VOLUNTARIOS
Y solicité voluntarios entre el personal de Clases.
Fue inmediato.
Al momento se presentaron el suboficial Mario Terán, de la compañía «A», y el sargento Huanca, de la «B».
Ambos habían combatido contra los guerrilleros y algunos de sus soldados, y amigos, cayeron muertos a su lado.
Comprendí el porqué de sus decisiones.
Todo el mundo estuvo de acuerdo: Terán y Huanca tenían derecho...
Di las instrucciones pertinentes y los sargentos oyeron en silencio.
Mendi, a mi lado, sugirió que al Che se le disparase del cuello hacia abajo. Tenía que estar claro que el cadáver era el del jefe de la guerrilla.
Terán y Huanca me miraron y yo asentí. Estaba de acuerdo.
—Respeten la cabeza...