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Viernes Santo, 22:05 horas
No había sido Patrick Farrell. Al repasar Byrne los archivos del hospital, todo encajó perfectamente.
Además de ser tratadas por Patrick Farrell en el servicio de urgencias del San José, la única cosa que las cinco chicas habían tenido en común era el servicio de ambulancias. Todas vivían en el norte de Filadelfia. Todas utilizaban el Servicio de Ambulancias Glenwood.
Todas habían pasado antes por las manos del auxiliar paramédico Andrew Chase.
Chase se había relacionado con Simon Close, y éste había pagado con su vida por cultivar esta relación.
El día de morir, Nicole Taylor no había pretendido escribir P-A-R-K-H-U-R-S-T en la palma de su mano, sino P-A-R-A-M-É-D-I-C-O.
Byrne abrió su móvil y marcó el número de emergencias una última vez. Nada. Comprobó el estatus. No, había cobertura. No daba señal. Los coches patrulla no iban a llegar a tiempo.
Tendría que ir él solo. Byrne estaba delante de un chalet, tratando de proteger sus ojos contra la lluvia.
¿Era ésta la casa?
Piensa, Kevin. Busca pistas. ¿Qué era lo que había visto el día en que había pasado a recogerla? No se acordaba.
Se volvió y miró detrás de él.
La ambulancia aparcada al otro lado de la calle. El Grupo de Ambulancias Glenwood.
Ésta era la casa.
Sacó el arma, metió una bala en la recámara y enfiló el camino de entrada a toda mecha.