El banco francés Crédit Mobilier (I)

6 de junio de 1856

El 30 de mayo el londinense The Times se sorprendía al descubrir que en Francia el socialismo nunca ha llegado a desaparecer del todo, sino que tan solo había caído en el olvido por unos años. Entretanto no perdía ocasión de felicitar a Inglaterra por no haberse contagiado de semejante plaga y verse libre del antagonismo de clases, terreno abonado para la venenosa planta. La afirmación es bastante temeraria para venir del principal diario de un país cuyo economista de cabecera, el señor Ricardo, inicia su celebrada obra sobre los principios de la política económica[119] con la máxima de que las tres clases fundamentales de la sociedad —de la sociedad inglesa, cabría decir—, propietarios del suelo, capitalistas y asalariados, tienen una relación antagónica fatídica y mortal, de tal modo que las rentas suben y bajan en proporción inversa a los beneficios industriales y los salarios suben y bajan en proporción inversa a dichos beneficios. Si, según los hombres de leyes de Inglaterra, el contrapeso de esos tres poderes que luchan entre sí es la clave de la constitución inglesa, octava maravilla del mundo, según el señor Ricardo, que bien puede presumir de saber algo más de la constitución que The Times, el fatal antagonismo de las tres clases que representan a los principales agentes de producción es la estructura en que se enmarca la sociedad inglesa.

Aunque se mofe del socialismo revolucionario de Francia, The Times no puede evitar una codiciosa mirada al socialismo imperial y de buena gana esgrimiría como ejemplo a imitar por John Bull[120] a uno de los principales actores de ese socialismo, el banco Crédit Mobilier, que acaba de mandar al diario londinense, que lo ha publicado en tres columnas de apretada letra, el Informe del Comité de Administración de la junta general ordinaria de accionistas del 23 de abril de 1856, presidida por el señor Péreire.

Expongo a continuación las cuentas que han suscitado la envidiosa admiración de los accionistas de The Times y deslumbrado el buen juicio de su director:

Unos beneficios de 26 millones con un capital social de 60 millones… una ganancia del orden del 43,33 por ciento… cifras en verdad impresionantes. ¿Y qué no ha logrado este modélico mobilier con ese gran capital equivalente a algo así como dos millones y medio de libras esterlinas? Con sesenta millones de francos en metálico primero concedió a los franceses préstamos por valor de 250 millones y luego por otros 375 millones más; se ha interesado además por los ferrocarriles más importantes de Francia, ha asumido el préstamo contratado por la Sociedad Austríaca de Ferrocarriles del Estado, ha participado en los ferrocarriles del oeste y el centro de Suiza, tiene intereses en una operación considerable que tiene por objeto la canalización del Ebro desde Zaragoza hasta el Mediterráneo, ha participado en la fusión de todas las antiguas compañías del gas de París en una sola; también ha hecho, según dice, un regalo de trescientos mil francos a los ciudadanos al venderles cereal por debajo del precio de mercado; además ha decidido la paz y la guerra con sus préstamos, construido nuevas líneas ferroviarias y apuntalado algunas viejas, iluminado ciudades, dado un impulso a la construcción de fábricas y a especulaciones comerciales, y, por último, difundido su engañosa propaganda por toda Francia y esparcido las fértiles semillas de la institución por el conjunto del continente europeo.

El Crédit Mobilier, por tanto, se presenta como uno de los fenómenos económicos de la época y merece un análisis pormenorizado. Sin tal análisis es imposible computar las posibilidades del Imperio francés o comprender los síntomas de la convulsión general de la sociedad, que se manifiestan en toda Europa. Debemos investigar primero lo que la Junta del banco llama sus principios teóricos y luego comprobar su ejecución práctica, que posiblemente, como nos dice el Informe, hasta ahora solo se haya llevado a cabo de forma parcial y en el futuro tenga un desarrollo muchísimo mayor.

Los principios de esta sociedad bancaria están expuestos en sus estatutos y en los distintos informes, sobre todo en el primero, elaborados para los accionistas. Según el preámbulo de los estatutos y

considerando los importantes servicios que podría prestar la fundación de una sociedad que tiene como meta favorecer el desarrollo de la industria de las obras públicas, y para concretar la conversión de los distintos títulos de diversas empresas por medio de su consolidación en un fondo común, los fundadores de Crédit Mobilier han resuelto llevar a efecto obra tan útil y en consecuencia se han unido para sentar las bases de una sociedad anónima que habrá de denominarse Société Générale de Crédit Mobilier[121].

Nuestros lectores han de saber que Crédit Mobilier es una sociedad anónima de responsabilidad limitada y que la creación de una sociedad así depende de un privilegio que el gobierno otorga arbitrariamente.

Crédit Mobilier se propone a continuación y en primer lugar «favorecer el desarrollo de la industria de las obras públicas», lo cual supone lograr que la industria de las obras públicas en general dependa del favor de Crédit Mobilier y, por consiguiente, del favor personal de Bonaparte, de cuyo aliento parece depender la existencia de la Sociedad. La junta no deja de indicar mediante qué medios pretende extender su influencia, y con ella la de su imperial patrón, sobre el conjunto de la industria francesa. Las iniciativas industriales emprendidas por las distintas sociedades anónimas están representadas por diversos títulos, participaciones, bonos, obligaciones, debentures, etcétera. Naturalmente, esos títulos tienen distintos precios en el mercado monetario según cuánto capital rindan, qué beneficios dejen, el comportamiento de la oferta y la demanda, y otras condiciones económicas. Y ahora, ¿qué pretende Crédit Mobilier?

Sustituir todos esos títulos distintos de diversas sociedades anónimas por uno solo emitido por Crédit Mobilier. ¿Y cómo lo puede hacer? Comprando con sus propios títulos los de varias industrias. Comprando todos los bonos, acciones, debentures, etcétera; en una palabra, comprar los títulos de una empresa es comprar la empresa misma. De ahí que Crédit Mobilier admita su intención de convertirse en propietaria, con Napoléon el Pequeño[122] de director supremo, de toda la gran industria francesa. Es lo que nosotros llamamos socialismo imperial.

Con el fin de cumplir con su programa, son necesarias, por supuesto, algunas operaciones financieras, y al planear tales operaciones el señor Isaac Péreire tiene, cómo no, la sensación de pisar terreno delicado y se siente obligado a poner límites a la Sociedad, aunque no obstante considere éstos meramente accidentales y tiendan a desaparecer a medida que el banco se vaya desarrollando, y prefiere lanzar una sonda antes de divulgar de una vez su programa al mundo.

El capital social del banco ha quedado establecido en sesenta millones de francos divididos en ciento veinte mil acciones de quinientos francos pagaderas al portador.

Tal y como aparecen definidas en los estatutos, las operaciones de la Sociedad serán de tres tipos. En primer lugar, las operaciones de apoyo a la gran industria; en segundo lugar, la creación de un valor emitido por la Sociedad para sustituir o fusionar los títulos de las distintas empresas industriales; y en tercer lugar, las operaciones de banca normales, adquisición de fondos públicos, facturas comerciales, etcétera.

Las operaciones del primer tipo, con las que se pretende que la Sociedad se haga con el control de la industria, se enumeran en el artículo V de los estatutos, que dice:

Para suscribir o adquirir fondos públicos, acciones u obligaciones de las distintas empresas industriales o de crédito constituidas como sociedades anónimas, y especialmente de las de ferrocarriles, canales, minas y otras obras públicas ya formadas o en vías de formación. Para asumir todos los préstamos, para cederlos y formalizarlos, así como todas las empresas de obras públicas.

Vemos que este artículo ya sobrepasa las pretensiones del preámbulo cuando propone que Crédit Mobilier no solo se convierta en el propietario de la gran industria, sino en esclavo del Tesoro y déspota del crédito comercial.

El segundo tipo de operaciones, referidas a la sustitución de títulos de Crédit Mobilier por títulos de otras empresas industriales, comprende las siguientes:

Emitir en cantidades que equivalgan a la suma de la suscripción de préstamos y a la adquisición de títulos industriales las obligaciones de la propia Sociedad.

Los artículos 7 y 8 indican los límites y naturaleza de las obligaciones que la Sociedad puede emitir. Estas obligaciones, o bonos,

pueden alcanzar una suma equivalente a diez veces el monto del capital. Siempre deben estar representadas en su cantidad total por los fondos públicos, acciones y obligaciones que estén en manos de la Sociedad. No pueden ser pagaderas en un plazo menor de 45 días. La suma total de las cantidades recibidas en cuenta corriente y de las obligaciones creadas dentro de un plazo menor de un año no deben exceder el doble del capital realizado.

Por último, en la tercera categoría de operaciones se incluyen las necesarias para el intercambio de valores comerciales. La Sociedad «cobra dividendos». Está autorizada «a vender o dar en pago por los préstamos todo tipo de fondos, documentos, acciones y obligaciones de su propiedad, y a intercambiarlos por otros valores». Presta «fondos públicos, depósitos de acciones y obligaciones, y abre cuentas corrientes sobre sus distintos valores». Ofrece a sociedades anónimas «todos los servicios ordinarios que también prestan los bancos privados, como recibir todos los pagos a cuenta de las sociedades, pagar dividendos, intereses, etcétera». Mantiene un depósito de todos los títulos de sus empresas, pero en las operaciones relativas al intercambio de valores comerciales, facturas, certificados, garantías, etcétera, «se entiende expresamente que la Sociedad no hará ventas ni compras clandestinas por la prima que pueda obtener».