25

EL número de alumnos ha aumentado sorprendentemente. Las cinco filas de sillas del aula están llenas de hombres de todas las edades.

—¡Un poco de orden! —reprueba la asistente rolliza—. Cuantos más sois, menos almeja hay en el mercado, malditos seáis —dice para sí.

Valeria se ahueca el pelo con las manos y sube al estrado.

—Quiero presentaros a alguien —sonríe—. Muchos de vosotros estáis aquí porque habéis leído sus artículos. Él es Paolo De Martino. Paolo, ven aquí.

Un aplauso le acompaña hasta el estrado.

—Gracias —dice abotonándose la chaqueta, turbado.

—Paolo nos acompañará durante todo el seminario.

Él asiente con una ligera inclinación y hace ademán de bajar.

—No, quédate aquí, Paolo. Vamos a hacer un ejercicio.

Él siente que se queda pálido.

—Veamos, las chicas guapas, las que os interesan, no están nunca solas, sino acompañadas por una amiga más feíta o por otros chicos. Por favor, Luca y Eduardo, vosotros haréis de chicas —añade señalando a dos chicos que están sentados en la primera fila.

Se oyen una serie de silbidos de admiración; el chico rubio y el delgado del piercing suben al estrado haciendo una inclinación a la sala.

—Fingiremos que Luca es una chica diez. —Entre las risas de los estudiantes, el chico rubio adopta una postura de vampiresa—. Por el contrario, tú, Eduardo, serás una chica cinco. —Él pone cara de desilusión—. Paolo, naturalmente, tu objetivo es El número de alumnos ha aumentado sorprendentemente. Las cinco filas de sillas del aula están llenas de hombres de todas las edades.

—¡Un poco de orden! —reprueba la asistente rolliza—. Cuantos más sois, menos almeja hay en el mercado, malditos seáis —dice para sí.

Valeria se ahueca el pelo con las manos y sube al estrado.

—Quiero presentaros a alguien —sonríe—. Muchos de vosotros estáis aquí porque habéis leído sus artículos. Él es Paolo De Martino. Paolo, ven aquí.

Un aplauso le acompaña hasta el estrado.

—Gracias —dice abotonándose la chaqueta, turbado.

—Paolo nos acompañará durante todo el seminario.

Él asiente con una ligera inclinación y hace ademán de bajar.

—No, quédate aquí, Paolo. Vamos a hacer un ejercicio.

Él siente que se queda pálido.

—Veamos, las chicas guapas, las que os interesan, no están nunca solas, sino acompañadas por una amiga más feíta o por otros chicos. Por favor, Luca y Eduardo, vosotros haréis de chicas —añade señalando a dos chicos que están sentados en la primera fila.

Se oyen una serie de silbidos de admiración; el chico rubio y el delgado del piercing suben al estrado haciendo una inclinación a la sala.

—Fingiremos que Luca es una chica diez. —Entre las risas de los estudiantes, el chico rubio adopta una postura de vampiresa—. Por el contrario, tú, Eduardo, serás una chica cinco. —Él pone cara de desilusión—. Paolo, naturalmente, tu objetivo es Luca, la chica diez. —Le apoya una mano en el hombro—. Estáis en un local, muéstranos cómo te acercarías.

Paolo se siente completamente paralizado. No sabe en absoluto por dónde empezar.

—Te daré una historia de acercamiento —sugiere Valeria—. Por ejemplo, puedes pedirle una opinión femenina, del tipo: «¿Es verdad que las mujeres mienten más que los hombres?»

—¿De verdad tengo que preguntar esa tontería? —replica él abriendo los brazos, desmotivado.

—¿Cuándo dejarás de juzgar, eh? ¿Cuándo vas a lanzarte? ¿De qué quieres hablar con dos chicas en un local? No significa que sean estúpidas, sino simplemente que están ahí para divertirse y decir bobadas.

Valeria se aparta a un lado. Paolo se arma de valor y, bamboleándose, se acerca a Luca, su chica diez.

—Hola, perdona... Querría preguntarte una cosa. —Respira—. En tu opinión, ¿las mujeres mienten más que los hombres? —La voz le sale monótona.

—Yo que sé —responde el otro, molesto.

—Ya, claro —dice Paolo, nervioso.

Y la conversación concluye ahí. Valeria vuelve a su posición.

—Bueno, veamos qué errores ha cometido Paolo —interviene—. Antes de nada, la primera equivocación ha sido acercarse directamente a su objetivo, la chica más guapa. ¡Error! ¡Nosotros somos artistas del ligue! ¡Nosotros somos la excepción! A la chica guapa se le habrán acercado centenares de veces, sus defensas están altísimas, y, claro, Luca le ha mandado a freír espárragos. —El chico sonríe—. Luego, segundo error: Paolo ha dicho «perdona». Esto os coloca en una posición de necesidad. Estáis diciendo vosotros solitos que no valéis nada y os excusáis por la molestia. ¡Nunca se pide perdón! Mirad cómo se hace... —Valeria se acerca a los dos chicos dando la espalda a Luca y suelta—: Chicas, una opinión rápida: ¿las mujeres mienten más que los hombres? —Mira fijamente a Eduardo, que no se decide a dar una respuesta— ¡Eh! No tengo toda la noche, tengo que volver con mis amigas —añade Valeria.

—No sé, yo creo que sí —dice él.

—Entonces, ahora me estás mintiendo. —Valeria hace una mueca de burla.

Eduardo sonríe.

—Nosotras qué sabemos, perdona —interviene entonces «ácida» Luca.

—¿Tu amiga se entromete siempre cuando hablas? —le pregunta Valeria a Eduardo—. Yo tenía una ex que lo hacía. Ya no la aguantaba. Era aries. ¿Tú de qué signo eres? Espera, no me lo digas. ¿Aries? —La clase escucha, fascinada—. Y continuáis así chicos, ¿está claro? He aquí cómo hemos entrado en conversación con nuestro objetivo, partiendo de un falso desinterés. Es esto lo que crea atracción. —Valeria mira a Paolo, que está apartado; luego otra vez a la clase—. ¿Habéis notado que he dicho que tenía que irme con mis amigas? ¿Recordáis? Preselección. Yo tengo «amigas» que me esperan, no soy un desgraciado que va por ahí intentando ligar. Jugad, divertíos, tomadles el pelo, irritadlas. Eso es lo que las mujeres quieren. Gracias, Paolo, por habernos mostrado todo lo que no debe hacerse —añade mirándolo.

La clase estalla en una carcajada. Tímidamente, él baja del estrado.