mí.