cap.png

DIECISIETE

EN PARNASSOS, DIEZ AÑOS ANTES

—NO PUEDO AYUDARLO —DIJO SIV—. LA FIEBRE SE HA APODERADO de él. Es demasiado tarde.

—Oh, no —dijo el droide—. Eso se ve mal. Por fortuna, la bahía médica de nuestra estación está bien equipada. Nos complacerá administrarle los antibióticos apropiados.

Phasma se acercó al droide con su hacha y su lanza preparadas. Los stormtroopers la flanqueaban con sus blásters.

—¿Quién eres tú y por qué estás aquí? —rugió Phasma.

El droide adelantó su cabeza hacia ella.

—Soy TB-3, de la Corporación Minera Con Star. Si su compañero en realidad está moribundo, tal vez debamos continuar esta plática mientras caminamos de regreso a la estación. No está lejos.

Siv revisó el pulso de Brendol y lo encontró inestable.

—Necesitamos ayuda. ¿Torben?

El guerrero grande colocó rápidamente a Brendol en el trineo y él mismo levantó las mochilas. Pero Phasma siguió encarando al droide.

—¿No nos harás daño?

—¡Ja, ja, ja! —La risa del droide fue monótona y extraña—. Mis protocolos me impiden dañar a seres sensibles. Por supuesto, mi único deseo es servirles. Alabados sean los creadores. Como pueden ver, no estoy equipado con armas de ningún tipo, ni lo están mis iguales.

—¿Tus iguales?

—Hay cuarenta y siete droides funcionales en la Estación Terpsichore. Yo soy un droide de protocolo, programado para ayudar a la fuerza de trabajo humana con idiomas, estadísticas, estrategias y necesidades básicas. Por favor, síganme.

Nadie estuvo de acuerdo; sin embargo, el droide se dio vuelta y se alejó de ellos, apuntando con su luz hacia el desierto. Siv se incorporó luego de ayudar a acomodar a Brendol y observó que el droide seguía sus propias huellas, un rastro que pasaba sobre la siguiente duna.

Phasma se arrodilló junto a Brendol, miró su herida y susurró entre dientes.

—Tienes razón. Ha avanzado demasiado.

—Debemos salvarlo —dijo uno de los stormtroopers—. No importa el costo.

—¿Confías en este droide? —le preguntó Phasma.

Él se encogió de hombros.

—Parece que no tenemos otra opción.

Levantando su mochila, él siguió al droide. Los otros dos stormtroopers avanzaron detrás de él. Siv y los guerreros scyres miraron a Phasma.

—Brendol es nuestra única esperanza. Tampoco tenemos otra opción.

Phasma levantó su mochila y se apresuró a seguir a los troopers. Torben fue tras ella obedientemente, remolcando a Brendol detrás de él. El droide iluminaba el camino. Siv sentía como si aún estuviera medio dormida, arrastrando sus botas a través de la arena y apretando los dientes contra el frío de la noche. Nadie hablaba. Siv seguía de cerca a Brendol, aunque su herida estaba más allá de sus escasas habilidades como sanadora.

El amanecer apenas empezaba a iluminar el cielo cuando el droide se detuvo ante una duna especialmente escarpada. Su rastro había sido cubierto desde hacía mucho por el desplazamiento de la arena, pero parecía como si supiera exactamente adónde se dirigía. Aunque ella no veía ninguna característica de género en su conformación física, algo en la voz y la marcha del droide indicaban que era masculino, así que pensó en TB-3 como un «él».

—Oh, Dios mío. Los vientos son brutales. Un momento.

Los guerreros scyres intercambiaron una mirada de suspicacia mientras el droide cavaba alrededor de la duna.

—Ah, aquí es.

La pared de arena se estremeció y una capa de gris cayó para revelar una apertura antinatural. Sé lo que es una puerta, por supuesto, pero Siv nunca había visto algo como eso. La describió como si el mundo que conocía se hubiera abierto para revelar un extraño corazón mecánico. Dentro, la arena gris encontró un piso liso y blanco, con paredes que combinaban y un techo cubierto con luces.

—Bienvenidos a la Estación Terpsichore, la instalación minera más importante de la Corporación Minera Con Star en Parnassos —dijo TB-3 con orgullo—. Por favor, entren para que pueda cerrar la puerta y evitar que entre soplando demasiada arena. No podemos hacer que los droides ratón se vuelvan quisquillosos.

Como si estuviera sincronizado, un pequeño droide negro entró rodando de algún lado y empezó a absorber con dedicación la arena que había empezado a arremolinarse en el pasillo limpio.

Aunque Phasma solía dar el primer paso en cualquier intercambio, esta vez miró a los troopers. Hasta Phasma se sintió intimidada al entrar en un edificio por primera vez, porque la Nautilus había sido el único espacio cerrado que había conocido. Los troopers pasaron al interior y avanzaron un poco más allá del vestíbulo, como si todo fuera completamente normal. Phasma los siguió, pero con delicadeza, como si esperara que el piso colapsara bajo sus botas gastadas. Una vez que cruzaron el umbral, hizo un ademán a su gente para que se le uniera. Siv se paró sobre el piso liso, seguida por Gosta y Torben, quien jalaba a Brendol detrás de él. En cuanto estuvieron todos adentro, el droide oprimió un botón y la puerta de deslizó para cerrarse.

En ese momento, una gran sensación de terror se apoderó de Siv. Estaba encerrada, totalmente incapaz de ver el cielo. Aun en la Nautilus tenían una claraboya. Pero aquí todo era antinatural y nada familiar. Ella quería encorvarse sobre el piso y sentía como si el edificio pudiera caerse sobre ella en cualquier momento y aplastarla. A juzgar por la falta de sonrisa en el rostro de Torben y los ojos inquietos de Gosta, Siv no era la única.

—Este es el camino a la bahía médica —dijo TB-3, guiándolos por el pasillo.

Lo siguieron y Siv se maravilló de las cosas que vio en la estación. Había ventanas en las paredes cubiertas con paneles claros para mostrar maravillas del mundo pasado que Siv nunca había atestiguado por completo. Estaba un poco familiarizada con las antigüedades, pero nunca había visto una mesa y sillas intactas, mucho menos un banco de computadora o una colección de máquinas de fábrica. En algunos salones, los droides se detuvieron para mirarlos pasar y Siv se sintió extraña al ser mirada por máquinas con ojos. El pasillo se torcía y doblaba, y en ocasiones TB-3 oprimía otro botón para abrir una nueva puerta. Con el tiempo, los condujo a otro cuarto abierto lleno de maquinaria.

Tres droides esperaban junto a una plataforma de metal, todos más voluminosos que TB-3.

—Por favor, coloquen al paciente en la cama —dijo uno, extendiendo un brazo—. Alabados sean los creadores.

Torben miró a los troopers y uno de ellos asintió. El gran guerrero tomó a Brendol en sus brazos, como un bebé, y lo colocó cuidadosamente sobre la cama, acomodando sus brazos y piernas para que su cuerpo quedara dentro de ella. Retrocedió para quedar junto a Siv.

—Nunca he sentido una fiebre tan intensa —murmuró Torben—. Ya casi se ha ido.

Los droides empezaron de inmediato a realizar acciones que Siv no comprendió, explorando a Brendol e inyectándole líquidos.

—Ahora que se está tratando a su compañero, por favor vengan conmigo para analizar las opciones de pago —dijo TB-3. Uno de los stormtroopers gruñó, pero Siv aún no comprendía lo que estaba sucediendo.

—Debo permanecer con él —dijo ella.

—Uno de nosotros lo hará —replicó la mujer trooper.

TB-3 estiró su brazo para conducirlos fuera del cuarto.

—Por favor, permitan que los droides médicos realicen sus funciones. Su compañero tiene setenta y dos por ciento de posibilidades de sobrevivir en este momento, pero cualquier tensión o patógeno extraño puede reducirlas. Estaremos al otro lado del pasillo.

El droide los condujo a una sala dominada por una mesa larga con varias sillas.

—Por favor, tomen asiento. Yo regresaré con el papeleo. ¿Quieren algo para refrescarse?

—Esto es confuso —dijo Torben—. ¿Puedo matarlo?

Antes de que Phasma pudiera responder, TB-3 salió deprisa de la sala, cerrando la puerta detrás de él.

—Droides —murmuró uno de los troopers—. Pueden actuar de manera extraña si no se calibran adecuadamente. Este parece un poco excéntrico.

—¿Por qué no hemos visto a personas? —dijo otro trooper—. Algo extraño pasa aquí.

La puerta se deslizó para abrirse y revelar a otro droide, este era más bien rechoncho y redondo; cargaba una charola llena de bebidas y comida. Siv y los scyres dudaron, pero los troopers se quitaron los cascos y empezaron a comer y beber. Phasma dio un sorbo titubeante a una bebida y Siv se sintió lo suficientemente contenta de seguir el ejemplo de su líder. El agua era abundante y fresca. La comida era extraña, suave y dulce, y Siv sintió ganas de seguir comiendo eternamente.

—¿Podemos confiar en que esto es seguro? —preguntó Phasma, levantando una pieza de alimento.

—Mírelo de esta forma —dijo un trooper—. Si estos droides nos quisieran muertos, nos hubieran matado en el desierto. Pudieron lanzarnos gases en este complejo. Tal vez TB-3 no tiene armas, pero ellos son más aquí que nosotros. Quien dirige este lugar debe querernos vivos o de lo contrario ya no lo estaríamos. —Y siguió comiendo.

Cuando la comida se terminó, reapareció TB-3 con una datapad que funcionaba. Se quedó de pie a la cabecera de la mesa y señaló números que destellaron en la pantalla luminosa.

—La Corporación Minera Con Star se siente complacida de informar que su compañero está vivo y que su infección se ha controlado. Nuestros protocolos sugieren que permanezca aquí, descansando y bajo cuidado en la bahía médica, al menos por dos días. ¿Cómo planean reembolsar a la Corporación Minera Con Star estos cuidados médicos?

—¿Reembolsar? —preguntó Phasma.

—Quiere créditos —dijo un trooper—. Pago. Nada es gratis.

—Correcto. Aquí está la factura.

TB-3 deslizó la datapad al trooper. Phasma se levantó para mirar por encima del hombro de él. Desde donde estaba sentada, Siv sólo pudo ver interminables listas de símbolos que no tenían sentido.

El trooper se rio a carcajadas y lanzó descuidadamente el datapad de regreso.

—No tenemos créditos. Tal vez puedan enviar una factura a la Primera Orden, pero nosotros sólo somos soldados. No contadores.

La cabeza del droide cayó como si estuviera decepcionado de oír esto.

—Por desgracia, tenemos una imposibilidad temporal para transmitir datos fuera del planeta. Si su acompañante desea irse, debe pagar la factura o tu grupo puede aceptar puestos con la Corporación Minera Con Star como trabajadores. Con un plan de sesenta días, pagarán esta deuda mientras disfrutan de alojamiento confortable y prestaciones de empleados. Alabados sean los creadores.

—¿Qué significa esto? —preguntó Phasma al trooper que estaba a su lado.

—Para decirlo directamente: o tomamos el trabajo para pagarles o Brendol se muere.

—Pero no tenemos sesenta días. Debemos llegar a la nave.

El trooper levantó la vista hacia TB-3.

—¿Podemos hablarlo a solas unos momentos?

El droide inclinó la cabeza.

—Por supuesto. Regresaré en unos momentos —dijo, antes de desaparecer al otro lado de la puerta y cerrarla detrás de él.

—¿Podemos salir de aquí peleando? —preguntó Phasma.

El trooper se acercó a ella.

—Mantén la voz baja. Podrían tener dispositivos de escucha. Como veo la situación, no sabemos quién está dirigiendo este lugar ni dónde se encuentra la sala de control principal, así que es posible que no podamos llegar con Brendol y escapar antes de que tomen acciones contra nosotros.

Phasma lo pensó con cuidado.

—Entonces necesitamos a Brendol completo. Y también debemos saber más. Aceptaremos esos puestos, reuniremos la información que necesitamos y escaparemos.

El trooper se encogió de hombros.

—Es nuestra única opción. Aunque hay ventajas. Tal vez tengan vehículos que podamos usar para llegar a la nave más rápido. El general sabrá qué hacer, cuando despierte de nuevo. Él es un maestro de la táctica.

TB-3 había dejado el datapad sobre la mesa. Phasma lo tomó y experimentó con él, arrastrando su dedo aquí y presionando allá. Sus ojos mostraban un brillo de fascinación y Siv se dio cuenta de que nunca había visto a Phasma tan interesada en algo. Phasma veía todo como una herramienta, pero miraba al datapad casi como si fuera sagrado.

—Muéstrame cómo funciona esto —dijo ella, y el trooper lo tomó y empezó a presionar botones.

El droide regresó y reclamó quisquillosamente el datapad.

—¿Han tomado su decisión? —preguntó.

—Aceptaremos tu ofrecimiento —dijo Phasma. Los stormtroopers se miraron entre sí, pero nadie se opuso.

—¡Alabados sean los creadores! Todos nos sentimos muy complacidos. Empecemos de inmediato. —El droide tomó sus huellas digitales y dijo muchas cosas que Siv no comprendió. Luego les anunció que eran empleados de la Corporación Minera Con Star.

—Ahora es momento para un breve disco de orientación —dijo. Las luces se apagaron, pero no tanto para que Siv sintiera pánico. Una película brillantemente iluminada apareció en la pared blanca y lisa, junto con el parloteo de la voz alegre de una mujer.

—Bienvenidos a la Corporación Minera Con Star. ¡Estamos complacidos de que hayan decidido unirse a nosotros en el hermoso Parnassos, donde serán parte de una comunidad única de pioneros en este planeta exclusivo! —La imagen se desplazó desde una gran caja blanca, que dio vértigo a Siv. Luego la caja se volvió pequeña y fue rodeada por montañas, verdor y los océanos de color azul cristalino—. Parnassos es rico en metales y minerales. Hemos diseñado su hábitat para brindar una comodidad familiar a su especie. —La imagen volvió a agrandarse y se metió en la cosa plana; la escena cambió tan rápidamente que Siv sintió que su estómago se hundía. Reconoció el pasillo que los había conducido a esta misma sala—. Vivirán en la Estación Terpsichore, situada en un valle rico, repleto de botines de la naturaleza. Está a una distancia corta en tranvía del Mar de las Sirenas para pasar un día en la playa. —La imagen mostró algo brillante y plateado que se desplazaba a lo largo de dos vías, cortando el verdor. Luego un hombre, una mujer y dos niños aparecieron y agitaron sus brazos. La imagen cambió y la familia sonreía junto al océano. Pero no era el oscuro, amenazante y frío océano que golpeaba las paredes de roca del Scyre y que estaba repleto de bestias hambrientas. Esta agua era de color azul claro y parecía acogedora, con un fondo arenoso. Los niños corrían a voluntad en él, chapoteaban y reían.

—Esto es una locura —murmuró Siv a Phasma.

—Así es como debió ser Parnassos hace cien años —resopló Phasma, mirando a las personas siempre sonrientes en el pasto verde que lanzaban una pelota roja para que la persiguiera un animal de cuatro patas con la lengua de fuera—. Nuestros ancestros eran extraños. Extraños y débiles.

Las imágenes y la voz de trueno siguieron y siguieron. Siv supo que la cosa plana era un edificio y la cosa plateada que avanzaba a gran velocidad era un tranvía. Vio laboratorios, fábricas, minas y filas interminables de casas ordenadas, con todo tipo de comodidades curiosas proporcionadas por máquinas que ahora eran sólo montones de óxido almacenadas en la Nautilus. Supo que allí alguna vez hubo docenas de comunidades separadas en Parnassos, cada una con su propia estación y objetivo. Y descubrió que alguna vez, hacía mucho tiempo, este desierto arenoso había sido un valle verde y fértil lleno de plantas, animales y seres humanos extrañamente felices, todos ellos traídos al exuberante planeta para trabajar con Con Star.

—Entonces les damos la bienvenida a la Estación Terpsichore, donde su hoy protege nuestro mañana —atronó la voz—. Estamos seguros de que serán muy felices aquí.

La pantalla se puso en blanco y la luz dejó de parpadear, dejándolos en una momentánea oscuridad.

—¿Creen que al Scyre lo llamaron así por el Mar de las Sirenas? —preguntó Gosta, con voz impresionada.

—¿Por qué siguen diciendo «Alabados sean los creadores»? ¿Realmente quieren a quienquiera que los haya creado? —preguntó Torben.

Un trooper negó con la cabeza.

—Ya se los dije. Los droides actúan de manera extraña cuando no les dan el mantenimiento apropiado.

—No importa —dijo Phasma con firmeza—. El pasado está muerto y los droides no son asunto de nosotros. Nuestro único objetivo es salir de aquí y finalizar la misión antes de que alguien más lo haga.

Las luces volvieron a encenderse y un nuevo droide se apareció caminando. Mientras que TB-3 parecía inofensivo, dócil y servil, este nuevo droide le recordó a Siv una herramienta, algo obtuso hecho sólo para el trabajo.

—Hola y bienvenidos a la Corporación Minera Con Star. Alabados sean los creadores. Soy D473 y les asignaré sus labores. Por lo general se aplica una batería de pruebas para asignar los puestos adecuados a sus capacidades, pero el tiempo es esencial y no se han alcanzado las cuotas, así que todos trabajarán en la mina. Espero que les parezca aceptable.

—No somos mineros —rugió uno de los troopers—. Exigimos hablar con un supervisor.

D473 juntó sus manos de metal y movió la cabeza hacia delante, como si se disculpara.

—Lo siento, trabajador, pero estamos muy cortos de mano de obra en este momento. El supervisor no está disponible. Se espera que pronto envíen refuerzos desde la oficina principal, alabados sean los creadores. La Corporación Minera Con Star se disculpa por este inconveniente. Ahora, por favor, disfruten este disco de orientación a la minería. Alabados sean los creadores.

El droide salió, la sala se oscureció una vez más y una nueva imagen apareció en la pantalla. En lugar de las bonitas imágenes del pasado, este disco informó a Siv cómo se realizaba la minería y qué tareas le exigirían. Aprendió los procedimientos de seguridad apropiados, qué hacer en caso de derrumbes y cómo portar siempre un casco de trabajo y llevar su datapad de la Con Star, que le advertiría de fugas de gas y le informaría cuándo estaban permitidos los descansos. La gente en la pared blanca sonreía mientras trabajaba en largos túneles que se parecían a la Nautilus pero que no contenían las pinturas hechas con sangre, ni las colecciones de objetos labrados y rituales.

—¿Nos usarán para este trabajo? —preguntó Gosta.

—Sólo hasta que mejore Brendol —respondió Phasma—. Entonces ya veremos.

La puerta se abrió pero, en lugar de un droide, sólo escucharon una voz: la de la misma mujer tranquila del disco.

—Por favor, sigan la línea roja hacia las barracas para que tengan su ropa de trabajo, alabados sean los creadores.

En la pared apareció una línea roja, que serpenteaba y desaparecía tras una curva. Phasma avanzó primero y Siv se dio cuenta de que con Brendol fuera de escena, los troopers habían aceptado tranquilamente el liderazgo de ella. Caminaron al ritmo que impuso Phasma, reduciendo la velocidad ante cada apertura en la pared. Siv conocía lo suficiente a Phasma para saber que estaba atesorando conocimientos para tomar decisiones informadas en el futuro, tratando de aprender todo lo que podía sobre este nuevo entorno.

La línea roja terminaba en una puerta abierta que daba paso a una sala iluminada con la misma luz fría, tan diferente del sol del exterior. Racks de ropas colgantes se extendían por las paredes. Otro droide esperaba allí, en silencio e inmóvil, hasta que todos entraron en la sala.

—Soy D477 —dijo una voz más suave, de mujer—. Tomaré sus medidas para sus uniformes, alabados sean los creadores. Por favor acérquense uno por uno.

Todos los ojos se dirigieron a Phasma.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—Es necesario que todos los empleados de la Corporación Minera Con Star vistan el uniforme apropiado —respondió con calma la droide.

—¿Y si nos negamos? —preguntó Phasma.

La cabeza de la droide se inclinó hacia ella de una manera que le recordó a Siv a un insecto depredador conocido por arrancar la cabeza de su pareja después de poner sus huevos.

—Mostrarán respeto por los creadores y seguirán órdenes, o los términos de sus trabajos forzados se alargarán de manera correspondiente.

Phasma mantuvo su posición con firmeza.

—No estoy de acuerdo con esta tontería y realizaré mis tareas tal como estoy.

La cabeza de la droide lanzó chispas y Siv se echó hacia atrás.

—NO SE COMPUTA ALABADOS SEAN LOS CREADORES ¡TODOS LOS EMPLEADOS SEGUIRÁN ÓRDENES Y TODOS LOS DROIDES SEGUIRÁN EL PROTOCOLO DEL CREADOR!

La tensión se mantuvo en el grupo hasta que la droide dejó de echar chispas y recuperó la calma. Enderezó su cabeza y estiró una mano hacia el rack, retirando un conjunto de ropa doblada que colgaba de un pedazo de alambre retorcido.

—Este debe ser de tu talla —dijo, extendiéndolo hacia Phasma. Ella lo tomó, pero no hizo nada más—. Por favor, pruébatelo —dijo la droide, recuperando la cortesía—. Queremos que te sientas cómoda, alabados sean los creadores.

Phasma asintió ante la droide, pero empezó a acercarse al rack, arrancó la ropa del alambre y la arrojó alrededor de la cabeza de la droide para cubrir sus sensores faciales. Plantando una bota en el pecho de la droide, la pateó hacia atrás. Cayó al suelo con un pesado ruido metálico. En un santiamén, Phasma estaba montada sobre su torso y metiendo el alambre de metal en su apertura ocular.

Uno de los troopers cayó de rodillas a su lado, buscando un panel en el pecho de la droide y hundiendo sus dedos, tratando de abrirlo. Las manos de la droide se agitaron y estiraron hacia sus asaltantes, pero era evidente que no estaba acostumbrada al combate. Los otros dos troopers se sentaron en cada brazo y Torben contuvo las piernas de la droide mientras el primer trooper logró abrir el panel y empezó a arrancar puñados de alambres.

—OBLIGATORIO OBLIGATORIO ALABANZA ALABANZA NO… —gritó la droide.

Las luces se apagaron, un claxon empezó a sonar y algo húmedo cayó sobre sus cabezas. Siv volteó la cara para ver el techo, asombrada por el líquido que caía como la lluvia inofensiva que recordaba de su infancia, pero que no era agua. Respiró aquel olor desagradable, antinatural, y todo se volvió negro.