Perspectivas políticas. Prosperidad comercial. Un caso de inanición
Londres, 14 de enero de 1853
Al recibir sus credenciales diplomáticas como titular de Asuntos Exteriores, lord John Russell declaró ante los presentes que custodiaría los sellos del Ministerio solo ad interim, y que en breve lo dejaría en manos del conde de Clarendon. Lo cierto es que en el Departamento del Extranjero este Russell siempre ha sido un completo extranjero y no ha destacado por nada salvo, creo, por una insípida compilación histórica de los tratados firmados desde la paz de Nimega, libro que, he de confesarlo, parece al menos tan entretenido como la «tragedia» con la que su autor sorprendió una vez al mundo. Con toda probabilidad, a lord John le van a confiar el liderazgo en la Cámara de los Comunes y un asiento en el gabinete, donde es muy probable que toda su actividad consista en elaborar la nueva Ley de Reforma. La reforma parlamentaria es el ámbito de actividad tradicional de Russell desde que, con sus medidas de 1831, demostró tener mano maestra para repartir los rotten boroughs[5] entre tories y whigs.
Mis predicciones sobre la probable ineficacia de las tres incorporaciones irlandesas al Ministerio para asegurarse los votos de la «Brigada» en la causa del gobierno de coalición[6] se han cumplido al pie de la letra. La actitud que últimamente han tenido The Freeman’s Journal y The Tablet —el tono de las cartas y declaraciones de los señores Lucas, Moore y Duffy— y la resolución adoptada contra los señores Sadleir y Keogh en la última reunión de la Tenant-Right Association [Asociación por los Derechos del Arrendatario] bastan para indicar que la administración de Aberdeen solo dispondrá de una pequeña fracción de las huestes de Irlanda.
Es bien sabido que lord Aberdeen, actual jefe del gabinete, va a ocupar su escaño en la Cámara de los Lores. Ahora bien, en un discurso recientemente pronunciado en Manchester en el banquete ofrecido al nuevo embajador[7], el señor Ingersoll, el señor Bright[8] aprovechó la ocasión para explicar que la supresión total de la Cámara de los Lores es conditio sine qua non para el «avance» de la clase media industrial. Es posible que la primera declaración oficial de la escuela de Manchester[9] desde la formación de ese Ministerio de Coalición sirva para que lord Aberdeen se dé cuenta por fin de en qué ha quedado esa democracia que lord Derby[10] ha encogido tanto.
Así que la guerra de partidos que según un animoso periodista de The Times había terminado para siempre ha rebrotado a pesar de que la Era del Milenio[11] haya empezado con la suspensión del Parlamento hasta el próximo 10 de febrero.
La continuación y aumento de la prosperidad industrial y comercial fueron unánime y ruidosamente proclamados al comenzar el nuevo año y confirmados por la publicación de las rentas públicas hasta el día 5 del corriente, por las ganancias de la Cámara de Comercio en el mismo mes y en los once meses que concluyen el 5 de diciembre, por los informes de la Inspección de Factorías y, finalmente, por las circulares anuales sobre comercio que se publican cada año y ofrecen una visión general de todas las transacciones comerciales del año anterior.
Los ingresos por impuestos directos muestran unos incrementos anual de 978.926 y trimestral de 702.776 libras esterlinas. A lo largo del año, todas las partidas aumentan excepto Aduanas. La suma total ingresada por la Hacienda Pública asciende a 50.468.193 libras esterlinas.
Los Impuestos indirectos, que se supone que son indicativos del bienestar de los ciudadanos, sumaron 13.093.170 libras el año que finalizó el 5 de enero de 1852. En el año que ha finalizado el 5 de enero de 1853 han sumado 13.356.981 libras.
La partida Pólizas, que indica el aumento de la actividad comercial,
dejó en 1851-1852 … 5.933.549
y en el año 1852-1853 … 6.287.261
Las ganancias de la Cámara de Comercio del mes pasado y de los once meses que finalizaron el 5 de diciembre de 1852 fueron:
Valor de 1852 1851 1850
las exportaciones del mes que terminó el 5 de dic. 6.102.694 5.138.216 5.362.319
Los once meses que terminaron el 5 de dic. 65.349.798 63.314.272 60.400.525
Es decir, se ha producido un incremento de casi un millón de libras el mes en cuestión y de más de dos millones en los últimos once meses. Sin conocer el valor total de las importaciones, no sabemos si las exportaciones lo igualan o sobrepasan.
Pasando a los informes de la Inspección de Factorías, en el presentado por el señor Horner, inspector del distrito de Lancashire, sobre el medio año anterior al 31 de octubre de 1852, que acaba de hacerse público, se puede leer lo siguiente:
En mi distrito se han producido muy pocos cambios el pasado año en lo que concierne a las fábricas de lana, seda y estambre, y las de lino siguen como estaban el 1 de noviembre de 1851. Sin embargo, el incremento de las factorías de algodón ha sido muy grande. Sin contar las que hoy están desocupadas (aunque, con toda probabilidad, muchas de ellas pronto volverán a entrar en funcionamiento, y en especial aquellas de las que no se ha retirado maquinaria), en los dos últimos años se habrán puesto en marcha por primera vez unas 129, lo que supone otros 4023 caballos de potencia; y en las ya existentes se han incorporado 53 adiciones, es decir, otros 2090 caballos de potencia; de manera que se ha producido un incremento de 6113 caballos de potencia, lo que probablemente haya dado empleo a no menos de 24.000 trabajadores más dentro del sector algodonero. Y eso no es todo, porque actualmente se están construyendo nuevas factorías. En un área limitada como la comprendida entre las localidades de Ashton, Staleybridge, Oldham y Lees, habrá otras once con una potencia agregada de 620 caballos. Dicen que a los fabricantes de maquinaria los encargos los superan; y el propietario de una factoría muy inteligente y observador me ha dicho hace poco que muchas de las edificaciones que ahora se están erigiendo probablemente no entren en funcionamiento antes de 1854 por la imposibilidad de que les llegue la maquinaria. Pero, por grande que sea el aumento de las cifras de ingresos citadas anteriormente y las que darán mis colegas, no reflejan en modo alguno el aumento total; porque existe una enorme y muy fértil causa del incremento de la producción de la que es muy difícil obtener datos. Me refiero a las últimas mejoras de los motores de vapor, gracias a las cuales la vieja maquinaria e incluso la nueva desarrollan una cantidad de trabajo muy superior a su potencia nominal en caballos y que va mucho más allá de lo que hasta ahora se creía posible.
El señor Horner cita a continuación una carta del señor Nasmyth, eminente ingeniero civil de Birmingham, en la que se describe el aumento de potencia que se consigue al trabajar con motores de mayor velocidad adaptándoles los dobles cilindros de alta presión de Woolf, mejora con la cual se consigue realizar al menos un cincuenta por ciento más de trabajo aun empleando exactamente los mismos motores que antes.
Por un resumen de los informes de todos los inspectores, parece que en el año que concluyó el 31 de octubre de 1852 el número total de nuevas factorías en funcionamiento era de 229, con una potencia por vapor de 4771 caballos y una potencia por agua de 586 caballos, a lo cual hay que sumar las ampliaciones, 69, de factorías ya existentes, con una potencia por vapor de 1532 caballos y una potencia por agua de 28 caballos, lo cual da un enorme global de 6917 caballos de potencia.
Si revisamos a continuación las circulares sobre el comercio anual, veremos que todas transmiten el mismo ánimo entusiasta con que The Times predecía la Era del Milenio de la política, y que lo hacen en todo caso con ventaja, porque se basan en datos y no en meras expectativas, aunque no se refieran más que al último año.
Los agricultores no tienen motivo de queja. Al empezar el año, el precio medio semanal del trigo era de 37 con 2, al terminar, de 45 con 11. El aumento de los precios del grano se ha visto acompañado de una subida del precio del ganado, la carne, el queso y la mantequilla.
En agosto de 1851 se produjo una bajada de los precios sin precedentes —sobre todo de los del café y el azúcar— que no cesó en todo el año porque el pánico reinante en Mincing Lane[12] no llegó a su punto culminante hasta el primer mes del pasado año. Las circulares anuales indican ahora una considerable subida de los precios de la mayoría de los artículos de producción extranjera y en especial de productos de las colonias como el azúcar, el café, etcétera.
Lo sucedido con las materias primas se puede deducir de la siguiente circular de los señores Hughes y Ronald:
El estado del comercio de la lana ha sido a lo largo de todo el año satisfactorio en grado sumo. […] La demanda doméstica de lana ha sido anormalmente elevada […]. La exportación de artículos de lana y estambre se ha producido a gran escala y ha sido incluso mayor que la del año 1851, que fue la mayor de la historia […]. Los precios han ido subiendo paulatinamente, pero solo en el último mes se ha producido una subida importante y se puede decir que actualmente son un 15 o un 20 por ciento superiores a los del año pasado.
Los señores Churchill y Sim afirman:
El sector de la madera ha participado en gran medida de la prosperidad comercial del país en 1852. […] La importación a Londres ha pasado de 1200 cargamentos en 1852, y es muy parecida a la de 1851. En ambos años se ha incrementado un 50 por ciento con respecto a los precedentes, donde la media de cargamentos llegados a Londres era de 800. Pero, mientras que la cantidad de madera talada ha seguido estable a lo largo de varios años, el empleo de tablones, listones, etcétera, o de madera serrada ha cobrado gran impulso durante 1852, en el que se han utilizado 6.800.000 piezas por las 4.900.000 que de media se venían utilizando.
En lo que se refiere a la piel, los señores Powell y compañía dicen:
El año que acaba de concluir ha sido sin duda muy favorable para las fábricas de piel en casi todos los aspectos. A primeros de año, las materias primas estaban a muy bajo precio pero, por determinadas circunstancias, la piel ha aumentado mucho más su valor que en los últimos años.
El comercio del hierro es particularmente floreciente. Este metal ha pasado de 5 libras por tun[13] a primero 10 libras y 10 peniques y últimamente a 12. Es también probable que suba a 15 libras, y que sea cada vez mayor el número de hornos que se pongan en marcha.
Sobre la navegación, los señores Offor y Gamman afirman:
El año que acaba de concluir ha visto una notable actividad de la navegación británica gracias principalmente al estímulo que ha supuesto el descubrimiento de oro en Australia. […] Los cargamentos han aumentado de forma generalizada.
Lo mismo ha ocurrido en la industria naviera. Con relación a este sector, la circular de los señores Tonge, Currie y Co. de Liverpool señala:
En ninguna otra ocasión habíamos podido hablar tan favorablemente de la venta de barcos en este puerto, tanto en lo que se refiere al tonelaje vendido como al precio obtenido; los precios de los barcos coloniales han subido por lo menos un 17 por ciento el pasado año, y la tendencia es continua y ascendente, mientras que las existencias se han reducido a 48 veleros, frente a los 76 de 1852 y a los 82 de 1851, y no se espera que aumenten de manera inmediata. […] El número de barcos que llegaron a Liverpool a lo largo del año y se vendieron fue de 120, lo que equivale a 50.000 toneladas. 39 han sido botados o están en proceso de construcción en nuestro puerto, con un desplazamiento total de 15.000 toneladas, frente a los 23 bancos y 9200 toneladas de 1851. El número de vapores construidos o en proceso de construcción en esta ciudad asciende a 13, lo que suma un total de 4050 toneladas. […] En cuanto a los veleros de hierro, la característica más notable del sector en Liverpool es el favor cada vez mayor de que gozan entre los compradores, y que tiene a los navieros de aquí, del Clyde, de Newcastle y de todas partes, ocupados como nunca.
En cuanto a los ferrocarriles, los señores Woods y Stubbs escriben:
Los beneficios nos hacen concebir las más optimistas expectativas y superan con mucho todos los cálculos previos. Los de la pasada semana muestran que se han construido más de 550 kilómetros —un 51 o 52 por ciento— y que el tráfico ha crecido en 41.426 libras esterlinas, es decir, un 14 por ciento.
Por último, la circular de los señores Du Fay y Co. (Manchester) recoge las considerables transacciones con la India y China del mes de diciembre de 1852. Estos señores afirman además que la abundancia de dinero ha favorecido las transacciones con los mercados más lejanos y ha permitido a los inversores compensar las pérdidas de producción y mercancías que sufrieron en la primera parte del año.
Hoy son varias las tierras y minas recientes, y otros proyectos, que atraen a los especuladores.
Los informes de la Inspección de Factorías demuestran la prosperidad de las regiones manufactureras en general y de los distritos algodoneros en particular. En relación con la manufactura del algodón, los señores John Wrigley e Hijo de Liverpool afirman lo siguiente:
Visto como prueba de la prosperidad general del país, el progreso de la industria del algodón el año que ahora termina ofrece unos resultados de lo más gratificantes. […] Ha deparado muchos detalles sorprendentes, pero ninguno más destacado y notable que la extraordinaria facilidad con que ha desarrollado una actividad tan insólitamente grande como para necesitar más de tres millones de fardos —la producción de los Estados Unidos de América—. […] En muchas regiones se llevan a cabo preparativos para ampliar las fábricas y cabe esperar que en el año venidero la cantidad total de algodón sea mayor que ningún otro.
La mayoría de los otros sectores de la industria están en la misma situación. Los señores McNair, Greenhow e Irving de Manchester dicen:
Hablamos de Glasgow por sus industrias del algodón y del hierro; de Huddersfield, Leeds, Halifax, Bradford, Nottingham, Leicester, Sheffield, Birmingham, Wolverhampton, etcétera, por la gran prosperidad de que parecen disfrutar sus diversas industrias.
Las únicas excepciones a la prosperidad general son el comercio de la seda y los cardadores de lana de Yorkshire. La situación general del sector tal vez lo resuman las siguientes palabras de una circular de Manchester:
Tememos el exceso de especulación más que la inactividad o la falta de medios.
Entre tanta prosperidad universal, el Banco de Inglaterra ha dado recientemente un paso que ha causado una consternación generalizada en el mundo del comercio. El 22 de abril de 1852 esta institución bajó el tipo de descuento al 2 por ciento. La mañana del 6 de enero de 1853 anunció que este tipo pasaría del 2 al 2,5 por ciento, un incremento de tasas del 25 por ciento. Algunos han intentado explicar este incremento por las cargas que recientemente han contraído los grandes contratistas ferroviarios, que, como es sabido, guardaban facturas que ahora empiezan a salir a la luz en grandes cantidades.
Otras instancias, como por ejemplo The London Sun, opinan que, a su vez, el Banco de Inglaterra pretendía obtener ventaja de la prosperidad reinante con un incremento de los descuentos. La normativa ha sido rechazada en su conjunto por estar «fuera de lugar». Con el fin de valorarla en su justa medida recojo a continuación unos datos publicados por The Economist:
Hoy, como vemos, el Banco de Inglaterra guarda un millón de libras esterlinas en oro más que en abril de 1852, mes en que el tipo de interés se redujo al 2 por ciento. Pero la diferencia es muy acusada entre uno y otro momento; porque ha cambiado con relación a los movimientos de oro y ha pasado de ascender suavemente a sufrir altibajos. La afluencia de oro es peculiarmente alta y el mes pasado se superaron todas las importaciones de América y Australia. Además, en el mes de abril había en garantía cinco millones y medio menos de libras que actualmente. Por consiguiente, en abril de 1852, la oferta de capital prestable era mayor que la demanda, mientras que ahora ocurre lo contrario.
La emigración de oro se ha visto acompañada de un marcado declive de los intercambios con el extranjero, circunstancia que en parte hay que achacar al considerable aumento de los precios de la mayoría de los artículos importados y en parte a la gran especulación en este terreno. Hay que añadir a esto la repercusión en la agricultura de un otoño y un invierno poco favorables, las lógicas dudas y temores respecto a las próximas cosechas y, como consecuencia, las grandes operaciones de importación de harinas y cereal. Por último, los capitalistas ingleses han invertido fuertes sumas en la fundación de compañías y líneas ferroviarias y otros proyectos empresariales en Francia, Italia, Suecia, Noruega, Dinamarca, Alemania y Bélgica, y participan en la estafa generalizada que se está produciendo en la Bolsa de París. Por tanto, las acciones de Londres son ahora más abundantes en todos los mercados de Europa que en ningún período anterior y, en consecuencia, se ha observado una caída ininterrumpida de los tipos de cambio. El 24 de julio, la libra esterlina se cambiaba en París por 25 francos y 30 céntimos; el 1 de enero bajó a 25 francos.
Como la demanda de capital ha aumentado en proporción a la oferta, la última medida del Banco de Inglaterra parece perfectamente justificada. Se proponía atajar la especulación y la fuga de capitales, pero me atrevo a predecir que no tendrá el menor efecto.
A los lectores que nos hayan acompañado tan largo trecho a través de los testimonios de la creciente prosperidad de Inglaterra les pido que se paren un momento a considerar la historia de Henry Morgan, un pobre fabricante de agujas que partió de Londres rumbo a Birmingham en busca de trabajo. Para que nadie me tache de exagerado, copio a continuación literalmente la noticia publicada en The Northampton Journal:
Muerte por indigencia, Cosgrove. A eso de las nueve de la mañana del lunes, dos trabajadores que se guarecían de la lluvia en un solitario granero propiedad del señor T. Slade, de la parroquia de Cosgrove, se vieron sorprendidos por unos gemidos que, como finalmente descubrieron, procedían de un pobre hombre que se encontraba tirado en un agujero excavado en el suelo en estado de extremo agotamiento. Se dirigieron a él amablemente y le ofrecieron parte de su desayuno, pero al no recibir respuesta le tocaron y comprobaron que estaba casi frío. Fueron en busca del señor Slade, que estaba cerca, y, transcurridos unos minutos, este caballero mandó preparar un carro con un lecho de paja, y un mozo trasladó al hombre al hospicio para pobres de Yardley-Gobion, que se encuentra a poco menos de dos kilómetros de distancia, y al que llegaron justo antes de la una en punto. El hombre, sin embargo, expiró un cuarto de hora después. La pobre criatura, de tan famélica, mugrosa y harapienta como estaba, era un espectáculo espantoso. Al parecer, la tarde del jueves día 2 el funcionario de asistencia de Stoney-Stratford le acusó de vagabundeo y le ordenó pasar la noche en el hospicio de Yardley. Después de recorrer caminando los cinco kilómetros cuesta arriba hasta Yardley, el hombre fue admitido como le correspondía; le dieron de comer, mostró gran apetito y suplicó que le permitieran quedarse el día y la noche siguientes. Le acogieron y abandonó finalmente el hospicio el sábado por la mañana temprano después del desayuno (muy posiblemente fuera su última comida en este mundo) para regresar a Stratford. Es probable que, encontrándose débil y con los pies doloridos —tenía una herida en un talón—, se alegrara al ver el primer refugio agradable que pudo encontrar: un cobertizo abierto entre otras construcciones de una granja situada a menos de medio kilómetro del camino de portazgo. Allí lo encontraron, tendido sobre la paja, el lunes día 6 al mediodía, y, como no deseaban alojar a un desconocido, le pidieron que se marchase. Él suplicó que le dejaran quedarse un poco más y se marchó a eso de las cuatro, para buscar otra vez a la caída de la noche un lugar cercano donde guarecerse y descansar. Llegó finalmente al solitario establo, al que faltaba una parte del tejado, que tenía la puerta abierta y apenas resguardaba del frío, y donde se metió en el agujero en que estuvo tendido sin comida otros siete días hasta que lo descubrieron, como ya hemos dicho, la mañana del día 13. El desgraciado había recibido de sus padres el nombre de Henry Morgan, era fabricante de agujas, tenía entre treinta y cuarenta años y era de complexión fuerte.
Es apenas concebible un caso más espantoso. Un hombre fuerte, robusto y en la flor de la vida emprende un largo peregrinaje al martirio desde Londres hasta Stoney-Stratford… Sus desesperadas peticiones de socorro a la «civilización» que le rodea, sus siete días de ayuno, el brutal abandono por parte de sus congéneres los hombres, su búsqueda de un refugio y su verse arrastrado de un lugar a otro, la suprema inhumanidad del tal Slade y la paciente y miserable muerte del hombre exhausto forman una imagen que nos deja en la más completa estupefacción.
Y ¡¡¡por supuesto que violó los derechos de propiedad al buscar cobijo en el cobertizo y en el solitario establo!!!
Cuéntenle este caso de muerte por inanición en medio de tanta prosperidad a un gordo hombre de la City londinense y les responderá con las mismas palabras que The London Economist publicó el 8 de enero:
Es, por tanto, un placer comprobar que con el Libre Comercio todas las clases florecen, sus energías despiertan ante las expectativas de recompensa, todas mejoran su producción y todas y cada una obtienen un beneficio.