LA AUTOPSIA
En la madrugada del 10 de octubre (1967), las puertas de la lavandería fueron cerradas. Nadie más pudo ver al Che, salvo los militares y los médicos.
Eran las 2 horas y 27 minutos.
Y prosiguió la siniestra operación «Cuervo».
Cuando el hospital quedó despejado, siempre bajo una estrecha vigilancia, el cadáver del Che fue trasladado al exterior. Allí fue cargado en un camión militar que lo condujo al Batallón «Pando» de Ingenieros Militares (número 3), cerca de Villagrande. El coronel Selich, que acompañó el cuerpo en todo momento, era subjefe de dicho batallón.
El camión se detuvo frente a la enfermería y el cuerpo —siempre cubierto— fue introducido en secreto en el pequeño recinto médico. Allí esperaban los doctores que practicarían la autopsia y la posterior amputación de las manos del Che. Los servicios de inteligencia militar lo fotografiaron todo.
Y, de inmediato, se procedió a la autopsia.
En ella participaron los doctores Baptista y Casso.
En síntesis, Ernesto Guevara murió como consecuencia de las heridas de bala (nueve impactos), que interesaron órganos vitales, provocando importantes hemorragias internas. Los nueve impactos afectaron al tórax, piernas y brazos.
El informe de la autopsia afirma que el Che, ante la gravedad de las heridas, no pudo pronunciar palabra alguna.
La muerte fue, prácticamente, instantánea.