precap
Domingo de Ramos, 11:55 horas
Una tristeza invernal envuelve toda su persona, una profunda melancolía que contrasta con sus diecisiete años, una risa que no encierra ningún género de alegría interior.
Tal vez no hay ninguna alegría.
Las ves siempre en la calle. Pero una va sola, los libros apretados contra el pecho, los ojos clavados en el suelo, unos metros por detrás de las demás, contenta con las migajas de amistad que le arrojan. Es la que cuida con esmero su transitar por la adolescencia. La que rechaza su belleza como si fuera algo optativo.
Se llama Tessa Ann Wells.
Huele a flores recién cortadas.
—No te oigo —le digo.
—… elseñorescontigo —se oye su vocecilla en la capilla—. Suena como si yo la hubiera despertado, lo cual es perfectamente posible. Me la llevé el viernes por la mañana, y ya son casi las doce de la noche del domingo. Ha estado rezando en la capilla prácticamente sin cesar.
No es una capilla propiamente tal, por supuesto. Es un cuarto trastero reconvertido, pero equipado con todo lo necesario para la meditación y la oración.
—Así no puede ser —le recrimino—. Sabes muy bien que hay que dar sentido a cada una de las palabras, ¿no?
Desde la capilla:
—Sí.
—Piensa en toda la gente que está rezando en el mundo ahora mismo ¿Por que va Dios a escuchar a los que no son sinceros?
—Es verdad.
Me cerco un poco más a la puerta.
—¿Te gustaría que el Señor mostrara esta clase de desprecio el día grande de su segunda venida?
—No
—Bien —contesto—. ¿Qué década?
Tarda unos momentos en contestar. Hay que avanzar a tientas en medio de la oscuridad de la capilla. Finalmente, responde:
—La tercera.
—Empieza otra vez.
Enciendo el resto de las velas votivas. Apuro el vino. Contrariamente a lo que cree mucha gente, los ritos de los sacramentos no siempre son cosas solemnes, sino muchas veces motivo de alegría y celebración.
Estoy a punto de recordárselo a Tessa cuando, con claridad, elocuencia y sentimiento, empieza a rezar de nuevo:
—Dios te salve, María. Llena eres de gracia. El Señor es contigo… ¿Hay un sonido más hermoso que el de una virgen rezando?
—Bendita eres entre todas las mujeres…
Miro mi reloj. Acaban de dar las doce.
—Y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.
Es la hora.
—Santa María, madre de Dios…
Saco la hipodérmica de su estuche. La aguja brilla a la luz de la vela. El Espíritu Santo está aquí.
—Ruega por nosotros, los pecadores…
La Pasión ha comenzado.
—Ahora y en la hora de nuestra muerte…
Abro la puerta y penetro en la capilla.
Amén.