18 El imperio otomano

Para un inglés que escribía en 1603, los turcos otomanos eran «el terror más grande del mundo». Éste era un punto de vista universalmente compartido por los cristianos de Europa.

Durante los dos siglos precedentes los otomanos habían engullido los últimos vestigios del imperio romano en Oriente, habían conquistado toda la península Balcánica y habían aparecido ante las puertas de Viena, amenazando con poner toda Europa central bajo el califato islámico. Su poder se extendía desde el mar Rojo y el golfo Pérsico hasta Hungría y la costa de Berbería en el norte de África, y habían estado cerca de dominar todo el Mediterráneo.

El imperio otomano toma su nombre de su fundador, Osmán u Otmán I, un jefe nómada que a finales del siglo XIII declaró la independencia de su pequeño estado en Anatolia de los turcos selyúcidas, que eran entonces la gran potencia de la región. Se dice que Osmán, mientras se encontraba en casa de un hombre santo, soñó que la luna se levantaba del pecho del hombre santo y se asentaba en su propio pecho. «En cuanto ocurrió», sigue el relato, «nació un árbol de su ombligo y su sombra cubrió todo el mundo». El hombre santo explicó a Osmán que este sueño predecía la soberanía de él y de sus descendientes.

«Cubriendo todo el mundo». Osmán y sus sucesores emprendieron la tarea de convertir este sueño en realidad, eliminando la presencia bizantina en Asia Menor y expandiéndose hacia los Balcanes, donde los campesinos cristianos descubrieron que eran mejor tratados por los otomanos que por sus anteriores señores cristianos. Los bizantinos —herederos del imperio romano de Oriente— quedaron confinados a su capital, Constantinopla, hasta que ésta también cayó en el gran asedio de 1453, marcando el fin de los dos milenios de historia romana y provocando una gran impresión en toda Europa. Los otomanos convirtieron Constantinopla en su capital, rebautizándola como Estambul: «la ciudad».

Sultanes y califas

En el mundo musulmán, el título de «califa» —que significa «sucesor»— se otorgó a los que siguieron a Mahoma como líderes de toda la comunidad islámica, y en los siglos posteriores a Mahoma el título recayó en una serie de dinastías árabes. El título de «sultán» se otorgó a aquellos que ostentaban el poder detrás del trono del califa, y fue adoptado por los otomanos en el siglo XIV. El liderazgo del califato fue asumido por los sultanes otomanos en el siglo XVI después de la conquista de Egipto y la muerte del último califa abbasí. El califato otomano fue finalmente abolido en 1924 por la nueva república secular turca.

El sultán que había capturado Constantinopla, Mehmet II, también completó la conquista de Grecia y estableció una cabeza de puente al otro lado del mar Negro en Crimea. Sus sucesores, Bayazid II y Selim I, conquistaron Siria, el levante, Egipto y parte de Arabia, incluidas las ciudades santas musulmanas de Medina y La Meca.

El poder otomano alcanzó su cénit bajo el hijo de Selim, Solimán I (reinado 1520-1566), conocido como «el Magnífico». Solimán arrebató Mesopotamia a los persas, conquistó Hungría y Transilvania, y en 1529 asedió Viena, retirándose a causa del invierno. Solimán también creó una armada eficaz, que usó para tomar la isla de Rodas de manos de los caballeros de San Juan, mientras que el poder otomano se extendía hacia el Mediterráneo occidental a través de los corsarios de la costa de Berbería, que se convirtieron en vasallos del sultán.

Para la cristiandad occidental, «el Turco» representaba una amenaza para su propia existencia, y estaban en circulación numerosos relatos sobre las atrocidades otomanas. Sin embargo, en general los sultanes otomanos fueron tolerantes con las prácticas religiosas de sus súbditos cristianos y no musulmanes, en fuerte contraste con las persecuciones religiosas desencadenadas en Europa por los príncipes cristianos antes, durante y después de la Reforma.

Cronología

«Yo que soy el sultán de sultanes, el soberano de soberanos, la sombra de Dios en la tierra…».

Solimán el Magnífico, en una carta a Carlos V, sacro emperador romano-germánico, junio de 1547.

«El enfermo de Europa». Las ambiciones otomanas en el Mediterráneo occidental fueron finalmente aplastadas en 1571, cuando la flota turca fue derrotada por las fuerzas conjuntas de españoles y venecianos en Lepanto, frente a las costas de Grecia. Después de eso, la historia otomana es la de una lenta decadencia. Mirando atrás desde la perspectiva de finales del siglo XIX, un historiador turco describe la fortuna del estado otomano después de la época de Solimán el Magnífico como una oscilación entre «decadencia y angustia otoñal» y «restauración y rejuvenecimiento primaveral». Pero la tendencia general era sólo una: hacia la decadencia. Turquía, que una vez fue el azote de la cristiandad, fue conocida como «el enfermo de Europa».

Se pueden identificar varias razones para esta decadencia. Los propios sultanes fueron culpables en parte, al hundirse en un aislamiento indulgente en sus lujosos palacios, rodeados por sus harenes y sus cortesanos aduladores. Al mismo tiempo, la administración centralizada establecida por Solimán se desintegró a medida que los administradores locales —los pachás— asumían mayores poderes. La eficacia del gobierno central también se vio debilitada por la tendencia creciente a otorgar los empleos administrativos sobre la base de la herencia más que del mérito. Otro factor fue el conservadurismo creciente dentro del mundo musulmán, que en su momento fue el crisol de la innovación intelectual y tecnológica. Así, el imperio otomano quedó prácticamente al margen de dos acontecimientos cruciales que transformaron Europa y América en los siglos XVIIIXIX: la Ilustración y la revolución industrial.

Los corsarios de Berbería

Desde el siglo XVI los corsarios de la costa de Berbería —las modernas Túnez, Argelia y Marruecos— piratearon por todo el Mediterráneo occidental y llegaron hasta el sur de Inglaterra e Irlanda, capturando cientos de miles de cristianos y vendiéndolos como esclavos.

No fue hasta principios del siglo XIX cuando las potencias occidentales suprimieron la piratería de los corsarios.

A esto siguió la colonización europea de sus patrias.

A medida que disminuía el vigor de los otomanos, las potencias vecinas empezaron a presionar sobre las fronteras de su imperio. Después de otro asedio fracasado de Viena en 1683, los austríacos pasaron a la ofensiva y conquistaron Hungría, mientras que a finales del siglo XVIII los rusos ocuparon la mayor parte de la costa septentrional del mar Negro. En el siglo XIX, la agitación nacionalista aumentó entre los súbditos cristianos de los otomanos en el sureste de Europa, y los otomanos respondieron con un aumento de la represión, para gran horror de la opinión pública en Occidente. Sin embargo, las potencias occidentales estaban alarmadas por las ambiciones rusas a medida que declinaba el poder otomano en los Balcanes y en el Mediterráneo oriental, temiendo un cambio en el equilibrio de poder. En especial Gran Bretaña creía que Rusia amenazaba su ruta hacia la India, su posesión imperial más importante. Siguieron una serie de guerras y crisis diplomáticas mientras Austria y Rusia competían por el dominio en los Balcanes en desintegración. Esta rivalidad culminó en la primera guerra mundial, en la que Turquía se alió con Austria y Alemania contra Rusia, Gran Bretaña y Francia. La derrota final de Turquía en la guerra condujo al desmantelamiento definitivo del imperio otomano.

La idea en síntesis:
la desintegración del, imperio otomano afectó el equilibrio de poder en Europa

Cronología