44 La guerra fría

Los asuntos mundiales en la segunda mitad del siglo XX estuvieron dominados por un período muy largo de hostilidad armada entre EE. UU., capitalista, y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (la URSS o la Unión Soviética), comunista, junto con sus aliados respectivos. Este período de tensión creciente fue bautizado como la «guerra fría» —un término que se usó por primera vez en 1947— porque nunca estalló en un conflicto global «caliente».

EE. UU. y la Unión Soviética habían surgido de la segunda guerra mundial como las dos grandes superpotencias y, aunque nunca se combatieron directamente, estos fervientes enemigos ideológicos desarrollaron una serie de guerras limitadas contra los aliados del otro, y acumularon enormes arsenales de armas nucleares que amenazaban el futuro de toda la humanidad.

El telón de acero. La antipatía entre el Occidente capitalista y la Unión Soviética comunista se remonta a la revolución bolchevique en Rusia en 1917. Sin embargo, cuando Hitler invadió la Unión Soviética en 1941, el principio de «el enemigo de mi enemigo es mi amigo» entró en juego, y el Reino Unido, EE. UU. y la URSS hicieron causa común en la guerra contra la Alemania nazi. Cuando la victoria aliada estuvo cada vez más clara, los «Tres Grandes» —el presidente F. D. Roosevelt de EE. UU., el primer ministro británico Winston Churchill y el líder soviético Jósif Stalin— se encontraron en Yalta en febrero de 1945, y acordaron que las zonas de Europa oriental que habían sido liberadas de los nazis por el Ejército Rojo permanecerían bajo influencia soviética. En el plazo de tres años hubo gobiernos comunistas prosoviéticos instalados en la zona de ocupación oriental de Alemania, y también en Polonia, Hungría, Checoslovaquia, Bulgaria, Rumanía, Yugoslavia y Albania. Un «telón de acero» había descendido sobre Europa.

El empate nuclear

Al final de la segunda guerra mundial, EE. UU. era el único país que poseía la bomba atómica. Pero en 1949 la URSS explotó su primera arma atómica, y se inició una carrera de armas nucleares. EE. UU. probó su primera bomba de hidrógeno —un arma mucho más poderosa— en 1952, y poco después la URSS también produjo su propia bomba de hidrógeno. Con el desarrollo subsiguiente de los misiles balísticos intercontinentales, lanzados desde tierra o desde submarinos, ambas partes tenían la capacidad de destruir a la otra, sin importar quién atacase primero. El principio de «destrucción mutua asegurada» (DMA) fundamentaba la teoría de la disuasión, que sostenía que la posesión de armas nucleares por ambas partes aseguraba que nunca se fueran a usar. Era una estrategia de alto riesgo.

Para entonces, los aliados de la guerra se habían separado. Incluso antes del final de la segunda guerra mundial, había estallado el enfrentamiento en Grecia entre comunistas y no comunistas, apoyados por los británicos. Poco después, el gobierno turco se tuvo que enfrentar a una revuelta comunista, y en 1947 el presidente Truman anunció la «Doctrina Truman», que comprometía a EE. UU. en la contención de la extensión del comunismo por el mundo.

Mientras que Occidente temía la extensión del comunismo, los soviéticos temían la amenaza de un ataque inminente. Desde su punto de vista, habían llevado los beneficios de su sistema a pueblos anteriormente oprimidos, mientras que creaban un tapón entre la URSS y una Alemania que tenía potencial para resurgir y cuya guerra les había costado al menos la vida de veinte millones de ciudadanos soviéticos. Sin embargo, para muchos sometidos al dominio soviético en Europa oriental, sólo habían cambiado una tiranía —la de la ocupación nazi— por otra. Cuando gobiernos reformistas en Hungría en 1956 y en Checoslovaquia en 1968 intentaron seguir una línea más independiente, sus ambiciones fueron aplastadas sin miramientos por los blindados soviéticos. Hasta el final de la guerra fría, sólo Yugoslavia, Albania y Rumanía habían conseguido alejarse del puño de acero de Moscú.

Cronología

Conflictos más allá de Europa. Mientras en Europa los dos campos armados se vigilaban a través del telón de acero, en otras parte del mundo la polarización ideológica provocó conflictos armados. En 1949, después de años de guerra civil, los comunistas tomaron el poder en China, y al año siguiente estalló la guerra en Corea. Tras su liberación de Japón en 1945, Corea había quedado dividida entre un sector septentrional comunista y un sector meridional capitalista, y en 1950 Corea del Norte lanzó un ataque contra el Sur, en un intento por unificar el país. Bajo el paraguas de las Naciones Unidas, EE. UU., Gran Bretaña y sus aliados intervinieron para expulsar a los invasores. Las fuerzas de las NU tuvieron éxito en este objetivo y siguieron avanzando hacia el norte en dirección a la frontera china. China había avisado que no toleraría dicho avance. «Si los labios desaparecen», dijeron los chinos en aquel momento, refiriéndose a su aliado norcoreano, «los dientes sentirán el frío». Varios millones de soldados chinos atravesaron la frontera, empujando a las fuerzas de las NU de regreso al sur. Tras dos años de punto muerto, ambas partes firmaron un armisticio, aunque técnicamente Corea del Norte y del Sur siguen en guerra.

«En el momento actual de la historia del mundo casi todas las naciones deben elegir entre dos formas de vida alternativas. Con frecuencia la elección no es libre…».

Presidente Harry S. Truman, de la «Doctrina Truman», 12 de marzo de 1947.

La guerra de Corea fue un asunto relativamente corto en comparación con la guerra en Vietnam, un país que también había quedado dividido entre un Norte comunista y un Sur capitalista. La guerra de Vietnam iba a implicar a gran cantidad de tropas americanas y enormes cantidades de recursos, en la creencia de que si Vietnam del Sur caía ante el comunismo, todos los países vecinos del sureste de Asia le seguirían en poco tiempo, en el llamado «Efecto dominó». Desde la perspectiva comunista, la guerra era para liberar el Sureste Asiático del imperialismo occidental.

«Desde Stettin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático un telón de acero ha caído sobre Europa».

Winston Churchill, discurso en Fulton, Missouri, 5 de marzo de 1946.

Más cerca de casa, los americanos eran especialmente sensibles a cualquier indicio de penetración soviética en América Latina, que veían tradicionalmente como su esfera de influencia. Esto condujo a EE. UU. a apoyar una serie de juntas militares derechistas y represivas en el región, e incluso a apoyar el derrocamiento de gobiernos socialistas elegidos democráticamente, como ocurrió en Chile en 1973. Sin embargo, los EE. UU. fue incapaz de acabar con el régimen izquierdista de Fidel Castro en Cuba, a pesar de apoyar una invasión fracasada de exiliados anticastristas en 1961 e imponer un embargo comercial. En 1962 la URSS estacionó misiles en la isla, y el presidente Kennedy amenazó con usar armas nucleares si no se retiraban. Mientras el mundo contenía la respiración, los soviéticos dieron marcha atrás.

Semejantes provocaciones eran raras, y ambas partes, dándose cuenta de que una guerra nuclear generalizada terminaría probablemente con la extinción de la raza humana, buscaron medios para conseguir una «coexistencia pacífica». Durante la década de 1970, EE. UU. intentó aislar a la URSS mediante un proceso de acercamiento a la China comunista, que había roto con el bloque soviético a finales de la década de 1950. Esto impulsó a los soviéticos a buscar una mejora de las relaciones con EE. UU., y las dos partes acordaron la limitación del tamaño de sus arsenales nucleares, aunque al mismo tiempo seguían librando guerras limitadas en sitios tan diversos como Angola, Nicaragua y Afganistán. Pero al final, la Unión Soviética no pudo competir con los recursos inmensamente superiores y la potencia económica de EE. UU. En consecuencia, los soviéticos tuvieron que abandonar su imperio en Europa oriental, y la propia URSS dejó de existir.

La idea en síntesis:
la época en que la humanidad estuvo más cerca de destruirse a sí misma

Cronología