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—PAOLO, me parece que te han cortado la luz. —Ciro, rodeando con un brazo el marco de la puerta, pulsa varias veces el interruptor.

La puerta blindada se abre lentamente. Paolo, empujándose en una silla de ruedas, regresa a casa. Las persianas están bajadas y entra poca luz.

—Ciro, hazme un favor. Levanta un poco las persianas y abre las ventanas, que corra algo de aire. —Un montón de cartas esparcidas por el suelo bloquea la entrada.

—Pero ¿qué hacen aquí todas estas cartas?

—El portero ha dicho que ya no cabían en el buzón y las ha metido cada día por debajo de la puerta. ¡Qué barbaridad! —exclama Ciro distraídamente mientras mira a su alrededor—. Vaya, Paolo, tienes una casa magnífica. ¡La decoración es una pasada!

—Como los plazos que tengo que pagar todavía —resopla su amigo mientras intenta recoger algún sobre del suelo.

—En cualquier caso, tienes buen gusto. Muy bueno. —Ciro va asintiendo con la cabeza mientras pasa revista a todos los muebles.

—Yo no he elegido nada. —Los dedos de Paolo rozan las cartas del suelo, sin lograr cogerlas.

—Este sofá es precioso. —Ciro se derrumba en el sofá circular Cappellini.

—Ese era el mueble preferido de Giorgia. ¿Lo estás haciendo a propósito? ¿Quieres hacerme sufrir? ¿Tengo que salir fuera, al balcón, Ciro?

Consigue atrapar un montoncito de cartas y se las pone sobre las piernas.

—Vamos a la cocina, por favor.

Ciro se levanta con un gruñido y empuja a su amigo hacia la otra habitación.

—¿Preparo un café? —Ciro abre un armario buscando la cafetera.

—Aún no puedo tomar café, estoy hasta arriba de medicamentos —dice, con la mano sobre la barriga.

—Vale, preparo uno para mí. —Gira el mando de la cocina para encender la llama—. Me parece que también te han cortado el gas, Paolo.

Paolo le mira con desaliento y suspira.

—Bueno, entonces comeré algo. ¿Tienes galletas?

—No lo sé, Ciro. Hace tres meses que no paso por aquí. Mira a ver si Giorgia ha dejado algo.

Ciro empieza a rebuscar por los armarios mientras él lee los remites de los primeros sobres.

—El recibo de la luz, el recibo del gas, la comunidad... ¿Y esto qué es?

—Ah, esas deben de ser las respuestas de los periódicos a los que envié tu currículo. Solo tendrás la duda de cual elegir.

Paolo recoge todo el montoncito de cartas, le da unos golpes sobre la mesa para alinearlo y se lo coloca delante. Coge el primer sobre.

—He encontrado estas galletas: unos abrazos de Mulino Bianco. Crema y chocolate. ¿Quieres un abrazo, Paolo?

—Ciro, hazme el favor. No quiero ni siquiera un apretón de manos.

—¡Uy! ¡La que han liado las maripositas! —Saca un bollo del paquete, aparta con los dedos un par de esos pequeños insectos, sopla y le da un mordisco a la parte del chocolate.

Paolo le mira haciendo una mueca de asco, luego vuelve al membrete de la carta.

—Economía y Finanzas. ¿Lo abro?

—Claro, Paolo, ábrelo; mira a ver cuánto te ofrecen.

—«Lo sentimos, pero está usted demasiado cualificado para el trabajo que podemos ofrecerle.»

Ciro engulle también la parte de crema.

Paolo coge el segundo sobre.

—Finanzas Hoy. ¿Abro?

—Venga, Paolo, esa es la buena.

—«Lo sentimos, pero está usted demasiado cualificado para el perfil que buscamos.»

Coge la tercera.

—Finanzas Mañana. ¿Abro? Ciro, no digas nada. ¡La abro! —Paolo abre la carta—. «Lo sentimos, pero nuestra plantilla está cubierta.»

Después de unos veinte «lo sentimos» y cuando Ciro ya solo les ha dejado las migas del paquete a las mariposas, Paolo se siente completamente abatido. Queda solo una carta. La coge y lee el membrete.

—¿Macho Man? —La abre—. «Estaríamos interesados en concertar una cita con usted para una entrevista». —Mira a Ciro—. Pero ¿qué es esto de Macho Man, una revista pornográfica gay?

—No, qué dices, revista pornográfica; tranquilízate. Es un pequeño semanario de actualidad para el que hice algún artículo antes de entrar en Il Mattino. Pensé que estaría bien mandarles el currículo también a ellos.

—¿Un pequeño semanario?

—Sí, pero están creciendo, Paolo. Son buenos, créeme.

—Y según tú, ¿ahora he de ponerme a escribir para un pequeño semanario de actualidad que está creciendo? Pero ¿te has vuelto completamente loco, Ciro?

Paolo empieza a notarse la garganta seca.

—Hazme el favor, pásame un vaso de agua.

Ciro coge un vaso del armario que hay sobre el fregadero y abre el grifo del agua fría.

—Me parece que también te han cortado el agua, Paolo. Necesitas un trabajo.