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TREINTA Y CINCO

EN EL ABSOLUTION

VI NO SABE CUÁNTO TIEMPO HA ESTADO SIN SENTIDO, PERO ha sido suficiente. Quedar inconsciente no es como estar dormida, piensa. Dormir es como acomodarse en un baño caliente, mientras que quedar sin sentido es más como si lo mantuvieran a uno bajo el agua. Pierdes la noción del tiempo y no tienes control sobre cuándo sales de nuevo a la superficie. Y cuando empiezas a emerger, el mundo regresa en pedazos y fragmentos.

Ella siente primero la banda de metal a través de su frente, caliente, dura y presionando, como si tuviera clavos metidos hasta el fondo de su cráneo. Se echa hacia atrás un poco, todo lo que puede, y su piel se pega al metal y se desprende con un ligero sonido de succión. Ella ha caído hacia delante y las esposas se han clavado en sus brazos, abriendo surcos en su carne. El bastardo pudo por lo menos haber inclinado la silla de interrogación hacia atrás en lugar de dejarla detenida sobre unas piernas que no pueden soportarla, mantenida en su lugar por ataduras que penetran en los músculos de su brazo. Es obvio que nunca ha interrogado a alguien antes. Tal vez ni siquiera sabe que la silla se puede inclinar hacia atrás para quitar parte del peso de los pies entumecidos del sujeto desequilibrado del interior, para que pueda torturarse por mucho más tiempo, antes de que quede inconsciente.

Los pies de Vi se agitan para encontrar apoyo, y ella se incorpora por sus propias fuerzas, mientras un dolor rasga su espalda hacia arriba. Se está poniendo demasiado vieja para este tipo de cosas. Si sale de aquí, jura que la próxima vez que la General Organa, o cualquier otra persona, le pida que eche una mirada en algo, va a correr en la dirección opuesta y a encontrar una agradable cantina para desaparecer en ella. Preferiría vagar en Pantora con Baako, hasta las rodillas en el pantano, que estar aquí. Evitar el sistema de defensa planetario de Parnassos fue un asunto simple, considerando que ella encontró los códigos correctos, pero ahora sabe que es imposible evitar los destructores estelares de la Primera Orden. Una vez que te ven y te clavan los ganchos de su rayo tractor, ya no tendrás suerte. La Resistencia necesita esa información, pero Vi no está segura de poder proporcionarla.

Aun así, no ha perdido la fe. Ha escapado de peores situaciones. Es cierto que suele tener por lo menos a un miembro de la tripulación y algunas armas con ella. Además, con más frecuencia tenía una navecita rápida. Pero hay esperanzas.

—¿Qué pasa contigo, Iris? ¿Tienes algún interés oculto en desertar a la Resistencia?

Como respuesta, el globo flotante lanza algunos pitidos que suenan como una risa, y muestra una aguja de choque que chasquea por la electricidad.

—No me puedes culpar por preguntar.

Tiene mucho tiempo para contemplar las posibilidades mientras espera el regreso de Cardinal. Diablos, tal vez no regrese. Parecía muy alterado por su historia. No es que le hubiera sorprendido; él sabía que algo oscuro acechaba bajo la superficie de Phasma, de la misma manera que la mayoría de las personas de buen corazón pueden oler una rata. No, lo que realmente lo destruyó fue saber que Phasma mató a Brendol y no sólo vivió para contarlo, sino que siguió ascendiendo en rango y reputación. Ese es el problema con seguir todas las reglas: alguien más va a tomar ventaja en algún momento si las rompe, y entonces ¿dónde quedarás? Vi siempre se ha asegurado de romper por lo menos una regla, aunque sea algo tan mezquino como subir sus botas en el tablero o tirar migajas en los cojines del asiento. Sólo para no vagar en el lado de la perfección y la obediencia.

La puerta se abre y ella desvía la mirada. Cuando ve que es Cardinal, lanza un suspiro de alivio y se relaja contra sus ataduras. No es que en realidad pudiera hacer otra cosa en caso de que alguien más se hubiera aparecido, pero no puede sino ponerse tensa. Puede adivinar que Cardinal es el más suave de esta nave.

—Bienvenido de vuelta, Freno de Emergencia. ¿Crees que podrías inclinarme un poco hacia atrás? No siento mis pies.

Cardinal no le ha lanzado la más breve de las miradas. Está tecleando en el datapad y jugando una vez más con las cámaras. Pero ¿las está encendiendo, o…? No. Arranca un montón de alambres de una de ellas. Si él estaba serio antes, ahora está mortalmente serio.

Después de recorrer el cuarto aparece enfrente de ella: una sólida pared de rojo brillante e inmaculado, con su capa balanceándose detrás de él.

—Iris, ¿trató de escapar?

La droide lanza pitidos a manera de negativa.

Ahora él se concentra en Vi.

—Bien. ¿Puedo confiar en ti? —pregunta con urgencia, y ahora es diferente de la primera vez que se lo preguntó, horas o tal vez días antes.

Vi se pasa la lengua por sus labios secos.

—Esa sigue siendo una pregunta complicada. Digamos que puedes confiar en que no te atacaré ni trataré de salir de aquí peleando. No te he mentido hasta ahora, y no planeo hacerlo, a menos que crea que vas a matarme si te digo la verdad.

Él resopla.

—Esa es una respuesta honesta para una espía.

Ella recurre al más elemental vestigio de un encogimiento de hombros, hasta donde sus ataduras lo permiten.

—Soy una espía muy honesta.

Él se quita el casco, lo coloca sobre la mesa y se agacha frente a ella. Ja, como si mirarla a los ojos fuera a mostrarle nuevas verdades sólo porque la cara roja de su casco no se interpone entre ellos.

Sin embargo… él la mira. Justo a los ojos. Como si tratara de meterse en su alma: un hombre que se ahoga busca la salvación de una cuerda en las aguas profundas. Perlas de sudor se agolpan en su frente, en los círculos oscuros debajo de sus ojos, arriba de la piel recién rasurada sobre su labio, marcada con un corte pequeño e imperfecto.

—Voy a liberarte de la silla. No estarás atada. Puedes comer y beber. —Pone una botella de caf y un paquete cubierto con papel plateado sobre la mesa—. Pero vas a decirme más. Todo. Todo lo que tienes. Le dije a Armitage que Phasma mató a Brendol y no fue suficiente.

—¿Qué quieres decir con que no fue suficiente?

—Él ya lo sabía. Y parecía complacido con eso.

Esta es sólo otra golosina de información para la memoria de Vi. Armitage Hux no ha dejado un rastro abundante de datos como los otros líderes de la Primera Orden, porque no tiene vida fuera de la máquina de guerra. Él era el hijo odiado de Brendol en la Academia Imperial de Arkanis, y luego fue el hijo odiado de Brendol en el Finalizer, y más tarde ascendió entre las filas hasta convertirse en lo que ahora es: el verdadero heredero del comando de Brendol y un líder poderoso de la Primera Orden. Pero ahora saben que tiene sus propios secretos, y eso es útil.

—Bueno, ¿qué sabes? La comadreja grasienta y pelirroja engendró una comadreja grasienta y pelirroja.

El brazo de Cardinal vuela hacia atrás como si estuviera a punto de darle una bofetada, pero se contiene antes de que su droide lance un pitido de advertencia. Deja caer su brazo y lo acomoda de nuevo a su costado.

—Di lo que quieras de Armitage Hux, pero amárrate la lengua con Brendol. Ese hombre fue mi salvador, e hizo más por mí que mi propio padre.

Ella entrecierra los ojos, incapaz de contenerse.

—Entonces tu familia apesta. —Él le lanza una mirada severa, así que ella ríe tristemente—. Pero, hablando de familias terribles, puedo darte lo que necesitas saber. Sólo suéltame antes. Esa fue una buena idea. Una de las mejores que has tenido, en realidad.

—¿Juras que no intentarás cualquier cosa?

—No intentaré algo físico, pero me esforzaré a muerte para convencerte de que me dejes ir en verdad.

Él ya está estirando la mano hacia la banda que rodea la cabeza de ella y suspira.

—Si eso es lo mejor que puedes hacer, supongo que es todo lo que realmente puedo esperar.

El metal cruje al abrirse. La cabeza de Vi se tambalea hacia delante como si su cuello estuviera hecho de hule. El gemido de alivio que ella lanza tiene una naturaleza casi íntima. Luego él empieza a trabajar en las correas alrededor de sus muñecas y sus brazos. Cada nuevo incremento de libertad es la mejor sensación que ha tenido alguna vez, está segura. Cuando la correa alrededor de su pecho queda suelta, se sorprende de encontrar que su cuerpo se va hacia delante, y Cardinal se ve obligado a atraparla o mirar su caída. El impacto la hace gritar, y luego es aplastada por un plastoide duro y liso que trata de ayudarla a mover un cuerpo que ha perdido toda sensación y fuerza en los últimos días. Todo lo que puede ver es rojo.

—Esto es incómodo —dice mientras él trata de ayudarla a ponerse de pie. Ella tiene toda la elegancia de una muñeca rota.

—Soy un poco nuevo en esto —admite él, que suena demasiado humano para ser el hombre que le dio un choque eléctrico que la dejó inconsciente horas antes—. No anticipaba esta parte.

Trabajando juntos, logran que ella se doble en una silla real, con sus brazos y su cabeza sobre la mesa. Ella tiene que poner en juego toda su voluntad para no deslizarse hacia el piso. Si Cardinal fuera alguien de su equipo, ella le rogaría que le diera un masaje en los hombros para recuperar la sensación, de una manera puramente platónica, pero la idea simplemente es demasiado absurda. Resulta difícil reconciliar al Cardinal que ella ha estado investigando durante semanas con el hombre que definitivamente no es un monstruo y que empuja con cautela la botella de caf hacia ella. Obliga las preguntas: ¿quién es él, de corazón? ¿El huérfano de Jakku que anhelaba pertenecer a algo, o el soldado con el cerebro lavado, programado para matar?

—El caf está frío y me bebí la mitad, pero no creo que puedas quejarte —dice él.

Vi descubre cómo mantener elevada su cabeza, lo suficiente para que él la vea sonreír. Tal vez él sea ambas cosas, después de todo. Tal vez también sea el caballero blanco de armadura roja que está furioso por la injusticia, la deslealtad y la traición y quiere ver al monstruo que es Phasma apartado de la Primera Orden que él ama.

Esa es otra cosa que Vi ha aprendido. Nadie es nunca una sola cosa. El truco está en descubrir quién es en el momento y convencer a esa persona de hacer lo que quieres que haga. Y, en este caso, eso significa que Cardinal escuche su historia y dé el siguiente paso lógico.

Cuando puede poner a funcionar sus brazos, ella pone la botella de caf más cerca y maniobra con el popote hasta que logra colocarlo entre sus labios. No intenta levantar todavía la botella, pero puede dar un sorbo. La idea de Cardinal apoyado en manos y rodillas, limpiando con un pañuelo el caf derramado, está a punto de producirle un ataque de risa, pero lo encubre con una sonrisa.

—De todos modos no puedo atacarte, ¿sabes? Creo que todo mi cuerpo se fue a dormir —dice entre cuidadosos sorbos—. La Primera Orden trata a una chica con dureza.

Cardinal resopla y su boca se tuerce en algo parecido a una sonrisa divertida.

—Entonces ¿estás diciendo que la Resistencia es perezosa?

Ante eso, ella en realidad se ríe.

—Me da gusto que preguntes. Pero seré honesta: es un trabajo duro. No hay mucho dinero ni apoyo oficial del gobierno. Cabezas de cubeta con el cerebro lavado y cazadores de recompensas te buscan en cada cantina, esperando obtener cualquier recompensa que hayan puesto sobre tu cabeza esta semana. A decir verdad, ahora mismo aquí es francamente tranquilo, en comparación.

Él parece muy sorprendido cuando una risa sale de su propia boca, pero la ahoga rápidamente.

—Entonces ¿qué te hace seguir?

Vi ha logrado jalar hacia arriba el paquete de comida, pero está luchando con la esquina perforada, de modo que Cardinal se lo quita, lo abre de una manera profesionalmente violenta y la pasa de regreso. Ella chupa unos cuantos apretones de pasta oscura mientras piensa en su respuesta.

—Esperanza —dice ella—. Saber que, uno por uno, podemos derrotar algo imparable. Un gigante que cree que sólo somos hormigas con ideas equivocadas que deben ser aplastadas. Pero ¿conoces el poder de diez mil hormigas? ¿De diez millones? —Ella toma otro bocado, mientras su estómago cruje de hambre—. Esperanza, y mejor comida que esta. ¿Qué es, puras proteínas? Sin sabor, ni una cucharada de endulzante. No sorprende que estén tan enojados todo el tiempo. Aunque apuesto que sus dientes son simplemente perfectos.

Como respuesta, Cardinal sonríe. En realidad tiene filas perfectas de dientes blancos. Vi piensa que es una sonrisa agradable, y se la devuelve sin pensarlo mucho. Algo en su gesto la inquieta. Cardinal vuelve a mostrar en su rostro el más habitual ceño atribulado.

—Estás libre. Ya comiste. Ya tuviste algo de beber. Ahora dime el resto. —Él pone sus manos sobre la mesa y se acomoda como si todo el peso del mundo estuviera sobre sus hombros—. Porque lo que tengo hasta ahora… no es suficiente. Y tú podrías estar lejos de la silla, pero no estás segura, y tu hermano tampoco lo está.

Ella frunce el ceño.

—¿Todavía seguimos con eso? ¿Las amenazas?

—Seguiremos con eso hasta que me des cualquier información secreta que estés reteniendo. No voy a ir a esa asamblea hasta que tenga lo que necesito. Y si no obtengo lo que necesito, nuestro trato se termina.

Vi se queda viéndolo. El cuarto de pronto se siente frío, como si ella pudiera probar el aire nocturno de Parnassos, sentir la arena latigueando contra su cara.

—Sólo una historia más, entonces —dice ella—. Una de años anteriores. Pero es única en su tipo.