La piel del hombre emitía un brillo del color del ébano
engrasado; llevaba el cráneo afeitado, aunque una barba blanca,
cuidadosamente recortada, le cubría la barbilla, y lucía bigote; la
dureza de sus rasgos le sombreaba la cara, y bajo las cejas
acechaban unos ojos graves e inteligentes; los amplios y fuertes
hombros resaltaban todavía más gracias a un ajustado chaleco rojo,
bordado con hilo de oro y abrochado sobre una exquisita camisa
morada. Se comportaba con gran dignidad y emitía una intensa
sensación de autoridad.
Cuando al fin habló, su voz sonó firme y
confiada:
-Bienvenidos a Tronjheim, Eragon y Saphira. Soy Ajihad.
Sentaos, por favor.
Eragon se dejó caer en un sillón junto a Murtagh, y la
dragona se instaló tras ellos con aire protector. Ajihad alzó una
mano y chasqueó los dedos. Un hombre apretó el paso desde detrás de
la escalera: era idéntico al otro hombre calvo. Eragon miró a los
dos con sorpresa y Murtagh se puso tenso.
-Vuestra confusión es comprensible; son hermanos gemelos
-dijo Ajihad con una leve sonrisa-. Os diría cómo se llaman, pero
no tienen nombre.
Saphira resopló, disgustada. Ajihad la miró un momento y
luego se sentó en una silla de respaldo alto, tras el escritorio,
al mismo tiempo que los gemelos se retiraban tras la escalera y
permanecían juntos. Ajihad juntó los dedos a la vez que contemplaba
fijamente a Eragon y a Murtagh, y los estudiaba durante un largo
rato sin quitarles la vista de encima.
Incómodo, Eragon se movió en el asiento. Tras lo que pareció
durar varios minutos, Ajihad bajó las manos y convocó a los
gemelos. Uno de los dos se plantó de inmediato a su lado. Ajihad le
susurró algo al oído, y el hombre calvo empalideció de repente y
negó con la cabeza vigorosamente. Ajihad frunció el entrecejo y
luego asintió, como si acabara de confirmar algo. Entonces miró a
Murtagh y le dijo:
-Al negarte a ser examinado me has puesto en una situación
difícil. Se te ha permitido entrar en Farthen Dür porque los
gemelos me aseguran que pueden controlarte y por tus acciones en
defensa de Eragon y de Arya. Entiendo que quieras mantener ciertas
cosas escondidas en tu mente, pero si sigues así no podremos
fiarnos de ti.
-De todos modos, no os fiaríais -dijo Murtagh, en tono
desafiante.
El rostro de Ajihad se ensombreció al oír las palabras de
Murtagh, y el peligro le brilló en los ojos.
-Aunque hace veintitrés años que esa voz no llega a mis
oídos… la conozco. -Guardó un silencio de mal presagio e inspiró
profundamente. Los gemelos, que parecían alarmados, juntaron la
cabeza y empezaron a murmurar, desesperados-.
Entonces provenía de otro hombre, uno que tenía más de bestia
que de humano.
¡Levántate!
Murtagh obedeció con cautela repartiendo miradas como dardos
entre los gemelos y Ajihad. -¡Quítate la camisa! -ordenó Ajihad. De
un tirón, Murtagh se quitó la túnica-.
Ahora, date la vuelta.
Al volverse, la luz cayó sobre la cicatriz de la
espalda.
-Murtagh… -murmuró Ajihad.
Orik soltó un gruñido de sorpresa. Sin previo aviso, Ajihad
se volvió hacia los gemelos y tronó: -¿Lo sabíais?
Los gemelos hicieron una reverencia.
-Descubrimos el nombre en la mente de Eragon, pero no
sospechamos que este chico fuera hijo de alguien tan poderoso como
Morzan. No se nos ocurrió… -¿Y no me lo dijisteis? -preguntó
Ajihad. Levantó una mano para evitar cualquier explicación-. Ya
hablaremos de esto. -Se encaró de nuevo a
Murtagh-.
Antes he de desenmarañar este embrollo. ¿Sigues negándote a
pasar la prueba?
-Sí -contestó Murtagh con brusquedad volviendo a ponerse la
túnica-. No permitiré que nadie entre en mi mente.
Ajihad se apoyó en el escritorio.
-Eso implicará desagradables consecuencias, porque si los
gemelos no consiguen certificar que no representas una amenaza, no
podremos ofrecerte nuestra confianza, a pesar del apoyo (o tal vez,
precisamente, por culpa de ese mismo apoyo) que le has dado a
Eragon. Sin dicha verificación, nuestros pobladores, tanto enanos
como humanos, te destrozarán si se enteran de tu presencia entre
nosotros. De modo que eso me obligará a mantenerte encerrado en
todo momento, tanto por nuestra protección como por la tuya. Y el
asunto no hará más que empeorar cuando Hrothgar, el rey de los
enanos, exija tu custodia. Así pues, no provoques esa situación,
que podría evitarse fácilmente.
-No… -Murtagh, testarudo, hizo un gesto negativo-. Aunque
cediera, se me trataría como a un leproso o a un paria. Sólo quiero
irme de aquí. Si me permites hacerlo pacíficamente, nunca revelaré
vuestra ubicación al Imperio. -¿Y si te capturan y te llevan ante
Galbatorix? -quiso saber Ajihad-. Extraerá todos los secretos de tu
mente, por fuerte que seas. Y si fueras capaz de resistir, ¿cómo
sabemos que no te unirás a él en el futuro? No puedo correr ese
riesgo. -¿Me tendréis prisionero para siempre? -preguntó Murtagh
poniéndose tenso.
-No -contestó Ajihad-. Sólo hasta que permitas que te
examinemos. Si decidimos que eres de fiar, los gemelos desalojarán
de tu mente toda noción de la ubicación de Farthen Dür antes de que
te vayas. No correremos el riesgo de que esos recuerdos caigan en
manos de Galbatorix. ¿Qué me dices, Murtagh? Decídete rápido, o
escogeremos nosotros el camino.
«Vamos, cede -suplicó Eragon en silencio, preocupado por la
seguridad de Murtagh-. No merece la pena pelear.»
Murtagh habló por fin con palabras lentas y
claras:
-Mi mente es el único refugio que no me han robado. Otros
hombres intentaron allanarlo anteriormente, pero he aprendido a
defenderlo con vigor, pues sólo estoy a salvo con mis pensamientos
más profundos. Me habéis pedido lo único que no puedo dar, y mucho
menos a esos dos -señaló a los gemelos-. Haced conmigo lo que
queráis: antes de exponerme a su invasión, que se me lleve la
muerte.
La admiración brilló en los ojos de Ajihad.
-No me sorprende tu elección, aunque confiaba en que tomarías
la contraria… ¡Guardias! -La puerta de cedro se abrió de golpe, y
entraron los guerreros con las armas a punto. Ajihad señaló a
Murtagh y ordenó-: Llevadlo a una habitación sin ventanas y
reforzad la puerta. Poned seis hombres en la entrada para que no
pase nadie hasta que yo vaya a verlo. Tampoco habléis con
él.
Los guerreros rodearon a Murtagh mirándolo con suspicacia.
Cuando abandonaban el estudio, Eragon captó la mirada de Murtagh y
movió los labios para decir: «Lo siento». Murtagh se encogió de
hombros y luego miró hacia delante con decisión. Desapareció con
los demás hombres por el camino mientras el sonido de sus pisadas
se desvanecía en el silencio.
Ajihad volvió a hablar con brusquedad:
-Quiero que todo el mundo abandone esta habitación, excepto
Eragon y Saphira. ¡Ahora!
Los gemelos se fueron haciendo varias reverencias, pero Orik
dijo:
-Señor, el rey querrá saber lo de Murtagh. Y queda pendiente
el asunto de mi insubordinación…
Ajihad frunció el entrecejo y luego agitó una mano en el
aire.
-Yo mismo se lo diré a Hrothgar. En cuanto a tus acciones…
Espera fuera hasta que te llame. Y no dejes que se alejen los
gemelos, aún no he terminado con ellos.
-Muy bien -contestó Orik agachando la
cabeza.
Cerró la puerta con un golpe contundente.
Tras un largo silencio, Ajihad se recostó en el asiento con
un suspiro de cansancio.
Se pasó una mano por la cara y miró hacia el techo. Eragon
esperó impaciente a que hablara, pero como no decía nada, estalló:
-¿Arya está bien?
Ajihad bajó la mirada para posarla en él y respondió con
gravedad:
-No… Sin embargo, los sanadores me dicen que se recuperará.
Han estado toda la noche intentando curarla, pero el veneno le ha
pasado una factura terrible. Si no llega a ser por ti no se habría
salvado. Mereces el agradecimiento más profundo de los vardenos por
eso.
Eragon relajó los hombros, aliviado. Por primera vez sintió
que había merecido la pena el esfuerzo hecho para huir de
Gil'ead.
-Bueno, ¿y ahora qué? -preguntó.
-Necesito que me cuentes cómo encontraste a Saphira y todo lo
que ha ocurrido desde entonces -dijo Ajihad uniendo los dedos en
una cúpula-. Conozco parte de esa historia por el mensaje que nos
envió Brom, y otras partes de ella gracias a los gemelos. Pero
quiero oírlo de tus labios, sobre todo lo que concierne a la muerte
de Brom.
Eragon se resistía a compartir sus experiencias con un
extraño, pero Ajihad tuvo paciencia.
Vamos -lo urgía Saphira amablemente.
Eragon se movió, inquieto, en el asiento, pero empezó a
contar su historia. Al principio se sentía incómodo, aunque se fue
tranquilizando a medida que avanzaba en el relato.
Saphira lo ayudaba a recordar con claridad por medio de algún
comentario puntual. Ajinad escuchó todo el rato con
atención.
Eragon habló durante horas, deteniéndose a menudo en su
narración. Habló a Ajihad de Teirm, aunque sin mencionar las
adivinanzas de Angela, y contó cómo Brom y él habían encontrado a
los ra'zac. Incluso explicó sus sueños sobre Arya.
Cuando llegó a Gil'ead y mencionó a Sombra, Ajihad endureció
el rostro y se echó hacia atrás en el asiento con los ojos
velados.
Una vez terminada la historia, Eragon guardó silencio y
reflexionó sobre todo lo que había ocurrido. Ajihad se levantó,
juntó las manos tras la espalda y, con aire ausente, estudió uno de
los estantes. Al cabo de un rato regresó a su
escritorio.
-La muerte de Brom es una pérdida terrible. Era muy buen
amigo mío y un poderoso aliado de los vardenos. Nos salvó muchas
veces de la destrucción gracias a su valor e inteligencia. Incluso
ahora, tras desaparecer, nos ha proporcionado lo único que puede
garantizar nuestro triunfo: tú.
-Pero ¿qué logros puedes esperar de mí? -preguntó
Eragon.
-Te lo explicaré con detalle -contestó Ajihad-, pero antes
debo encargarme de asuntos más urgentes. La noticia de la alianza
entre los úrgalos y el Imperio es extremadamente seria. Si
Galbatorix está reuniendo un ejército de úrgalos para destruirnos,
los vardenos lo tendremos difícil para sobrevivir, aunque muchos
gocemos de la protección de Farthen Dür. El mero hecho de que un
Jinete, aunque sea uno tan malvado como Galbatorix, se plantee un
pacto con esa clase de monstruos, es prueba suficiente de su
locura. Me da escalofríos pensar qué les habrá prometido a cambio
de su veleidosa lealtad. Y luego está Sombra. ¿Puedes
describirlo?
Eragon asintió:
-Era alto, delgado y muy pálido, con los ojos y el pelo
colorados. Vestía totalmente de negro. -¿Y su espada? ¿La viste?
-preguntó Ajihad con intensidad-. ¿Tenía una fina hendidura que
recorría la larga hoja?
-Sí -repuso Eragon, sorprendido-. ¿Cómo lo
sabes?
-Porque yo mismo se la hice cuando intentaba arrancarle el
corazón -dijo Ajihad con una triste sonrisa-. El Sombra se llama
Durza y es uno de los demonios más malvados y astutos que jamás
hayan asolado esta tierra. Es el siervo perfecto para Galbatorix y
un enemigo peligroso para nosotros. Dices que lo matasteis. ¿Cómo
ocurrió?
Eragon lo recordó con viveza.
-Murtagh le disparó dos veces. La primera flecha le dio en un
hombro, la segunda le acertó entre los ojos.
-Me lo temía -dijo Ajihad, ceñudo-. No lo matasteis porque
sólo se puede destruir a los Sombra clavándoles una estaca en el
corazón. Cualquier otro medio hace que se desvanezcan y luego
vuelven a aparecer en otro lugar en forma de espíritus. Es un
proceso desagradable, pero Durza sobrevivirá y regresará más fuerte
que nunca.
Un tenso silencio se instaló entre ellos, como una nube de
mal presagio. Luego Ajihad afirmó:
-Eres un enigma, Eragon, un dilema que nadie sabe cómo
resolver. Todo el mundo está enterado de lo que quieren los
vardenos, o los úrgalos, o incluso Galbatorix, pero nadie sabe qué
quieres tú. Y eso te convierte en un peligro, sobre todo para
Galbatorix. Te teme porque no sabe qué vas a hacer en el futuro.
-¿Y los vardenos no me temen? -preguntó Eragon en voz
baja.
-No -contestó cuidadosamente Ajihad-. Tenemos esperanzas
depositadas en ti. Pero si esas esperanzas resultan defraudadas,
entonces sí te temeremos. -Eragon bajó la mirada-. Tienes que
entender la naturaleza inusual de tu situación. Hay facciones
preocupadas porque sirvas sólo a sus intereses, y desde el momento
en que entraste en Farthen Dür, las influencias y los poderes de
cada una de ellas empezaron a tirar de ti.
-¿Incluidos los tuyos? -preguntó Eragon.
Ajinad contuvo la risa, aunque su mirada era
seria.
-Incluidos los míos. Deberías saber ciertas cosas: por
ejemplo, cómo apareció el huevo de Saphira en las Vertebradas. ¿Te
contó Brom lo que hicimos con el huevo de la dragona cuando él lo
trajo aquí?
-No -respondió Eragon mirando a Saphira.
Ella pestañeó y le sacó la lengua.
Antes de empezar a hablar, Ajihad tamborileó sobre el
escritorio.
-La primera vez que Brom trajo el huevo a los vardenos, todo
el mundo estaba profundamente interesado en el destino de ese
huevo, pues habíamos creído que los dragones habían sido
exterminados. A los enanos sólo les preocupaba que el futuro Jinete
fuera un aliado, aunque algunos de ellos se oponían a la idea de
que volviera a existir un nuevo Jinete. Por su parte, los elfos y
los vardenos tenían un enfoque más personal. La razón era bien
simple: a lo largo de la historia, todos los Jinetes han sido
humanos o elfos, en especial elfos, pero nunca ha habido un enano
que fuera Jinete. »Debido a las traiciones de Galbatorix, los elfos
eran reticentes a permitir que los vardenos manejaran el huevo por
miedo a que el dragón que llevaba dentro escogiera a un humano que
tuviera una inestabilidad parecida a la del rey. La situación
planteaba todo un reto, pues ambas partes querían al Jinete para
sí. Por su parte, los enanos no hacían más que agravar el problema,
pues discutían obstinadamente tanto con los elfos como con nosotros
cada vez que se presentaba la ocasión. La tensión aumentó, y en
poco tiempo algunos pronunciaron amenazas que más tarde
lamentarían. Entonces fue cuando Brom sugirió un pacto que permitía
salvar el honor a todas las partes. »Propuso que los vardenos
tuvieran el huevo durante un año, y que al año siguiente lo
guardaran los elfos. En cada lugar, los niños desfilarían ante él,
y los responsables del huevo esperarían para ver si el dragón salía
del cascarón. Si no era así, se lo entregarían de nuevo al otro
grupo. Pero si el dragón eclosionaba, entonces empezaría de
inmediato la formación del nuevo Jinete. Durante el primer año, el
Jinete, fuera varón o hembra, sería instruido aquí por el propio
Brom, y luego sería entregado a los elfos para que terminara su
formación con ellos. »Los elfos aceptaron el plan con desconfianza…
pero con la condición de que si Brom moría antes de que el dragón
naciera, quedarían libres para formar ellos al nuevo Jinete sin
interferencias. El acuerdo les era favorable, pues al fin y al cabo
todos sabíamos que era más probable que el dragón escogiera a un
elfo, pero proporcionó a ambas partes la debida apariencia de
igualdad.
Ajihad detuvo su charla con una mirada pesimista en los
expresivos ojos. Las sombras le hundían el rostro bajo los pómulos,
y éstos le sobresalían.
-Se esperaba que ese nuevo Jinete uniera mejor nuestras dos
razas. Esperamos durante más de un decenio, pero el huevo no
prendía. El asunto fue desocupando nuestras mentes, y ya casi nunca
pensábamos en ello, salvo para lamentar la incapacidad del huevo.
»Pero el año pasado tuvimos una pérdida terrible: Arya y el huevo
desaparecieron cuando iban de Tronjheim a la ciudad élfica de
Osilon. Los primeros en descubrir que habían desaparecido fueron
los elfos. Encontraron el corcel de la joven y a sus guardianes
acuchillados en Du Weldenvarden, y vieron a un grupo de úrgalos
masacrados en la cercanía. Pero Arya y el huevo no estaban. Cuando
me llegó la noticia, temí que los úrgalos los hubieran apresado y
pronto conocieran la ubicación de Farthen Dür y de la capital de
los efos, Ellesméra, donde vive su reina,
Islanzadi.
Ahora entiendo que trabajaban para el Imperio, lo cual era
aún peor. »No sabremos qué ocurrió exactamente en ese ataque hasta
que Arya se despierte, pero he deducido algunos detalles de lo que
me has contado. -El chaleco de Ajihad crujió cuando apoyó los codos
en el escritorio-. El ataque tuvo que ser rápido y decidido, pues
de otro modo Arya hubiera escapado. Sin previo aviso, y careciendo
de un lugar donde esconderse, sólo podía hacer una cosa: usar la
magia para transportar el huevo a otro lugar. -¿Puede usar la
magia? -preguntó Eragon.
Arya había mencionado que le habían suministrado una droga
para suprimir sus poderes. Eragon quería confirmar que se refería a
la magia y le hubiera gustado saber si podría enseñarle más
palabras del idioma antiguo.
-En efecto, ésa fue una de las razones por las que resultó
elegida para cuidar del huevo. En cualquier caso, Arya no pudo
devolvérnoslo porque estaba demasiado lejos.
Y el reino de los elfos está protegido por barreras arcanas
que impiden que nada cruce sus fronteras por medio de la magia.
Ella debió de pensar en Brom y, en su desesperación, envió el huevo
a Carvahall. Como no había tenido tiempo de prepararse, no me
sorprende que fallara por cierto margen. Según me cuentan los
gemelos, se trata de un arte que no es muy preciso. -¿Por qué
estaba más cerca del valle de Palancar que de los vardenos?
-preguntó Eragon-. ¿Dónde viven realmente los elfos? ¿Dónde está
esa… Ellesméra?
La aguda mirada de Ajihad se clavó en Eragon mientras
consideraba la pregunta.
-No te contestaré a la ligera, porque los elfos guardan ese
dato con mucho celo.
Pero deberías saberlo, y lo hago como muestra de confianza.
Sus ciudades quedan muy al norte, en lo más profundo del infinito
bosque de Du Weldenvarden. Desde los tiempos de los Jinetes, nadie,
ni enano ni humano, ha merecido tanta amistad de los elfos como
para permitírsele caminar por sus senderos de hojarasca. Ni
siquiera yo sé cómo encontrar Ellesméra. En cuanto a Osilon…
teniendo en cuenta dónde desapareció Arya sospecho que queda cerca
del límite occidental de Du Weldenvarden, hacia Carvahall. Sé que
harías muchas más preguntas, pero debes tener paciencia y esperar a
que termine.
Ajihad ordenó sus recuerdos y empezó a hablar de nuevo a un
ritmo más rápido:
-Cuando desapareció Arya, los elfos retiraron su apoyo a los
vardenos. La reina Islanzadi estaba especialmente furiosa y rechazó
cualquier contacto con nosotros. En consecuencia, aunque recibí el
mensaje de Brom, los elfos siguen ignorando tu existencia y la de
Saphira… Sin sus provisiones para sostener a mis tropas lo hemos
pasado bastante mal durante los últimos meses en nuestras
escaramuzas con el Imperio. »Tras el regreso de Arya y tu
aparición, espero que la hostilidad de la reina amaine. El hecho de
que rescataras a Arya nos supondrá una gran ayuda ante ella. Tu
formación, de todos modos, representará un problema tanto para los
vardenos como para los elfos. Es obvio que Brom tuvo la oportunidad
de formarte, pero necesitamos saber hasta dónde llegó. Por esa
razón, deberás pasar un examen para determinar el alcance de tus
habilidades. Además, los elfos querrán que termines tu formación
con ellos, aunque no estoy seguro de que haya tiempo para eso.
-¿Por qué no? -preguntó Eragon.
-Por varias razones. La más importante, tus noticias sobre
los úrgalos -dijo Ajihad desviando la mirada hacia Saphira-. Mira,
Eragon, los vardenos estamos en una situación extremadamente
delicada: por un lado, hemos de satisfacer los deseos de los elfos
si queremos conservarlos como aliados y, al mismo tiempo, no
podemosmolestar a los enanos si queremos refugiarnos en Tronjheim.
-¿Los enanos no forman parte de los vardenos? -preguntó
Eragon.
-En cierto sentido, sí -respondió Ajihad después de un
momento de duda-.
Nos permiten vivir aquí y nos ayudan en la lucha contra el
Imperio, pero sólo son leales a su rey. No tengo ningún poder sobre
ellos, salvo el que me concede Hrothgar, e incluso él mismo tiene
problemas a menudo con los clanes de enanos. Los trece clanes están
al servicio de Hrothgar, pero cada uno de sus jefes tiene un enorme
poder; son ellos quienes escogen al sucesor cuando muere el rey.
Hrothgar comparte nuestra causa, pero muchos de los jefes de clan
no lo hacen. Así que el rey no se puede permitir el lujo de
molestarlos innecesariamente para no perder el apoyo de su pueblo,
de modo que sus acciones en defensa nuestra se han visto seriamente
menguadas.
-Y esos jefes de clan -preguntó Eragon-, ¿también están en mi
contra?
-Me temo que más todavía -contestó Ajihad en tono cansino-.
Existió una gran enemistad entre enanos y dragones. Antes de que
llegaran los elfos y trajeran la paz, los dragones tenían la
costumbre de comerse los rebaños de los enanos y robarles el oro, y
los enanos tardan mucho en olvidar las ofensas del pasado. Desde
luego, nunca aceptaron del todo a los Jinetes ni les permitieron
patrullar por su reino. El hecho de que Galbatorix alcanzara el
poder no hizo sino convencer a muchos enanos de que sería mejor no
volver a relacionarse jamás con Jinetes ni con
dragones.
Las últimas palabras estaban dirigidas a
Saphira.
Lentamente, Eragon preguntó: -¿Por qué no sabe Galbatorix
dónde están Farthen Dür y Ellesméra? Sin duda los Jinetes se lo
contarían cuando le informaban.
-Se lo dijeron, sí, pero no se lo mostraron. Una cosa es
saber que Farthen Dür está en estas montañas y otra muy distinta,
encontrarla. Cuando murió el dragón de Galbatorix, no lo habían
llevado a ninguno de los dos lugares. Luego, por supuesto, los
Jinetes ya no se fiaron de él. Intentó sacarles la información a
diversos Jinetes cuando él se sublevó, pero ellos prefirieron morir
antes que contárselo. Por lo que respecta a los enanos, nunca ha
conseguido capturar vivo a ninguno, aunque eso sólo es cuestión de
tiempo.
-Entonces, ¿por qué no se limita a armar a su ejército y
marchar por Du Weldenvarden hasta que encuentre Ellesméra?
-preguntó Eragon.
-Porque los elfos aún tienen el poder suficiente para
oponerle resistencia -contestó Ajihad-. No se atreve a medir sus
fuerzas contra ellos, por lo menos todavía no. Pero su brujería
maldita aumenta de fuerza cada año. Con otro Jinete a su lado sería
imparable, de modo que sigue intentando que prenda uno de los dos
huevos que tiene en su poder, pero de momento, no lo ha conseguido.
-¿Cómo puede ser que su poder aumente? -Eragon estaba atónito-. La
fuerza de su cuerpo limita sus habilidades y no puede seguir
aumentando siempre.
-No lo sabemos -dijo Ajihad encogiendo los amplios hombros-,
y los elfos tampoco. Sólo nos queda esperar que algún día lo
destruya uno de sus propios hechizos. -Metió una mano por debajo
del chaleco y sacó con gesto sombrío un pedazo de pergamino
maltrecho-. ¿Sabes qué es esto? -preguntó, al tiempo que lo
depositaba sobre la mesa.
Eragon se inclinó hacia delante y lo examinó: unas líneas de
letras negras, escritas con tinta en un lenguaje extraño, ocupaban
el papel. Amplias secciones del texto estaban tapadas por gotas de
sangre, y uno de los lados del papel estaba
chamuscado.
Eragon hizo un gesto negativo:
-No, no lo sé.
-Se lo quitamos al jefe del batallón de úrgalos que
destruimos anoche. Nos costó doce hombres, pero se sacrificaron
para que pudieras ponerte a salvo. La escritura es una invención
del rey, un código que usa para comunicarse con sus siervos. Me
costó un buen rato, pero conseguí descifrar su significado, al
menos en la parte legible. Dice lo siguiente:
[…] vigilante de la entrada de Ithró Zháda dejará entrar al
portador y a sus adláteres. Se les dará cobijo con los demás de su
clase y por… pero sólo si dos facciones evitan luchar. Detentarán
el mando Tarok, Gashz, Durza, Ushnark el Poderoso.
-«Ushnark» es Galbatorix. Significa «padre» en la lengua de
los úrgalos, una afectación que le complace.
Averiguar para qué sirven y […] Los infantes y […] serán
mantenidos aparte. No se distribuirán armas hasta que […] para la
marcha.
-A partir de ahí no se puede leer nada más, salvo un par de
palabras vagas -explicó Ajihad. -¿Dónde está Ithró Zháda? Nunca lo
había oído.
-Yo tampoco -confirmó Ajihad-, lo cual me hace sospechar que
Galbatorix ha cambiado el nombre a algún lugar para su propio
interés. Después de descifrar este texto, me pregunté qué hacían
cientos de úrgalos en las montañas Beor, donde los viste tú, y
adonde iban. El pergamino menciona a «los demás de su clase», o sea
que supongo que en su destino los esperaban más úrgalos. Sólo hay
una razón para que el rey reúna tal cantidad de gente: armar un
ejército bastardo de humanos y de monstruos para destruirnos. »De
momento, no se puede hacer más que esperar y observar, pues sin más
información no podemos saber dónde está Ithró Zháda. Por lo pronto,
aún no han descubierto Farthen Dür, de modo que conservamos la
esperanza. Los únicos úrgalos que la han visto murieron anoche.
-¿Cómo supiste que veníamos? -preguntó Eragon-. Uno de los gemelos
nos esperaba y tenía lista una emboscada para los
kull.
El muchacho se dio cuenta de que Saphira escuchaba con
atención. Aunque la dragona se mantenía aparte, Eragon sabía que
más adelante ella tendría cosas que decirle.
-Hay centinelas apostados en la entrada del valle por el que
llegasteis, a ambos lados del río Diente de Oso. Ellos nos enviaron
una paloma para avisarnos -explicó Ajihad.
Eragon se preguntó si sería el mismo pájaro que Saphira había
intentado comerse.
-Cuando Arya y el huevo desaparecieron, ¿se lo comunicasteis
a Brom? Me dijo que no sabía nada de los vardenos.
-Intentamos avisarle -respondió Ajihad-, pero sospecho que el
Imperio interceptó a nuestros emisarios y los mató. ¿Por qué otra
razón habrían ido los ra'zac a Carvahall? Luego, como Brom iba
viajando contigo, no hubo manera de establecer contacto con él.
Cuando tuve noticias de él por medio de un mensajero de Teirm,
supuso un alivio para mí. No me sorprendió que acudiera a Jeod;
eran viejos amigos. Y Jeod pudo enviarnos un mensajero con
facilidad porque se dedica a hacernos llegar provisiones a
escondidas por Surda. »Todo este asunto ha provocado algunas
preguntas importantes: ¿cómo sabía el Imperio dónde debía tender la
emboscada a Arya y, más adelante, a nuestros mensajeros de
Carvahall? Y ¿cómo se ha enterado Galbatorix de qué mercaderes
ayudan a los vardenos? El negocio de Jeod quedó virtualmente
destruido cuando tú te fuiste, igual que los de otros mercaderes
que nos apoyan, pues cada vez que uno desus barcos se hace a la
mar, desaparece. Así que, como los enanos no nos pueden conseguir
todo lo que necesitamos, los vardenos tenemos una carencia
desesperada de provisiones. Me temo que hay un traidor, o varios,
entre nosotros, a pesar de nuestro esfuerzo por escrutar las mentes
de la gente en busca de trampas.
Eragon se concentró en sus pensamientos y ponderó todo lo que
había aprendido.
Ajihad esperó tranquilamente hasta que volviera a hablar, sin
que le molestara el silencio. Por primera vez desde el hallazgo del
huevo de Saphira, Eragon sintió que entendía lo que ocurría en
torno a él. Al fin sabía de dónde había salido la dragona y lo que
el futuro podía depararle. -¿Qué quieres de mí? -preguntó el
muchacho. -¿A qué te refieres?
-Es decir, ¿qué se espera de mí en Tronjheim? Sé que los
elfos y tú tenéis planes para mí, pero ¿qué pasará si no me gustan?
-Un tinte de dureza le tomó la voz-.
Estoy dispuesto a luchar cuando haga falta, a revelarme
cuando se presente la ocasión, a llorar donde se presente el dolor,
a morir si me llega la hora… pero no dejaré que nadie me use en
contra de mi voluntad. -Hizo una pausa para que sus palabras
calaran más hondo-. Los Jinetes de antaño impartían justicia por
encima de los líderes de su tiempo. No reclamo esa prerrogativa,
pues dudo que la gente la aceptara después de haber pasado
generaciones enteras sin que se la impusieran, y mucho menos si
viniera de alguien tan joven como yo. Pero tengo algún poder y lo
utilizaré como crea conveniente. Lo que quiero saber es cómo
planeas usarme. Luego decidiré si estoy de acuerdo o
no.
Ajihad lo miró con ironía.
-Si no fueras quien eres y si estuvieras ante otro líder, lo
más probable es que este insolente discurso te hubiera costado la
vida. ¿Qué te hace pensar que voy a exponer mis planes sólo porque
tú lo exijas? -Eragon se sonrojó, pero no desvió la mirada-. De
todos modos, tienes razón. Tu posición te otorga el privilegio de
expresarte de este modo, y no puedes evitar el aspecto político de
la situación, pues de un modo u otro, te va a influir. Tengo tan
pocas ganas como tú de verte convertido en peón de algún grupo o
propósito, por lo que debes conservar tu libertad, pues en ella
radica tu verdadero poder: la capacidad de elegir sin depender de
ningún líder, ni de rey alguno. Mi propia autoridad sobre ti será
limitada, pero creo que será para bien. Lo más difícil será
asegurarse de que quienes manejan el poder te incluyan en sus
deliberaciones. »Además, a pesar de tus protestas, nuestro pueblo
tiene ciertas expectativas puestas en ti: te van a plantear sus
problemas, por menores que parezcan, y exigirán que los resuelvas.
-Ajihad se inclinó hacia Eragon con una seriedad mortal en la voz-.
Habrá casos en que el futuro de alguien quedará en tus manos…
Bastará una palabra tuya para enviarlos directamente a la felicidad
o a la desgracia. Las mujeres jóvenes querrán saber tu opinión
acerca de con quién deben casarse, e incluso muchas te querrán por
marido, y los ancianos te preguntarán si sus hijos merecen una
herencia. Tendrás que ser amable y sabio para todos, pues pondrán
en ti su confianza, pero no hables por hablar y sin pensar, pues
tus palabras tendrán un impacto mucho mayor de lo que te
imaginas.
Ajihad se recostó en la silla, con los ojos
entrecerrados.
-La carga del liderazgo consiste en ser responsable del
bienestar de aquellos que dependen de ti. Yo la he soportado desde
que me escogieron para gobernar a los vardenos y ahora debes
hacerlo también tú. Pero ten cuidado, porque no toleraré ninguna
injusticia bajo mi mando. Y no te preocupes por tu juventud ni por
tuinexperiencia; pronto pasarán.
A Eragon le incomodaba la idea de que el pueblo le pidiera
consejo.
-Aún no me has dicho qué debo hacer aquí.
-De momento, nada. Has recorrido más de setecientos
kilómetros en ocho días, una hazaña para estar orgulloso. Estoy
seguro de que apreciarás el descanso. Cuando te hayas recuperado,
comprobaremos tu eficacia con las armas y con la
magia.
Después… Bueno, te explicaré tus opciones y tendrás que
decidir cuál escoges. -¿Y qué vais a hacer con Murtagh? -preguntó
Eragon con mordacidad.
El rostro de Ajihad se ensombreció. Buscó con una mano bajo
el escritorio y sacó a Zar'roc. La pulida funda de la espada brilló
bajo la luz. Ajihad le pasó una mano por encima y la detuvo sobre
el sello grabado.
-Él se quedará aquí hasta que permita que los gemelos le
escruten la mente.
-No puedes encarcelarlo -protestó Eragon-. ¡No ha cometido
ningún delito!
-No podemos dejarlo en libertad sin estar seguros de que no
va a actuar contra nosotros. Tanto si es inocente como si no,
potencialmente es tan peligroso para nosotros como su padre
-respondió Ajihad con cierta tristeza.
Eragon se dio cuenta de que no había modo de convencerlo y de
que su preocupación era legítima. -¿Cómo pudiste reconocer su
voz?
-Conocí a su padre -fue la breve respuesta de Ajihad que tocó
la empuñadura de Zar'roc -. ¡Ojalá Brom me hubiera dicho que se
había quedado la espada de Morzan! Te sugiero que no la lleves
contigo en Farthen Dür. Aquí mucha gente recuerda con odio los
tiempos de Morzan, sobre todo los enanos.
-No lo olvidaré -prometió Eragon.
Ajihad le pasó a Zar'roc.
-Ahora que lo recuerdo, tengo el anillo de Brom porque nos lo
envió para confirmar su identidad. Lo conservaba para cuando él
volviera a Tronjheim, pero ya que ha muerto, supongo que te
pertenece e imagino que él habría deseado que lo
llevaras.
Abrió un cajón del escritorio y sacó el
anillo.
Eragon lo aceptó con veneración. El símbolo tallado en la faz
del zafiro era idéntico al tatuaje del hombro de Arya. Eragon se lo
puso en el dedo índice y admiró cómo captaba la
luz.
-Es… un honor -dijo.
Ajihad asintió con gravedad. Luego empujó la silla hacia
atrás y se levantó.
Mirando a Saphira, se dirigió a ella con la voz henchida de
poder:
-No creas que me he olvidado de ti, oh, poderosa dragona.
Todo lo que he dicho es tan útil para ti como para Eragon, e
incluso era más importante que lo oyeras tú, pues sobre ti recae la
tarea de cuidar de él en estos tiempos de peligro. No subestimes tu
poder ni flaquees a su lado, pues sin ti está destinado a
fracasar.
Saphira agachó la cabeza hasta que los ojos le quedaron a la
misma altura que los de Ajihad, y lo miró fijamente desde sus
rasgadas pupilas negras. Se examinaron mutuamente en silencio, sin
que ninguno de los dos pestañeara. Ajihad fue el primero en
moverse. Bajó los ojos y dijo con suavidad:
-Es todo un privilegio haberte conocido.
Se las arreglará -dijo Saphira, respetuosamente, y giró el
cuello para mirar a Eragon-. Dile que tanto él como Tronjheim me
han impresionado. El Imperio hace bien en temerlo. Hazle saber, de
todos modos, que si él hubiese decidido matarte, yo habría
destruido Tronjheim y a él lo habría destrozado con mis
colmillos.
Eragon titubeó, sorprendido por el veneno que había en la voz
de la dragona,pero al fin transmitió el mensaje. Ajihad miró a
Saphira con seriedad:
-No esperaba menos de alguien tan noble, aunque dudo que
hubieses podido superar a los gemelos. ¡Bah! -resopló Saphira con
desprecio.
Como sabía a qué se refería, Eragon dijo:
-En ese caso, deben de ser más fuertes de lo que parece. Creo
que se verían gravemente consternados si hubieran de enfrentarse a
la ira de un dragón. Tal vez los dos juntos lograran derrotarme,
pero a Saphira no. Deberías saber que el dragón de un Jinete
redobla la fuerza de su magia mucho más allá de lo que podría
alcanzar un mago normal. Brom siempre fue más débil que yo por eso
mismo. Creo que, tras la larga ausencia de los Jinetes, los gemelos
han puesto demasiada fe en su propio poder.
Ajihad parecía preocupado.
-Brom era considerado como uno de nuestros hechiceros más
poderosos. Sólo los elfos lo superaban. Si lo que dices es cierto,
tendremos que reconsiderar muchas cosas. -Dedicó una reverencia a
Saphira-. En cualquier caso, me alegro de que no haya hecho falta
lastimaros.
Saphira devolvió el gesto agachando la
cabeza.
Ajihad se estiró con aire señorial y llamó: -¡Orik! -El enano
entró corriendo en la habitación y se plantó ante el escritorio con
los brazos cruzados. Ajihad lo miró irritado con el entrecejo
fruncido-. Me has creado muchos problemas, Orik. He tenido que
aguantar toda la mañana que uno de los gemelos se quejara de tu
insubordinación. No cesarán hasta que seas castigado y, por
desgracia, tienen razón. Es un asunto muy serio, y no lo puedo
pasar por alto. Es necesario que cuentes tu
versión.
Orik lanzó una rápida mirada a Eragon, pero el rostro del
enano no reveló ninguna emoción. Habló rápido y en tono
brusco.
-Los kull casi habían rodeado el Kóstha-mérna y lanzaban
flechas al dragón, a Eragon y a Murtagh, pero los gemelos no hacían
nada por impedirlo. Como unos… se negaron a abrir las puertas,
aunque todos oíamos a Eragon gritar la contraseña desde el otro
lado de la cascada, y se negaron también a intervenir cuando vimos
que Eragon no salía del agua. Quizá me equivoqué, pero no podía
dejar morir a un Jinete.
-Yo no tenía fuerzas para salir del agua -explicó Eragon-. Si
no me llega a sacar él, habría muerto.
Ajihad lo miró y luego, en tono serio, preguntó a
Orik:
-Y después, ¿por qué te enfrentaste a ellos?
Orik alzó el mentón, desafiante.
-No tenían ningún derecho a penetrar por la fuerza en la
mente de Murtagh.
Aunque, si llego a saber quién era, no me habría
opuesto.
-No, hiciste lo que debías, pero todo sería más sencillo si
no hubiera sido así. No tenemos por qué forzar nuestra entrada en
la mente de los demás, quienesquiera que sean. -Ajihad se pasó un
dedo por la densa barba-. Tus actos han sido honrosos, pero no deja
de ser cierto que desobedeciste una orden directa de un superior.
Eso siempre se ha castigado con la muerte.
Orik tensó la espalda. -¡No puedes matarlo por eso! ¡Lo único
que hizo fue ayudarme!
-Tú no debes interferir -contestó Ajihad con gravedad-. Orik
ha transgredido la ley y debe sufrir las consecuencias. -Eragon
empezó a discutir de nuevo, pero Ajihad alzó una mano para que se
callara-. De todos modos tienes razón: la sentencia será mitigada
por las circunstancias. A partir de este momento, Orik, quedas
relegadodel servicio en activo y se te prohibe participar en
ninguna actividad militar bajo mi mando. ¿Lo
entiendes?
El rostro de Orik se ensombreció, pero tan sólo parecía
confundido. Asintió con firmeza:
-Sí.
-Además, al quedar libre de tus ocupaciones habituales, te
nombro guía de Eragon y de Saphira mientras dure su estancia entre
nosotros. Asegúrate de que disfruten de todas las comodidades y
servicios que podemos ofrecerles. Saphira se instalará encima de
Isidar Mithrim y Eragon puede escoger aposento donde
quiera.
Cuando se haya recuperado de su viaje, llévalo a los campos
de entrenamiento. Allá lo estarán esperando -dijo Ajihad, con un
centelleo de diversión en la mirada.
Orik hizo una amplia reverencia.
-Entendido.
-Muy bien, os podéis ir. Cuando salgáis, haced que entren los
gemelos.
Eragon también hizo una reverencia y cuando estaba a punto de
salir, se detuvo para preguntar: -¿Dónde puedo encontrar a Arya? Me
gustaría verla.
-No está permitido visitarla. Tendrás que esperar hasta que
ella vaya a verte.
Ajihad clavó la mirada en el escritorio, en un claro gesto de
despedida.