“700”
Hacia las 17 horas del 8 de octubre (1967), cuando se tuvo conocimiento de la captura de Ernesto Guevara de la Serna, alias Che, el general René Barrientos, presidente de la República de Bolivia, convocó una reunión de urgencia en el palacio de Gobierno, en La Paz.
Y allí se presentaron los generales que formaban el Alto Mando de las Fuerzas Armadas.
Barrientos, Juan José Torres y Ovando hablaron durante casi cinco horas.
¿Qué hacían con el famoso jefe guerrillero?
La situación —en opinión de los altos jefes— era delicada. La reciente experiencia, con la campaña de prensa desatada en todo el mundo a raíz del juicio a Debray y Ciro Bustos, era traumatizante. Bolivia había tenido que soportar toda clase de insultos y despropósitos.
Por otra parte, el campesinado había exigido a Barrientos que terminara de una vez con el foco guerrillero. Y el general lo había prometido solemnemente.
Permitir el juicio a Guevara entrañaba graves riesgos. La opinión mundial volvería a criticar a Bolivia y a sus Fuerzas Armadas. Era posible, incluso, que los comunistas trataran de liberarlo. El país podía verse envuelto en una guerra más sangrienta...
Sólo quedaba una «solución».
Fue el general Torres, jefe del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas, quien sugirió con vehemencia «el imperativo de tomar una decisión drástica y definitiva». La decisión —ejecutar al Che— debía aplicarse con energía y lo más rápidamente posible.
El general Alfredo Ovando apoyó sin reservas la iniciativa de Torres y recomendó lo siguiente: «Señor presidente, el jefe de la guerrilla debe ser ejecutado».
Finalmente, el general Barrientos afirmó: «El tema principal de la reunión está agotado. La recomendación está planteada por los miembros del Alto Mando de las FF. AA., por lo que en el marco de las acciones en una guerra irregular como la que nos ha tocado enfrentar, en mi calidad de Presidente Constitucional de la República asumo la responsabilidad de esta decisión».
Y René Barrientos concluyó: «Quien viene a matar corre el riesgo de morir. Guevara vino para matar, y ha sido responsable de la muerte de muchos soldados de la patria. Él sabía que quien a hierro mata, a hierro muere».
A las 23 horas de aquel 8 de octubre (1967), el general Juan José Torres transmitía la orden de ejecución al comandante del ejército, el también general David Lafuente Soto.
Media hora más tarde, la red militar de comunicaciones emitió un breve mensaje en clave:
«Del comandante del ejército a Saturno: “700”».
El número «700» equivalía a la palabra «ejecútenlo».