45 El final de los imperios

Al terminar la segunda guerra mundial, casi toda África y gran parte del sur y el sureste de Asia estaban gobernadas por las potencias europeas, que también poseían muchos territorios en el Caribe y en los océanos Índico y Pacífico. En las tres décadas siguientes, la mayor parte de los pueblos colonizados había conseguido su independencia, a veces de forma pacífica, a veces a través de guerras de liberación. A finales del siglo XX, casi no quedaba ningún vestigio de los imperios. Fue un desmantelamiento rápido de un sueño imperial que había tardado siglos en construirse.

Hubo una serie de factores que provocaron esta transformación. Uno de los más significativos fue la creación en el seno de muchas colonias de élites educadas en Occidente, que estaban formadas para ayudar a la potencia colonial en la administración y el desarrollo locales. Estas élites absorbieron los valores occidentales de libertad, igualdad y democracia, que a su vez condujeron a la petición de la autodeterminación nacional; demandas que recibieron cada vez más el apoyo de la opinión liberal y socialista en los países colonizadores. Un factor más inmediato fue la segunda guerra mundial, que dejó a la mayor parte de los países europeos al borde de la bancarrota, e incapaces de afrontar los grandes costes de mantener un imperio. Esta guerra también había dado una gran confianza a los pueblos colonizados, que habían visto cómo un país asiático, Japón, había barrido a los poderosos europeos del sureste de Asia y gran parte del Pacífico.

«En el instante en que un esclavo decide que no quiere seguir siendo esclavo, caen sus grilletes… La libertad y la esclavitud son estados mentales».

Mahatma Gandhi, «Non-Violence in Peace and War», 1949.

Abriendo camino. A principios del siglo XX, Gran Bretaña había otorgado la independencia a sus colonias de «población blanca»: Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica. Este precedente animó el crecimiento del nacionalismo en la India, de largo la más poblada —y también la más desarrollada— de las colonias británicas no blancas. El Congreso Nacional Indio se había formado en 1885, y a partir de la década de 1920, bajo el liderazgo de Mahatma Gandhi y Jawaharlal Nehru, se había vuelto cada vez más militante y mejor organizado, y en general estaba insatisfecho con la concesión británica de pequeños grados de autogobierno. Al mismo tiempo que el Congreso presionaba por la independencia, la Liga Musulmana pedía la creación de un estado musulmán separado —Pakistán— en el subcontinente. Gandhi y sus seguidores seguían una política de desobediencia civil no violenta, culminada en la campaña «Abandonen la India» lanzada en 1942, que provocó que los británicos encarcelaran a la mayor parte de los líderes del Congreso durante el resto de la segunda guerra mundial.

El gobierno laborista elegido en Gran Bretaña al final de la guerra en 1945 estaba mejor dispuesto que sus predecesores ante el espíritu del nacionalismo indio. También se enfrentaba a una crisis financiera posbélica que hacía imprescindible deshacerse de la carga imperial lo antes posible. El resultado fue la concesión de la independencia en 1947, cuando el subcontinente fue dividido precipitadamente entre una India hindú y un Pakistán musulmán. Aunque la independencia se había conseguido a través de la no violencia, su consecución fue seguida de atrocidades terribles: la partición condujo a movimientos en masa de refugiados en ambas direcciones, durante los cuales murieron cientos de miles en masacres sectarias.

Cronología

Procesos de transición. En general, la retirada británica de su imperio fue un proceso pacífico. Sin embargo hubo excepciones. A lo largo de la década de 1950, por ejemplo, fuerzas británicas combatieron el movimiento independentista Mau Mau en Kenia. Para los británicos, los Mau Mau eran terroristas, pero para muchos keniatas eran luchadores por la libertad, una dicotomía que se puede observar ampliamente a lo largo del proceso de descolonización.

La lucha por la independencia argelina

Las situaciones coloniales más difíciles se presentaron donde se habían asentado gran cantidad de europeos en el territorio en cuestión. Este fue el caso de Zimbabue (la antigua Rhodesia) y Sudáfrica, donde las minorías blancas siguieron aferrándose al poder mucho después que otros países africanos estaban gobernados por la mayoría negra.

Uno de estos conflictos más encarnizados fue la lucha por la independencia en Argelia. La región costera estaba muy poblada por franceses y, por derecho, formaba parte de la Francia metropolitana. Los musulmanes autóctonos lanzaron una campaña por la independencia en 1954, y al poco tiempo estaba en marcha una guerra feroz, con atrocidades cometidas por ambas partes. La división de la opinión pública en Francia sobre la guerra condujo, en 1958, a la caída de la Cuarta República. El ejército y los colonos esperaban que el nuevo presidente, Charles de Gaulle, adoptase mano dura contra los insurgentes, pero De Gaulle se dio cuenta de que la mayoría de los votantes franceses se oponían a la guerra, y anunció que respaldaba la «autodeterminación» argelina. Elementos en el ejército y los colonos extremistas formaron la Organisation de l’armée secrete (OAS), que organizó una campaña terrorista para impedir el proceso. Sin embargo, a pesar de los intentos de golpe militar y los asesinatos, De Gaulle negoció con éxito el fin de las hostilidades, y concedió la independencia en 1962.

«Los vientos del cambio soplan por este continente…».

Harold Macmillan, primer ministro británico, discurso en Ciudad del Cabo, Sudáfrica, 3 de febrero de 1960.

La otra gran potencia colonial europea, Francia, tuvo un actitud similar. Aunque la mayor parte de su gran imperio africano había conseguido la independencia de forma pacífica hacia 1960, después de la segunda guerra mundial, los franceses resistieron violentamente los movimientos independentistas en Indochina, que había estado ocupada por los japoneses durante la guerra. En Vietnam, el Viet Minh procomunista había declarado la independencia tras la derrota de Japón, pero se vio obligado a retirarse a bases seguras cuando regresaron los franceses para reclamar su derecho a gobernar. Tras años de lucha, el Viet Minh consiguió la victoria —y la independencia— en 1954, pero la consiguiente partición de Vietnam plantó la semilla de la guerra de Vietnam. La guerra de los franceses en Indochina dividió la opinión en Francia; la lucha por la independencia en Argelia resultó aún más decisiva.

Entre las potencias europeas, los holandeses lucharon al principio para recuperar el control de las Indias Orientales tras la derrota de Japón, pero en 1949 la colonia consiguió la independencia como Indonesia. Bélgica concedió precipitadamente la independencia al Congo en 1960, pero con anterioridad había restringido la actividad política de los congoleños, que estaban mal preparados para autogobernarse. En consecuencia, el país se vio muy pronto arrasado por una sangrienta guerra civil. Portugal se aferró desesperadamente a sus colonias africanas, combatiendo los movimientos independentistas locales hasta 1974, cuando la dictadura derechista fue derrocada en Portugal.

En 1945 existían unos setenta estados soberanos. Treinta años después, en 1975, había más de ciento setenta. En las décadas siguientes, todas las colonias europeas que quedaban en el Caribe y en los océanos Índico y Pacífico consiguieron la independencia. Aunque todos estos países son ahora técnicamente estados soberanos, muchos siguen dominados, tanto política como económicamente, por Occidente, o por superpotencias emergentes como China. Algunos sostienen que la era de los imperios no ha terminado por completo.

La idea en síntesis:
una transformación del mapa del mundo

Cronología