INFIERNO VERDE

Días antes de emprender la gran marcha de exploración, el Che ordenó a Tania, su amante, que abandonara el campamento y viajara a Argentina. Necesitaba que trajera a un tal Ciro Bustos, pintor y destacado comunista. El Che no dijo por qué.

Y Tania obedeció.

Eso la salvó del «infierno verde»...

El 1 de febrero de 1967, al alba, el grueso de la guerrilla abandonó el lugar. En el campamento central quedaron cuatro compañeros: dos cubanos y dos bolivianos. El Che preparó la marcha como un ejercicio de adiestramiento. Serviría también para conocer y familiarizarnos con la zona. Deberíamos estar de regreso en un plazo de diez días.

Pero el supuesto entrenamiento se convirtió en una pesadilla.

Lo abrupto del terreno, las lluvias, el desconocimiento de la zona, los pésimos mapas que portábamos, el hambre, la sed, los mosquitos, las serpientes, el desánimo y las peleas entre nosotros convirtieron el ejercicio en un infierno: un infierno verde.

Y lo que fue estimado como una marcha de exploración de diez días terminó en 48 interminables y dolorosas jornadas.

Esto fue lo que escribí en aquel nefasto y absurdo viaje:

1 de febrero

Iniciamos la marcha con cierta preocupación. El Che no ha sido muy explícito. No sabemos qué nos vamos a encontrar.

2 de febrero

Caminamos muy despacio. El terreno es salvaje y espinoso, con infinidad de cañones. Cargamos un equipo muy pesado. Mi mochila y el armamento superan los cuarenta kilos. Algunos de los hombres avanzan con dificultad. El Che se detiene cada poco y consulta los mapas, pero son pésimos. En las cartas aparecen ríos y alturas que no existen. Barbarroja es un inútil o un traidor. Se presenta una lluvia torrencial. Tenemos que detenernos. Y, tras el diluvio, surgen los mosquitos. Son enormes. Forman nubes. No sabemos cómo protegernos. Así llega la noche.

3 de febrero

La lluvia no cesa. El cielo es negro. La visibilidad no alcanza los cien metros. Partimos a las 8 horas con los ánimos muy bajos. Casi no hemos dormido. No disponemos de ningún alivio contra las picaduras de los insectos. Los muchachos tienen ronchones en las caras, cuellos y manos. Parecemos una banda de leprosos. Alcanzamos un río, pero nadie sabe qué río es.

4 de febrero

Desayunamos un plato de sopa. Esa es la única comida del día. Volvemos a caminar entre diez y doce kilómetros y por un monte que no tiene fin. El Che parece obsesionado con la altura. No para de consultar su altímetro. Cruzamos otro río (que no figura en los mapas). Estamos perdidos. Alguien pierde una bota al vadear el río y el Che lo llama «comemierda». El pobre muchacho boliviano termina llorando.

5 de febrero

Seguimos caminando por un monte cerrado y verde. No encontramos a nadie. El Che se queja de un fuerte dolor en los hombros.

6 de febrero

Caminamos sin rumbo. Seguimos perdidos. Al llegar a otro río se decide construir una balsa para cruzarlo. Necesitamos tres horas para armarla. Se hace de noche y dejamos el cruce para el día siguiente.

7 de febrero

La lluvia complica más la situación. Al intentar cruzar el río, la balsa se pierde. Estamos vivos de milagro. Armamos una segunda balsa y decidimos dormir en el lugar. Fumamos y fumamos, pero los mosquitos no desaparecen. Comemos cuatro galletas saladas y algo de leche condensada. La gente murmura, con razón. ¿A qué viene un esfuerzo así? No tenemos conocimiento del terreno y carecemos de víveres. Nadie se atreve a plantear el asunto ante el Che.

8 de febrero

Conseguimos cruzar el río y proseguimos la marcha «hacia ninguna parte». Por delante de la tropa avanzan los macheteros. Abren la senda y caminamos con dificultad. La gente está débil y desmoralizada. Esto no es una guerrilla...

9 de febrero

Por fin divisamos una casa. El campesino dice llamarse Honorato Rojas. Tiene seis hijos. Hablamos y nos proporciona mucha información sobre la zona. Los mapas de la inteligencia cubana son una mierda. Inti, uno de los compañeros cubanos, comete un error. Se ha presentado ante Honorato como «el jefe de una guerrilla». No sabemos qué clase de individuo es el tal Honorato Rojas. Podría delatarnos. [Y así sucedería meses después...]

10 de febrero

Nos quedamos en el lugar. Descansamos y comemos cerdo asado. Honorato nos ha vendido dos puercos. Algunos de los hijos están enfermos (engusanados) y el Che los cura.

11 de febrero

Partimos temprano. El hambre ha desaparecido. Seguimos la orilla del río, marcada por el campesino.

En uno de los descansos, el Che reúne a los cubanos y nos dice que su intención es que los inexpertos bolivianos vean físicamente a los soldados. Con eso será suficiente. Después regresaremos al campamento central.

12 de febrero

El Che decide que los hombres no coman. Dice que comimos demasiado chancho. Los hombres protestan a espaldas del comandante.

13 de febrero

Caminamos bajo una lluvia torrencial.

14 de febrero

Nuevo encuentro con campesinos. Al vernos salen corriendo. Están asustados. Nuestro aspecto —barbudos y sucios— no nos ayuda. El Che los interroga sobre las guarniciones próximas y sobre cómo conseguir comida. Nadie sabe nada de nada. La radio funciona a ratos. A veces oímos a La Habana. Hablan de la llegada de Régis Debray a Bolivia. Se trata de un periodista francés, muy vinculado al comunismo internacional. El Che quiere que lo lleven al campamento. Es una forma de transmitir nuestra situación a Cuba. El francés podría hacer de correo. El Che vuelve a sonreír y canturrea tangos.

15 de febrero

Día de marcha sin tropiezos importantes. Nuevo encuentro con campesinos. La misma canción: nadie sabe nada. El Che decide que los hombres no deben comer, dado lo avanzado de la hora. Las protestas, a sus espaldas, suben de tono. Los bolivianos lo llaman «argentino de mierda». Algunos cubanos se enfrentan a la «resaca». Esto no puede terminar bien... El Che no se entera. Sigue absorto en su diario.

16 de febrero

La lluvia nos obliga a caminar lentamente. La gente tiene los pies hinchados.

17 de febrero

Lluvia y más lluvia. Las armas chorrean. No sé si servirán.

18 de febrero

Caminamos entre barrancos y farallones. La dificultad es extrema. El Che nos recuerda que es el cumpleaños de su esposa Aleida. El Che la llama Josefina y la compara a la mujer de Napoleón. El comandante está perdiendo la cabeza...

19 de febrero

Nuevamente perdidos. Nadie sabe dónde estamos. Caminamos y caminamos sin rumbo. El agotamiento es importante. Algunos prefieren caminar descalzos. Los pies parecen muñones. Al Che sólo le preocupa la altitud. La marca a cada momento. Y seguimos preguntándonos: ¿qué hacemos aquí?

20 de febrero

Día de marcha lenta y agotadora. Calculo doce kilómetros. Algunos bolivianos lloran y se arrastran cuando el Che no puede verlos. Seguimos perdidos en la inmensidad de este infierno verde.

21 de febrero

El Che envía exploradores, pero regresan sin novedad. Continuamos perdidos. El calor se hace insoportable. Necesitamos un baño.

22 de febrero

Ascendemos durante toda la mañana. Al llegar a la cima nos espera otro monte, y después otro y otro. No queda agua. A escondidas, varios compañeros orinan en sus cazos de campaña y se beben los orines. Al acampar, el Che no da explicaciones de nada. Fuma en su pipa de plata, escribe y canturrea. Parece feliz. El asma le ha dado un respiro.

23 de febrero

El sol abrasa. La marcha por las colinas se hace agotadora. Algunos compañeros lloran en silencio. No quieren seguir. Estaba previsto volver hacia el 10 de febrero y estamos a 23. De pronto, al coronar una de las colinas, el Che sufre un desmayo. Hay que ayudarle a caminar. Los compañeros vuelven a las peleas por lo más mínimo.

24 de febrero

Perdidos bajo un sol implacable. Nos refugiamos en las sombras de los bosques, pero la tierra arde. El aire arde. Los ánimos arden. Un grupo de cubanos hablamos y decidimos plantearle el problema al comandante: no podemos seguir así. Estamos débiles. En cualquier momento podríamos ser sorprendidos. Los campesinos nos han visto. Pueden delatarnos. Hay que tomar una decisión.

25 de febrero

Nadie se atreve a hablar con el Che. Seguimos perdidos, sin agua y sin comida.

26 de febrero

Este hombre es especial, sin duda. Como si hubiera adivinado nuestros pensamientos, el Che nos habla de las privaciones que estamos padeciendo y dice que son un adelanto de lo que nos espera. Yo pienso que alguien se ha ido de la lengua y le ha contado lo que hablamos. El día terminó trágicamente. Benjamín, uno de los jóvenes bolivianos, sufrió una caída y fue arrastrado por las aguas de un río. No sabía nadar y se ahogó. Es la primera baja de la guerrilla. Se terminaron los frijoles.

27 de febrero

Caminar lento y cansino. Los pies de los compañeros están heridos y en muy malas condiciones. En una de las paradas, el Che nos amenaza con la «baja deshonrosa de la guerrilla» si siguen los robos de leche condensada. No hay señales de vida.

28 de febrero

Desayunamos un té y salen los exploradores. El grueso permanecemos junto a un río cuyo nombre ignoramos. El Che nos habla de las excelencias del «hombre nuevo socialista». Hay risitas a escondidas. Regresan los exploradores pero no aportan información. Seguimos perdidos. Se decide construir otra balsa con troncos para cruzar el cauce. Al navegar por el río perdí las botas. El Che me castiga y debo caminar descalzo.

1 de marzo (1967)

Lluvia. Caminamos por la orilla del río. Todos marchan en silencio. No queda comida. Encontramos palmitos.

2 de marzo

La lluvia cede, pero los hombres están agotados, física y mentalmente. A nadie le importa ya la revolución. El Che descubre que siguen los robos de latas de leche condensada. Grita y vocifera, pero nadie se responsabiliza. Suprime las comidas, hasta nueva orden. El descontento es generalizado. Sueño con mi casita, en la Sierra Maestra. Allí tenía de todo, y podía bañarme a diario...

3 de marzo

Perdidos. Nadie habla. Todo son malas caras. Comemos palmitos.

4 de marzo

Los exploradores abren una trocha, pero el Che decide no mover a los hombres. Están rendidos. Varios compañeros salen a cazar y regresan con dos monos, una paloma y un loro. Asados no están tan mal.

5 de marzo

Permanecemos junto al río. Cazan algunos pájaros. No hay alegría en los hombres. Esto no puede terminar bien...

6 de marzo

Caminamos hacia ningún lugar. Para recorrer un kilómetro necesitamos dos horas. Los hombres arrastran los pies y las mochilas. Los bolivianos se sientan y se niegan a caminar. El Che los llama «comemierdas». Los compañeros cubanos los ayudan a levantarse y cargan parte de los petates. El Che sigue con su altímetro. Hemos cazado un loro.

7 de marzo

Caminata por la orilla del río. Total: entre cuatro y cinco kilómetros. Comida a base de pájaros y palmitos. Los hombres han adelgazado sensiblemente.

8 de marzo

Tras una marcha de hora y media, tropezamos con una estación de bombeo de petróleo. Montamos el campamento en las proximidades y observamos.

9 de marzo

Los exploradores dicen que hay gente al otro lado del río. Se envía a varios hombres y regresan con abundante comida: pan, arroz, latas, maíz, café, azúcar y un cerdo. Tras la comida, el grupo recupera el ánimo. Los ingenieros de la planta de bombeo aseguran que puede haber unas cinco jornadas de camino hasta Ñancahuazú, donde tenemos el campamento central.

10 de marzo

Salimos de la zona a las seis de la mañana, y siguiendo las indicaciones de los ingenieros. Cuando nos disponíamos a vadear el río, la corriente creció inesperadamente y tuvimos que desistir. El monte es impenetrable. Decidimos acampar en el lugar. Surgen nuevas peleas. Alguien está robando el azúcar.

11 de marzo

Sigue la marcha por la orilla del río. Parece que vamos bien.

12 de marzo

Llegamos al pie de un enorme farallón rocoso. No hay forma de pasar. Aquí nos quedamos. Cazamos cuatro pájaros. El cocinero hace un delicioso arroz con mejillones. ¿La vida es bella?

13 de marzo

Caminamos desde las seis y media de la mañana a las doce. Remontar el farallón ha sido un suplicio. Estamos destrozados. Caminamos otras cinco horas, pero apenas avanzamos. Los cubanos seguimos hablando a escondidas: ¿por qué no regresar a Cuba? Esto es un desastre. Nada es lo que dijeron. Bolivia no nos necesita. Echo de menos a mi amada...

14 de marzo

El Che envía un explorador. Tenemos que estar cerca del campamento central. Dicen que a dos días, pero nadie lo sabe con seguridad. Estoy muy cansado. Me importa nada la revolución. Nos hemos comido la última lata de guisantes. Ahora dependemos de lo que se cace.

15 de marzo

Tratamos de cruzar el río pero la gente no tiene fuerzas ni ánimos. Se caen varios fusiles al agua. Todo da igual. No existe la moral combativa. Cazan cuatro gavilanes.

16 de marzo

La debilidad de los hombres es tan extrema que no tenemos más remedio que matar el caballo.

17 de marzo

Cruzamos el río en una balsa. Otro desastre. La corriente es tan turbulenta que arroja a varios compañeros al cauce y las aguas los arrastran. Consiguen llegar a la orilla, pero se ahoga Carlos, otro boliviano. También perdemos la munición completa, seis fusiles y varias mochilas. Asombroso: somos una guerrilla sin balas.

18 de marzo

Nos hemos comido medio caballo. Y sigue el malhumor.

19 de marzo

Caminamos y caminamos hasta que aparece una avioneta. Nos ocultamos en la maleza. El avión da vueltas y vueltas, como tratando de localizar algo. Esto no me gusta.

20 de marzo

Al fin alcanzamos el campamento central. Nos reciben con júbilo y preocupación. También están Tania, el francés Debray, un pintor argentino y otro compañero peruano. Los hombres llegan descalzos, enfermos, agotados y desmoralizados. El Che habla con el peruano, al que llaman el Chino, y éste solicita 5.000 dólares al mes. Nos echamos a reír. ¡Vaya comunista!

Tengo a papá
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