39 La Gran Depresión
«En ninguna otra nación están tan seguros los frutos del talento», explicaba el presidente Herbert Hoover a sus compatriotas al tomar posesión del cargo el 4 de marzo de 1929. «No tengo ningún temor por el futuro de nuestro país. Brilla de esperanza».
Este estado de ánimo optimista era compartido por todo EE. UU.: nunca había estado tan alta la bolsa, mientras la gente especulaba entusiasmada con el éxito continuado del sistema capitalista. Siete meses después del discurso inaugural de Hoover, llegó el desastre. El 24 de octubre de 1929, el «Jueves Negro», la bolsa de EE. UU. en Wall Street se derrumbó. Sólo en ese día, 13 millones de acciones cambiaron de manos, cuando los especuladores se dieron cuenta de que el valor real de sus inversiones no tenía ninguna relación con las sumas infladas que habían pagado por ellas. En unos pocos días, 30 mil millones de dólares habían desaparecido del valor de las acciones.
No era la primera burbuja especulativa que estallaba, pero las repercusiones del crac de Wall Street fueron mucho más duraderas y amplias que nada que hubiera experimentado antes el mundo. Al entrar en pánico los bancos americanos y exigir la devolución de grandes sumas que habían prestado a los países europeos, en especial Alemania, el crac se convirtió en la Gran Depresión, una década de colapso económico global y altas tasas de paro.
La senda hacia el colapso económico. La Gran Depresión no estuvo provocada sólo por el crac de Wall Street. Los gastos de la primera guerra mundial habían provocado que los países en lucha acumularan grandes deudas —en su mayor parte con bancos americanos— y, también habían orientado la producción industrial hacia el armamento y aumentado la demanda de productos agrícolas. Con la llegada de la paz, la industria experimentó una expansión breve, pero pronto descubrió que el mercado para bienes manufacturados era limitado. De forma similar, la demanda de productos agrícolas —desde trigo y algodón a caucho— decreció y los agricultores se enfrentaron a precios en caída. En América, muchos se vieron obligados a hipotecar sus granjas con los bancos, mientras que los países que se apoyaban en la agricultura de exportación se vieron obligados a pedir prestadas grandes sumas de dinero.
«Hermano, ¿me puedes dar una moneda?».
Canción de Yip Harburg, 1932, que simboliza la Gran Depresión en EE. UU.
Además de dar créditos a los agricultores americanos y a los estados extranjeros, los bancos de EE. UU. habían prestado alegremente dinero a los especuladores en bolsa. Pero cuando Wall Street se derrumbó, muchos especuladores se quedaron sin un céntimo, y los bancos —si no quebraron por sí mismos— implantaron una limitación crediticia muy severa. Miles de agricultores perdieron sus propiedades cuando los bancos ejecutaron sus hipotecas, expulsando de la tierra a numerosas familias, en especial en el Medio Oeste, y lanzándolas a los caminos en busca de trabajo. Los bancos también pidieron el pago de los créditos al extranjero, lo que redujo aún más la demanda de las exportaciones de EE. UU., porque pocos podían permitirse su compra. En 1930 EE. UU. impuso aranceles a las importaciones para proteger la industria y la agricultura nacionales, una acción que un historiador describió como «una declaración virtual de guerra económica contra el resto del mundo». Otros países respondieron con la implantación de sus propias medidas proteccionistas. Hubo un fracaso generalizado en reconocer la naturaleza global de la crisis y, en lugar de trabajar en cooperación, las potencias dirigentes del mundo se retiraron a su propio rinconcito.
Cronología
Del laissez faire al «New Deal». En EE. UU., el presidente Hoover creyó al principio que la crisis sólo era un tropiezo temporal. Pero cuando la tasa de desempleo creció hasta uno de cada cuatro en EE. UU., y uno de cada tres en algunos países, incluso Hoover tuvo que admitir que existía un problema, pero no creía que fuera responsabilidad del gobierno federal. En las elecciones presidenciales de 1932, Hoover perdió el cargo a manos de Franklin Delano Roosevelt, que prometió un «New Deal» («Nuevo reparto») para el pueblo americano. Roosevelt implantó las ideas del economista británico John Maynard Keynes, que sostenía que el enfoque capitalista tradicional del laissez faire para mantener en un mínimo el gasto del gobierno y la implicación del gobierno en la economía sólo perpetuaba las depresiones económicas. Roosevelt se dedicó a someter a los bancos, los precios y la producción a un control gubernamental estricto, ofreció préstamos federales para evitar las bancarrotas y las ejecuciones hipotecarias, y se embarcó en un gran programa de obras públicas, con el que el gobierno dio empleo a millones de personas, y de esta manera inyectó de nuevo grandes sumas a la economía. En 1934 el desempleo empezó a caer y la situación económica empezó a mejorar lentamente.
El efecto de las reparaciones
En 1919 el economista británico J. M. Keynes había advertido sobre las consecuencias desastrosas del tratado de Versalles. Alemania había sido una de las economías más grandes del mundo, pero las obligaciones impuestos por el tratado para que pagase grandes sumas en reparaciones dificultó severamente su recuperación económica, de manera que los exportadores de otros países perdieron uno de los mercados más importantes. En 1923 Alemania sufría de hiperinflación, hasta tal punto que se necesitaba una carretilla para llevar suficientes billetes para comprar una barra de pan. Aunque la economía alemana se recuperó hasta cierto punto, ayudada por una carencia en las reparaciones y por un gran préstamo bancario de EE. UU. en 1924, el crac de Wall Street provocó más dificultades financieras, y en 1930 se acordó una nueva carencia, junto con otro gran préstamo. Pero no cambió nada: al colapsarse los bancos alemanes y crecer el desempleo, en 1932 la comunidad internacional acordó finalmente cancelar todas las reparaciones. Pero el daño estaba hecho: en ese año electoral, los nazis se convirtieron en el principal partido en el Reichstag alemán. En 1919 Keynes había predicho algo parecido. «¿Pero quién puede decir lo que es soportable», había escrito, «o en qué dirección buscarán los hombres la última salida para su infortunio?».
«Aunque no esté escrito en la Constitución, el deber inherente del gobierno federal es evitar que sus ciudadanos mueran de hambre».
Presidente F. D. Roosevelt, citado en «America in Midpassage», 1939.
Otros gobiernos, como el Gobierno Nacional en Gran Bretaña dominado por los conservadores, prefirieron concentrarse en recortar el gasto gubernamental y en aumentar los aranceles proteccionistas. Las industrias pesadas tradicionales como los astilleros fueron abandonadas a su destino, provocando tasas de desempleo de hasta el 70 por ciento en el noreste y provocando una serie de «marchas del hambre» sobre Londres, como la «Cruzada Jarrow» de 1936.
En Alemania, los efectos de la Depresión fueron especialmente agudos y ayudaron a la subida de Hitler al poder en 1933. Los nazis acusaban a los banqueros judíos internacionales de los sufrimientos del pueblo alemán, y prometieron restaurar el orgullo nacional. En esto último tuvieron éxito, reduciendo el desempleo con una serie de medidas, principalmente por el reestablecimiento del servicio militar y el gran programa de rearme, porque Hitler preparaba el país para otra guerra. A lo largo de la década de 1930, y a media que aumentaban las tensiones internacionales, otros países, como Gran Bretaña, se embarcaron en programas de rearme, y estas inyecciones de dinero gubernamental sirvieron para estimular la economía y reducir el desempleo. Pero fue el estallido de la segunda guerra mundial lo que provocó realmente el fin de la Gran Depresión.
La idea en
síntesis:
la peor crisis económica del siglo
XX
Cronología