
CUARENTA Y DOS
EN EL ABSOLUTION
PERO NO ES LO BASTANTE RÁPIDO. ELLA VE SU MOVIMIENTO y le da una patada en la mano, con fuerza suficiente para romper sus huesos. Él no alcanza siquiera a tocar el bláster. Todo lo que Cardinal puede hacer es quedarse tendido allí, sufriendo.
A pesar de todo el tiempo que ha pasado en la sala de simulación, creando, ejecutando, practicando e instruyendo, nunca la había visto desde este ángulo, en el suelo. Estira la mano para sacar el cuchillo de su pecho y es recompensando con una fresca gota de sangre. Sólo Phasma podía meter una hoja entre las placas de la armadura y hundirla en la carne con esa exactitud fatal. Él apenas puede respirar: ella definitivamente le dio a un pulmón. No es que importe si le dio o no. Él sabe muy bien que el cuchillo está envenenado. Por eso trató de clavárselo, en primer lugar.
Mientras su sangre escurre, también lo hace su furia. A pesar de sus palabras de lealtad, integridad, obediencia, fidelidad, ahora sabe que cuando se llega a esto, las palabras no significan nada ante la cara del poder. Fue su primera pelea real y Phasma tenía razón. Él perdió. Todas las simulaciones y las peleas de entrenamiento en la galaxia no podían compararse con toda una vida dedicada a pelear para sobrevivir.
En ese último momento, con el cuchillo destellando en su mano, ¿él se acobardó? ¿Se suavizó? ¿Le faltó instinto para un asesinato así de personal? ¿O es que ella es demasiado buena para medir al oponente y controlar la pelea? Él aún no sabe muy bien qué sucedió, si él falló o ella lo desvió. Todo lo que sabe es que su cuchillo no encontró carne. Y el de ella sí.
Un ruido le recuerda que no está solo. Phasma está mirándolo hacia abajo. Él ve un campo rojo reflejado en el casco de ella, con una mezcla de armadura y sangre.
—¿Todavía estás allí, CD-0922? —pregunta ella—. ¿Todavía tratando de comprender cómo perdiste?
—Hipócrita —murmura él, aunque debe esforzarse.
—No soy hipócrita sólo porque no creo en lo mismo que tú.
—Mentirosa.
—Sí, ¿y quién no lo es? Armitage no recompensa la honestidad. Recompensa los resultados.
Él tose y la humedad se esparce dentro de su casco.
—Monstruo.
En lugar de responder esta acusación, Phasma hace lo impensable: se quita el casco.
Nadie en la Primera Orden ha visto nunca a Phasma sin casco, hasta donde lo sabe Cardinal: no estaba mintiendo cuando se lo dijo a Vi. Cuando todavía pasaba tiempo entre los hombres de su edad, era un tema que se debatía acaloradamente: si la guerrera alta y brillante de los carteles era realmente horrible debajo de su máscara, o aterradoramente hermosa. Ahora Cardinal lo sabe, y él en realidad se encuentra muy sorprendido. Ve esos ojos azules de los que Siv le contó a Vi, y una corona de suave pelo dorado, como un halo sobre la piel blanca y pálida. Una belleza mortal, y él es el único que lo sabe. Puede imaginar las tiras de color verde oscuro debajo de sus ojos, sus dientes mostrados para atacar.
Ella lo patea y, cuando él no puede hacer más que gemir, ella se hinca y le quita el casco. Luego coloca ambos cascos lado a lado, como un auditorio, uno de plata brillante y el otro rojo.
—Todos son monstruos —dice ella, y su voz es tan diferente sin el vocoder.
—Yo no… lo soy…
—Vamos, Cardinal. De seguro has hecho alguna rebeldía en tu pasado. Algo de lo que te arrepientas. Además de atacar a una oficial esta noche, por supuesto.
—Hice lo que debía hacer —farfulla—, para atraparte.
—Yo hice lo que debía hacer para que llegaras a mí también. No me arrepiento. Esa es la diferencia entre nosotros. Yo sé quién soy y lo acepto. Estoy orgullosa de ello. Peleo por todo lo que tengo, cada pedazo de lo que soy. Ahora que tú ves lo que eres, lo desprecias. Estás avergonzado. Y mira adónde te ha llevado.
Ella sacude su cabeza como si estuviera decepcionada de él y vuelve a ponerse su casco. Él mira a un lado y, a través de una neblina roja, ve que ella vuelve a ponerse su capa de capitán y desliza el cuchillo en su propia caja de municiones. Mientras se aleja, él siente una repentina desesperación.
—¿Simplemente vas a dejarme aquí? ¿Ni siquiera vas a terminar conmigo? —se mofa, con la voz en un susurro.
—Ya acabé contigo —dice ella—. Sólo que aún no te has dado cuenta.
La puerta se cierra detrás de ella.
El mundo de Cardinal se oscurece.