60
EL avión toca el suelo de Nápoles. Paolo baja la escalerilla, entra en el autobús y llega rápido a la salida.
Frente a las puertas automáticas mira a su alrededor buscando a Valeria. No la ve. Luego oye un claxon y se gira hacia un Smart Cabrio.
—¡Hola! ¿Qué tal te ha ido? —le pregunta ella desde la ventanilla abierta.
Paolo se acerca y sube al coche sonriendo.
—Acaba de llamarme el director. ¡Contratado!
También Valeria sonríe y se inclina hacia él para besarle.
—No sabía que tenías un Smart. —Paolo estudia el habitáculo.
—Lo tenía en el taller. Ha estado allí un montón de tiempo, pobre Smartino. Un loco se tiró desde Miranapoli y me lo destrozó —dice, y acaricia el volante.
Paolo siente que la sangre se le congela en las venas.
—Vaya, pobre hombre... —Sonríe con los dientes apretados—. Para llegar a hacer una cosa así tuvo que sentirse verdaderamente desgraciado. —Vuelve la cabeza hacia la ventanilla tratando de esconder las mejillas enrojecidas.
En ese momento, un taxi blanco se coloca al lado del pequeño coche.
—¡Paolo! —Se abre la puerta de delante y Ciro asoma por el techo del coche.
—¡Hombre, Ciro! —La cara de Paolo se ilumina al ver a su amigo. Lleva una chaqueta de color azul eléctrico.
—Hola, Valè. Vosotros dos siempre trabajando, ¿eh? —Ella sonríe y se encoge de hombros. Ciro apoya las manos en la puerta de Paolo y lo mira con ojos brillantes—. Grandes cosas, Paolo. ¡¡Britney Spears me dio la exclusiva!! —Ciro se frota las manos.
—¡Grande! —Paolo le estrecha la mano con fuerza.
—Y me han contratado en el Mattinoa jornada completa. —Se gira hacia el taxi y mira a Paolo de nuevo—. Ahora perdonadme. Me voy corriendo, que tengo un Nápoles-Londres y un Londres-Los Ángeles.
Paolo lo mira con los ojos desorbitados.
—¿Vas a Los Ángeles?
—Sí. —Ciro asiente, serio. Mira a Paolo y se echa a reír—. Me ha invitado Britney. Así me llevaré también a casa unas cuantas entrevistas con sus amigos. ¡Grandes negocios! ¡Caprara ya es historia!
Se abren las dos puertas posteriores del taxi. Paolo y Valeria vuelven la cabeza a la vez mientras ven bajar a dos chicas con minifalda vaquera y botas de piel negra.
—Vamos, chicas. Que perdemos el avión. ¡Adiós, chicos! Nos vemos a la vuelta.
Ciro se aleja abrazado a las dos chicas. Paolo sonríe y le saluda con la mano.
—¡Adiós, amigo mío!
Valeria arranca y parten hacia la ciudad.