17 El Renacimiento
Hasta el siglo XIX los historiadores de la cultura no empezaron a aplicar el término Renacimiento a la revitalización de los modelos clásicos en arte y literatura que tuvo lugar en Europa desde el siglo XIV hasta finales del siglo XVI. Junto con esta recuperación descubrieron un movimiento que se alejaba de la visión del mundo centrada en Dios hacia un mundo en el que los humanos ocupaban el centro del escenario.
En la época victoriana los historiadores veían a menudo la historia como una historia del progreso, en la que la humanidad mejoraba paulatinamente a través de las edades, moviéndose desde la barbarie y la superstición hacia la racionalidad, la ilustración y las buenas formas. Según esta visión, la civilización occidental había sufrido un retroceso con la caída de Roma y había decaído en una larga «Edad Oscura» durante el período medieval, para retomar el camino hacia la luz después del redescubrimiento de los valores clásicos: los de las antiguas Grecia y Roma.
Las artes visuales. La noción de que los humanos habían conseguido algo nuevo y destacable en el período que ahora llamamos Renacimiento se remonta más allá del siglo XIX, y debe mucho al artista y biógrafo italiano Giorgio Vasari (1511-1574). En Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos (1550), Vasari describe cómo desde finales del siglo XIII los pintores toscanos, como Giotto, reaccionaron contra el arte gótico de la Edad Media y empezaron a «purgarse de este estilo tan crudo». «Los que vinieron después», continúa Vasari, «eran capaces de distinguir lo bueno de lo malo, y abandonando el viejo estilo, empezaron a copiar a los antiguos con todo ardor y atención». La versión de Vasari de la historia del arte culmina con la perfección conseguida, o eso opina él, por su amigo, el pintor y escultor Miguel Ángel (1475-1564). «Sobresale no sólo por encima de los que, como se ha visto, han sobrepasado a la Naturaleza», exagera Vasari, «sino también por encima de los antiguos, que indudablemente la sobrepasaron. Ha ido de conquista en conquista, sin encontrar nunca una dificultad que no pudiera superar con la fuerza de su genio divino…». Se trataba de una pieza brillante de relaciones públicas, que iba a fijar la agenda no sólo de la historia del arte, sino en general de la historia cultural durante muchos siglos. El centro de atención se trasladaba de los esfuerzos colectivos, a menudo anónimos, de los artistas medievales, como los constructores de las grandes catedrales, hacia el genio individual, el ser humano en cuya sangre ardía la llama divina.
«El Renacimiento… representa la juventud, y sólo la juventud con su curiosidad intelectual y energía que abarca toda la vida…».
Bernhard Berenson, «Los pintores venecianos del Renacimiento», 1884.
Cronología
Es cierto que en las artes visuales se produjeron una serie de innovaciones y desarrollos notables durante el Renacimiento, extendiéndose desde Italia hacia otras partes de Europa. En arquitectura, el estilo gótico fue abandonado a favor de una revitalización y adaptación de los modelos griego y romano. (El término «gótico» fue acuñado durante el Renacimiento tardío, sugiriendo que el estilo de la Alta Edad Media fue tan bárbaro como los godos que saquearon Roma). En pintura, se realizó un nuevo descubrimiento: la perspectiva, que producía la ilusión de un espacio tridimensional. Tanto en la pintura como en la escultura aumentó la secularización. El tema del arte medieval había sido predominantemente religioso, y casi siempre estaba destinado a la Iglesia. Aunque los temas religiosos siguieron siendo importantes durante el Renacimiento, los mecenas seculares querían demostrar su riqueza decorando las paredes de sus palacios con historias extraídas de la mitología griega, siendo una de las razones que dichas historias ofrecían muchas oportunidades para representar cuerpos bellos muy ligeros de ropa. Donde la Iglesia enseñaba la doctrina del pecado original y de la vergüenza de la desnudez, los artistas del Renacimiento impulsaron la noción atractiva de la perfección del ser humano, sobre todo en lo que se refería a la apariencia física.
«Hombre renacentista»
La idea de la perfección humana quedó encarnada en el concepto completo de «hombre renacentista» articulado con elocuencia por Baltasar de Castiglione en su libro El cortesano (1528). «Este cortesano debe ser de noble cuna», escribió, «dotado no sólo de talento y belleza en su persona y gesto, sino también con cierta gracia». Debía ser un soldado experto, buen jinete, capaz de «hablar y escribir bien», y de habilidad demostrada en música, dibujo y pintura. La obra fue muy popular, pero quizá porque rearticulaba el ideal del «caballero perfecto y gentil» que había sido central durante muchos siglos en el concepto medieval de la caballería.
Humanismo renacentista. La idea de la perfección del hombre fue importante en el movimiento conocido como «Humanismo renacentista». Se originó en Italia en el siglo XIV cuando el poeta Petrarca (1304-1374) —que fue el primero en acuñar el término «Edad Oscura»— impulsó un nuevo interés por las obras de los antiguos autores griegos y romanos. Muchas de estas obras habían sido redescubiertas durante los dos siglos anteriores, en especial numerosos textos griegos que habían sido preservados por estudiosos árabes, y después habían sido traducidos por europeos al latín (que era una lengua más extendida que el griego). La palabra «humanismo» deriva del concepto latino de studia humanitatis, el nombre que recibió el nuevo sistema educativo propuesto por los seguidores de Petrarca. Este método, basado en la literatura clásica, cubría cinco temas principales: retórica, poesía, gramática, historia y filosofía moral.
Los umanisti italianos, como se empezó a conocer a los estudiosos clásicos, no sólo pretendían imitar el estilo de los autores antiguos, sino también adoptar su modelo de investigación intelectual, libre de las limitaciones impuestas por la doctrina cristiana (aunque no llegaron tan lejos de rechazar las enseñanzas de la Iglesia). El estudio de lo que se consideraba la virtud fue de especial importancia: cómo debía actuar el hombre virtuoso en política, en el campo de batalla, etc. Aun así, el estilo era importante: al adoptar la retórica de figuras como el orador romano Cicerón, los humanistas creían que podían promover la virtud en los demás y en el estado en su conjunto.
La imprenta
La imprenta con tipos móviles había estado en uso en China desde el siglo XI, pero era desconocida en Europa hasta que la técnica fue inventada de forma independiente por el impresor alemán Johannes Gutenberg hacia 1450. Antes de esto, los textos se copiaban laboriosamente a mano, limitando mucho el número de libros —y por tanto la cantidad de conocimiento y opinión— en circulación. La imprenta con tipos móviles permitió la producción masiva no sólo de libros, sino también de folletos, baladas y panfletos. Esto permitió la transmisión a una audiencia internacional mucho más amplia de las obras no sólo de los humanistas renacentistas, sino también de los reformadores religiosos, contribuyendo significativamente a la extensión de la Reforma protestante.
El espíritu de libre investigación iniciado por los humanistas se extendió hacia el norte de Europa, donde el erudito holandés Desiderio Erasmo (1466-1536) se convirtió en un gran crítico de la Iglesia católica. Pero nunca respaldó la ruptura con Roma iniciada por Martín Lutero, y el grado en que el espíritu del Renacimiento influyó en los reformadores protestantes es un tema a debate. Igualmente controvertido es hasta qué punto este espíritu inició la revolución científica de los siglos XVI y XVII, dado que los grandes astrónomos y anatomistas de esta época rechazaron las enseñanzas de los autores clásicos —y de la Iglesia— cuando entraban en conflicto con los hechos observados. Y fue la revolución científica, más que el humanismo renacentista, la que impulsó la revolución intelectual, ética y filosófica de mucho mayor alcance de la Ilustración del siglo XVIII, en la que hunden sus raíces muchos de nuestros modernos valores occidentales.
La idea en
síntesis:
un alejamiento del discurso teocéntrico de la
Edad Media, pero no una revolución
Cronología