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Miércoles, 11:55 horas
Antes de marcharse de la casa de su padre, Jessica se deslizó hasta el pequeño despacho que éste tenía en el sótano, se sentó delante del ordenador, entró en Internet y navegó por Google. Enseguida encontró lo que buscaba y lo imprimió.
Mientras su padre y sus tías vigilaban a Sophie en el pequeño parque junto al Monumento de Fleisher, Jessica salía a la calle rumbo al Dessert, un acogedor café situado en la calle Seis. Estaba mucho más tranquilo que el parque, lleno de pequeñines excitados por sus golosinas y de adultos que olían a Chianti. Además, Vincent había asomado por allí, y lo que menos necesitaba ella era un nuevo infierno. Delante de un trozo de tarta Sacher y de un café, se puso a repasar lo que había encontrado.
Su primera búsqueda en Google había tenido por objeto los versos del poema encontrado en el diario de Tessa.
Jessica los encontró al instante.
Sylvia Plath. El poema se llamaba «El olmo».
Jessica sabía que Sylvia Plath, la poeta que se había suicidado en 1963, a la edad de treinta años, era la santa patrona de todas las adolescentes melancólicas.
He vuelto. Llámame simplemente Sylvia.
¿Qué había querido decir Tessa con aquello?
La segunda búsqueda que acometió fue sobre el incidente de la sangre arrojada sobre la puerta de Santa Catalina el famoso y tremebundo día de Nochebuena de tres años atrás. No había muchas cosas en los archivos del Inquirer ni en los del Daily News. No le sorprendió que el Report fuera el periódico que más se extendía sobre el tema. Escrito ni más ni menos que por su periodista sensacionalista favorito, Simon Close.
Al parecer, no habían lanzado sangre sobre la puerta, sino que más bien la habían pintado con una brocha. Lo habían hecho mientras los fieles estaban congregados en el interior del templo participando en la Misa del Gallo.
La foto que acompañaba al artículo era de la doble puerta que daba acceso a la iglesia, pero no se veía bien. Era imposible saber si la sangre sobre la puerta representaba alguna cosa, o nada. El artículo no lo decía.
Según el periodista, la policía había investigado el incidente, pero Jessica buscó más cosas en esta dirección y no encontró nada.
Hizo una llamada y se enteró de que el detective encargado del caso era un tal Eddie Kasalonis.