06 La expansión del poder romano

De todos los imperios del mundo antiguo, el de los romanos fue el más grande y duradero. Los griegos habían extendido su cultura a remolque de las conquistas de Alejandro Magno, pero fracasaron en el establecimiento de la unidad política.

Por el contrario los romanos, a través de la fuerza de las armas, impusieron sus leyes y extendieron la ciudadanía a los pueblos conquistados para crear un imperio homogéneo desde la isla de Britania hasta Egipto y las zonas occidentales de Asia.

Los orígenes de Roma se pierden en las nieblas del tiempo. Según la tradición romana, la ciudad fue fundada en 753 a. C. por un pastor llamado Rómulo, después de haber matado a su hermano Remo. Rómulo fue el primero de los siete reyes de Roma, el último de los cuales, Tarquino el Soberbio, fue expulsado por los habitantes de la ciudad en 509 a. C.

Expansión bajo la república. En lugar de la antigua monarquía, los romanos establecieron una república. Al principio estuvo dominada por los patricios, una clase formada por un número relativamente pequeño de familias de la élite. Cada año los patricios elegían a dos cónsules que les gobernaban y dirigían el ejército, y los cónsules recibían el consejo de una asamblea electa, el Senado. En momentos de emergencia, se nombraba a un dictador, pero por un período no superior a seis meses. El dominio de los patricios provocó el descontento del resto de ciudadanos, los plebeyos, que acabaron ganando algunos derechos políticos, con su propia asamblea y representantes electos, los llamados tribunos.

«“Dulce et decorum est pro patria mori”. [Dulce y honorable es morir por la patria].».

Horacio, «Odas», libro III, n.º 2. Este verso famoso resume el valor que daban los romanos a las virtudes marciales y al sacrificio varonil.

Al principio, Roma fue sólo una de una serie de ciudades-estado de lengua latina en el centro de Italia. Poco a poco, combinando la diplomacia con las aventuras militares, Roma se convirtió en la potencia dominante en la región, y los pueblos vecinos se aliaron con ella para conquistar toda la península, que completaron en las primeras décadas del siglo III a. C. Entonces, Roma volvió su atención a ultramar. La potencia más grande en el Mediterráneo occidental de esa época era Cartago, una ciudad en el norte de África que habían fundado los mercaderes fenicios de levante. Roma libró tres guerras contra Cartago, resistiendo con éxito la invasión de Italia por parte del general cartaginés Aníbal y conquistando los extensos territorios cartagineses en España y otras regiones. En 146 a. C., al final de la tercera guerra púnica (punicus es el nombre latino de «cartaginés»), los romanos arrasaron Cartago hasta los cimientos. En ese mismo año, Grecia se convirtió en provincia romana, y el Mediterráneo se transformó en el «lago romano». Los romanos siguieron adelante incorporando a su imperio el Oriente Próximo, el norte de África, la Galia (la Francia actual) y Britania, con los ríos Rin y Danubio como fronteras en la zona continental de Europa.

Cronología

Guerras civiles. La expansión imperial se vio acompañada por grandes cambios sociales y económicos. En su origen, el ejército romano había estado formado por pequeños agricultores, que servían cuando era necesario y después regresaban a la tierra. Pero cuando las campañas del ejército fueron cada vez más lejanas, estos campesinos no se podían ocupar de sus propiedades, y como consecuencia muchos cayeron víctimas de las deudas y se vieron forzados a abandonar las tierras y buscarse la vida en la ciudad, donde seguían sin empleo, sostenidos por la beneficencia del gobierno. Al mismo tiempo, la élite rica se dedicó a comprar estas pequeñas parcelas para formar grandes propiedades, explotadas por los numerosos cautivos esclavizados, que eran uno de los botines de la conquista imperial.

Al volverse más ricos los ricos y más pobres los pobres, una serie de generales de éxito procedentes de la élite dominante se enfrentó por el poder, reuniendo a su alrededor seguidores reclutados entre las filas de los desposeídos. Esto condujo en el siglo I a. C. a una serie de guerras civiles y oligárquicas, que implicó a figuras como Pompeyo y Julio César. Se sospechaba que César ansiaba el poder supremo, lo que provocó su asesinato a manos de sus enemigos republicanos en 44 a. C. A esto siguieron más guerras civiles, que no terminaron hasta que Marco Antonio y su amante, la reina Cleopatra de Egipto, fueron derrotados por Octavio en 31 a. C.

«Romano, recuerda gobernar a los pueblos del mundo a través de la fuerza, porque éstas son tus habilidades: traer la paz e imponer la ley, liberar a los conquistados, y someter a los orgullosos mediante la guerra».

Virgilio, en la «Eneida», libro VI, define la misión del primer emperador, Augusto.

Roma imperial. Octavio se convertiría en el primer emperador, adoptando el nombre de Augusto. Le sucedió una serie de emperadores, algunos de ellos gobernantes y generales efectivos, otros incompetentes insignificantes, y algunos déspotas enloquecidos, como Calígula y Cómodo. El principio hereditario no se estableció nunca con firmeza, y la sucesión dependía con frecuencia del asesinato o del apoyo que otorgaban sus legiones a un general popular.

Aunque con frecuencia se producía inestabilidad política en el cabeza, durante algunos siglos la Pax romana («paz romana») reinó en la mayor parte del imperio, que alcanzó su máxima extensión en 200 d. C. Las provincias, en su mayoría, eran autogobernadas por las élites locales con pocas referencias al emperador en Roma, siempre que no causaran problemas. Los beneficios de la ciudadanía romana se extendieron a los pueblos conquistados que se adaptaron a las costumbres romanas; los que ofrecieron resistencia fueron muertos o esclavizados. El ejército se reclutaba entre todos los pueblos sometidos, y los veteranos del ejército se establecían como colonos por todo el imperio, casándose con frecuencia con mujeres locales. Las ciudades nuevas se construían según el modelo de Roma —con foro, templos y anfiteatros— y aparecieron por todas las provincias, el comercio floreció y las personas podían viajar libremente por todo el imperio, con la posibilidad de comunicarse en cualquier lugar en latín o griego. Sin embargo, esta situación no iba a durar. A partir del siglo III d. C. el imperio empezó a sentir una presión creciente desde el exterior; una presión que conduciría al final a un colapso catastrófico.

Ingeniería romana

Aunque los romanos nunca llegaron a igualar a los griegos en la esfera intelectual, eran muy prácticos, y fueron responsables de algunos de los grandes logros de ingeniería del mundo antiguo. Se traía agua desde grandes distancias a las ciudades a través de acueductos, y las aguas residuales se eliminaban mediante alcantarillas cubiertas, mientras que las villas de los ricos se beneficiaban de una calefacción central por debajo del suelo. Magníficos edificios públicos adornaban todas las ciudades, ninguna tanto como la propia Roma, donde el Coliseo —la arena para las populares luchas de gladiadores— podía acomodar a 50 000 espectadores sentados. Fueron los romanos los primeros en usar el arco en un gran abanico de estructuras, y fueron los romanos los que construyeron las primeras cúpulas verdaderas, en edificios como el templo conocido como el Panteón, que empleó otra innovación romana: el hormigón. Consideraciones militares condujeron a otros logros impresionantes, en especial la red de calzadas que unía todas las partes del imperio, y los muros defensivos, como el muro de Adriano en el norte de Inglaterra, que aseguraba las fronteras del poder romano.

La idea en síntesis:
Roma, controló, el Mediterráneo y más allá durante más de medio milenio

Cronología