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Dima no tenía ni idea de cómo iban a salir del búnker. En las dos horas que llevaba allí, había tenido que enfrentarse a Yang, luego a Kaffarov, seguido de Blackburn y Cole. Y había tenido noticias de Solomon. Pero ahora lo que ocupaba su mente era cómo sobrevivir. Escapar... No quería tentar a la Providencia ni siquiera considerándolo. Pero con los marines americanos ahí fuera, preguntándose por el destino de Blackburn y ahora el de Cole, solo era cuestión de tiempo antes de que alguno más intentara entrar ahí dentro. Eso, o que una nueva viga se desplomara y cayera sobre ellos matándoles.

Blackburn se le adelantó.

—He visto los planos de este lugar. Había una especie de pasadizo que partía de la parte trasera del búnker. La salida está al otro lado de la montaña. Si es que podemos encontrar la entrada.

Juntos se abrieron paso entre escombros y vigas caídas. En una pequeña antecámara encontraron una puerta metálica similar a la que estaba oculta tras los paneles del chalet. Aunque no se veía ninguna cerradura, tenía aspecto de no haber sido usada desde hacía mucho tiempo. Blackburn apuntó su linterna hacia la oscuridad.

—Supongo que es esta.

Dima casi esperaba que Blackburn se despidiera de él y volviera con sus camaradas. Pero el americano tampoco se había fijado un plan. Se quitó el casco y se secó la frente. Estaba cubierto de sudor, que ahora caía en gotas desde su barbilla y el final de su nariz. Su mente no le daba tregua.

—Lo que acaba de suceder... No sé...

Parecía que la energía le estuviera abandonando a la misma velocidad que el sudor. Dima lo sintió por él. Podía volver por donde había venido, inventar una buena historia, tal vez, incluso, lanzar una granada en el búnker al marcharse: tenía una buena oportunidad de empezar de nuevo desde el punto en que lo había dejado. Cole sería declarado «desaparecido en combate». Pero ambos sabían que el Cuerpo de Marines haría todo lo que estuviera en su mano para encontrar el cadáver del Teniente y sacarlo, y entonces descubrirían la bala del M4 en el cuerpo...

Dima posó una mano en su hombro.

—Esto es todo lo que puedo decir de Solomon. Añade lo que te he contado a lo que ya sabías y explícaselo a tus superiores. Al principio no querrán saber nada. Incluso es muy posible que si alguno de ellos hace indagaciones en Langley, le manden a la mierda. Por lo que tengo entendido, Solomon para ellos es intocable. No van a ir a por él y arruinar tantos años de lo que consideran información de primera línea, solo porque lo diga un marine con una corazonada. Tendrás que esforzarte mucho para convencerles. Si Solomon encuentra el modo de llegar a América con una de esas bombas, va a necesitar a alguien para colocar su caja. Has visto los mapas, has visto de primera mano cómo actúa y has visto el dispositivo. Y tienes toda la información que te he contado.

Hubo otra enorme explosión y el búnker se colapsó completamente, mandando una enorme y asfixiante nube de polvo y humo hacia ellos. Se metieron en el túnel para alejarse de ella y continuaron adelante. Ninguno de los dos dijo nada mientras recorrían unos ochocientos metros bajo tierra.

El túnel tenía el suelo bastante plano pero serpenteaba a izquierda y a derecha. El techo era bajo y, de cuando en cuando, tenían que agacharse. El aire estaba viciado y húmedo, aunque fresco. La linterna del casco de Blackburn iba mostrándoles el camino. Fueron dando tumbos por él en completo silencio.

Al igual que la puerta de acceso al túnel, la de salida estaba totalmente abierta, pero la cicatriz oxidada que atravesaba el suelo y las marcas de explosión alrededor del anticuado mecanismo de cierre sugerían que había sido forzada recientemente y que, quienquiera que hubiera entrado por ella, no se había molestado en cerrarla.

Se tomaron su tiempo para que sus ojos se acoplaran a la cegadora luz. La salida, medio oculta entre los matorrales, daba a un pequeño valle de cipreses. Unos pocos metros más abajo de la boca del túnel, un sendero se bifurcaba. A la derecha llevaba al sureste, pendiente arriba hacia un pequeño desfiladero en las montañas, a la izquierda bajaba hasta el valle y se curvaba hacia el norte.

Dima estudió el suelo: había huellas recientes de rodadas. Alguien había estado ahí poco antes, girando a la derecha ante la entrada.