20 La monarquía hispánica

1492 fue un año crucial en la historia de España, de Europa y de América. Las coronas de Castilla y Aragón, unidas desde el matrimonio de Isabel y Fernando, culminaban la reconquista con la rendición del reino de Granada, último reducto musulmán en la Península, y ordenaban la conversión forzosa o la expulsión de la población judía de la Península para garantizar la unidad religiosa de sus reinos.

Pero todos estos acontecimientos quedarían eclipsados por el regreso de Cristóbal Colón con la noticia de que habían llegado a las Indias, abriendo una ruta occidental hacia las Islas de las Especias, aunque con el tiempo se demostró que se trataba de un nuevo continente que ofreció a los españoles recursos que explotar, tierras que conquistar y colonizar, pueblos que someter y, sobre todo, oro y plata para financiar los planes políticos de la monarquía.

Matrimonio, diplomacia y guerra. Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón se habían casado el 19 de octubre de 1469, siendo aún príncipes. El apoyo de Fernando y de la Corona de Aragón fue esencial para que Isabel consiguiera imponerse en la incierta guerra de sucesión castellana, y una vez controlado el reino, fijaron su objetivo en completar la reconquista con la eliminación del reino nazarí de Granada y del último reino cristiano independiente de la Península, Navarra, cuya alianza con Francia incomodaba la política en Europa de los Reyes Católicos.

Pero sus ambiciones no se limitaban a la Península sino que Fernando aportó a la unión dinástica todas las posesiones mediterráneas de la Corona de Aragón, con posesiones importantes en la península italiana e intereses en el comercio de especias y productos de lujo a través del Mediterráneo. Fernando e Isabel desarrollaron una astuta política matrimonial, tejiendo con los matrimonios de sus hijos y allegados una red de influencias que cubría buena parte de Europa, teniendo especial importancia la boda de la princesa Juana (la Loca) con el príncipe Felipe (el Hermoso), heredero de la dinastía que ostentaba el cetro imperial en el Sacro Imperio Romano-Germánico. Esta unión convertiría años más tarde a Carlos V en emperador y rey de las coronas hispánicas.

Esta política matrimonial se completó con la acción diplomática y militar en Italia para reforzar y ampliar las posesiones y la influencia aragonesa, frenar la expansión territorial y la influencia de Francia en la península italiana y en el resto de Europa. Sin olvidar el enfrentamiento constante con el imperio otomano, que no dejaba de hostigar a la Europa cristiana de forma directa o indirecta, a través de la piratería berberisca del norte de África.

A este entramado de relaciones e intereses se unió el descubrimiento de un nuevo continente, América, que iba a dar salida al excedente de población del reino de Castilla y proporcionaría los recursos para financiar las ambiciones europeas de los reyes españoles.

Cronología

Carlos V y Felipe II. A la muerte de sus abuelos, los Reyes Católicos, el joven Carlos de Gante, hijo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso, recibió en herencia un imperio que cubría buena parte de las tierras conocidas. A las coronas de Castilla y Aragón, las posesiones aragonesas en Italia, el continente americano y los Países Bajos, se unió muy pronto la dignidad imperial que lo convertía en cabeza de la principal potencia mundial, con intereses en cuatro continentes, y enfrentado a la rivalidad de Francia en Occidente y del imperio otomano en Oriente.

El oro y la plata de América atravesaban España e iban a parar a los banqueros italianos y alemanes que financiaban la diplomacia y las guerras del emperador, que se vieron agravadas y complicadas con la Reforma, que convirtió Alemania en campo de batalla entre católicos y protestantes, y entre el emperador y el rey de Francia, Francisco I, sin olvidar las guerras entre los señoríos italianos y el papel del papa en la política internacional.

«Yo envié a mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos».

Felipe II, comentario apócrifo al conocer el desastre de la Armada Invencible.

Agotado, Carlos V abdicó en sus dos hijos: Fernando obtuvo la dignidad imperial y se convirtió en cabeza de los Habsburgo alemanes, mientras que Felipe heredó las coronas hispanas, el avispero italiano, los cada vez más conflictivos Países Bajos y América. A estas posesiones se unieron muy pronto las Filipinas y otras islas del Pacífico, de manera que en su reino nunca se ponía el sol.

Cénit y ocaso. El reinado de Felipe II marca la culminación de la influencia española en el mundo y también el punto de inflexión que conduciría a la larga decadencia del siglo XVII. Felipe siguió la política procatólica y antifrancesa de su padre, empeñándose en continuas guerras en Italia, Alemania y los Países Bajos, mientras asentaba el dominio español sobre América. Pero los reinos hispanos, en especial Castilla, se desangraban en las guerras europeas, sin que la plata americana causara un impacto real sobre la economía, anclada en conceptos anticuados de honor y privilegio, que despreciaban el trabajo manual y el comercio. Además, la sociedad se ahogaba en el rigorismo religioso impuesto por el control de la Inquisición, atenta a cualquier desviación doctrinal que pusiera en peligro la unidad religiosa de la monarquía.

La fallida invasión de Inglaterra por parte de la Armada Invencible marcó el punto de inflexión de la influencia española, que desde ese momento inició una decadencia lenta y continuada que se iba a prolongar durante todo el siglo XVII con los reinados de Felipe III y Felipe IV, que culminarían en el esperpento del reinado de Carlos II el Hechizado. La monarquía intentó conservar las posesiones en Europa y la influencia en la política internacional, cada vez más acosada por Francia, contando con las reticencias y la animadversión del papado, a pesar de su papel como defensora del catolicismo, y con un apoyo cada vez menor de los Habsburgo alemanes que tenían sus propios problemas internos.

A pesar del vigor infundido a la política española por el conde-duque de Olivares, su fracaso en modernizar el país y su derrota ante el cardenal Richelieu marcan el final de la monarquía hispánica, que culminaría a principios del siglo XVIII.

El Siglo De Oro

El auge y la decadencia de la monarquía coincidió con un apogeo sin precedentes de la cultura española. Desde la publicación de la Gramática castellana de Nebrija en 1492 hasta la muerte de Calderón de la Barca en 1681, se produjo una eclosión de creatividad, que abarca el Renacimiento y el Barroco, y que tuvo especial importancia en la literatura y la pintura. El punto de inflexión entre ambas etapas se puede situar en el concilio de Trento y la extensión de la Contrarreforma.

En literatura se produjeron cambios estéticos, como la introducción del realismo frente al idealismo de la Edad Media, y se crearon géneros como la novela picaresca; las misceláneas que sirvieron para divulgar los saberes más comunes; la comedia nueva, en la que destacaron Lope de Vega y Calderón de la Barca; y la novela, con la obra cumbre del Quijote de Miguel de Cervantes. En el ámbito de la poesía, los romanceros fueron sustituidos por la influencia italiana presente en Garcilaso de la Vega, que daría paso al enfrentamiento entre el conceptismo de Francisco de Quevedo y el culteranismo de Luis de Góngora; sin olvidar la poesía mística de santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.

En pintura sobresale la figura de Diego de Velázquez, que recoge el testigo del manierismo renacentista de El Greco y alcanza la perfección barroca que lo coloca entre los grandes maestros universales con grandes composiciones complejas como Las meninas. Sin olvidar a un maestro del tenebrismo como Zurbarán y otros maestros como José de Ribera o Murillo.

La idea en síntesis:
el primer imperio mundial se hunde por exceso de ambición

Cronología