43 El Holocausto

En unos pocos años, entre 1939 y 1945, unos seis millones de judíos —las dos terceras partes de la población judía europea— fueron asesinados sistemáticamente por los nazis. La magnitud del horror contenido en esta simple constatación es casi imposible de concebir.

Ni resulta fácil comprender los motivos de los verdugos, que llegaron hasta su conclusión lógica el delirio humano más odioso y retorcido: la creencia en la superioridad de una raza sobre las demás. No fue el primero ni el último ejemplo de genocidio, pero fue en una escala que la humanidad no ha sobrepasado hasta ahora.

El término «holocausto» deriva de una palabra griega que significa «quemado en su totalidad», y se aplica en el Antiguo Testamento a los sacrificios de animales en los que las víctimas eran consumidas por el fuego en su totalidad; la alusión se refiere a la incineración de los cuerpos de los judíos asesinados en los crematorios de los campos de exterminio. Para los judíos, el intento de aniquilar el judaísmo europeo es simplemente la Shoah, la palabra hebrea para «catástrofe».

Las raíces del antisemitismo. Las comunidades judías se habían asentado alrededor del Mediterráneo durante la época romana, y desde allí se extendieron por toda Europa. En la regiones gobernadas por los musulmanes, como la España medieval, eran tolerados, pero la Iglesia cristiana veía a los judíos como los «asesinos de Cristo», lo que produjo brotes intermitentes de persecución, como las masacres de judíos durante el fervor religioso de la primera cruzada y más tarde durante la época de la peste negra, que muchos decían que estaba causada por el envenenamiento de pozos por parte de los judíos. Con su religión y culturas separadas, los judíos, como otros grupos minoritarios a lo largo de la historia, eran sospechosos sin fundamento de todo tipo de abominaciones —como el sacrificio de niños cristianos— y se convirtieron en el chivo expiatorio a mano cuando las cosas iban mal. Algunos países, como Inglaterra a finales del siglo XIII y España en 1492, expulsaron a sus comunidades judías.

Otras víctimas de los nazis

Los judíos no fueron las únicas víctimas de la «higiene racial» nazi: unos 400 000 gitanos fueron asesinados, junto con cifras inciertas de eslavos, homosexuales y personas con incapacidad mental o física. Objetivo del exterminio también fueron testigos de Jehová, comunistas, socialistas y cualquiera que los nazis considerasen enemigo del estado. Además, más de 3 millones de prisioneros de guerra soviéticos —más de la mitad capturados por el ejército alemán— murieron durante su cautiverio a causa de las terribles condiciones que debían soportar. En total, los nazis mataron a unos 14 millones de personas que consideraban Untermenschen («subhumanos»).

En Europa occidental, las comunidades judías solían ser prósperas, de clase media y relativamente asimiladas; un número significativo incluso se había convertido al cristianismo. Muchos trabajaban en el comercio y la banca —a menudo porque se les había prohibido el acceso a las profesiones, al servicio civil y al ejército—, y su éxito financiero con frecuencia inspiraba envidia o cosas peores.

Hacia la «solución final». A finales del siglo XIX surgió una perversión de la teoría de la evolución de Darwin mediante la selección natural, que sostenía que para asegurar el futuro de la raza humana sólo los especímenes más preparados, tanto en términos físicos como mentales, debían tener permiso para procrear. Surgió una «eugenesia» pseudocientífica que identificaba a todos los que no debían tener hijos: enfermos mentales, criminales, alcohólicos, los que tuvieran una capacidad intelectual limitada, los nacidos con defectos físicos y muchos más. Junto a la eugenesia, surgió una nueva forma de racismo, que identificaba algunas «razas» como «superiores» respecto a las demás usando técnicas pseudocientíficas como la medición de las dimensiones del cráneo, y que abogaba por el mantenimiento de la «pureza» de las «razas superiores» mediante la prohibición de los matrimonios mixtos. En este caldo espeso, los nazis añadieron una buena dosis del antisemitismo tradicional para llegar a la determinación de encontrar una «solución final al problema judío».

Cronología

«Nosotros, los alemanes, debemos aprender finalmente a no mirar a los judíos… como gente de nuestra especie…».

Heinrich Himmler, jefe de las SS, 5 de marzo de 1936.

Tras la llegada al poder de Hitler en Alemania en 1933, los judíos fueron expulsados del servicio civil y las tiendas y los negocios judíos fueron boicoteados. Dos años después, las Leyes de Nuremberg privaban a los judíos de su ciudadanía alemana y les prohibía casarse con «arios» (como describían los nazis a la «raza» rubia y de ojos azules germánica y escandinava). El 9 de noviembre de 1938, durante las Kristallnacht («la noche de los cristales rotos»), fueron atacados hogares, tiendas y sinagogas judías en toda Alemania y cerca de cien judíos fueron asesinados. Muchos judíos ricos ya habían huido de Alemania, pero muchos se quedaron, y a los potenciales refugiados les resultó cada vez más difícil encontrar un país que los quisiera aceptar.

La segunda guerra mundial ofreció a los nazis la oportunidad de completar su política genocida, no sólo en Alemania, sino en todos los países que conquistaron. A medida que el ejército alemán atravesaba Polonia en 1939 y después Rusia en 1941, estuvieron acompañados de Einsatzgruppen («grupos de tarea») de tropas SS cuya labor era eliminar a los comisarios políticos soviéticos y reunir y «reubicar» a la población judía. «Reubicación» era un eufemismo para exterminio, y a principios de 1942 los Einsatzgruppen habían matado a más de medio millón de judíos, en su mayor parte fusilados. Pero las cosas iban demasiado despacio para los líderes nazis, y en enero de 1942 un grupo de oficiales de alta graduación se reunieron en el suburbio berlinés de Wannsee para discutir sobre la forma de lograr la «solución final».

El resultado fue un sistema brutalmente eficiente para la industrialización del asesinato. Se construyeron grandes campos en Polonia, en lugares como Auschwitz y Treblinka. Tren tras tren cargados con judíos de la Europa ocupada por los nazis eran transportados en vagones de ganado hacia esos campos. Al desembarcar, los médicos identificaban a los que estaban en mejores condiciones y los ponían a trabajar como mano de obra esclava. Otros se convertían en objetos de experimentos médicos brutales. La mayoría —hombres, mujeres, niños, bebés— era alejada de los trenes, se le ordenaba que se desnudase y se le introducía en lo que creía que eran zonas de duchas. Pero entonces se cerraban las puertas, y del techo no caía agua, sino zyklon-B, un gas letal que contiene cianuro de hidrógeno. Las víctimas tardaban más de veinte minutos en morir. Un médico de las SS, después de presenciar su primer gaseo, apuntó en su diario que «el infierno de Dante en comparación parecía una comedia». Una vez estaban todos muertos, los cuerpos eran llevados en carros hasta los crematorios, que muy pronto estuvieron escupiendo humo de día y de noche.

«Yo era el fiscal, Dios el acusado. Mis ojos estaban abiertos y estaba solo, terriblemente solo en un mundo sin Dios y sin hombre».

Elie Wiesel, «Noche», un relato de sus experiencias como interno en Auschwitz y Buchenwald.

Aun cuando el Ejército Rojo avanzaba imparable hacia territorio alemán, los nazis incluso evacuaban a los internos de los campos hacia el oeste en sorprendentes «marchas de la muerte». Se trataba de locura a una escala inimaginable, pero los hombre y mujeres implicados en la ejecución de la «solución final» no eran monstruos inhumanos, sino hombres y mujeres ordinarios que habían sido adoctrinados de tal forma que creían que sólo estaban haciendo su trabajo, con eficiencia y de acuerdo con la voluntad del Führer. La conciencia de las tinieblas que se habían asentado en el corazón de Europa —Alemania, la patria de Schiller, Goethe y Beethoven— provocó un cambio profundo en la visión que el continente tenía de sí mismo. Es más, la humanidad en su conjunto nunca se ha podido ver de la misma forma desde entonces.

La idea en síntesis:
genocidio en una escala que no ha sido superada

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