32 Esclavitud

«¿No soy un hombre y un hermano?». Este lema del Comité para la Abolición del Tráfico de Esclavos, establecido en Gran Bretaña en 1787, resume la objeción moral fundamental e irrefutable contra la esclavitud. Los movimientos abolicionistas británico y americano surgieron en su mayor parte del avivamiento evangélico que tuvo lugar a finales del siglo XVIII, mientras que en lugares como la Francia revolucionaria, el abolicionismo emergió del humanitarismo de la Ilustración, y su concepción de los derechos humanos fundamentales.

Los oponentes a la abolición creyeron conveniente negar la fraternidad del hombre negro, y argumentaron que al ser propiedad de un hombre blanco el esclavo quedaba expuesto a los valores civilizados de los que carecían en África. Pero aún más fundamental era que estos defensores de la esclavitud argumentaban —en una época en la que los derechos de propiedad eran considerados por algunos como superiores a cualquier otro derecho— que la abolición quedaría reducida a un simple robo.

El comercio atlántico. La esclavitud había existido como institución desde hacia miles de años. Las economías de Grecia, Roma y otras civilizaciones antiguas dependían del trabajo esclavo, y parece que la esclavitud quedaba sancionada en la Biblia. En la Europa medieval la esclavitud como tal fue rara; aunque es verdad que existían siervos, campesinos que estaban atados a la tierra de su señor, pero los siervos tenían ciertos derechos que los diferenciaban de los esclavos. A principios de la Edad Moderna incluso la servidumbre había desaparecido de la mayor parte de Europa occidental.

«La abolición [de la esclavitud] no sería sólo un robo a gran número de nuestros compatriotas, sino que también sería una crueldad extrema contra los salvajes africanos…».

James Boswell, 23 de septiembre de 1777, como recoge en «La vida de Samuel Johnson» (1791).

Los árabes y después los otomanos poseyeron y comerciaron con esclavos, muchos de ellos africanos; junto con el marfil y el oro, los esclavos eran uno de los productos de exportación más importantes del continente. Los árabes tenían puestos comerciales a lo largo de la costa oriental de África, mientras que los esclavos de África occidental eran enviados hacia el norte por las rutas de las caravanas transaharianas. Los corsarios de berbería del norte de África también asaltaban las rutas marítimas y las costas de Europa en busca de esclavos.

El comercio europeo de esclavos desde África fue iniciado por los portugueses en el siglo XV, y la demanda de trabajo esclavo aumentó de forma impresionante después del establecimiento de las plantaciones de azúcar y tabaco en el Nuevo Mundo. Esto dio lugar al famoso y muy rentable «comercio triangular», en el que a mediados del siglo XVIII Gran Bretaña era el actor principal, forzando a la esclavitud a unos 3,5 millones de africanos en el Caribe y en las colonias del sur de América del Norte, como Georgia, Virginia y las Carolinas. Esta cifra iguala el transporte total de los rivales europeos de los británicos: portugueses, franceses y holandeses. Los propios africanos también estaban implicados en el comercio: reinos como los de Benín y Ashanti florecieron gracias al suministro de esclavos para los europeos insaciables. Las condiciones en las que transportaban a los esclavos por el Atlántico eran terribles: hacinados en el ambiente fétido de las bodegas, muchos de ellos —a veces hasta uno de cada cinco— morían a causa de las enfermedades. Sus cuerpos eran lanzados por la borda y devorados por los tiburones.

Cronología

La campaña por la abolición. Desde el principio, algunos europeos vieron la crueldad de lo que los africanos llaman ahora el Maafa, una palabra swahili que significa «gran tragedia». «¿Qué corazón puede ser tan duro», preguntaba un portugués, testigo de la llegada de un contingente de cautivos africanos en 1445, «para no sentirse atravesado con sentimientos piadosos al ver semejante compañía? Porque algunos mantienen las cabezas bajas y sus rostros bañados en lágrimas, mirándose entre ellos; otros gimen…». Su angustia sólo aumentaba cuando «era necesario separar a los padres de los hijos, a los maridos de sus esposas, a los hermanos de los hermanos…».

Semejantes expresiones de horror fueron raras hasta mediados del siglo XVIII, cuando el discurso ilustrado de los derechos y las libertades empezó a confluir con una revitalización de la conciencia cristiana. En Inglaterra, esto se manifestó en la aparición del metodismo y de otros grupos evangélicos como la secta de Clapham, mientras que en América se produjo el llamado Gran Avivamiento. Para estos evangélicos, la esclavitud era una abominación ante el Señor.

Un momento clave se produjo en 1772, con el caso de James Somersett, un esclavo llevado por su amo a Inglaterra desde Massachusetts. Lord Mansfield, presidente del tribunal del King’s Bench sentenció que la esclavitud atentaba contra las leyes de Inglaterra, y como consecuencia fueron liberados Somersett y miles de esclavos en Inglaterra. La sentencia se basaba más en argumentos legales que humanitarios, y no se extendió al imperio británico, pero animó mucho a los abolicionistas.

Toussaint L’Ouverture

Algunos esclavos no se quedaron sentados y dejaron que los abolicionistas blancos trabajasen a su favor. Muchos huyeron, a veces estableciendo comunidades independientes en tierras inexploradas, pero unos pocos tomaron las armas contra sus opresores. Una excepción notable fue la insurrección de esclavos que estalló en la colonia francesa de Haití en 1791, dirigida por un esclavo africano liberado llamado Toussaint L’Ouverture. En 1794, después de una serie de éxitos militares, firmó la paz con los franceses, que ese año abolieron la esclavitud y nombraron a Toussaint vicegobernador. En 1801, contra los deseos de Napoleón, Toussaint asaltó la colonia española vecina de Santo Domingo, liberó a los esclavos y se erigió en gobernador general de toda la isla de La Española.

En 1802 se produjo la invasión de las fuerzas napoleónicas. Toussaint entregó las armas a cambio de una promesa de que no se restablecería la esclavitud. Sin embargo, Napoleón retiró su palabra y Toussaint cayó prisionero, muriendo en cautividad al año siguiente. Aunque es una figura ambivalente, Toussaint fue para muchos un mártir de la libertad. «Tus amigos», escribió William Wordsworth en un poema que le dedicó, «son el júbilo y la angustia, / y el amor, y la mente inconquistable del hombre».

«Arranca las cadenas de la descorazonadora esclavitud; da al hombre, de todo color y todo clima, la libertad, que lo convierte en imagen de su Dios».

James Grainger, «The Sugar Cane», 1764, libro 4.

En Gran Bretaña, el impulsor más decidido fue William Wilberforce, parlamentario por Hull y miembro de la secta de Clapham. Wilberforce decidió que lo primero era la abolición del comercio de esclavos, en lugar de la esclavitud en sí misma, y para ello trabajó incansablemente en el Parlamento, mientras se formaban comités por todo el país para promover la abolición. Al principio, Wilberforce se encontró con mucha oposición por motivos económicos, pero al decaer el comercio de las Indias occidentales, la resistencia se fue diluyendo, y en 1807 se aprobó una ley que prohibía la importación de esclavos a las colonias británicas. La Royal Navy recibió el encargo de imponer la prohibición, pero no fue hasta 1833 cuando se aprobó una ley que prohibía finalmente la esclavitud en todo el imperio británico. Francia siguió la senda en 1848 y España en 1886, pero la continuación de la esclavitud en los estados sureños de EE. UU. siguió siendo una llaga purulenta que no se pudo cerrar más que tras una sangrienta guerra civil.

La idea en síntesis:
el crecimiento espectacular de EE. UU. se produjo con frecuencia a expensas de sus Habitantes indígenas

Cronología