49 El despertar de China
A principios del siglo XX la gloria de la China imperial, que en su momento había sido la civilización más avanzada del planeta, hacía tiempo que se había eclipsado. En un período de diez años, los revolucionarios nacionalistas conocidos como el Kuomintang habían derrocado al último emperador, abriendo el camino a un siglo de cambios a veces profundos, que implicaban guerras civiles, invasiones, revolución, giros ideológicos y —últimamente— un crecimiento económico sorprendente.
En menos de cien años, China se ha transformado de una sociedad feudal atrasada en una gran potencia industrial y comercial, y en una fuerza a tener en cuenta en el escenario internacional.
Guerra civil y revolución. El líder de la revolución de 1911, Sun Yat-sen, murió en 1925, tras fracasar en el establecimiento de una nueva república en el norte de China, que seguía controlada por señores de la guerra ferozmente independientes. El sucesor de Sun, Chiang Kai-shek, era más bien un militar y actuó contra los señores de la guerra mientras aplastaba una serie de revueltas urbanas impulsadas por el Partido Comunista Chino, que se había formado en 1921. Siguiendo la ortodoxia marxista, los comunistas creían que la revolución sólo la podía realizar el proletariado urbano, pero en la década de 1920 en China esta clase sólo comprendía una pequeña proporción del total de la población.
Hacia finales de la década de 1920, surgió una nueva figura en el liderazgo comunista. Se trataba de Mao Zedong, que desarrolló una estrategia revolucionaria basada en el enorme campesinado chino. En 1931 se formó una República Soviética China en la región montañosa de Jiangxi, pero pronto se vio presionada por los ejércitos nacionalistas, lo que precipitó la Larga Marcha de 1934-1935, en la que los comunistas se retiraron unos 10 000 km hasta Yunnan en el remoto noroeste. Sólo la mitad del ejército de 100 000 hombres llegó a su destino, pero durante el transcurso de la Larga Marcha, Mao se afianzó como el líder indiscutible de los comunistas.
La guerra civil siguió hasta la invasión japonesa de 1937, cuando comunistas y nacionalistas formaron una alianza contra el enemigo común. Tras la derrota de Japón en 1945, continuó la guerra civil, y el 1 de octubre de 1949, Mao declaró la República Popular China en Beijing. Chiang Kai-shek y lo que quedaba del ejército nacionalista se retiraron a la isla de Taiwán, donde establecieron la República de China.
Cronología
Del comunismo al capitalismo. La República Popular fue inicialmente un aliado de la URSS (por ejemplo, en la guerra de Corea); pero se distanciaron a finales de la década de 1950, convirtiendo la guerra fría en algo a tres bandas, acentuada a principios de la década de 1970 cuando EE. UU. y China se embarcaron en una política de acercamiento, mejorando sus relaciones con el objetivo de aislar a los soviéticos.
En el interior, Mao condujo a China a través de una sucesión de grandes convulsiones, incluyendo el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural. La muerte de Mao en 1976 estuvo seguida de una lucha por el poder en el que los modernizadores, como Deng Xiaoping, consiguieron la victoria, dando lugar al rechazo de la creencia de Mao en la revolución permanente. En 1978 Deng subrayó la necesidad de cuatro «modernizaciones»: agricultura, industria, defensa nacional, y ciencia y tecnología. Esto implicaba la reintroducción de empresas capitalistas, mientras que al mismo tiempos se mantenía el monopolio del Partido Comunista en el poder. La liberalización económica requería una abertura a Occidente, que era necesario como socio comercial y como proveedor de nuevas tecnologías.
«Ningún país extranjero puede esperar que China sea su vasallo, ni puede esperar que China acepte nada que dañe los intereses de China».
Deng Xiaoping, discurso en el XX Congreso Nacional del Partido Comunista Chino, 1 de septiembre de 1982.
La consiguiente influencia de Occidente condujo a la extensión de demandas de liberalización política, en especial entre los estudiantes. Durante un momento en la primavera de 1989 pareció que las manifestaciones prodemocráticas en la plaza de Tiananmen en Beijing —coincidiendo con la liberalización que estaba en marcha en la Unión Soviética— podrían provocar un cambio político radical. Pero a principios de junio, la anciana dirección china decidió reprimir las manifestaciones y se produjeron miles de muertos.
El Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural
El llamado Gran Salto Adelante de Mao en 1958-1961 tenía el objetivo de eliminar las costumbres y las formas de pensar tradicionales, y movilizar la enorme población de China para modernizar el país a través de una industrialización rápida y la colectivización de la agricultura. La resistencia de los burócratas y dentro del partido, combinado con la retirada del apoyo técnico soviético y una serie de malas cosechas, llevaron al fracaso y al hambre, en el que es posible que murieran unos veinte millones de personas. A finales de la década de 1950 una cifra similar había sido «liquidada» por oponerse a las políticas de Mao.
Enfrentado a crecientes amenazas internas a su liderazgo en el partido, en 1966 Mao lanzó la Revolución Cultural, en la que movilizó a millones de jóvenes radicalizados, los Guardias Rojos, para purgar el partido y restaurar la pureza ideológica. Funcionarios del partido, gestores industriales, científicos, técnicos, académicos, maestros y otros profesionales fueron sometidos a espectáculos de crítica pública y con frecuencia de humillación violenta, y enviados al campo para extraerles el «elitismo burgués» mediante el trabajo de la tierra. La educación y la industria quedaron de lado, la economía fue mal gestionada y reinó el caos. Al final el ejército dio un paso al frente para detener los peores excesos de los Guardias Rojos, pero la Revolución Cultural seguía en marcha cuando murió Mao en 1976.
«China está renaciendo y no va a desaparecer. No son nuestros amigos ni tampoco nuestros enemigos. Son nuestros competidores».
Barack Obama, hablando en abril de 2007.
Desde entonces, los derechos humanos no han mejorado en China, pero su economía ha crecido y crecido, y grandes cantidades de bienes que antes se manufacturaban en Europa y América del Norte ahora se fabrican en China. Una consecuencia de este crecimiento es que China, para obtener cada vez más recursos naturales para sus industrias y para satisfacer el número creciente de demandas de consumo de su población, ha establecido una presencia cada vez más notable en zonas como África. Muchos negocios occidentales están en parte en manos de empresas chinas, y el gobierno chino es propietario de cientos de miles de millones de dólares de bonos del Tesoro de EE. UU., ayudando a financiar el presupuesto y el déficit comercial americanos.
Se plantean una serie de interrogantes. ¿Cuánto tiempo podrá resistir el liderazgo chino las presiones externas e internas a favor de la democracia? ¿Hasta qué punto es posible que en el próximo medio siglo China supere a EE. UU. como la superpotencia mundial más grande? Si lo hace, ¿estaremos dominados por una potencia extranjera con poco respeto por los derechos humanos? El auge de China no sería posible sin la globalización, pero la globalización es un proceso en las dos direcciones, de manera que es discutible cuánto tiempo el liderazgo nominalmente comunista en Beijing se podrá seguir aferrando al monopolio del poder.
La idea en
síntesis:
una potencia global en crecimiento
Cronología