BOLIVIA: UN ERROR
—Sin sentido desde su punto de vista, tal vez...
Me senté en uno de los bancos. Encendí un cigarrillo y ofrecí otro a Totti, que seguía a mi lado, pendiente.
—Me parece que se equivocó al elegir Bolivia para su aventura...
—La revolución, capitán, no es una aventura. ¿Acaso no se inició en su país la guerra de la independencia sudamericana? ¿No están ustedes orgullosos de haber sido los primeros?
—Sí, pero su actuación aquí, por lo que llevamos visto, va contra todas las normas de la guerra de guerrillas que defienden Mao, usted y todos los «maestros»...
El Che guardó silencio unos segundos. Parecía pensar a gran velocidad.
—Bolivia —musitó finalmente—. Tal vez fue un error. No sé... En una última instancia, la decisión no fue totalmente mía. Otros compañeros también participaron...
—Fidel, supongo...
La respuesta del Che fue seca:
—Otros compañeros y otros niveles...
Estaba claro para mí. La decisión de llevar la guerrilla a Bolivia, mi país, fue cosa de Fidel Castro y sus servicios de inteligencia.
—¿Y le parece que así, a tiros, vamos a resolver los problemas? Como resultado de este encuentro tengo cuatro muertos y cuatro heridos... ¿Qué voy a decir a sus padres?
—Dígales que murieron por la patria..., en el cumplimiento de su deber.
—Eso es pura lírica... Deme una respuesta realista.
—Usted es capitán. Su formación no le permitiría entenderla.
—Se equivoca. ¿Es que no sabe que los bolivianos ya tuvimos nuestra revolución en 1952?
—Claro que sí. Yo estuve en Bolivia poco después.
—Lo que usted no sabe es que nuestro ejército es parte del pueblo...
—Pero lo oprime...
—¿Le parecen oprimidos esos campesinos que le han dado la espalda y que ahora mismo están cocinando con cariño para mi tropa?
—El atraso en el que los mantienen no permite que entiendan lo que está sucediendo en el continente. Su liberación está en camino.
—Mire, comandante, mi familia es de esta región... Sé que toda esta gente está dispuesta a ayudar al ejército. Esos lazos son más fuertes que sus ideas.
—Tienen que darse cuenta de que la lucha es continental... Habrá muchas muertes y mucha sangre derramada, pero la guerra contra el imperialismo no puede ser detenida. Tiene sus vértices acá, en Bolivia, y en Colombia, y en Venezuela, y en Centroamérica...
Noté que se asfixiaba. Al poco prosiguió:
—... Y ustedes, los militares, tienen que decidirse...
—¿Decidirnos? ¿A qué?
—Tienen que decidir si están con el pueblo o al servicio del imperialismo.
—Que no nos guste el modelo cubano no significa que estemos a las órdenes de los yanquis...
—Fíjese en usted... Ha sido entrenado por los gringos, lleva armamento americano, equipo americano... ¿Qué más quiere?
—Su fusil también es americano...
En ese momento me reclamaron. El mayor Ayoroa me necesitaba.
—Volveré más tarde —aclaré, al tiempo que me alzaba.
Y el Che, con una media sonrisa burlona, comentó:
—Aquí estaré, capitán, aquí estaré... No pienso moverme.
Selich, Ayoroa y yo nos encerramos en una casa y procedimos a un examen detallado de los papeles y libretas que cargaba el Che en su mochila y en los morrales.
Uno de los asistentes del mayor Ayoroa fue tomando notas.
Lo más importante era un diario, escrito en un dietario de origen alemán. En otro cuadernillo aparecía una serie de códigos y claves.
En total fueron inventariados 108 documentos. No tuvimos en cuenta en esos momentos la ropa, la comida, el armamento y la munición. Eso quedó aparte.
Estudiamos siete hojas con mensajes cifrados, procedentes de Cuba, una nota manuscrita de Roselló al Che, un pasaporte muy deteriorado a nombre de CarlosSuárez (nombre falso, con toda seguridad), varias cartas (una dirigida a Fidel Castro) y algunos libros. Recuerdo los siguientes títulos: Ensayos sobre la teoría del capitalismocontemporáneo, de Vigotski; Crítica de la economía política, de Carlos Marx; Geometría analítica, de Philips, e Historia económica de Bolivia, de Peñaloza.
No cabe duda de que el tipo era culto, pero sanguinario...
Comprobamos algunas de las actividades guerrilleras —a través del diario— y coincidimos en las fechas.
La letra era tan infernal que terminamos abandonando el estudio.
Y a eso de las doce y media de la noche nos encaminamos a la escuela.