42 La segunda guerra mundial: Asia y el Pacífico

En las décadas finales del siglo XIX, Japón se transformó de un estado medieval aislado en una potencia industrial moderna. Imitando a las grandes potencias occidentales, el país también desarrolló ambiciones imperiales, arrebatando Taiwán y Corea a China en la guerra de 1894-1895, y deteniendo la expansión rusa en el Lejano Oriente en la guerra de 1904-1905.

Durante la década de 1920, Japón —falto de tierra y recursos para una población en crecimiento— experimentó graves dificultades económicas, y muchas personas, en especial en el ejército, creían que sólo un gobierno militar fuerte y la expansión territorial podían resolver los problemas del país. Su nacionalismo ardientemente militarista y xenófobo se centraba en la figura del emperador, que era adorado como un dios viviente.

Algunos elementos del ejército empezaron a tomar los asuntos en sus manos. Japón había ganado el derecho a estacionar tropas para proteger el Ferrocarril del Sur de Manchuria, y cuando en septiembre de 1931 saltó por los aires una sección de la vía cerca de la ciudad de Mukden (la moderna Shenyang), el ejército acusó a los chinos y lo usó como excusa para ocupar toda Manchuria. La Liga de las Naciones condenó la ocupación, pero Japón simplemente abandonó la Liga.

«Nuestra situación nacional ha alcanzado un punto muerto… el único camino que queda abierto es el desarrollo de Manchuria y Mongolia».

Teniente coronel Ishiwara Kanji, uno de los oficiales del ejército implicado en la anexión de Manchuria en 1931.

Ambiciones japonesas. Los militaristas ganaron cada vez más control sobre el gobierno de Japón, que repudió las limitaciones internacionales a su poderío naval y se veía a sí mismo, junto con Alemania e Italia, como uno de los países peor tratados del mundo. Japón se alió con Alemania e Italia, y en 1937 lanzó un ataque contra China. Los japoneses ocuparon la mayor parte de la costa, y la captura de la capital china fue seguida por la «Masacre de Nanking», en la que unos 300 000 civiles chinos fueron asesinados. Aun así, los nacionalistas chinos siguieron resistiendo.

EE. UU. —que tenían sus propios intereses y territorios en el Pacífico (incluyendo Hawai, Guam y las Filipinas)— se alarmó ante el expansionismo japonés e intentó restringir el acceso de Japón a materias primas estratégicas, como carbón, mineral de hierro y petróleo. Por su parte, en especial tras el estallido de la guerra en Europa en 1939, Japón había puesto los ojos en las colonias de Gran Bretaña, Francia y los Países Bajos en el sur y sureste de Asia, que intentaban absorber en una «Gran Esfera de Co-Prosperidad de Asia Oriental». Esto se disfrazó como una liberación de los pueblos asiáticos del gobierno colonial, pero de hecho la intención era cambiar el dominio europeo por el japonés, conseguir materias primas estratégicas (como el caucho malayo y el petróleo birmano), y al mismo tiempo crear un mercado para los bienes manufacturados japoneses.

Cronología

Japón exigió que se detuviese todo el paso de suministros a los nacionalistas chinos a través de la Indochina francesa y las colonias británicas en Birmania y Hong Kong. Para conseguirlo, en julio de 1941 tropas japonesas ocuparon la Indochina francesa, de manera que el gobierno americano congeló todos los bienes japoneses en EE. UU. El príncipe Konoe, el primer ministro japonés, intentó llegar a un acuerdo, pero cuando el gobierno americano insistió en que Japón se retirase de China y rompiese su alianza con Alemania e Italia, Konoe dimitió y fue sustituido en octubre de 1941 por el general Hideki Tojo, que mientras seguía negociando con EE. UU., planeaba una guerra a gran escala. El 7 de diciembre de 1941, mientras seguían las conversaciones en Washington, aviones japoneses con base en portaaviones atacaron la base naval americana en Pearl Harbor, en Oahu, una de las islas Hawai. Fue, como dijo el presidente F. D. Roosevelt en el Congreso al día siguiente durante su petición de declaración de guerra, «una fecha que pervivirá en la infamia». Pero, al terminar con el aislacionismo americano y teniendo en cuenta los grandes recursos del país, el ataque determinó que, con el tiempo, la guerra estaba perdida para Japón y Alemania.

«Temo que hayamos despertado a un gigante dormido, y su reacción será terrible.».

Almirante Yamamoto, (atribuido), comandante de la flota japonesa que atacó Pearl Harbor.

El camino hacia la perdición. El mismo día que Pearl Harbor, las fuerzas japonesas atacaron bases americanas y británicas por toda Asia oriental y el Pacífico. A esto siguió una de las campañas ofensivas más espectaculares de la historia, y a mediados de 1942 Japón había ocupado la mayor parte de los archipiélagos del Pacífico occidental, además de las Filipinas, el norte de Nueva Guinea, las Indias Orientales Holandesas (la Indonesia actual), Hong Kong, Tailandia, Malasia, Singapur y Birmania, y amenazaba a la India, la joya de la corona imperial de Gran Bretaña. La ofensiva estuvo acompañada de actos horrendos de brutalidad, porque los japoneses consideraban a todas las demás razas como especies inferiores y trataban a todos los soldados que se les rendían en lugar de luchar hasta la muerte como cobardes despreciables, que se podían usar como mano de obra esclava, sometida al hambre, las palizas y las ejecuciones sumarias.

La bomba atómica

En 1939 el gran físico Albert Einstein, que como judío se había visto obligado a huir a EE. UU. desde la Alemania nazi, escribió al presidente F. D. Roosevelt para advertirle de que era posible que los alemanes ya estuvieran trabajando en armas nucleares. En consecuencia, Roosevelt autorizó el Proyecto Manhattan, que en el más completo secreto reunió un equipo de los mejores físicos e ingenieros del mundo para desarrollar una bomba atómica. El primer artefacto fue probado en el desierto de Nuevo México el 16 de julio de 1945, provocando que el director del Proyecto, Robert J. Oppenheimer, citase una verso del antiguo poema hindú del Bhagadvad Gita: «Me he convertido en muerte, el destructor de mundos». Era el nacimiento de la era nuclear, como señaló Oppenheimer dos años después de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki: «Los físicos han conocido el pecado; y éste es un conocimiento que no pueden olvidar».

El avance japonés se detuvo en junio de 1942 en la batalla de Midway, en la que los japoneses perdieron cuatro portaaviones y 248 aviones. Resultó ser el punto de inflexión en la guerra del Pacífico. Los japoneses no tenían los recursos para reemplazar estas pérdidas a la velocidad que podían hacerlo los americanos. Aunque quedaban por delante años de lucha, a partir de este punto los japoneses se vieron forzados a una retirada desesperada. A mediados de 1944 los americanos habían retomado islas lo suficientemente cerca de Japón para establecer bases desde las cuales sus bombarderos podían devastar las ciudades niponas. Pero cuanto más se acercaban los americanos a Japón, más dura era la resistencia que ofrecían éstos. Ante la negativa a rendirse, y la perspectiva de pérdidas enormes si intentaban una invasión de las islas centrales de Japón, los americanos decidieron usar un arma nueva y horrenda. El 6 de agosto lanzaron una bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima, matando al instante a 78 000 personas. Una segunda bomba cayó sobre Nagasaki tres días después. El 15 de agosto el emperador Hirohito pronunció su primer discurso radiofónico, anunciando la rendición incondicional de todas las fuerzas japoneses ante los Aliados.

La idea en síntesis:
Japón se sobrepasó al atacar a EE. UU.

Cronología