12 La China imperial
Los primeros gobernantes históricos de China, los Shang, aparecieron hace unos 3500 años: la primera de una serie de dinastías imperiales que gobernaron China hasta el siglo XX. Fue bajo los Shang cuando se desarrollaron los elementos de una cultura china característica, tanto en la forma de una escritura ideográfica de un tipo que aún se sigue usando en la actualidad, como en el estilo de sus objetos de bronce, cerámica, seda y jade.
China es tan extensa, su población es tan grande y sus recursos tan ricos que durante milenios los chinos no vieron la necesidad de mirar más allá de las distantes fronteras de su propia tierra, a la que llaman el Reino Medio. Más allá no había nada más que bárbaros ignorantes, mientras que China florecía económica, artística y tecnológicamente. Hasta los inicios de la revolución científica en Occidente en el siglo XVI, China iba muy por delante de Europa en ciencia y tecnología, de manera que debemos a China cuatro de las invenciones principales: el compás, la pólvora, el proceso de fabricación del papel y la imprenta.
El confucionismo y el estado
Alrededor de 500 a. C., un estudioso y funcionario llamado Kongfuzi —conocido en Occidente como Confucio— enseñó que, con el objetivo de actuar conforme a la «voluntad del cielo», el pueblo debía mostrar el mismo respeto al emperador que al cabeza de su propia familia. Este énfasis en la jerarquía, en la familia y en el estado —acompañado de los valores confucianos de mejora individual, sabiduría, sinceridad, lealtad, piedad y compasión— ha tenido una influencia duradera en la sociedad china hasta la actualidad.
Las primeras dinastías. China está dominada por dos grandes ríos, el río Amarillo (Huang He) en el norte y el Yangtze (Chang Jiang) en el sur. Fue en la fértil llanura aluvial del río Amarillo donde apareció la agricultura en China, alrededor de 4000 a. C., extendiéndose desde allí a la cuenca del Yangtze. Al volverse más compleja la sociedad china, surgieron varios centros ceremoniales importantes, y en la época de la dinastía Shang, éstos habían evolucionado hasta convertirse en ciudades estructuradas, que se extendían sobre una cuadrícula orientada hacia los puntos cardinales. Los Shang, que pretendían tener un «mandato del cielo», gobernaron sobre la mayor parte del norte de China desde su base de poder en el valle del río Amarillo. Como en el antiguo Egipto, las tumbas reales de los Shang estaban repletas de bienes valioso para acompañar al muerto a la otra vida. Sin embargo, los Shang fueron más allá, sacrificando hombres, mujeres y niños para enterrarlos en la tumba, de manera que al que partía de este mundo no le faltasen sirvientes.
«El estado establecido por el emperador es el más grande que se ha visto nunca».
Inscripción realizada por orden de Shi Huangdi, al convertirse en emperador en 221 a. C.
Los Shang fueron destronados alrededor de 1000 a. C. por el estado Zhou en el oeste. Los Zhou pretendían que habían heredado el «mandato del cielo» y establecieron su propia dinastía, que perduró hasta principios del siglo V a. C., cuando China entró en el período de los «Reinos Combatientes».
El primer emperador. La época de los Reinos Combatientes llegó a su fin en 221 a. C. cuando Zheng, rey del pequeño estado occidental de Qin, venció a sus rivales. Adoptó el nombre de Shi Huangdi, declarándose como emperador de toda China, y extendió sus fronteras hacia Asia central y el sur del mar de la China.
Shi Huangdi centralizó la administración, unificó los pesos y las medidas, y construyó muchas carreteras y canales. Pero se ganó el odio de su pueblo por la represión sin piedad de toda oposición y el reclutamiento forzoso de cientos de miles de hombres jóvenes para trabajar en la Gran Muralla en el lejano norte. Gobernantes anteriores habían construido diversas murallas defensivas contra los nómadas del norte, pero Shi Huangdi decidió conectar y reforzar las fortificaciones existentes. Como consecuencia murieron decenas de miles de obreros.
Cronología
Auge y caída de las dinastías. Después de la muerte de Shi Huangdi en 210 a. C., que fue enterrado junto con un sorprendente «ejército de terracota» formado por miles de estatuas de soldados a tamaño natural, llegó al poder una nueva dinastía: los Han. Los Han, que gobernaron China durante 400 años, mejoraron la administración al establecer exámenes de entrada al servicio civil y al nombrar a los administradores lejos de sus hogares para prevenir la corrupción. Los Han impulsaron mejoras en la agricultura y una nueva expansión del imperio, y controlaron la Ruta de la Seda hasta Asia central. A través de la Ruta de la Seda —el sistema de rutas terrestres que recibía su nombre del producto de exportación más valioso de China— cuando se establecieron relaciones comerciales con pueblos muy lejanos de occidente, incluido el imperio romano, cuyas fronteras se encontraban en el otro extremo de Asia.
Los Han fueron seguidos por varias dinastías, cuyas capitales imperiales rígidamente planificadas, con poblaciones cercanas al millón de personas, fueron las ciudades más grandes del mundo entre la caída de Roma y el crecimiento meteórico de Londres en el siglo XVIII. Las nuevas dinastías solían empezar con fuerza, con una administración eficaz y equilibrada, pero con el tiempo se debilitaban a causa de poderes rivales centrados en las provincias, de revueltas campesinas contra los impuestos excesivos, y de invasiones de jinetes nómadas desde el norte. Dos de estas invasiones llevaron a la fundación de nuevas dinastías: en la década de 1270 los mongoles dirigidos por Kublai Khan completaron la conquista de China, estableciendo la dinastía Yuan, y en 1644 un clan de Manchuria ocupó el país y estableció la dinastía Manchú o Qing, la última dinastía imperial china.
Mirando hacia dentro y hacia fuera. Los chinos habían desarrollado una habilidad considerable en construcción naval y navegación —ellos inventaron el compás—, y a principios del siglo XV el gobierno imperial envió una gran flota bajo el almirante Zheng He para que realizara una serie de viajes comerciales hacia las Indias orientales, la India, Arabia y el este de África. Pero esta política de ampliación de los horizontes chinos, y posiblemente de establecer un imperio mercantil de ultramar, fue abandonada de repente a principios de la década de 1430. Parece ser que persuadieron al emperador de que China poseía todos los recursos que necesitaba, y que sería mejor concentrarse en la defensa de la frontera septentrional.
«Los siervos se han levantado en multitud… Han afilado sus azadas como si fueran espadas y se han dado el título de “Reyes Niveladores”, declarando que van a nivelar la distinción entre ricos y pobres».
Un estudioso contemporáneo describe un estallido de malestar popular en 1645, una de las muchas revueltas campesinas que marcaron la historia de la china imperial.
China se cerró sobre sí misma justo en el momento en que los europeos empezaban a mirar más allá de sus costas, y en vísperas de superar a China en desarrollo tecnológico. A mediados del siglo XVI los portugueses establecieron un puesto comercial en la costa sur de China, y a principios del siglo XIX potencias occidentales como Gran Bretaña presionaban a los chinos reticentes para que comerciaran con ellos, en especial para que aceptasen la importación de opio desde la India británica. Las «guerras del opio» que le siguieron terminaron con las potencias occidentales consiguiendo el control de una serie de puertos en China. Debilitada por las revueltas internas y continuamente presionada desde fuera, la reaccionaria corte imperial volvió la espalda a cualquier idea de modernización y reforma, mientras las tropas europeas ocupaban Beijing. El pueblo chino ya tenía suficiente y en 1911 una revuelta nacionalista derrocó al último emperador. Así terminaron tres milenios y medio de gobierno imperial.
La idea en
síntesis:
la concentración en si misma de la China,
imperial fue su perdición
Cronología