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La resolución de las gigantescas 3D que nos rodean es tan grande que me parece que si extendiera la mano hacia los cubos podría tocar al presidente de la Federación Rusa. Vladimir Ivanchenko acaba de llegar al palco de honor, rodeado de su séquito, y la realidad virtual sitúa sus hologramas flotando a un metro por encima de nuestras cabezas. El truco, por supuesto, funciona en ambas direcciones. Una vez que se conecten a los dispositivos de realidad aumentada disponibles en cada asiento del palco, cualquiera de los espectadores puede disfrutar de la ilusión de estar en nuestra piel, enfrentándose a los ezhen.
El presidente Vladimir Ivanchenko recibe, con la soltura que otorga una larga costumbre, la ovación que le dedican los espectadores. Según Carmona hay más de cincuenta mil personas, alojadas bajo la enorme carpa donde se celebran las ceremonias de la Siberiana, la flor y nata de los VIP ruskis, cada uno de los cuales ha pagado una auténtica fortuna por asistir al espectáculo.
Todos el mundo está ahora pendiente de Ivanchenko. El general Mossenko, vestido de uniforme de gala, se sitúa justo a su derecha. El presidente carraspea antes de arrancar su discurso, en un ruso perfecto, que los traductores automáticos reproducen en docenas de idiomas.
—Ha llegado la hora de las Termópilas —dice—. La hora de la verdad. La hora en la que los atletas que han alcanzado el honor de competir en esta difícil prueba tienen que demostrar lo que valen.
—A ver si se calla de una vez y podemos empezar —murmura Yago, impaciente.
El presidente nos taladra con la mirada, como si hubiera oído el comentario de mi socio, lo que, por otra parte, es perfectamente factible, docenas de drones revolotean a nuestro alrededor, capturando cada uno de nuestros movimientos y grabando cada frase que decimos.
—¡Hoplita! ¡Amazona! Estáis a punto de enfrentaros a los ezhen siberianos. No tengáis compasión alguna con ellos, porque ellos no la tendrán con vosotros. Mostradnos vuestro valor.
La frase expresa exactamente lo contrario de lo que parece decir. Ivanchenko nos está invitando a mostrar nuestra cobardía, a que corramos a refugiarnos en la trinchera mientras los drones capturan nuestra ignominia.
—¡La gloria aguarda a los campeones! —grita Ivanchenko—. ¿Estáis preparados?
Yago y yo mostramos nuestras armas en el saludo ritual. Otro gran aplauso y el presidente abre los brazos, como si fuera un antiguo emperador romano, dirigiéndose a un público sediento de sangre y espectáculo.
—¡Que empiece el combate! —exclama.