Eragon se publicó por primera vez a principios de 2002 en la
editorial de mis padres, Paolini International LLC. Ya habían
sacado tres libros, de modo que resultaba natural hacer lo mismo
con Eragon. Sabíamos que mi novela atraería a una gran variedad de
lectores; nuestro reto consistía en hacer correr la
voz.
Durante 2002 y principios de 2003, viajé por Estados Unidos
para participar en unas 130 firmas de libros y presentaciones en
colegios, librerías y bibliotecas. Mi madre y yo preparamos todos
los eventos. Al principio tenía sólo una o dos presentaciones cada
mes, pero a medida que nos volvimos más eficaces con la
organización, nuestra gira casera se expandió de tal modo que al
final estaba prácticamente de continuo en la
carretera.
Conocí a miles de personas maravillosas, muchas de las cuales
se convirtieron en leales seguidores y amigos. Uno de esos
seguidores es Michelle Frey, que ahora es mi editora en la
colección juvenil de Knopf Books, tras acercarse a mí con una
oferta para contratar Eragon. Huelga decir que me encantó que Knopf
se interesara por mi libro.
De manera que hay dos grupos de gente que merece mi
agradecimiento. El primero me ayudó para la producción de la
edición de Paolini International LLC, mientras que el segundo es
responsable de la edición de Knopf.
Éstos son los espíritus valerosos que contribuyeron a hacer
posible la existencia de Eragon:
La banda original: mi madre por su delicado rotulador rojo y
su maravillosa ayuda con las comas, dos puntos, puntos y comas y
demás bestias variadas; mi padre por su brillante trabajo de
edición, por todo el tiempo que dedicó a poner en fila mis
pensamientos vagos y caprichosos, a darle forma al libro y diseñar
la portada, y a escuchar toda esa cantidad de presentaciones; la
abuela Shirley por ayudarme a crear un principio y un final
satisfactorios; mi hermana por su ayuda con la trama, el buen humor
con que aceptó ser descrita como la herborista en Eragon y las
largas horas que dedicó a manipular en Photoshop el ojo de Saphira
que aparecía en la portada; Kathy Tyers por aportarme los medios
para emprender una reescritura brutal -y muy necesaria- de los tres
primeros capítulos; John Taliaferro por sus consejos y su crítica
formidable; un seguidor llamado Tornado -Eugene Walker-, que atrapó
una buena cantidad de erratas; y Donna Overall por su amor por la
historia, sus consejos respecto a la edición y el formato y su buen
ojo para todo lo que tiene que ver con las elipsis, los guiones,
líneas viudas y huérfanas, espaciado de letras y puntos aparte. Si
existen los jinetes de dragones en la vida real, ella lo es: acude
sin el menor egoísmo al rescate de los escritores perdidos en la
Ciénaga de las Comas. Doy gracias a mi familia por apoyarme con
tanto entusiasmo… y por leer esta saga más veces de las que se
podría pedir a cualquier persona en sus cabales.
La nueva banda: Michelle Frey que no sólo puso en la historia
el suficiente amor para arriesgarse con una fantasía épica escrita
por un adolescente, sino que consiguió además agilizar el ritmo de
Eragon con su sabia edición; mi agente, Simón Lipskar, que ayudó a
encontrar el mejor hogar para Eragon; Chip Gibson y Beverly
Horowitz por su maravillosa oferta; Lawrence Levy por su buen humor
y sus consejos legales; Judith Haut, maga doctorada en publicidad;
Daisy Kline por la asombrosa campaña de marketing; Isabel
Warren-Lynch, que diseñó la preciosa sobrecubierta, el interior y
el mapa; John Jude Palencar, que hizo el dibujo de la cubierta (de
hecho, le puse su nombre al valle de Palancar mucho antes de que él
trabajara con Eragon; Artie Bennett, decano de la corrección y
único hombre vivo capaz de entender la diferencia entre to scry it
y to scry on it; y todo el equipo de Knopf que ha hecho posible
esta aventura.
Por último, un agradecimiento muy especial a mis personajes,
que soportan con valor los peligros a los que les obligo a
enfrentarse, y sin los cuales no tendría una historia que contar.
¡Mantened las espadas afiladas!
CHRISTOPHER PAOLINI