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TREINTA Y NUEVE

EN EL ABSOLUTION

CARDINAL NO TIENE OTRA OPCIÓN MÁS QUE HACER LO QUE SE le ha dicho. Con todo y su reciente rebeldía, fue programado por el mejor para ser el mejor, y tiene un trabajo por hacer. Es un poco aterrador lo fácil que su entrenamiento pasa a primer plano, enviándolo en piloto automático. Saca a Vi Moradi de su mente y regresa a sus labores en las barracas. Los niños están en la cena ahora; ha pasado por alto sus sesiones de entrenamiento, algo que nunca había sucedido cuando él no estaba directamente bajo órdenes. Mientras avanza entre ellos en la cafetería, pregunta cómo les fue y revisa las calificaciones pegadas en la pared. Tenía razón sobre FB-0007; el niño lo hizo bien una vez que FE-1211 quedó fuera de cuadro. Toma nota de volver a mezclar pronto sus grupos, para encontrar mejores acomodos para los líderes nacientes, de tal manera que se maximice su desempeño. No puede permitir sin intervención que FE-1211 se lleve toda la gloria.

No ha perdido su ironía.

Luego de tomar su charola para retirarse, hace un nuevo pedido al droide de la cafetería: licor. El droide no está programado para parecer sorprendido o para cuidar esas cosas. Simplemente le entrega una botella como si esto fuera cosa de todos los días; Cardinal es un capitán, después de todo, y Brendol le concedió muchos privilegios que él nunca ha aprovechado. La botella no es nada especial, nada que mereciera el viejo decantador de fino cristal del General Hux, pero de cualquier modo Cardinal no reconocería una buena cosecha si la probara. Simplemente necesita olvidar, por un rato.

De regreso en su cuartel, se quita el casco y lo avienta al otro lado del cuarto antes de deshacerse de su armadura y lanzarla al piso sin pulirla. Iris emite un pitido de alarma, y él le ordena que se meta en un clóset para que no atestigüe su comportamiento aberrante. No puede soportar el olor de su propio cuerpo, el hedor del miedo y la tristeza, de modo que se quita su bodysuit y toma la ducha más caliente que puede. Si tan sólo el calor pudiera quemar y llevarse las partes de él que están mal, hacer hervir su piel y dejarlo tan nuevo e inocente como antes de conocer a Vi Moradi. Es verdad que ya detestaba a Phasma para ese entonces. Pero al menos era capaz de permanecer de pie frente a ella. Por lo menos creía que ella quería las mismas cosas que él, sostenía los mismos ideales y luchaba por la misma causa a la que le era leal.

Pero no puede regresar a eso. No puede olvidar lo que sabe.

Sin embargo, puede beber, y ha escuchado que el licor hace que un hombre olvide como nada más. O, mejor aún, que deje de preocuparse.

Los primeros sorbos queman al pasarlos; de todos modos, era lo que quería sentir. Luego sus labios se entumecen y un fuego se anega en su estómago. Finalmente siente que sus músculos tensos se relajan. El siguiente vaso sabe mucho mejor, y el tercero pasa tan rápido que el sabor ya no es un problema. Algo gotea en el vaso vacío, golpeando los residuos del líquido ámbar. Se da cuenta de que está llorando. Cardinal no ha llorado desde Jakku. No había tenido una razón.

Algunos momentos después pierde el sentido en su cama. Y es un alivio.

Cuando su alarma personal anuncia el siguiente turno, Cardinal no tiene idea de quién es, dónde está o qué ha sucedido. Todo es pegajoso y turbio. La cabeza le retumba. Se vuelve una lucha abrir los ojos, ponerse de pie, incluso ducharse. Cualquier otro día en el Absolution se hubiera despertado con un propósito, listo para enfrentar el día y hacer que la Primera Orden se sintiera orgullosa. Hoy ni siquiera se rasura, sólo se pone el casco sobre la barba crecida. No tiene tiempo para pulir su armadura, sólo la levanta del piso y se la echa encima antes de que suene el claxon de los niños. Encuentra el cuchillo de Phasma junto a la botella medio vacía de bebida y lo envuelve en una pieza de tela. Lo mete en una de las cajas de municiones de su cinturón, junto con el escarabajo. Se ahoga con una risa triste. Resulta que la evidencia sólo funciona cuando te permiten presentarla.

En el desayuno, siente como si sólo viera cómo se desenvuelve la vida de alguien más. Los niños lo saludan, sonríen y muestran deferencia. Él recorre los ademanes, sintiéndose todo el tiempo hueco y enfermo por dentro. Toma su charola y el droide de la cafetería le ofrece un paquete adicional que nunca había recibido.

—Para la resaca —dice, con una voz sin entonación.

Cardinal le regresa la mirada a Iris, que se balancea como si se encogiera de hombros. Él se pregunta qué se sentiría desmontar un droide a mano limpia. Pero, en lugar de descubrirlo, simplemente toma el paquete sin agradecerlo. Está por quitarse el casco para comer con los niños cuando se da cuenta de que lo más probable es que su cara sea un desastre completo. En cambio, lleva su comida a su cuarto y la encuentra más insípida de lo normal. El paquete para la resaca es un polvo que tiñe su agua de color naranja y la hace ligeramente burbujeante. Una vez que bebe el líquido, el golpeteo sordo en su cráneo se reduce un poco, pero el vacío alrededor de su pecho no cede. Hay un dolor, en lo profundo, que no se alejará.

Llega al salón de entrenamiento antes que los niños y pasa la vista por lo que siempre ha considerado su dominio. Inmaculadamente limpio, perfectamente mantenido, todo donde debe estar para maximizar su entrenamiento. Se para en el alto balcón con vistas a las arenas de pelea por un lado y a la ventana que da al cavernoso cuarto de simulación en el otro. Cinco técnicos están sentados ante los bancos de las computadoras, esperando que él les diga cuál simulación ejecutar. Se le ocurre entonces que las simulaciones no son reales y se pregunta cómo es la experiencia de los nuevos reclutas cuando realizan sus primeros recorridos por los planetas bajo la mirada vigilante de Phasma. Qué representa pasar de las simulaciones bien ejecutadas y el entrenamiento paciente de Cardinal a sostener un arma real y tomar vidas humanas bajo las órdenes de Phasma. Muchos de sus compañeros soldados parecían disfrutar ese trabajo, pero a Cardinal siempre le pareció desagradable, aunque necesario. Phasma probablemente lo disfruta.

Mientras mira cómo llegan los niños pequeños en sus igualmente pequeñas armaduras y se golpean entre sí con bastones antidisturbios, se da cuenta de que va a descubrir, y pronto, cómo se siente pelear cuando hay algo importante en juego.