SIGUE LA OPERACIÓN “CUERVO”
Tras el cosido del cadáver, los médicos —por orden militar— procedieron al corte de las manos (a la altura de las muñecas).
Primero se trató de cortar la izquierda. Hubo problemas y los doctores necesitaron de un nuevo instrumental.
Fue preciso esperar más de una hora. Uno de los doctores tuvo que regresar al hospital Nuestro Señor de Malta para conseguir las sierras necesarias. La pila se llenó de sangre.
Terminadas las amputaciones, las manos fueron igualmente fotografiadas y sumergidas en una solución de formol.
El coronel Selich dirigió nuevamente el operativo.
Inteligencia Militar se hizo cargo del frasco.
Y prosiguió la segunda fase de la operación «Cuervo».
El cadáver del Che quedó en el Batallón «Pando», bajo estrecha vigilancia, y el coronel Selich procedió al traslado de los cuerpos de los siete guerrilleros muertos en la quebrada del Yuro.
A uno de ellos, previamente, le fueron amputadas ambas manos.
Y en la tarde del 10 de octubre (1967), casi oscurecido, los guerrilleros fueron arrojados a una fosa común, en las inmediaciones del aeródromo de Vallegrande.
Una excavadora abrió una zanja de tres metros de profundidad.
Selich, cumpliendo órdenes, llevó a cabo las oportunas fotografías y tomó nota de las coordenadas geográficas de la fosa común. Todo ello, con el correspondiente informe secreto, fue elevado a la superioridad.
Los guerrilleros sepultados en esa fosa común fueron Arturo, Antonio, Pacho, Aniceto, Willy y el Chino. La identidad del séptimo —el de las manos cortadas— no fue revelada.
Ese mismo día 10, el citado coronel Selich recibió la orden confidencial de incinerar el cuerpo del Che.
Y esperó a que anocheciera.
El cadáver fue trasladado en una carretilla, escoltado por cuatro militares; uno de ellos, el propio Selich.
El cuerpo, cubierto con una lona, fue depositado en un camión militar y conducido por el coronel Selich hasta uno de los campos deportivos del batallón.
Allí, en el campo, el cadáver fue envuelto cuidadosamente en la lona negra y arrojado al interior de un turril o bidón de hierro.
La orden del Alto Mando, como digo, era incinerar al Che y enterrar sus cenizas en un lugar secreto.
Pero algo salió mal...
La leña utilizada no fue suficiente. Selich sólo consiguió una importante peste, que alertó a la vecindad.
Buscaron más leña, pero el proceso se hizo eterno.
Selich sólo logró que la piel y la grasa se desprendieran del cuerpo.
Probaron con gasolina y con diésel.
Pero los restos no desaparecían.
El suplicio —añadido— se prolongó durante horas.
Finalmente, los restos del guerrillero fueron cortados en cuatro partes.
Y cada trozo fue enterrado en un lugar diferente, en el recinto del batallón.
Como era su obligación, el coronel Selich tomó fotografías y anotó las coordenadas de cada una de las cuatro «tumbas» del Che.
Allí siguen sus restos, que yo sepa.
Los servicios de inteligencia militar y el Alto Mando de las Fuerzas Armadas de Bolivia guardan las fotografías, las coordenadas geográficas de los emplazamientos y los correspondientes informes de Selich.
Número de testigos: cuatro.
Las tumbas del Che no fueron marcadas con nombres, cruces u otros signos identificativos.
El 16 de octubre de 1967, las Fuerzas Armadas de Bolivia hicieron público el siguiente comunicado:
1. Conforme fue informada la opinión nacional y extranjera con los documentos emitidos por el Alto Mando militar en fecha 9 de octubre y posteriores sobre el combate sostenido en La Higuera entre unidades de las Fuerzas Armadas y la agrupación roja comandada por Ernesto Che Guevara a consecuencia del cual, entre otros, perdió la vida este último, se establece lo siguiente:
a) Ernesto Che Guevara cayó en poder de nuestras tropas gravemente herido y en uso pleno de sus facultades mentales.
Después de haber cesado el combate, fue trasladado a la población de La Higuera más o menos a las 20 horas del día domingo 8 de octubre, donde falleció a consecuencia de sus heridas.
El traslado del cadáver a la ciudad de Vallegrande se efectuó a las 16 horas del día 9 en un helicóptero de las FAB.
b) Los doctores Moisés Abraham Baptista y Martínez Casso, en su calidad de director e interno del hospital Nuestro Señor de Malta, certificaron la defunción y protocolizaron la autopsia ordenada por las autoridades militares.
c) Con relación a la identificación del occiso y la autenticidad del diario que le perteneciera, el Supremo Gobierno solicitó la cooperación de organismos técnicos argentinos que se hicieron presentes con tres peritos, uno scopométrico y dos dactiloscópicos, quienes ratificaron la identidad del muerto y certificaron que la caligrafía del diario de campaña capturado por nuestras tropas coincide con la de Ernesto Guevara.
d) El diario de campaña y el libro de conceptuaciones son documentos que contienen la relación de actividades, desde la fecha de su ingreso hasta el día 7 de octubre y los juicios que merecieron a este jefe subversor los miembros de las bandas constituidas y los elementos que los colaboraron, tanto en el país como en el exterior. En consecuencia, son documentos de uso exclusivamente militar.
2. De esta manera el Alto Mando militar da por terminada toda información relacionada con la muerte de Ernesto Guevara.
La Paz, 16 de octubre de 1967.
Por supuesto, mis compañeros militares mintieron (una vez más).[3]