3
Lunes, 05:20 horas
Oscuridad.
Una brisa trajo humos de tubo de escape y algo más. Un olor a pintura. A queroseno, tal vez. Por debajo, inmundicia y sudor humano. Un gato chilló, y luego…
Silencio.
La estaba llevando por una calle desierta.
No podía gritar. No podía moverse. Le había inyectado una droga, y notaba los miembros plúmbeos y frágiles, y la mente espesa como una niebla gris y vaporosa.
Para Tessa Wells, el mundo pasaba aceleradamente en un revoltijo de colores mudos y formas geométricas atisbadas.
El tiempo se estancaba. Se congelaba. Abrió los ojos.
Habían entrado. Bajaban unas escaleras de madera. Olor a orines y a carne podrida. Llevaba mucho tiempo sin comer y el olor le hizo revolvérsele el estómago y subírsele la bilis a la garganta.
Él la colocó al pie de una columna, disponiendo su cuerpo y miembros como si fuera una muñeca.
Le puso algo en las manos.
El rosario.
Pasó el tiempo. Su mente volvió a irse a la deriva. Abrió los ojos de nuevo al tocarle él la frente; sintió en ella una inscripción cruciforme.
Dios mío, ¿me está ungiendo?
De repente, unos recuerdos plateados espejearon en su mente, un reflejo mercurial de su infancia. Recordó…
… a caballo por el condado de Chester con el viento azotándome la cara aquella mañana de Navidad, y la vajilla de mamá reflejando las luces de color del enorme árbol que papá había comprado como todos los años, y Bing Crosby y esa tonta canción de la Navidad en Hawai y su…
Se plantó frente a ella, enhebrando ahora una enorme aguja. Hablaba despacio y de manera monótona…
¿En latín?
… mientras hacía un nudo en el espeso hilo negro y lo apretaba.
Ella supo que no saldría de aquel lugar.
¿Quién se ocuparía de su padre?
Santa María, madre de Dios…
La hizo rezar en aquel cuarto pequeño durante mucho tiempo. Le había susurrado al oído las más horribles palabras. Ella rezó para que aquello terminara.
Ruega por nosotros, los pecadores…
Él le levantó la falda hasta los muslos, hasta la cintura. Luego se puso de rodillas y le abrió las piernas. Sentía la parte baja de su cuerpo completamente paralizada.
Dios, haz que esto termine, por favor.
Ahora…
Haz que esto termine.
Y en la hora de nuestra muerte…
Luego, en este lugar húmedo y putrefacto, en este infierno en la tierra, vio el brillo metálico de la broca, oyó el zumbido del motor y supo que sus plegarias habían sido atendidas al fin.