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—SE llaman DA: dardos ácidos —le dice Paolo mientras pasean por un centro comercial.
—¿Y qué son? —le pregunta Ciro relamiendo las gotas de chocolate que caen por el cucurucho de un helado.
—Cuando te gusta una chica guapa que está con un grupo, tú, Ciro, tienes que fingir que ni la ves; te pones a hablar con sus amigas feas y luego le tiras un dardo ácido, o sea, le dices algo que la irrite.
Ciro le mira y sigue lamiendo el helado.
—¿Ves aquel grupo de chicas de allí? —Paolo le indica tres chicas paradas frente a una tienda de ropa—. Hay dos bajitas monas y luego la del pelo rizado, más alta y más guapa, ¿las ves?
Ciro asiente con la cabeza, una gota de helado empieza a bajarle por el brazo.
—Ciro, yo te quiero ayudar, de verdad, pero hazme el favor, deja ese helado ya. O ligas, o comes.
Ciro se mete el cucurucho entero en la boca y se lo traga.
—Ligo —dice con la boca llena.
—Ahora tienes que ir hasta allí con una historia de acercamiento. Por ejemplo, que tienes que hacer un regalo a tu hermana y necesitas una opinión femenina; hablas con las bajitas y ni consideras a la del pelo rizado. ¿Me sigues, Ciro?
—Te sigo.
—Luego, como ella interviene un poco antipática porque tú no la has considerado, le lanzas un dardo ácido. Por ejemplo, le dices que no te interrumpa. ¿Está claro?
—Muy claro, Paolo. Pero ¿estás seguro de que esto funciona?
—¡Funciona, Ciro! Nuestro objetivo con las chicas guapas es hacerlas bajar del pedestal. Hay que tocar su autoestima. Arañar su seguridad. ¿Comprendes?
—Comprendo.
—¡Pues adelante!
Ciro se limpia las manos en el pantalón color caqui y, sin pensárselo dos veces, sale pitando con sus pies de pato, oscilante como los obesos.
—Chicas, tengo que hacerle un regalo a mi hermana; dadme un consejo femenino. ¿Qué le puedo comprar? —pregunta a las dos chicas más bajas dando la espalda a la otra.
—¡Depende de cómo sea tu hermana! —interviene enseguida la más guapa, la que se siente ignorada.
—¡Tú cállate, guarra!
—¡Pero cómo te atreves, imbécil! —se indigna ella.
—Estás completamente loco, tío. Vete a tomar por culo —le dice luego una de las otras dos. Y se van.
Ciro vuelve con Paolo.
—Pero ¿qué haces, Ciro? Te he dicho irritar, no ofender. ¡La has llamado guarra!
—Entonces no te he entendido, Paolo.
—Ven conmigo, te enseñaré cómo se hace.
Y se dirigen a una tienda de artículos étnicos.