56
Miércoles, 23:15 horas
La lápida está fría. El nombre y fecha están oscurecidos por el tiempo y los desechos arrastrados por el viento. La limpio. Paso mi dedo índice por los números cincelados. La fecha me traslada a una época de mi vida en la que todas las cosas eran posibles. Una época en la que resplandecía el futuro.
Pienso en la mujer que habría podido ser, en lo que habría podido hacer con su vida, en la carrera que habría podido elegir.
¿La medicina, la política, la música, la enseñanza?
Observo a las jóvenes y sé que el mundo es de ellas.
Sé lo que he perdido.
De todos los días sagrados que hay en el calendario católico, el Viernes Santo es tal vez el más sagrado. Yo he oído a personas preguntar: si éste es el día en que fue crucificado Cristo, ¿por qué se llama Good Friday, es decir, Buen Viernes? Los alemanes lo llaman Charfreitag, es decir, Viernes Doloroso. En latín lo llamaban Parasceve, palabra que significa Preparativos.
Kristi está preparándose.
Kristi está rezando.
Cuando la dejé en la capilla, bien segura y bien acomodada, iba por el décimo rosario. Es muy concienzuda y, por la manera tan seria como recita las décadas, se puede decir que quiere agradarme, y no sólo a mí —después de todo, yo sólo puedo influir en su vida mortal—, sino también al Señor.
Cojo la pala y empiezo a cavar la tierra blanda.
Los romanos creían que tenía importancia la hora que marcaba el fin del día de trabajo, la hora novena, la hora en que comenzaba el ayuno.
La llamaban la Hora Nona.
Para mí, y para mis chicas, la hora está finalmente cerca.